Capítulo 2
Mierda, estaba tan cómodo que dormí más de la cuenta. Espero que mi jefe no lo note o que Joe me cubra.
—Tendré que usar un atajo... —Digo buscando con la mirada un lugar apartado de la gente.
Antes de comenzar a correr, oigo mi teléfono. Un mensaje de Joe.
Joe: dónde estás?!
Yo: Voy en camino, llego en 5. Deja la carne en la jaula de los lobos.
Joe: otra vez?
Yo: solo hazlo. Nos vemos.
Solo 5 minutos necesito para llegar. Solo debo escabullirme por una entrada que solo yo conozco y hacerme pasar por uno de los animales en el ambiente de los lobos. Sencillo.
—¿Se puede saber qué te pasó ahora? —Pregunta Joe con una cubeta con carne.
—Encontré en dónde quedarme y me dormí, lo siento.
—Iki, el jefe está aquí y preguntó por ti. Dijo que quería hablarte de algo importante. —Lo miro algo preocupado —Le dije que estabas alimentando a las fieras y que si no estabas ahí, estarías aquí.
—De verdad te debo varias, amigo. Gracias.
—¿Por qué te expones de esta manera? ¿Qué pasará si alguien te ve?
—Descuida, eso no va a pasar. En estos tiempos las personas ya no creen en hombres lobo o en cosas como esas. Tú tranquilo, lo tengo todo bajo control.
—¡Beck! —Ambos nos tensamos al oír la voz del jefe.
—Mierda... —Levanto el cubo que Joe me trajo y camino hacia el señor de traje que me espera con una mirada seria —Sí señor ¿en qué puedo...?
—Te quiero en mi oficina en cuanto acabes de alimentar a los lobos, necesito tratar unos asuntos contigo.
—¿Asuntos? Digo, claro señor, ahí estaré.
A pesar de ser solo un humano, el sujeto sabe cómo intimidarme. Me pregunto qué pasaría si supiera que soy un hombre lobo. En fin, vuelvo con Joe para agradecer su ayuda y voy a alimentar a los lobos.
—¿Creen que me despida? —Le pregunto a Mila, una loba blanca que normalmente es tranquila y no hace alboroto —Rin, kash, dejen de pelearse, hay comida para todos —Esos dos terminarán por sacar los colmillos si el alfa de esta manada no los corrige. Yo podría hacerlo, pero no es mi manada. —¿Dónde está Teru?
Teru el alfa de la manada que hay en este zoológico. Es el más viejo de todos; pero a pesar de ello aun lo respetan. Y claro que también lo respeto por eso.
—¿Teru? —Camino por los lugares en donde suele estar.
Últimamente ha estado algo decaído, los veterinarios no han hecho mucho por él debido a su edad avanzada. Prefieren esperar a que pase lo que tenga que pasar.
—Aquí estás —Me adentro en una cueva poco profunda con un trozo de carne que comienzo a cortar con mi navaja. —Anda, debes comer —No come tanto como antes; pero al menos lo hace —Deberías salir de este lugar cada tanto, no es bueno que permanezcas en un sitio tan frío y húmedo —Él me mira y gime —Claro que te ayudo, amigo.
Siempre me ha parecido curioso cuando la gente me mira sorprendida por cargar un lobo gris como si nada. Pero es lo que menos me importa. Solo quiero ayudar a estos animales.
—¿Qué te parece este lugar? —Teru mueve la cola —No agradezcas, no hace falta. Vendré en un rato luego de hablar con el jefe. Sí, espero que no me despida o algo. —Acaricio su cabeza y me dirijo a la salida del ambiente; pero antes de llegar a la puerta de metal, un gruñido intenta tomarme por sorpresa —Donkan, ahora no. —La gente se ve algo nerviosa —¿Por qué te gusta hacer esto? Ya basta, vete a comer. Está bien, toma —Saco un premio para perros de mi bolsillo y lo arrojo para que me deje en paz. Estoy seguro de que cuando Teru muera, Donkan tomará el cargo de líder si es que Ron no lo hace antes.
Trabajar con lobos frente a los visitantes te hace ser el centro de atención por momentos, en especial la de las chicas; pero realmente no hago esto por llamar la atención de alguien en especial. De nadie, de hecho. Me gusta ser el cuidador de estos animales. Estar con ellos me hace sentir en casa.
—Ya estoy aquí, señor —Entro a la oficina algo nervioso.
—Siéntate —Obedezco cual perro faldero. Mal ejemplo. —He estado evaluando tu situación en este lugar. Los demás cuidadores dicen que eres bastante responsable y en ningún momento has tenido problemas con las bestias.
—Solo hay que saber tratarlos, señor. Todos los animales tienen temperamento y comportamiento diferente.
—También me dijeron que te desenvuelves mejor en el hábitat de los lobos y que nadie había durado tanto en ese lugar sin ser atacado. Los lobos son demasiado salvajes. —Como si supiera qué es un lobo. Este sujeto apenas si sale de su oficina para ver una que otra hábitat. —¿Te gustaría ser el cuidador de esa área?
—¿Señor?
—El antiguo cuidador renunció luego de ser atacado. Así que hay una vacante para ser el cuidador de esas bestias ¿te interesa?
—Claro que sí, señor.
—Entonces bien. Ven mañana para que firmes tu contrato.
—Muchas gracias señor.
—Ve a terminar tus labores.
—Claro.
—Este será tu horario a partir de mañana. Si ya terminaste tus labores puedes irte.
—Sí señor, gracias.
¡Demonios! Estoy tan feliz que me transformaría y aullaría como un demente de lo emocionado que estoy. ¡Al fin tengo un contrato! No es a largo plazo; pero es un avance. ¡Esto es genial!
La tarde está bastante tranquila; pero aún tengo esa duda sobre mi inquilino. Hay algo en él que me hace sentir extraño, como si me pusiera en alerta. Una advertencia.
No me he podido concentrar en mi lectura por estar pensando en ese sujeto ¿realmente fue una buena idea responder ese anuncio?
—Sería bueno hablar con él. Quizás conocerlo un poco mejor —Cierro el libro algo irritado por no conseguir concentrarme —Suficiente, mañana será. Supongo que pasaré la noche revisando los exámenes.
Me toma un poco por sorpresa ver que Iki regresa luego de dos horas de haberse ido. De seguro lo despidieron por llegar tarde.
—Hola ¿Qué tal? —Saluda. Luce bastante feliz. Me mata la curiosidad sobre este sujeto.
—Todo bien, ¿por qué tan feliz?
—Conseguí un contrato. Estoy demasiado feliz —Sí que está emocionado —Estoy tan feliz que... —¡¿Qué está...?!
¡Este sujeto acaba de transformarse en un hombre lobo justo en frente de mí! ¡Ahora todas esas preguntas sobre él tienen sentido!
—¡¿Pero qué...?!
—¡Perdón, lo siento! ¡No te asustes, no voy a hacerte daño!
—Oh, claro que no lo harás —Dejo salir mis colmillos por instinto.
—¡¿Eres un vampiro?!
—¡Y tú un maldito licántropo!
Si esto no termina en sangre, no sé de qué otra forma podría acabar este encuentro.
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