Capítulo 10: Diciembre entre nosotras

El jueves llegó una vez más a la semana y yo estaba tan sumida en mis pensamientos que no estudié para ningún examen, solo para la defensa de fundamentos de mercadeo y publicidad.

El examen de procesos de comunicación era en pareja y yo había decidido hacerlo en ese momento con Maeve, ya no había vuelta atrás, nadie más estaba libre para hacerlo conmigo, así que esa semana fue la peor, porque tuve que afrontar un duelo durante la semana de exámenes finales y mi cabeza no daba para absolutamente nada.

Entonces me ponía a pensar una y otra vez ese constante "¿Qué hice mal?", luego me sentía dramática porque nunca fuimos nada, solo que se siente como si hubiésemos sido todo y ahora estaba completamente vacía. Me estrellé de golpe, no supe manejarlo, me ahogué tanto en mis pensamientos que todo en mí se descontroló.

Ahora preguntándome a cada momento "¿Por qué tuve que dejar todo por ella?, y cuando finalmente lo hice, ella me dejó a mí sin explicación alguna", todo era demasiado confuso.

Entré al examen con un ataque de ansiedad, sentí que en cualquier momento lloraría por horas al tenerla tan cerca sabiendo que no podíamos estar juntas, sabiendo que ella no quería que estuviésemos juntas.

Tuve que alejarme cuando mi corazón anhelaba quedarse.

Yo no pude estudiar absolutamente nada, ella hizo todo el examen y solo puso mi nombre. ¿La usé en ese momento? Completamente, y ella lo sabía, necesitaba pasar todas las materias y últimamente solo andaba enfocada en una. Así que en ese momento solo hubo puro interés de subir mi calificación.

Luego de eso hice algo de lo que me arrepentí hasta el día de hoy, mañana y seguramente, el resto de mis días.

Pero antes... esto sucedió.

—¿Qué te pasa, mi vida? ¿Por qué tan callada? ¿Estás bien? —me susurró, mientras terminaba el examen.

«No, nada está bien y tú lo sabes mejor que nadie porque estoy así por ti»

Lo pensé, pero no lo dije.

—Solo... tengo ansiedad.

—¿Por qué?

—Después de esta clase tengo la defensa final de la materia a la que falté todo el primer corte, la que te comenté hace un tiempo.

—Ah, vale. Con razón, ya todo tiene sentido.

¿Todo tiene sentido? ¿En serio no te das cuenta de todo lo que provocas en mí?

Maeve estaba tan convencida que nada de lo que me pasaba era por ella y eso me decepcionó, o tal vez sí, pero para evitar sentirse culpable, se hacía la desentendida.

Esa fue la última vez que hablamos, porque inmediatamente cuando finalizó la hora del examen, salí corriendo al baño y me eché a llorar.

Isabelle entró detrás de mí intentando darme fuerzas, pero yo no podía, ¿Cómo iba a hacer para seguir viéndola todos los días sin sentir que me muero por dentro?

¿Por qué me dolía tanto si nunca fuimos nada?

Cuando me recuperé un poco, entré a la defensa que me faltaba y le pedí al profesor ir primero.

Estaba segura que tenía la cara roja e hinchada debido al tiempo que estuve llorando en el baño con tanta intensidad, sin embargo, apenas defendí, pedí permiso para irme con la excusa de que estaba enferma.

Agradecí que ese día decidí no ir con maquillaje, porque había estado llorando desde que me levanté y estaba segura que mi delineador se hubiera corrido varias veces.

Simplemente no aguantaba más tiempo en la universidad, pensando las mil maneras en correr tras ella y no respetar su decisión de que me alejara completamente.

Y no volvimos a hablar... nos cruzamos en los pasillos varias veces, sí, cursamos clases juntas, sí, pero en ningún momento ninguna se volvió a acercar a la otra, ni siquiera el día de la graduación.

De ahí en adelante inició nuestro famosísimo y necesario contacto cero.

La quería, joder, la amaba demasiado y eso me asustaba y me desestabilizaba completamente.

¿Por qué yo estaba tan decidida siendo mi primera vez con una chica y todo resultó así?

Llegué a casa de mi madre agotada mentalmente, con unas intensas ganas de llorar acumuladas, porque lo que había llorado en la universidad, definitivamente no era suficiente para mí.

Para mí sorpresa, mi abuela materna se encontraba allí, Clarisse.

Era mi segunda madre, siempre le tuve mucho respeto, es mi ejemplo a seguir, sin embargo, me daba muchísimo miedo lo que tuviera para decirme al respecto, porque su opinión sí me importaba demasiado.

Ella me vio llegar directo a su habitación y me escuchó llorar tanto que empezó a preocuparse. Entró intentando no hacerme sentir incómoda y se sentó a mi lado acariciando mi cabello dejándome llorar.

Pero tenía miedo de contarle, ella tenía una mentalidad muy estricta y me aterraba lo que tuviera para decirme o que me viera con otros ojos como mi padre.

Sigo siendo la misma Brie, nada ha cambiado en mí, ¿Por qué el que me guste una chica les hace pensar que sí?

Eso no me hace mala persona...

Ella esperó pacientemente a que me calmara, a que soltara todo lo que estaba conteniendo, a drenar por completo hasta que no quedara nada dentro de mí. Y entonces me hizo la pregunta.

¿Qué me ha pasado? ¿Por qué estoy así? ¿Quién me ha hecho tanto daño?

Y con el miedo atorado en mi garganta, decidí decirle toda la verdad.

Ella se asombró al inicio, pero me contuvo como cualquier madre apoyaría a un hijo que pasa por un mal momento.

Me dijo cosas tan lindas, tan alentadoras, que sentí que me quitaban un peso de encima sobre mi miedo de decirle algo sobre ella.

—Cariño, todo estará bien, tal vez no lo sientas así ahora, pero te prometo que lo estará. Escucha, no comparto tu pensamiento, pero son tus gustos y los respeto, te enamores de quién te enamores yo te voy a apoyar siempre, pero no te sientas culpable por esto, mi Brie, simplemente quizá no era la persona indicada y te aseguro que allá afuera hay una chica o un chico esperando por ti para entregarte su corazón y darte todo el amor que te mereces. Todo el cariño que esa chica no estuvo dispuesta a darte.

—Ella nunca fue mala conmigo, abuela, por eso le tengo tanto aprecio y me duele, estoy muy agradecida con Maeve por muchas cosas, pero el no estar con ella me... me afecta, porque yo sí quería todo y estuve dispuesta a darlo todo.

—No te enfoques en lo negativo.

—¿Hay algo positivo en todo esto? Mi padre me odia, mi hermano no me habla, mi madre y yo no estamos en un buen momento, abuela Hazel me mira raro, se nota que le incomoda muchísimo la situación, Maeve me pidió que me alejara de ella y estoy haciendo todo lo posible por respetar su decisión, pero lo único que quiero es encararla y decirle que no me voy a ir a ningún lado, que todo estará bien entre nosotras y que jamás le haría daño. No puedo dormir, no me puedo concentrar en los estudios, no puedo comer, no puedo pensar tranquila porque soy un caos mental, no puedo dejar de llorar o sentir ese horrible dolor en el pecho que me hace sentir que muero. Esto es horrible.

—Siento que estás yendo demasiado rápido.

—¿Y qué hago entonces?

—Esperar... tu corazón va a volver a amar, quizá no con la misma intensidad de la primera vez, pero lo hará, mi amor, no debes dejarte absorber por esa tristeza que te está consumiendo.

—Me duele mucho, abuela, no puedo controlar esto que siento. No me quiero ir, no quiero alejarme de ella.

—A veces debemos alejarnos de la persona que más amamos.

—¿Por qué?

—Precisamente por eso, porque nos importa su bienestar y dejarla ir es lo más sano porque detenerla cuando ella no se siente bien contigo, es ser egoísta.

—¿Crees que no me quiere?

—No he dicho eso, simplemente quizá no está tan lista como tú para estar en una relación con una chica y no debes sentirte culpable por eso, solo respetar su espacio. Si se siente lista, te buscará.

—¿Y si no lo hace? ¿Y si no vuelve?

—Entonces tú seguirás tu vida sin ella, pero siempre agradeciendo y aprendiendo de todo lo bueno y lo malo que te dejó esta experiencia. Recuerda que todas las personas son las correctas en el momento correcto, si pasó por tu vida era por algo. Ya sabes, debía quedarse o debías aprender de ella, ninguna de las dos opciones es malo, recuerda eso, si no se dio es porque necesitabas esa lección para que más adelante se pueda dar con la persona correcta.

—Pero ella para mí siempre fue la correcta, estoy segura de que es el amor de mi vida.

—Todo estará bien, hija.

Entonces por un segundo, solo por un instante, tuve la esperanza de que algo saldría bien, de que tenía a alguien apoyándome que no me veía como una persona con "problemas mentales." Estaba cansada de ser tachada por esta sociedad tan jodida, que mi familia no me aceptara como tal y que este proceso solo fuera cada vez más difícil cuando en realidad, pasar por tu primer amor debería ser algo lindo, mágico.


***


Al llegar a mi casa, estaba anhelando encerrarme en mi habitación y dormir hasta que no tuviera más remedio que despertar a seguir enfrentando los días.

Cuando estuve a punto de entrar, me di cuenta que mi tía iba saliendo. Yo tenía la mirada gacha, pero cuando abrí la puerta e intenté pasar, ella me detuvo por el brazo.

—¿Qué te pasa?

—Nada —evité mirarla.

—Estás llorando.

No dije nada, intenté zafarme de su agarre, pero me envolvió en sus brazos y me abrazó con fuerzas. Cuando lo hizo, no pude contenerme más y empecé a llorar de nuevo.

Me llevó dentro entre sus brazos, se sentó junto a mí en la sala y solo me decía que terminara de soltarlo, yo en ningún momento dije nada, solo gritaba de dolor, aquel que parecía no querer acabar.

Lloré frente a ella, frente a mis primas, me dio otro ataque de pánico ahí mismo. Ella me ayudó a respirar como solía hacerlo en la universidad, pero mi llanto no me dejaba mantener la calma.

Ella no se fue hasta que me sentí más tranquila.

Tía Vera nunca me dejó sola en mis peores momentos.

Los problemas alimenticios aumentaron en ese entonces, antes me costaba comer, vomitaba, pero asistía a la universidad y a la noche que llegaba, comía. Ya no, ahora no podía comer nada, en ningún momento.

Y lo más curioso del asunto, es que ni siquiera me daba hambre en todo el día, me sentía vacía, muerta por dentro.

Mi rutina se volvió simple, pero al mismo tiempo bastante complicada de llevar. Las mañanas se volvieron muy tediosas para mí, levantarme de la cama se había vuelto un desafío, solo quería seguir durmiendo, si era posible, no despertar más.

Me levantaba solo cuando mi cuerpo me gritaba "¡Aliméntame!" con desvanecimientos constantes, el café ya no era una opción para mí como desayuno, lloraba toda la mañana, sola en mi casa. A veces incluso me daban ataques de pánico que luego me dejaban tan ligera, sintiéndome tan liviana, tan ida.

No almorzaba, solo me preparaba mentalmente para ir a la universidad. Me acostumbré a irme con el estómago vacío, hacía todo lo posible por no cruzarme a la chica que había roto mi corazón en miles de pedazos, pero era inevitable, así que dejé de maquillarme, eso solo hacía que mi delineador estuviera corrido por todas mis mejillas hasta mi última clase.

Pasaba todo el día temblando, no conocía lo que era estar tranquila, no conocía la seguridad en ese lugar, y mis pensamientos eran catastróficos.

Navidad y año nuevo siempre fueron mis épocas favoritas de todo el año, este no fue el caso.

Estuve tan sumida en mi tristeza por perder a Maeve y a mi padre. Tenía tanto miedo por el "¿qué dirá la gente si me declaro abiertamente bisexual?"

Estaba aterrada, y este solo era un dolor constante que me consumía poco a poco.

Al día siguiente, amanecí con náuseas y un insoportable dolor de cabeza, y es que claro, llevaba tanto acumulado, que ya no podía seguir conteniendo un problema más, así que exploté.

Anduve toda la madrugada vomitando y me sentía muy cansada, así que preferí quedarme en casa ese día.

Debía empezar a preparar mi proyecto de grado, solo me quedaba un solo semestre por cursar para graduarme y tenía muchos pendientes con la universidad.

Lo cual tampoco había estado en mi lista de prioridades últimamente. 

Todos los días me encontraba en el campus a Maeve y ella me evitaba por completo, yo hacía lo mismo, estar cerca de ella en estos momentos me hacía sentir peor, parecía que el universo se había enfocado en juntarnos en todos lados para recordarnos a cada una la existencia de la otra y hacernos entender lo mucho que la cagamos esta vez.

Pero cada vez que la veía, así sea de lejos, mi cuerpo se paralizaba.

Al inicio la ansiedad me ganaba, luego la tristeza, después las ganas de regresar, finalmente el miedo de volver a sentir esa ansiedad del inicio y por último... verla se había vuelto como una demostración a mí misma que esos sentimientos no tienen más poder sobre mí, que puedo hacerlo, puedo estar en la misma habitación que ella y no entrar en pánico.

Pero una noche de diciembre, durante una discusión con mi padre, tocó el tema que más me había dolido últimamente, ella.

Tocó la espina, y entonces, mi corazón volvió a doler.

—Ella no tiene nada que ver en esto.

Sí tiene mucho que ver, pero no podía dejar que le tuviera más rencor de lo que ya le guarda.

—Claro, como ya obtuvo lo que quiso, ya te dejó. Yo te lo dije, las chicas que le gustan las mujeres solo piensan en eso y te manipulan hasta conseguirlo pero tú ni estrellándote aprendes.

La llamó de tantas maneras desagradables, que no pude seguir escuchando.

Es que ni beso hubo, joder.

—¡¿Es que no lo ves?! Cómo te comportas, no haces nada aquí. ¡Eres una inútil! ¡Deja de pensar estupideces!

—Estoy cansada, papá.

—¿De qué? Nunca haces nada.

—De que me eches la culpa de todo, por ejemplo. Soy tu hija, ¿Ya se te olvidó eso?

—No, tú no eres mi hija. Mi hija se murió desde que iniciaste esa actitud por aquella chica. Ya estoy harto de tus estupideces.

—Los problemas que tengas con mamá no tienes que venir a pagarlos conmigo. Es horrible estar aquí cuando me dices esas cosas.

—Entonces vete, no te quiero aquí. Solo estorbas con esa actitud, así que si no vas a poner de tu parte, te quiero fuera de la casa hoy mismo. No voy a seguir soportando actitudes mediocres.

En ningún momento dejó de dolerme el corazón, solo sé que lloré por tantas cosas acumuladas desde entonces.

Nunca quise morir tanto como esa noche, todo mi cuerpo temblaba y mi cabeza dolía, mi cuerpo pesaba, no quería seguir aguantando todo esto.

Quería irme.

Dejar de existir.

Mi hermano al escuchar nuestra discusión, se levantó somnoliento y se acercó a mí en el baño, yo tuve que hacerme la "Todo está bien, no te preocupes, aquí no ha pasado nada. No estoy llorando, solo tengo alergia."

Cuando él regresó a dormir, tomé mi celular y abrí el chat de mi mejor amiga. No recuerdo que tanto le dije, sólo sé que mentalmente estaba bastante mal, mis ganas de morir eran altas, me sentía tan sola, tan mal. No me apetecía seguir enfrentando un nuevo día.

Seis de la mañana, yo había enviado el último audio.

Había recuperado un poco mi respiración, pero los ojos los tenía demasiado hinchados, ya había llorado suficiente, estaba muy cansada.

Llevo meses llorando, ¿Cuándo va a acabar esto que siento?

Desde que empezaron los ataques de pánico por aquellos sentimientos por esa chica, le pedí a mis padres ir a una consulta psicológica.

Ellos siempre se negaron, me dijeron que yo no estaba loca, que ella no me iba a ayudar en lo absoluto y que iba a perder el dinero.

A ese punto yo tampoco tenía dinero, no trabajaba, no hacía nada.

Conocía a una, pero no me atrevía a buscarla porque me conoce en persona, me ha visto y conoce una versión de mí que ya no existe, la dulce, sonriente y soñadora pequeña yo. Ahora solo quedaba una versión triste, acabada, con pensamientos intrusivos que solo deseaba su muerte con ansias. Tenía miedo de abrirme a ella y ser criticada, porque sentía como si estuviera hablando con mi mamá. Que me riñe por ciertas cosas, que me juzga por otras.

¿Y contarle que me gusta una chica? ¿Qué tal que me vea con otros ojos como toda mi familia?

Pero ya a este punto no aguanté y tomé la decisión de escribirle.

Me quedé dormida, y al siguiente día cuando desperté, tenía varios mensajes de mi mejor amiga. Por la noche antes de dormir, me sentí estúpida y borré todos los audios.

Pero ella igualmente pudo escucharlos y me empezó a responder cada uno.

Jamás me había sentido tan protegida, tan amada, tan segura y tan cuidada como estando con ella.

Me dijo muchas cosas, no recuerdo nada, pero sé que me hizo llorar toda la mañana porque sentí que al menos tenía a alguien que me apoyaba, que no me juzgaba, que me amaba tal y como soy y estaba para mí cuando la necesitaba.

Eso era ella, para mí Isabelle lo era todo, lo es todo.

Esa mañana me encontré nuevamente sola en mi casa, mi tía llegó junto a mi hermano y entró a mi habitación para preguntar por mi padre, yo me había levantado a llorar, por Maeve, por la discusión del día anterior con papá, por la presión universitaria, la carrera ni siquiera me gustaba, la estaba estudiando por obligación.

Yo quería estudiar psicología, no marketing.

Pero él no me dejaba, porque esa carrera no me iba a dar un futuro como la que él eligió para mí.

—¿Estabas llorando otra vez? ¿Qué ha pasado? —me preguntó mi tía aquella mañana de diciembre.

Yo no quise decir nada, pero cuando ella volvió a preguntarme y decidí hablar, las palabras se transformaron en dolor en el pecho, en nudos en la garganta y en lágrimas acumuladas.

Le dije todo tal cual había ocurrido, todo lo que me hizo mi padre, todo lo que hice, todo lo que me dijo, todo lo que le dije.

Pero hubo un punto, cuando tuve que mencionar ese "no eres mi hija, vete de la casa", cuando no pude más y solo empecé a llorar.

Mi hermano rodó los ojos diciéndome que era una dramática. Un comentario que me dolió aún más porque venía de la persona que más me importaba. Él me había dejado de hablar un tiempo por gustarme una chica.

Y me dolió como nunca sentir su indiferencia. Estaba acostumbrada a sentir la de mis padres, ¿pero él?

Mi tía le dijo que tenía derecho a llorar si algo me dolía, sobre todo un comentario como ese y no puede venir a juzgar lo que siento, y que en todo caso, el único que se tiene que ir de la casa es mi padre, no yo.

Luego de ese día mi tía se lo hizo saber a mi papá y él vino a mí molesto porque estaba diciéndole a todo el mundo esas cosas.

Esas "estupideces" haciéndolo quedar mal a él.

Pero yo solo estaba diciendo la verdad, ¿por qué entonces me siento culpable?

Ya cuando acabó el semestre seguía pasando los días con muchas emociones acumuladas, sobre todo cuando llegó el cumpleaños de Maeve y no nos hablábamos. Ya había pasado varias sesiones en las que inicié terapia y me costó mucho abrirme o no iniciar una sesión sin llorar primero.

Siempre la mencionaba a ella, lo mucho que la quería, lo mucho que me dolía. Y mi psicóloga siempre regresaba al mismo punto, "¿crees que estuvo bien el trato que te dio? ¿Por qué querrías volver a eso?"

En mi mente todo con ella siempre estuvo bien, nunca hizo nada malo, en mi cabeza yo era la mala de la película, la tóxica con apego ansioso y volvía al mismo sentimiento de culpabilidad.

¿Debo felicitarla? Pero para ello debo romper el contacto cero, anhelo hablarle, anhelo explicarle por qué me alejé así luego de aquel día en que todo entre nosotras acabó. Aún cuando ella quiso seguir siendo mi amiga, pero yo no podía porque estaba enamorada y eso solo me hacía más daño.

Mi psicóloga me dijo que no le escribiera, que debía dejarla ir, es lo mejor. Pero yo me negaba a soltarla así como así, entonces, si escribirle me daría paz así sea para disculparme por todo, aunque ella me recalcara que no tenía por qué disculparme, entonces podía hacerlo. Así que le escribí, a fin de cuentas, el día de su cumpleaños era mi excusa perfecta para no sentir que molesto o que no soy bienvenida y realmente necesitaba desahogarme con ella, darle mis razones, hacerle saber que el que la haya ignorado después no es como que estuviera molesta o que nunca sentí nada.


Hola bonita, solo paso por aquí para desearte un feliz cumpleaños, espero tengas un lindo día y siempre te desearé lo mejor pase lo que pase entre nosotras.

Además, aprovecho también para disculparme por si en algún momento te hice mal y agradecerte por todo lo que hiciste por mí consciente e inconscientemente, por ayudarme cuando necesité de alguien y por hacerme ver las cosas desde otra perspectiva, de ti aprendí muchísimo y te admiro mucho por todo lo que haces, atraviesas y enfrentas. Sé que el alejarme de ti de esa manera estuvo mal, pero lo necesitaba porque antes que nada fuiste una gran amiga y me dolería muchísimo perder una linda amistad por sentir tanto por ti, así que me tomé mi tiempo para poder verte como antes, al trato de cuando nos conocimos y éramos buenas amigas que se reían por todo. Disculpa si en algún momento te hice sentir mal, te presioné, dije algo que te molestó o llegó a incomodarte, eso nunca fue mi intención contigo, solo quiero dejar las cosas bien entre nosotras, lamento haber arruinado esa linda amistad por enamorarme de ti.

Aunque siempre te sacaba en cara todo lo que me hiciste en mi cumpleaños, no tengo el corazón para hacer como si nada y no desearte un lindo día a pesar de todo, nuevamente disculpa, por alejarme sin darte una explicación, por responderte con un "está bien" cuando me diste tus razones por las cuales no querías estar conmigo, fui grosera, sí, pero me dolió tener que pasar por todos esos ataques de pánico para que al final igual me alejaras.

Espero que estés bien, tu vida no esté tan pesada como cuando nos conocimos, sonrías un poquito más y no tengas tantos problemas, te deseo todo lo bonito del mundo.

Te quiero mucho, Maeve Amberlee.


Envié el mensaje con mis manos temblorosas y no quise ver su respuesta.

Me comí la cabeza todo el día pensando en "¿y si lo lee y no responde?", "¿y si le ha molestado que le escriba esas cosas?", pero necesitaba desahogarme, hacerle saber como me sentía, porque aquella noche no pude decir nada.

Pasé todo el día con niveles de ansiedad muy altos haciéndome las mil películas en las que absolutamente todo salía mal. Hasta que su respuesta llegó.


Muchas gracias, mi niña bonita!!! No te preocupes, siempre te diré que todo lo que tú hagas para sentirte bien estará más que bien!! Mientras yo pueda ayudarte a no sentirte tan mal después de lo que pasó, lo haré. Discúlpame a mí por todo, igual te quiero muchísimo. Cuídate mucho y que la felicidad que me desees a mí y las cosas bonitas se multipliquen en tu vida.


Todo fue muy complicado y estaba tan arrepentida de tantas cosas.

Los siguientes meses fueron un dolor de cabeza, porque no pude prepararme mentalmente para todo el desastre que vino después.

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