Capítulo 5. La carta.
Me pasé una tarde entera pensando y pensando si debería hacer esa carta. No vivimos en la época victoriana, ahora es todo diferente, una carta podría verse demasiado cursi, hasta ridícula. Las declaraciones modernas son hasta por WhatsApp.
¿Cómo se tomaría princeso mi humilde carta? ¿Se burlaría?
En la clase de geometría plana seguí con mis pensamientos e indecisiones hacia esa carta, así que no lo aguanté más y pedí la opinión de Mori y Brandy en el recreo.
—No lo sé Jey, ¿estás segura? —preguntó Brandy mirándome profundamente sobre sus lentes de poto de botella.
—Segura segura...no —confesé.
—Si no estás segura no lo hagas Jey —intervino Mori—. Pero él es tímido, y parece ser caballero, no creo que se burle de tu carta, más bien se sentirá halago de que una chica como tú se haya fijado en él.
Una chica como yo... ¿cómo es una chica como yo? ¿Alocada? ¿Mandada? Quise preguntarle, pero Nati se acercó. Por el momento no quería que ella supiese de eso, ya le contaría después. Esperaba que no se molestase.
Culminó el recreo y seguí dándole vueltas a lo mismo. No sé cómo, pero saqué la valentía que por mucho tiempo me había faltado, y me decidí a hacerla, para bien o para mal. A la miércoles, no me quedaría con la incertidumbre de saber qué habría pasado por toda la vida.
—Lo haré —dije bajito para no interrumpir la explicación del profe.
Como estaba en medio de Mori y Brandy, me escucharon perfectamente.
—¿Lo harás? —cuestionó la chica de lentes.
Asentí insegura.
—Me parece bien Jey —concluyó Mori.
Escribí la carta en un blog diciéndole que me parecía un chico interesante y me gustaba su forma de ser. Ojalá tuviera la carta conmigo para transcribirla tal y cual, pero no es así, ni siquiera recuerdo cuales fueron mis líneas. La cuestión es que le entregué el blog a Brandy para que ella la trascribiera con su linda letra. Se la darían el sábado, el día que yo faltaba a la academia para que fuese menos vergonzoso para mí.
El sábado con mi incertidumbre, quise llamarlas del celular de mi mamá, porque yo no tenía uno, pero no lo hice, sino que me quedé con la duda todo el fin de semana.
El lunes por la mañana me encontraba realmente nerviosa. No sabía con exactitud si la carta había llegado a sus manos o no. Como teníamos química inorgánica, lo llevábamos en otro salón donde la puerta estaba al otro extremo. Así que al entrar tenía que recorrer todo el interior hasta llegar al asiento de adelante donde la banda se sentaba; y al hacerlo divisé a princeso, me avergoncé más y desvié la mirada. Al llegar me senté junto a Mori y Brandy.
—Díganme que no le entregaron —solté.
—Sí lo hicimos Jey —aseguró Brandy.
Bajé los hombros.
—¿Y sabes qué? —Mori agrandó sus ojos—. Lo dejamos una hora antes del examen simulacro.
—¿Qué? —Repetí su gesto.
—Sí —continuó Brandy—, la dejamos en su cuaderno cuando salimos al recreo, justo antes del simulacro.
—¿Y qué pasó?
Mori se acomodó en su asiento.
—Lo espiamos cuando la vio.
—¿Y cómo reaccionó?
—Se quedó perplejo. Así... —Brandy puso una expresión de asombro.
—¿En serio?
—Sí, ¿y sabes qué más? Le impactó tanto que no dio su examen simulacro. ¿Cierto Brandy?
La miré, ella asintió lentamente.
¿Qué significaba eso? ¿Era bueno o malo?
Natalia se pasó hablando del chico que le gustaba: Ron; porque el chico que le gustaba antes, ya no iba a la academia, así que se le quitó el gusto. Y resulta que a este chico le había invitado su galleta, y sabía que le gustaba rock como a ella. Pero yo no podía dejar de pensar en princeso y la carta. Cuando me crucé con él ni siquiera pude decirle algo. Me mataba la incertidumbre de saber que pensaba. ¿No se le pasaba por la mente decirme nada? Mori decía que debería preguntarle yo misma, porque él nunca se atrevería a dirigirme la palabra. Pero no era capaz, ya no podía seguir insistiendo. Una cosa era la carta, otra ir a hablarle de frente. No era tan valiente.
Por la tarde la cantaleta fue la misma, no podía concentrarme ni prestar atención a la clase, aunque no es que prestara mucha atención a las clases tampoco.
—Jeimy, ¿qué te pasa? —curioseó Natalia—. Estas más rara de lo normal.
La miré y me mordí el labio inferior. No quería contarle que había hecho una carta. No quería contarle que había descubierto mis sentimientos en vano. Ya no insistió más y salió antes de la clase porque su papá había ido a recogerla. Tenía ganas de decirle que me llevara con ella, pero me sentía tan desanimada para abrir mi boca. Sin embargo, cuando ya le estaba echando tierrita al asunto, cuando creía que mi carta no había servido de nada, Mori me acechó a la hora de salida.
—Jey, vas a hablar con princeso.
—¿Qué? —Sentía como la sangre se me subía a la cara.
—Es bastante tímido, más de lo que creíamos, pero quiere hablar contigo.
—Pero ¿cómo? ¿Él te lo dijo?
—Luego te cuento ¿sí? Ahora está por bajar.
Miré hacia el edificio, Celeste salía de él junto a Brandy.
—Jeimy, ¿es cierto que te vas a ir con princeso?
Busqué en Brandy la respuesta porque ni yo misma lo sabía.
—No te pongas nerviosa Jeimy, tranquila.
¡¿Tranquila?! ¡¿Cómo iba a estar tranquila?!
—Todo va a salir bien Jey. —Mori arregló mi cabello.
—Sé tú misma —continuó Brandy—, así como siempre.
—Shh, silencio —intervino Celeste—, ahí viene.
En medio de la oscuridad distinguí una figura alta; mi corazón empezó a latir con tremenda rapidez. Mis mejillas quemaban y mis piernas empezaron a temblar. Quería salir huyendo como cenicienta, estuve a punto de hacerlo si no es porque él ya se encontraba a medio metro de mí.
—Hola. —Sus ojitos lindos apenas me miraban.
De acuerdo Jeimy, me dije: aquí tú eres la que pone la piedra.
—Ho...hola —titubeé.
¿Qué eras la piedra? Ja.
Las chicas se despidieron de mí, me abandonaron, bueno en realidad se escondieron detrás de la camioneta del dueño de la academia para espiarnos.
—¿Vamos por ahí? —sugirió.
—¿A la OR? ¿Tomas ahí tu micro?
No necesitaba escuchar su respuesta, sabía que tomaba su micro en la avenida España, justo frente a la oficina de reclutamiento militar, donde había sacado mi carné militar a inicios de febrero. Como acosadora que era lo sabía todo. Incluso que tenía una hermana de mi edad. Él era un año mayor que yo.
—Sí. ¿Tú?
—También.
Caminamos una cuadra bajo la luz de los faroles. Una cuadra en silencio, sin decir absolutamente nada. Hubiese sido algo romántico si no hubiese sido la primera vez que hablábamos, o que no hablábamos, porque ninguno emitía palabra alguna. De él era algo normal, pero de mí, las más parlanchina del grupo, era algo demasiado extraño. Tenía que decía cualquier cosa. Y dije lo que embargaba mi sed de curiosidad.
—Sé que has recibido... la carta. —Ahora era yo la que no podía mirar sus ojos.
—Sí —contestó muy bajo, tanto que no podía escucharle con claridad—. No estaba seguro de si la habías escrito tú. Por eso no te hablé antes.
A medida que caminábamos nos cruzábamos con personas que eran ajenas a todo lo que me sucedía. Cada quien en su mundo.
—No la escribí yo —manifesté. El permaneció en silencio, no dijo nada, y eh aquí le eché una mentirota—: Es decir sí la escribí yo, pero no te la quise entregar, solo la escribí para mí, pero mis amigas la encontraron la trascribieron y te la dieron.
Una orgullosa empedernida como yo no iba a aceptar fácilmente que me moría por él.
—Me gustó la carta —dijo después de un largo silencio. Sonreí y añadió—: ¿Es cierto lo que dice ahí?
Podía seguir salvando mi orgullo, decirle que no, no sé, pero dije la verdad.
—Sí, me gustas.
Caminamos unos cuantos metros más hasta que escuché algo que paralizó mi corazón.
—Me gustas.
¡¿Me gustas?! ¿Eso fue lo que dijo? Él hablaba tan bajito que me costaba escucharle bien. ¿Él dijo que le gustaba o me lo había imaginado?
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