Capítulo 03: Los primeros pasos de junio

Junio fue el mes más bonito y más caótico de mi vida, todo al mismo tiempo, me gusta recordarlo hasta cierto punto, porque ese mes fue el inicio de mi caos. Mi abuelo murió y mi abuela materna lloraba todas las noches hasta quedarse dormida, me dolía verla así, no quiso quedarse sola. Así que me mudé con ella para acompañarla unos meses. 

Pero con el tiempo se me empezó a dificultar dedicarle tiempo a la universidad por la mudanza, hacía todo lo posible por animarla, por las noches me encargaba de comprar comida para ambas y ver maratones de películas hasta quedarnos dormidas.

Su llanto empezó a despertarme por las noches y no supe como manejar la situación. Cuando me dijeron que mi abuelo había fallecido, no sentí nada, solo un vacío inexplicable, no lloré cuando me dieron la noticia, pero sí el día del velorio. 

Luego de eso, nunca volví a sentirme triste por ello, pero si tuve que ver como mi abuela lloraba de la nada y cuando vivía con mi madre, ella se despertaba asustada como si hubiese tenido una pesadilla, luego le daban ataques de llanto en la madrugada.

Fue horrible.

Pero una noche, recibí una llamada de una compañera del instituto, Marielle. Yo había pasado el día desconectada de las redes sociales, estaba enfocada en cuidar a mi abuela, pero tenía tanta presión con la universidad por descuidarla que el dolor de cabeza me estaba matando.

Miré la pantalla de mi móvil, tres de la madrugada, cogí la llamada rápidamente para no despertar a mi abuela con el ruido que finalmente había logrado dormirse.

—¿Marielle? Son las tres de la madrugada, ¿Qué haces llamándome a esta hora?

—Quería saber cómo estabas... ¿Te sientes mejor? 

Hace unos días le había comentado sobre mis recurrentes dolores de cabeza y el estrés que estaba manejando últimamente.

—Solo tengo un poco de dolor de cabeza, nada del otro mundo, ¿por qué?

—Porque debo decirte algo... es importante. Y prefiero que te enteres ahora por mí, a que lo veas en las redes sociales.

—¿Y no podías esperar a que amanezca?

—No sé si cuando amanezca te enterarás de otra forma, así que prefiero decírtelo yo, Brie.

—¿Qué pasa? —solté una risa nerviosa, pero al no escuchar respuesta, empecé a alarmarme—, ¿Todo bien?

—Sean... murió hace dos días.

Me levanté rápidamente de la cama como acto reflejo. No supe qué responder, estaba en completo shock.

No había lágrimas, no había nada. Solo... impresión.

—¿Cómo lo sabes?

—Está por todas las redes sociales, todos sus amigos lo han estado reposteando.

—¿Cómo murió? —pregunté, sin muchas ganas de saber la respuesta en realidad.

Ya me hacía una idea.

—En una carrera de autos.

No quise escuchar más.

—Vale, gracias por decirme. Hablamos mañana, ¿sí?

—Pero... ¿segura que estarás bien? Sé que ustedes eran muy unidos.

—Estaré bien, no te preocupes.

Mentira, no lo estuve.

Finalicé la llamada todavía sorprendida ante la noticia.

Ahí de la nada empecé a llorar, empecé a sentir, ¿por qué lloro por Sean y no por mi abuelo? Ni siquiera he visto a Sean en mucho tiempo.

Por un lado me sentí muy culpable, muy triste y por otro lado me sentía vacía.

El último mensaje que recibí de él fue un "ven a visitarme", pero estaba tan sumida en mis asuntos que dejé de hablarle.

Cuando estudiábamos juntos, él estaba flechado por mí y yo lo amaba, pero como un mejor amigo. Sabía que yo en relaciones pasadas me aburría fácil con los hombres, no quería que eso sucediera con él y arruinara la amistad.

No sé cómo sentirme al respecto.

Me metí a Instagram y revisé nuestra conversación, ahí empecé a llorar.

Porque recordé todo lo que me decía cuando éramos mejores amigos.


«Te amo, mi princesa, siempre serás mi número uno».


Tú también fuiste mi número uno...

Esa noche ahogué tanto mi llanto que al día siguiente no sentí nada.

Nunca me había sentido tan vacía.

Por otro lado, mi madre finalmente me dijo que regresara a casa, y eso hice.

Cuando me fue a recoger, estaba sumida en mis pensamientos, sentí una lágrima correr por mi mejilla.

Mi madre me observó por el retrovisor repetidas veces.

—¿Por qué lloras? —me preguntó.

—Me han dicho que Sean ha muerto hace unos días.

—Joder, ya te enteraste, ¿Quién te ha dicho? Yo no quería que te lo dijeran.

—Espera, ¿tú sabías?

—Pues claro, su madre y yo éramos cercanas, vi sus historias de Instagram.

—¿Y por qué no me has dicho nada? —ahora estaba molesta.

—No quería preocuparte, cariño. Ya estás bastante estresada y me preocupan tus dolores de cabeza.

Me molestó mucho que no me quisieran decir, si Marielle no me llama, no me entero. 

La primera semana después de enterarme de la noticia, falté al instituto, mis notas empezaron a bajar y no supe cómo manejarlo. Solo sé que todo en mí cambió desde ese momento. 

Empecé a ser mucho más reservada, más callada, más apagada, dejé de maquillarme para ir a la universidad, ya no me preocupaba por mi aspecto, no planificaba mi vestimenta ni me molestaba en hacerme peinados en el cabello. Isabelle lo notaba y Naomi también, pero ninguna decía nada al respecto porque entendían mi situación, solo me apoyaban en silencio.

Luego hubo un problema más grande en mi familia, algo que la dividió completamente, parte de ella se alejó de mí, me dejaron de hablar, dijeron cosas horribles que me hicieron sentir muy poca cosa. Me dolió mucho esa situación, porque personas que tenía en un pedestal, terminaron traicionándome de una manera que nunca imaginé.

Mi madre se mudó y mi padre me alejó de ella, no me permitía verla y yo solo me recuerdo a mí misma llorando en mi habitación diciendo que quería a mi madre devuelta.

Mis recuerdos son borrosos, no recuerdo casi nada de ese momento, solo sé que mi único escape fue sumirme en problemas universitarios, me recuerdo a mí misma hablando con el rector suplicándole que me dejara finalizar mi carrera en el tiempo que me correspondía, porque por un error de la universidad, querían atrasarme para que hiciera dos años más de carrera.

En cuanto a Maeve... no tenía cabeza para preocuparme por mis sentimientos hacia ella, solo sé que siempre intentaba hacerme reír y salir de mi burbuja depresiva.

Aquel lunes camino a nuestra clase de estadísticas, empecé a notar ciertos cambios en ella, lo cual empezó a confundirme.

Los lunes en esa materia yo no existía, pero los viernes, solo en gerencia, al parecer lo era todo para ella.

—Brie, ¿me seguirías queriendo de la misma forma aunque fuera calva? —me preguntó, mientras nos dirigíamos a la clase.

Yo la miré confusa, pero no respondí.

Claramente la seguiría queriendo, pero no entendía a qué venía el tema.

Terminé de subir las escaleras ignorando completamente su pregunta, ella siguió caminando detrás de mí, pero venía con un chico, Vince.

Habían estado hablando desde que llegué y casualmente, veía estadísticas con nosotros. Lo chistoso del asunto es que Maeve me ignoraba completamente por estar con él tanto dentro como fuera de esa clase.

Y me empezó a molestar ese chico. No soportaba verlo cerca de ella.

Por un momento creí que eran algo.

No supe porqué me sentía así tan de repente. Al principio creí que era por simples ganas de llamar su atención al sentirme tan excluida.

Jamás me llegué a imaginar que solo eran simples celos por mis sentimientos creciendo por ella cada día más. Y pensar que le gustaran los hombres y no las mujeres, me hacía sentir peor.

Recuerdo que cuando le dije a mis amigas sobre Maeve, ellas dijeron que era "la inalcanzable", así la apodaron, porque no podían creer que alguien como ella me prestara atención de manera romántica, tenía toda la pinta de que era heterosexual. Y entonces también empecé a pensarlo, ¿y si solo me quiere como una amiga?

El viernes fue la misma historia, en la hora de mercadeo ni siquiera se molestó en entrar, así que no me quedó más remedio que esperar a gerencia para verla.

Claro que cuando lo hice, ella estaba con otra chica, la misma que había visto aquella vez que salí del examen de redacción. Llegó hacia mí junto a ella, me la presentó como su "mejor amiga", la cual terminó por caerme peor de lo que me caía Vince.

Genevieve, se llamaba la chica. Ella me dio una repasada de pies a cabeza, como si no supiera exactamente que intentaba leerme a detalle.

Por un segundo sentí que me juzgaba con la mirada y me empecé a sentir incómoda. Ambas reían y hablaban de todo y más, dejándome totalmente excluida.

Eso sucedió poco antes de mi día más significativo de junio. El día en que dimos el primer paso sin darnos cuenta realmente.

Yo estaba en mi clase de Publicidad con mis amigas, Isabelle y Naomi, ese día como las veces anteriores, Maeve entró a esa clase para estar conmigo.

La primera vez, para verme.

La segunda, para apoyarme a defender el análisis de la página. Ese día me sentí más nerviosa por tenerla cerca durante mi defensa, pero al mismo tiempo feliz porque quiso verme. Durante toda la hora, estuve sentada en sus piernas mientras ella me abrazaba por detrás intentando calmar mis nervios. Lo que ella no sabía es que claramente aumentarían y no solo por la defensa.

Y la tercera, porque tenía que entregar un trabajo y no había hecho nada, así que entró a mi clase para utilizar una PC.

Ese día volví a tomar asiento lejos de mis amigas para estar a su lado, ellas no dijeron nada, todavía no se las presentaba como tal. Pero soy consciente, muy consciente de que en ese tiempo me alejé mucho de ellas, solo tenía ojos para Maeve...

Llegó a mi clase con su cabello suelto pero sin una pizca de maquillaje como de costumbre, vestía una blusa celeste que dejaba sus brazos al descubierto, para mí se veía muy linda... pero seguía pareciendo atropellada por un camión.

No la juzgo, yo también empecé a verme igual.

—¿Ahora qué debes entregar? —le pregunté, cuando la vi realmente estresada.

—Debo hacer un folleto para la clase de taller de diseño.

—¿Y cuando lo debes entregar? —pregunté nuevamente.

—Debí hacerlo esta mañana pero tuve que faltar a la clase, así que el profesor me dio hasta las tres de la tarde para hacerlo.

—Pero eso fue hace dos horas, Maeve.

—Lo sé, por eso estoy entrando en pánico.

Ella empezó a diseñar el folleto rápidamente, yo por mi parte aproveché para guardar ese recuerdo en mi cámara. Ella no se molestó en decirme «apaga esa cámara, estoy fea y debo terminar esta actividad lo más pronto posible, me distraes», aunque sabía perfectamente que seguro eso pensaba en ese momento.

Cuando estuvo a punto de terminar y fue a guardar el editable, se cortó la electricidad. Había estado lloviendo muy fuerte durante todo el día, así que no me extrañó en lo absoluto.

Empecé a reír por lo bajo al ver como ella se quería morir por dentro por no haber guardado nada y estar realmente atrasada con la entrega.

—No te estreses, tranquila. Si lo vas a lograr —la animé.

—Me quiero morir.

Acaricié su cabello suavemente, ella me miró de inmediato y se alejó un poco.

Sonrió hacia mí y yo hice lo mismo respetando su espacio.

No tardó mucho en regresar la electricidad, así que ella terminó rápidamente el trabajo y lo guardó en su memoria USB.

Mi clase acabó y cuando estuve a punto de llamar a mi padre para avisarle que viniera por mí, Maeve me detuvo.

—Quédate conmigo un rato, por favor.

Yo nunca me quedaba, no me gusta la universidad.

—Ya no tengo más clases.

—Lo sé, pero acompáñame a entregar esta actividad, así estamos juntas un rato más —me pidió.

Yo finalmente acepté.

La acompañé por cada pasillo a buscar a su profesor de taller para entregarle la memoria, recorrimos cada piso y yo ya me encontraba realmente exhausta.

Cuando lo encontramos, él estaba dando una clase de historia a los de primer semestre. Al parecer Maeve y ese profesor se llevaban bien, porque la invitó a sentarse en la primera fila para que esperara a terminar su explicación y así poder atenderla.

Yo quería irme, quería salir de allí. Empecé a sentirme muy nerviosa, no supe porqué.

Maeve tomó una de mis manos y entrelazó nuestros dedos como si nada, luego empezó a acariciar suavemente haciéndome sentir de todo y más.

Mis manos comenzaron a sudar de los nervios, me encantaba tenerla cerca y que tuviera esos simples actos conmigo, pero al mismo tiempo me aterraba.

Quité mi mano como si su toque quemara, ella no entendió por qué lo hice y por un momento sentí que se ofendió, pero no dijo nada al respecto.

Pasó como una hora cuando el profesor finalmente la atendió, luego de eso pudimos salir en paz. Fue ahí cuando me acompañó al estacionamiento para esperar a que vinieran por mí.

En el camino tomó mi mano nuevamente, pero esta vez fue algo mutuo, nuestras manos se buscaron sin explicación y nuestros dedos se entrelazaron en perfecta sintonía. Ninguna de las dos dijo algo al respecto, solo sé que estuvimos caminando por toda la universidad tomadas de las manos como si nada, yo sintiendo de todo y ella bromeando sobre cualquier cosa haciéndome reír.

Ese fue mi momento más especial que en ningún segundo se me ocurrió grabarlo, pero en definitiva quedó en mi memoria durante mucho tiempo.

Al salir, finalmente nos miramos la una a la otra como si nada más existiera a nuestro alrededor. No sé porqué sentí ganas de besarla, no sé porqué quise tenerla más cerca de lo normal. Lo único que me detenía es que había muchas personas a nuestro alrededor y también que quizá cualquier movimiento que hiciera, terminaría alejándola por malinterpretar las cosas. Así que solo me limité a mirar sus labios y detallar su profunda mirada hacia mí.

En ese momento no supe que ella en realidad sentía lo mismo, pero ambas estábamos tan aterradas de dar un paso que nos limitábamos a quedarnos con ganas de ir más allá de una simple mirada.

—¿Cuándo cumples? —decidí preguntar.

—09 de diciembre, ¿y tú?

—20 de julio, ¿Qué edad tienes? —volví a preguntar.

—22, este año cumplo los 23.

—¡¿Qué?! ¿Cómo que 22? Yo tengo 19.

—¡Eres una niña, Brie! Creí que tenías mi misma edad.

—Lo mismo digo.

—Iré directo a la cárcel —dramatizó.

—¿Por qué? Solo son tres años los que me llevas.

—Exactamente.

—Mira el lado positivo, serías mi romance prohibido —bromeé. Aunque en lo más profundo de mi alma, no lo hacía—. Además, la buena noticia es que estaría viviendo mi libro favorito, la mala es que no son 10 años lo que me llevas.

—Menos mal, sino ahí sí es verdad que me meto yo solita a la cárcel.

Reí.

Cuando llegaron por mí la abracé por primera vez para despedirme, en ese momento me di cuenta que no quería soltarla. La abracé con todas mis fuerzas queriendo quedarme, sabiendo que si regresaba a casa me hundiría nuevamente en los constantes recuerdos de todo lo que estaba ocurriendo. 

Todo era un caos últimamente y eso me agotaba como nunca tanto emocional como mentalmente.

—Te quiero —confesé, sin darme cuenta.

—También te quiero —respondió.

Con el tiempo, las cosas entre nosotras se ponían cada vez más intensas y eso sólo alimentaba la ilusión de una oportunidad.

Una oportunidad que tan rápido como llegó, así de rápido se esfumó.

Bueno, recordemos que cada capítulo está narrado por mes, y en un mes pueden ocurrir muchísimas cosas, pero ya vamos viendo un avance de cómo nacen los sentimientos de ambas.

¿Qué opinamos hasta ahora sobre la historia?

Me encanta como poco a poco ambas empiezan a dar señales de sus sentimientos y la lentitud con la que se desarrolla esa inocencia. ¡Qué emoción! :))))))))

Y bueno, eso es todo por hoy.

Besos,

Paola Velásquez 

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