13. "Ahora o nunca"
- Jake... - Elmer susurró tocándole suavemente el hombro al niño -. Jake, despierta.
El pequeño no estaba ya tan profundamente dormido así que no resultó tarea difícil despertarlo tras agitarlo varias veces más. Jake se revolvió frotándose los ojos y bostezó.
- Jake, tenemos que irnos - insistió Elmer.
A penas lograba entender lo que le estaban diciendo pero fue alzando lentamente el torso.
- Muy bien, campeón - lo animó Elmer dándole la mano para que se levantara. Decidió cambiarle la camiseta por el calor mientras Jake luchaba por mantener el equilibrio con los ojos entrecerrados.
De repente dejó caer la cabeza y Elmer lo abrazó.
- Te tengo.
Jake lo rodeó por el cuello y se dejó tomar. Elmer no tenía otra opción más que llevarlo en brazos.
El piso donde vivían estaba estratégicamente situado para que cuando Elmer saliera no tuviera que caminar mucho y tomara el autobús en la parada más cercana. También había una parada de taxi frente al portal así que carecía de problemas de desplazamiento.
El autobús los dejó muy cerca del dúplex de Wayne y para cuando salieron Jake ya se había animado un poco.
- ¿A dónde vamos? - preguntó confuso explorando su alrededor con la mirada mientras se frotaba un ojo.
- Si te preguntan, soy tu canguro.
Sin mucha más dilación llamó al timbre tras haber subido al portal. Nervioso marcaba un agitado ritmo con el pie hasta que percibió unos pasos aproximarse y se abrió la puerta.
- Elmer... - habló una mujer con un tono muy tierno -. Cuánto tiempo sin pasarte por aquí, entra, el señor Chance está en casa.
- Muchas gracias, Diamante.
La mujer, con las ropas deportivas de siempre, el cabello recogido y sin una pizca de maquillaje, los acompañó a ambos al recibidor ofreciéndoles asiento.
- ¿Y quién es este pequeñín? - se agachó junto a él -. ¿Cómo te llamas?
- Zeik - se aferró a una de las piernas de Elmer -. Él ez mi canguro.
- Oh, eso está muy bien - sonrió -. ¿Quieres preguntarle a tu canguro si te puedo ofrecer algunos caramelos?
Jake alzó la mirada para poner ojos de cachorrito a Elmer aunque no fuera capaz de verlos.
- Dile a la señorita que tu canguro te da permiso. Pero no muchos que aun te cuesta limpiarte los dientes todos los días.
El chico sonrió de oreja a oreja y luego se dirigió a Diamante.
- Zi puedez.
La mujer rió ante la inocencia del niño y se levantó.
- Ahora voy a por ellos. Siéntete como en casa.
En realidad fue primero a avisar a Wayne de la visita inesperada y solo después se dirigió a buscar lo prometido. Elmer aprovechó cada segundo de la espera para crear sus propios esquemas mentales y no fastidiarla.
- Elmer, qué sorpresa - hizo su aparición el padre de Hugo bajando las escaleras.
Diamante pasó a dejar los caramelos sobre la mesa de centro y los dejó a los tres a solas.
Elmer se levantó por respeto y esperó a que Wayne se acercara para saludarlo con un apretón de manos.
- Buenas tardes, señor Chance.
- Wayne, por favor - le sonrió.
Era de esperar que lo primero que le resultase extraño al hombre fuese el desconocido niño que se hallaba junto a Elmer en aquel momento. No preguntó nada esperando una explicación por iniciativa propia que nunca llegó ya que el tema principal que Elmer quería tratar no tenía nada que ver con Jake.
- Recuérdame que te dé esos libros en braille que te prometí - continuó hablando Wayne llenando ese vacío sonoro mientras tomaba asiento -. Siempre me olvido de pasártelos.
No era sobre lo que vino a hablar Elmer. No quería hablar de su ceguera, pero si Wayne lo hacía... ¿podría ser que lo menospreciase?
De repente Elmer se sintió muy confuso. No sabía si ir al grano o volver a aplazar la conversación.
- ¿Podemos...subir a por ellos? - propuso finalmente con intenciones de llevar la conversación a un lugar apartado de Jake.
Wayne no tardó en captar la idea.
- Claro, adelante - se ofreció a guiarlo.
Elmer fue detrás de él en todo momento y no necesitó ningún tipo de ayuda para reconocer el inicio y el final de los escalones. Entraron en el despacho de Wayne y Elmer cerró la puerta a sus espaldas.
- Verá, señor Chance, vine aquí a hablar de otro tema, realmente - se atrevió a comenzar.
Wayne se dejó apoyar sobre su escritorio y mostró total atención.
- Te escucho, hijo.
No, no era tan difícil empezar.
Vamos, Elmer, que habías pasado por situaciones peores.
- Antes de nada, quería advertir que mantuve distancia con Hugo como prometí - mintió por una buena causa.
Wayne no necesitaba mucho más para descubrir de qué iba la charla, sobretodo cuando comenzó a notar una ligera alteración en el tono de voz del chico.
- Es admirable por tu parte, Elmer.
- Pero quiero muchísimo a su hijo. Ya sabe que he estado conteniendo mis sentimientos todo este tiempo.
Y ahí estaba la clave de su conversación.
- No entiendes mi política, ¿verdad?
- Lo siento pero no mucho.
Wayne endureció el tono irguiéndose y cruzando los brazos.
- Hugo tiene un gran potencial para llegar a ser lo que se proponga y tiene todas las cartas para crear una familia propia y tener descendientes - dijo -. Va a casarse con una mujer.
- ¿Y si eso fuese obligarlo a actuar en contra de su voluntad?
- ¿Insinúas que él tiene sentimientos mutuos hacia ti?
- Tal vez sea así.
- Entonces deberíais vivir separados.
Aquellas palabras deberían haber sido como si acabaran de dispararle a Elmer directamente al pecho pero él ya lo había previsto de antemano.
- Su hijo tiene 22 años. Sabe qué quiere de su vida.
- Te equivocas - contradijo inmediatamente -. Admito que fue culpa mía pero tuvo una educación donde la sociedad lo llevó a ser homosexual. Aun así todo es curable excepto enfermedades de transmisión sexual como es el caso del SIDA, entre otras.
- ¿Qué?
- Tú has tenido padres así y no puedo cuestionar la educación que se te fue dada pero no puedo tolerar que Hugo siga el mismo camino.
Una garrafa medio vacía llenándose de agua cucharada a cucharada.
- No tengo nada en contra de los gays así que no te sientas ofendido por tus padres ni por ti. Debe de ser duro ser aceptado hoy en día y es admirable que afrontes ese tipo de problemas teniendo que lidiar a la vez con tus discapacidades.
A veces la garrafa se llenaba con vasos.
- No creo que Hugo sea la persona adecuada para ti - continuó -. Sois muy distintos, Elmer. Además, deberías plantearte colocarte unas prótesis oculares. Te serían muy útiles para el resto de tu vida.
Elmer estaba totalmente en blanco mientras escuchaba las afiladas palabras abriéndose paso en su pecho para descuartizar su corazón.
- Son bastante costosas pero son una inversión que valdría mucho la pena. Piénsalo. Y para las manos también.
- ¿Qué pretende?
- Aplicar la tecnología para hacer de ti una mejor persona, claro.
- ¿Mejor...persona? - vocalizó cada letra.
- No me malinterpretes - agitó una mano -, eres una magnífica persona con respecto a ideales y personalidad. Pero sabes, todos los defectos físicos tienen arreglo.
- Está ofendiéndome.
- Deberías tomarlo como una crítica constructiva. Ya hay confianza.
- Suficiente confianza entonces. Dígame una cosa, ¿Hugo sabe que su padre es un... - se tomó un tiempo en decirlo - descarado?
- ¿Perdona?
- Acaba de soltar que cambiaría todo de mí de pies a cabeza, incluso mi pasado y educación. ¿Qué es lo que no le ha impulsado a prohibirle a Hugo alquilar un piso conmigo hace cinco años?
- Estabas indefenso y Hugo sentía responsabilidad sobre ti. Dejarlo actuar por su cuenta era lo menos que pude hacer tras presenciar tu nuevo estado.
- Entonces ahora que me sigue mirando desde arriba ha cambiado de opinión.
- ¿Consideras que eres autosuficiente?
- Mucho más que eso. No necesito a nadie para continuar mi vida.
- Eso pretendo que me demuestres.
- Bien, ¿bastaría con demostrar que soy capaz de solucionar mis propios problemas para obtener su aprobación?
- Lo siento pero me abstengo a eso. Ya te he dicho lo que quería para Hugo.
Modificar su vida en contra de su voluntad.
- Se acabó - el agua colmó la garrafa. Elmer dio media vuelta abriendo la puerta -. No volveré a molestarle.
No esperó respuesta y bajó las escaleras llamando a Jake habiéndose dirigido a la salida. El chico lo siguió corriendo y se despidió de Diamante con la mano.
- Jake, tenemos que ir a un sitio antes de volver a casa.
El pequeño estaba algo atemorizado por el serio semblante de Elmer así que se limitó a asentir. Aun así no se cortó en cogerle de la mano para orientarlo ligeramente por si tropezaba o algo por descuido. Elmer no se esperaba aquel movimiento pero luego lo tranquilizó bastante.
Se había memorizado los caminos más convenientes para él y no tuvo problemas para llegar a su destino esta vez.
- Espérame fuera un momento. Ahora salgo.
Jake, aunque no llegara a comprender ese sentimiento completamente, estaba preocupado por Elmer. Se sentó fuera de la tienda, como se le fue dicho, y se abrazó las piernas mientras miraba las piedras del asfalto.
De repente una voz barítona muy cerca de él empezó a murmurar algo.
- Nunca tuve padres, pero puedo entender cómo te sientes.
Un hombre alto, robusto, con moderado vello corporal, cabello oscuro y ondulado que le llegaba sobre los hombros, y unos ojos muy profundos y oscuros también se encontraba de pie apoyado sobre el escaparate.
- Tengo un hijo y creo que he sido frío con él toda su vida - continuó -. Luego creció con el mismo carácter serio y distante, muy diferente a mí, la verdad. Sería difícil decir quién es su padre.
Había empezado a hablar de la nada. No tenía nada que ver con Jake pero el niño comenzó a prestarle atención en cuanto se empezó a hablar de padres.
- ¿Dónde eztá ahora? - siguió la conversación.
- Muy lejos, tesoro. Escogió su camino y ahora es mucho más feliz y realizado de lo que era conmigo. Los padres fríos no son el mejor ejemplo para un niño.
Eso le hizo pensar en sus padres adoptivos y a compararlos con lo que el señor le estaba diciendo.
- ¿Elmer ez frío?
- Si es el señor que entró a la joyería yo diría que sí, bastante.
- Elmer nunca me da carameloz en caza...
- Debería dártelos. Los dientes no se les estropean a los niños.
- Pero él dice que zi no me loz lavo ze me caerán...
- Eso son cuentos - sonrió el hombre, se acercó a Jake respetando una distancia y le entregó un caramelo envuelto -. Cógelo, no muerdo.
Tímidamente lo alcanzó y empezó a sacarle el envoltorio.
- Me tengo que ir ahora pero si algún día pasa algo llámame a este número - le entregó una tarjeta -. Ya sabes usar el teléfono, imagino. Pareces un chico mayor.
- ¡Zi! Lo he uzado muchaz vecez ya para llamar a Hugo.
- ¿Al trabajo?
- Zi, le pagan por dibujar en zuz cazaz.
- Es genial, tendré que solicitar sus servicios también algún día.
Jake sonrió contento por haberle encontrado un cliente a Hugo. Pero entonces salió Elmer de la tienda oyendo a ese hombre hablarle al niño.
- Jake, vámonos - irrumpió dándole la mano al chico y esperando correspondencia.
Jake borró de golpe la sonrisa de su cara y miró al desconocido.
- Adioz, zeñor.
- Hasta pronto, Jake.
Con algo de lamento en su mirada le cogió a Elmer de la mano y echaron a caminar hacia la parada. Durante todo el trayecto Jake no dejó de mirar hacia atrás por si aquel hombre los acompañaba. Jake desearía haber hablado un poco más con él. Al menos ahora tenía su número de teléfono.
Elmer sabía que al llegar a casa no se encontraría con Hugo, y la espera fue eterna. La más larga de su vida. Al cabo de un rato decidió ser productivo y se acordó de que no le había dado de comer nada serio a Jake y se puso a ello. ¿Cómo podía haberse olvidado de algo tan importante?
Macarrones con tomate. Muy original, la verdad. A Jake le encantaban y eran rápidos de cocinar así que era un plus.
Justo cuando se habían dispuesto a comer, Jake ya se había pringado de salsa y Elmer igual al intentar limpiarlo. Entonces unas llaves fueron introducidas y se oyó la puerta abrirse.
- ¡Uh qué bien huele! - exclamó Hugo desde el pasillo mientras se quitaba los zapatos.
Elmer se puso nervioso de golpe e hizo caer un tenedor manchando el suelo. Se apresuró en levantarlo y buscar algo que lo limpiase antes de que...
El dorso de su mano sintió el frescor de una mano ajena.
- Yo lo limpio, Elmer - murmuró Hugo muy próximo a él.
El corazón de Elmer le iba a mil por hora. ¿En qué momento se le había acercado?
- ¿Habéis salido? Os veo bien vestidos. Bueno - carraspeó -, excepto tus calcetines, cariño.
Por un momento pensó que le estaba hablando a Jake por ese apodo final, mas luego se percató de que incluso Jake se los ponía del mismo color.
Hugo no había hecho ninguna broma ni se había reído tras haberlo llamado así. Eso era nuevo y no le desagradaba. Por un momento se planteó decirle que sonaba muy marica diciendo esas cosas pero después de la charla con Wayne ser llamado gay podría sonarle demasiado ofensivo como para usarlo contra Hugo.
- Fuimoz a ver a Diamante - habló Jake con la boca llena.
Hugo se distrajo para sonreírle hasta que se dio cuenta de lo que eso significaba. Para entonces Elmer ya se había dirigido a lavarse las manos y cuando volteó de vuelta a Hugo apoyó una rodilla sobre el suelo y le mostró una cajita de terciopelo.
- Es muy cliché hacerlo así pero...¿quieres casarte conmigo?
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