Capítulo 07: Las dificultades de septiembre


Miedo fue lo único que sentí en el mes de septiembre, cuando la razón me decía que no iba a funcionar pero mi corazón quería intentarlo.

Recuerdo estar esperando con ansias ese primer día de clases en que finalmente la viera a ella de nuevo.

Pero antes de que ese día llegara, algo pasó.

Los sueños iniciaron, las pesadillas, las advertencias internas sobre cada uno de sus comportamientos, las confusiones, la ansiedad y todo aquello regresa a lo mismo: miedo.

Pero no miedo a ella.

Sino miedo a sentir.

Miedo a sentir tanto por alguien que me haga volar tan pero tan alto y finalmente me deje caer al vacío como si nunca hubiese importado lo que siento.

Recuerdo varios sueños en específico, pero el primero fue una pesadilla.

Esa mañana me levanté con mucho dolor de cabeza y muchas náuseas. Isabelle quedó impactada cuando le conté, no supe explicar exactamente lo que había visto en ese sueño, pero lo interpreté como conflictos o traiciones que iban a suceder más adelante.

Y así fue.

Desde ese mes empecé a recibir señales del comportamiento de ella y uno de sus amigos, todo empezó a ser demasiado confuso en ese momento.

Pero lo entendí muchísimo tiempo después.

Recuerdo dejarme guiar por lo que veía.

Sentí muchas veces ese "no es el camino correcto" dentro de mí... pero, ¿entonces me alejo de ella?

Luego mi intuición me decía "debes arriesgarte" ¿Entonces sí era buena idea intentar algo con ella a pesar de todo el miedo que siento?

Nunca supe la respuesta en ese instante, así que me arriesgué, pero con cuidado.

El segundo sueño fue con ella de protagonista, estábamos en un parque de diversiones y yo odio esos lugares, no me causan ni una pizca de diversión, solo miedo de que en cualquier momento la atracción se caiga y yo muera.

Maeve parecía una niña pequeña, estaba demasiado feliz en ese lugar y yo solo la acompañaba, no me gustaba estar ahí, pero con tal de verla feliz yo hacía lo que sea.

Así que la acompañé en cada atracción, pero al final ella quiso subir a la montaña rusa y yo me negué de inmediato.

No me gustaban esas cosas.

Ella insistió un par de veces y yo finalmente me rendí solo porque iba con ella, así que al verla tan emocionada, tomé su mano y subí a la atracción muerta de miedo.

Cuando desperté lo tomé como otra señal, de que mi vida estaba a punto de ser un caos emocional, un sube y baja de emociones por estar con ella.

Y lo fue.

Para el primer día de clases, pensé que no la vería, Maeve y yo no compartíamos materias los lunes, pero da la casualidad que me la encontré por los pasillos.

Yo bien despeinada, sin arreglarme ni un poco porque se suponía que no la vería.

Estando con Naomi a punto de bajar al primer piso, me encontré a Maeve subiendo.

—Mira, Brie, ahí está tu amor —se burló ella.

Yo me hice la desentendida e intenté disimular los nervios, pero no supe cómo actuar. Porque si la había visto desde lejos, pero Naomi no disimulaba ni un poco.

Maeve se dio cuenta de mi presencia y me lanzó un beso al aire. Joder, se veía tan hermosa con ese cabello recogido en un moño desprolijo, su rostro sin nada de maquillaje y su vestimenta bastante básica.

Yo le regresé el beso con mi reacción retardada incluida, pero realmente sentí pánico, en cualquier momento iba a caer desmayada por el ataque al corazón que me dio verla por primera vez luego de decirle que me moría de amor por ella.

Empecé a sudar frío cuando llegamos al estacionamiento, tuve que quitarme la chaqueta que llevaba puesta porque sentí que me asfixiaba, intenté respirar profundo pero estaba desesperada, mi corazón latía a mil, tan fuerte que incluso me sentía un poco mareada.

¿Así de feo se siente estar enamorado?

Porque realmente odio esto.


Maeve: qué mujer más hermosa la que vi hoy paseando por la universidad.

Brie: creí que estarías hasta las dos de la tarde, no sabía que te vería hoy, sino me hubiese ido increíblemente hermosa.

Maeve: siempre estás increíblemente hermosa, para mí solo te pones nerviosa.


Tenía razón.

Nuestra conversación siguió en un constante reproches de mimos, ella me insistía que le diera amor y yo le respondí que siempre lo hacía, era su turno.

Luego mencionamos un tema, que quería tocar pero no estaba preparada mentalmente para hacerlo.

Ella me comenta que efectivamente, tiene las mismas ganas que yo de besarme, solo que, ninguna se atrevía a dar ese paso porque siempre estábamos en público, así que nos tirábamos indirectas por chat... tan inocentes.

Pero cada conversación me terminaba recordando aquel día en mi cumpleaños, justo cuando hizo el intento de hacerlo y yo me alejé creyendo que era una broma.


Brie: ¿Cuándo me vas a dar esos besitos que siempre me dices?

Maeve: no me sirve que te desmayes.


El segundo día, estaba tan nerviosa pero al mismo tiempo emocionada de verla.

¿Pero qué iba a decirle ahora luego de confesarle mis sentimientos en vacaciones?

Isabelle estaba suspendida por una operación y asistir a la primera semana no estaba en sus planes, así que debía esperar hasta la segunda para verla. Mientras tanto, solo quedamos Naomi y yo... junto a Maeve.

Sí, ahora veíamos todas nuestras clases juntas, es decir, que terminaría por graduarse al mismo tiempo que yo.

Recuerdo haber tomado la mano de Naomi con muchísimo miedo de verla, me costó entrar al aula, quería llorar.

Ella fue muy paciente conmigo, esperaba a que yo calmara mis nervios para poder entrar, y cuando lo hacíamos, sostenía mi mano por si la veía en el salón.

Cosa que sí sucedió, ella se encontraba sentada en los primeros asientos, en ningún momento se dio cuenta que yo había llegado.

Durante la clase no presté ni una pizca de atención, me costaba concentrarme mucho porque para mirar las diapositivas, debía mirarla a ella.

Y no estaba preparada.

Así que me entretuve leyendo un libro para distraerme.

Al finalizar la hora, tuve que prepararme mentalmente para hablarle, no sabía qué iba a decirle, mi corazón quería estallar y estaba segura que si se acercaba solo un poco, escucharía lo alto que intentaba latir dentro de mi pecho.

Naomi se despidió de mí cuando la vio para dejarme un tiempo con ella, a pesar de que con la mirada le gritaba que no me dejara y le suplicaba por lo bajo que se quedara conmigo.

Pero ella nunca entendió... o quizá sí, solo no quería estar allí.

Así que se dio media vuelta con la excusa que iba a salir con su novio.

Yo respiré profundo porque sabía que Isabelle jamás me dejaría como ella lo hizo, pero estaba de suspendida por un mes, así que era esto o nada.

Al quedarnos a solas, todo en mí empezó a temblar. No dije nada, absolutamente nada.

Solo salimos camino a los pasillos para sentarnos justo donde todo comenzó. En el mismo lugar donde nos sentamos a compartir aquel café de la primera vez.

Me relajé un poco cuando me empezó a sacar tema de conversación como si nada, como si hace un mes no le hubiese dicho que me moría por besarla y llamarla "mi novia".

En ese momento volvimos a ser dos amigas riendo por todo, la diferencia, es que ahora yo tenía sentimientos por esa amiga que me hacía reír por la más mínima cosa.

Esa tarde tuvimos nuestra primera foto juntas, la primera en la que ambas estábamos enteradas de que claramente había algo más que una amistad.

Esa tarde fue la primera vez que estuvo tan cerca de mí, apoyando su cabeza en mi hombro y diciendo que le encantaba pasar tiempo conmigo.

—Eres muy bajita, normalmente me gusta ser la pequeña de la relación —me dijo.

—Lo cual no es el caso, es mi turno —respondí tranquila.

—No me importa, podría estar pegada a ti todo el día, me encanta apoyarme en tu hombro, si tú estás de acuerdo en que esté siempre acurrucada a ti, claro.

Sonreí.

Pero no respondí.

La respuesta era más que clara, haría lo que fuera por ella, por verla feliz y cómoda conmigo.

Ese día nada importaba a nuestro alrededor, éramos solo ella y yo, no nos importaba si nos miraban raro por estar tan pegadas la una con la otra, amaba sentir sus labios besando mi mejilla a cada momento, amaba cada vez que me decía ese "te quiero" y me abrazaba cuando yo estaba a punto de irme. Nada a mi alrededor importaba, solo ella. Solo nosotras.

Esa noche me envió una frase a mi Instagram, aquella decía "tengo la estatura perfecta para escuchar tu corazón cuando te abrazo" haciéndome sentir muy especial en ese instante.

Luego me dijo que había soñado anteriormente conmigo, justo días antes de iniciar clases. En su sueño, ella me veía por primera vez en la universidad luego de confesarle mis sentimientos, pero no me decía nada.

Según ella, yo iba al baño y decidió seguirme, cerró la puerta detrás de ella y se acercó a mí.


Maeve: y me desperté.

Brie: ¿eso fue todo? :o

Maeve: si.


No sé porqué no le creo.


Brie: qué aburrido, al menos en mi sueño si hubo beso :(


Ya para el miércoles de la primera semana, no la volví a ver, porque en ningún momento se dignó a entrar, así que lloré y me puse tan nerviosa con Naomi antes de ir a la clase porque creí que me la encontraría.

No lo hice, sino tiempo después, fuera del salón cuando ya la hora había acabado.

Maeve se encontraba caminando demasiado tranquila con aquel chico, Vince, el mismo que cursaba una materia con nosotras en el semestre anterior.

El que creí que tenía algo con ella.

El que me cayó mal desde un inicio por simples celos.

Era mayor que yo por cinco años.

En ningún momento se dio cuenta de mi existencia, me pasó por un lado como si nada.

Así que la llamé viendo desde lejos como seguía caminando.

—¿Hola?

—De paso que no entras a la clase y no me escribes para saber de mí hoy, me pasas por un lado e ignoras completamente mi existencia, ¿ya no me quieres o qué? —bromeé, en tono dramático.

—Yo no te he ignorado, mi vida. Solo llegué demasiado tarde.

—Acabas de pasarme por un lado, Maeve Amberlee.

—¡No me digas así, dime Maeve! Y no te vi, soy ciega. No es nada personal, lo prometo.

—Una lástima, te llamaré como yo quiera, y decido llamarte así porque es tu nombre y me encanta.

—¿Dónde estás?

—¿Ah, ahora sí quieres verme?

—Yo siempre quiero verte, tonta.

—Vale —reí—, estoy detrás de ti.

Finalizó la llamada y se acercó con su amigo a dónde me encontraba sentada junto con Naomi.

Estuve muy tranquila en la llamada pero al ver que realmente se acercaba, empecé a entrar en pánico.

Naomi una vez más decidió dejarme sola, se despidió de mí dejándome con un clarísimo ataque de ansiedad.

—La cuidas —le pidió a Maeve, antes de irse.

—Siempre la voy a cuidar con mi vida —respondió.

Fue un poco incómodo, porque su amigo nunca tuvo intenciones de irse, es más, se acomodó como si nada entre nosotras para entablar conversación.

Me sentí rara, por un lado quería que se fuera, quería estar a solas con ella, disfrutar con ella, pero por el otro, quería irme, quería salir corriendo de allí.

A veces hablaban ellos dos y me sentía excluida, pero no dije nada al respecto para cambiarlo.

—¿Será que llamo a mi padre para que pase por mí? Se está haciendo un poco tarde —mencioné, queriendo irme, pero no quería parecer maleducada.

—No lo vas a llamar, quiero estar contigo. ¿No quieres estar conmigo? —me preguntó ella.

Sí, pero así con él encima, pues no.

—Vale, me quedaré un rato.

No recuerdo con exactitud en qué momento nos tomamos de la mano como si nada, solo sé que sentía que me iba a morir, todo lo estaba sintiendo con una intensidad inexplicable.

Vince empezó a caerme mejor, no es mala persona, simplemente mis celos me cegaron un poco queriéndolo lejos a toda costa. Y en mi defensa, simplemente la amo demasiado como para perderla tan rápido.

Sí, creo que la amo. 

Nunca me había sentido así, pero amar es una palabra muy fuerte, estoy segura de lo que siento, solo que no estoy convencida de que pueda decirlo en algún momento en voz alta.

Hubo un punto en que él tuvo que irse, lo cual agradecí. Y finalmente cuando estuvimos solas, me solté por fin, me empecé a sentir más a gusto, más tranquila.

Por un momento empezamos a hablar sobre como nos veíamos la una a la otra al terminar la universidad, empezamos a hablar de ese futuro tan incierto. 

—Creo que me mudaré a otro país, a fin de cuentas la mayoría de mis amigos están en Europa —me dijo.

¿Europa? Yo también tenía planes de mudarme.

—¿A qué país piensas mudarte? —pregunté.

—España.

Quedé completamente sorprendida de que la vida nos pusiera los mismos planes, el mismo destino.

—Mentira, ¡Yo también tengo a mi familia allá! ¿A qué parte?

—¿Madrid? —dijimos al mismo tiempo.

—¿Ves? Es el destino que me dice que debemos estar juntas —completé.

Ella rio con fuerza.

Tomadas de la mano, ella se acercaba a mí y dejaba besos en mi mejilla, yo hacía lo mismo con ella, esta vez era yo la que apoyaba la cabeza en su hombro, ella me abrazaba con todas sus fuerzas y yo acariciaba su mano o su cabello viendo como iba oscureciendo y yo seguía metida en la universidad.

Hubo un punto en que la miré y sentí la misma necesidad de besarla cómo aquella mañana de junio.

—Brie, no me mires así porque me pones nerviosa.

Era la primera vez que me decía algo así.

—¿Te pongo nerviosa?

Creí que era solo al revés.

—Sí, siento que me va a estallar el corazón en cualquier momento —me confesó.

Y sentí tan bonito con esa respuesta, porque eso significaba que no era la única que sentía todo con tanta intensidad.

Entonces también le gustaba.

Esa noche grabé tantas cosas para no perderme ni un segundo de ese momento tiempo después  y nos tomé fotos hasta que me cansé, tenía recuerdos de todo, absolutamente todo, cada caricia, cada conversación, cada mirada.

Todo quedó grabado tanto en mi móvil como en mi memoria, para mí ese fue el día más especial aparte de aquel de junio cuando supe que me gustaba. 

Nunca fui capaz de borrar todo lo que tenía de ella en mi galería, ni siquiera cuando pasaron dos años después de eso, ni siquiera borré los chats de ninguna red social, ella sí.

Todo para mí era tan intenso, mágico... imposible y sin sentido.

Esa noche llegué a casa más feliz que nunca, incluso cuando todo era un caos constante, para mí ya nada importaba, porque estando con ella se sentía que todo estaba bien, que mi vida estaba en orden. 

Luego de ese día, mentiría si dijera que todo mejoró y estuve más tranquila a su lado.

No, estaría mintiendo completamente.

Luego de eso, estuviera ella presente o no, la pasaba mal. Sin saber realmente por qué.

Para el jueves, no me crucé con Maeve en ningún momento y estar en la universidad se volvió para mí un desafío.

Recuerdo haber sufrido mi primer ataque de pánico.

Estuve por mucho tiempo encerrada en el baño del primer piso llorando desconsoladamente frente a Naomi, la cual no sabía como ayudarme.

Yo tampoco sabía qué hacer, era la primera vez que me ocurría algo así.

No podía respirar, estaba muy mareada, así que llamé a mi tía.

Era la única que me ayudaba en casos extremos y que nunca me abandonó.

Ella me ayudó a respirar, a calmar mi mente. Naomi insistía en llevarme a enfermería o acompañarme a mi casa, pero yo me seguía negando, sabía que en cualquier momento estaría bien.

Y así fue. Por la noche cuando le conté a Maeve sobre mi día por videollamada, le hablé sobre lo que me sucedió.

Y sus palabras me hicieron sentir demasiado.

—No sabía que sufrías de ataques de pánico o ansiedad, eso es horrible, no tienes porqué pasarlos sola, me hubieses llamado, seguramente yo estaba en alguna parte de la universidad, yo puedo ayudarte, pero jamás los pases sola.

No quise acudir a ella en ningún momento, ni siquiera después de eso.

Ni estando bien, ni estando mal, nunca quise involucrarla en mis momentos críticos. En esos casos me ayudaba Isabelle o mi tía.

El tiempo no me ayudó en absoluto, así como estuve los primeros días, así terminé el resto del año, la ansiedad se volvió más constante y los problemas alimenticios iniciaron justo cuando creí que nada podía empeorar mi miedo a iniciar algo con Maeve.

Salí del closet con mi familia, la primera en enterarse fue mi abuela paterna, constantemente me atacaba la ansiedad a la hora del almuerzo cuando me quedaba a solas con ella. Nunca lograba acabar mi plato o siquiera iniciarlo sin llorar o vomitar. 

De ahí en adelante cuando los episodios de ansiedad empezaron a ser más frecuentes y ya no podía ocultarlos, mi abuela empezó a creer que no sería capaz de afrontar cualquier situación con valentía, tener un trabajo, mudarme, vivir sola, porque según ella, todo me aterraba y por todo lloraba.

Empecé a sentir que mis sueños empezaban a minimizarse, que realmente yo era el problema. Pero con el tiempo aprendí que no pude manejar la situación de una manera distinta porque en ese momento no sabía como hacerlo y está bien. Necesitaba esa lección para madurar, crecer como persona y entender que la vida no es fácil, pero que siempre hay vida detrás del miedo.

—¿Por qué no terminas de comer? Llama a tu tía para que te ayude a respirar —me preguntó una vez más.

—No puedo, no quiero comer —respondí—, tengo muchas náuseas.

—Claro, porque no has comido nada en todo el día.

Tenía la cabeza llena de pensamientos intrusivos, también pensaba en Maeve, en mis ganas de invitarla a salir pero al mismo tiempo mi miedo de hacerlo, tenía miedo de verla a la mañana siguiente, por ello, me costaba terminar mi comida.

—¿Qué es lo que te tiene tan pensativa? No me digas que es un amor que tienes y por eso estás así.

—Lo es —decidí sincerarme, aunque ese fuera el peor error de mi vida.

Pero necesitaba hacerlo, necesitaba hablar con alguien, no podía seguir guardándome todo lo que siento.

—¿Por eso estás así? Ay, no —le resto importancia—. Yo creí que era algo más grave, los hombres van y vienen, además, disfrútalo, ha de ser muy guapo, sino, buscas uno mejor.

Lo pensé, pensé demasiado mis palabras antes de responder, pero no pude contenerme. Así que con mi cuerpo tembloroso y mis palabras rotas, respondí:

—Ese es el problema, que no es un hombre, es una mujer.

Ella quedó en completo silencio, agradecí que solo estábamos nosotras dos en la mesa. Su rostro pasó de uno despreocupado y bromista, a uno de total sorpresa hasta enseriarse por completo.

Creí que me diría algo hiriente, creí que me haría sentir menos por mi elección de gustos, creí que haría un escándalo.

Pero nada de eso sucedió. Y sus palabras me dejaron completamente sorprendida.

—No le des mucha importancia, las personas van y vienen, pero te estás atormentando por algo que ni siquiera sabes que vaya a suceder, mi consejo es que te enfoques en tus estudios, y si algo sucede con la chica, pues bien, pero no te mates la cabeza por pensar en alguna conversación que quieras que suceda.

Esas palabras no las esperaba, al contrario, realmente estaba preparándome para el peor de sus comentarios.

Ya estaba acostumbrada a la imagen que tiene mi familia con personas que pertenecen a la comunidad.

He tenido amigos con diferentes preferencias sexuales y realmente son todo lo opuesto a lo que mi familia piensa de ello. Cada persona que he conocido siendo parte de la comunidad, no juzgan porque saben a la perfección lo que se siente ser juzgado.

Ella no volvió a tocar el tema, pero si noté que le incomodaba mi situación.

Mi abuela fue la primera en enterarse y eso me aterró, aunque al principio se haya mostrado tan comprensiva.

Con el tiempo, las cosas no empezaron a mejorar, pero diría que sí hubo momentos donde no todo en mi vida se derrumbaba. Mayor parte los momentos en que estaba con Maeve, ella era lo único que me hacía sentir bien en esos casos, solo cuando estaba con ella me sentía feliz.

Quizá porque me estaba engañando a mí misma encerrándome en una burbuja, queriendo escapar de mi realidad, así que me mentía a mí misma diciéndome que todo estaba bien.

Porque al estar con ella, joder, sí que lo estaba.

O al menos así lo sentí en mi cabeza.

Sin embargo los episodios de ansiedad fueron más recurrentes, más altos.

Mi problema con la comida se hizo más grave, podía pasar todo un día sin comer y aún así, no me apetecía absolutamente nada. Todo me daba náuseas y cuando lograba comer algo, terminaba vomitando.

Luego ocurrió mi primer ataque de pánico...

Vale, el segundo.

Pero este sí que me marcó, lo sentí tan fuerte, sentí que me moría, tanto que empecé a odiar los jueves, porque cada vez que llegaba ese día, algo malo terminaba ocurriéndome.

Era la segunda semana de clases, y yo tenía mi primera materia que casualmente compartía con Isabelle, que seguía suspendida, Naomi, Maeve y Genevieve, su amiga.

Creí que podría manejarlo, por varias razones.

La primera, ya había podido estar a solas con ella en la primera semana, pude enfrentarla más de dos veces, establecer conversación, abrazarla, tomarla de la mano en público e incluso hablar de nuestros sentimientos cara a cara.

La segunda, ya había pasado por un episodio de ansiedad estando con Naomi y había podido calmarme.

No creí que esta vez fuera diferente.

Todo estaba bien hasta que llegó ella, creí que no iba a aparecer, pero me di cuenta que a esa clase en específico siempre llegaba tarde. Demasiado tarde.

Cuando entró al aula, como la clase de procesos de comunicación ya había iniciado, no se dio cuenta que yo estaba en la primera fila, ella pasó de largo sentándose en los últimos asientos directamente.

Justo cuando la vi entrar mi corazón se disparó, empecé a sentir las manos y pies helados, intenté respirar, pero no podía y cuando empecé a marearme, me desesperé.

Quise salir corriendo de ahí, pero estaban en medio de una explicación con diapositivas, así que si me levantaba para salir del aula, todos enfocarían su atención en mí y eso era lo que menos quería ahora.

Creí que podría controlarme, pero no fue el caso, así que le escribí un mensaje a Naomi que se encontraba a dos puestos al lado de mi fila.


Me estoy sintiendo mal, necesito aire, ¿Me puedes acompañar afuera, por favor?


La miré atenta a su reacción esperando una respuesta. Ella me miró asintiendo con la cabeza y se levantó de la silla, así que imité su acción.

Salimos del aula y por mi cabeza solo pasaba el pensamiento de si Maeve se había percatado que me había ido.

—¿Todo en orden? —me pregunta, cuando ya estamos en los pasillos.

Negué con la cabeza.

—Siento que me voy a desmayar, no puedo respirar y quiero llorar.

Ella no supo qué decirme, solo sé que se sentó a mi lado esperando a que se me pasara para regresar.

Pero la desesperación aumentó.

—¿Por qué no te vas a casa?

—No me quiero ir sola, creo que me voy a desmayar en cualquier momento, me asfixia esta ropa, necesito quitarme todo.

—Vamos a enfermería —propuso.

—No.

—Entonces te acompaño al estacionamiento para que te vayas a casa de tu mamá, Brie, pero si te sientes mal, no te quedes.

Tenía razón... y menos mal que le tomé la palabra.

Llamé a mi madre avisándole que iba camino a su casa, para que me esperara fuera, me iría caminando ya que quedaba un poco cerca, sin embargo, se me estaba nublando mucho la vista y necesitaba a alguien fuera por si me pasaba algo al llegar.

Naomi me acompañó hasta la entrada y yo caminé lo más rápido que pude hacia la casa de mi madre, la cuestión es, que para este punto ya no sentía mis piernas.

Así que cada que podían, flaqueaban en el camino. Empecé a sentir un hormigueo por toda la palma de mi mano, estaba muy helada y sentí mis dedos entumecerse. Era primera vez que me sucedía algo así y se sentía horrible.

El mareo aumentó y por un momento solo vi la mitad de mi vista nublada, un parche negro con destellos de colores acaparaban la mitad de mi visión en plena calle.

A punto de llegar, cuando creí que caería ahí mismo a mitad de camino, corrí lo poco que quedaba viendo a mi madre en toda la puerta esperando por mí.

—Hola, cariño, no sabía que salías temprano —intentó saludarme cuando llegué, pero la ignoré por completo.

Pase de ella rápidamente adentrándome a la casa, tiré el bolso en el sofá y me saqué rápidamente la chaqueta y la blusa que me cortaba la respiración.

Recuerdo haber quedado únicamente en sujetador en la sala de mi casa, mi madre me miraba preocupada, pero yo solo empecé a gritar y a llorar desesperada.

—¡No puedo respirar! ¡Haz que pare! ¡No me quiero desmayar! —recuerdo gritar entre lágrimas.

Mi madre no sabía que hacer, me ofreció agua múltiples veces, a lo cual me negué rotundamente, empezó a abanicarme para ayudarme a encontrar aire, ya que parecía como si hubiese corrido un maratón siendo asmática.

Pero nada funcionaba.

Solo lloraba sintiendo un horrible dolor en el pecho y gritaba por la sensación de asfixia. No sabía cuán horrible sería sufrir mi primer ataque de pánico.

Luego de una hora logré calmarme completamente, mis ojos estaban muy hinchados, y aquel maquillaje perfecto me había dejado como mapache por las lágrimas.

Desde ese día empecé a temer los días jueves, porque esa clase ahora la asociaba con mi primer ataque de pánico y ese primer ataque de pánico lo asociaba con ella.

Ahora vivía con ese miedo constante de que algo similar me sucediera por verla a ella.

Maeve Graham, la chica que con el tiempo logró despertar un sentimiento en mí que poco a poco, ese mismo sentimiento se transformó en miedo a seguir sintiendo y logró desestabilizarme emocionalmente hasta el punto de perderme a mí misma en un vacío inexplicable.

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