58 - REAL LIFE + NEWS
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Al inicio de cada año, las grandes productoras de cine y televisión elaboraban una lista de proyectos aprobados, pendientes por aprobar y posibles ideas a desarrollar... En estas listas, siempre aparecía algún título destacado; ya fuese por sus previsiones en taquilla, o por su valor de cara a la próxima temporada de premios.
En el recién estrenado 2021, Woolf era la gran apuesta de Paramount Pictures.
El aclamado estudio cinematográfico estaba decidido a hacer del biopic sobre Virginia Woolf su más ambiciosa propuesta para los galardones del próximo 2022. No solo se había dispuesto un impresionante set de rodaje a las afueras de Londres, sino que también se habían comprado permisos municipales para grabar en exteriores y zonas clave del centro de la ciudad, para lo cual era necesario cortar tráfico, contratar equipos de seguridad, y alterar las dinámicas diarias de muchos londinenses...
Pero valdría la pena. A Silver no le cabía ninguna duda. Desde que se había sabido el nombre del director, el prestigioso Joe Wrigth, supo que no se pensaba escatimar en recursos.
Y así lo comprobó los primeros días de rodaje; los escenarios, el vestuario, la ambientación... Todo encajaba a la perfección con la idea de aquellos últimos años del siglo XIX y principios de XX, cuando Virginia dejó su huella en la sociedad.
El proyecto en general era un reto muy distante de su zona de confort, repleto de primeras veces y trabajo duro que estaba disfrutando como una novata recién estrenada en el mundillo. Y le encantaba.
―¡Vale, esta es la buena!, haremos un descanso. ―El director le hizo un gesto al equipo de camarógrafos, y estos pusieron fin a la grabación.
Silver exhaló una bocanada de aire, mientras recibía una sonrisa cómplice de Natalie Dormer, su compañera en esa última escena.
―Creo que era más fácil interpretar planos de acción con mortales carpados y sin arnés, que recrear un minuto de la dinámica de Virginia con Vita ―comentó agotada, pero tan entusiasmada como un niño en Navidad―. ¿Cómo lo haces tan bien? O sea, por un momento pensé que me seducías de verdad, a mí, no a Virginia. Me he puesto hasta nerviosa, y eso que no me atraen las mujeres en ese sentido, o eso creo, bueno, a ver, Elle es mi alma gemela y todo eso, pero la cuestión es que soy hetero, o eso creía... ―soltó, al tiempo que se colocaba la bata que le acababa de entregar uno de los asistentes de producción. Aunque no le daba vergüenza quedarse en ropa interior o semidesnuda para hacer su trabajo, era consciente de que a su alrededor todos eran profesionales, prefería cubrirse una vez finalizada la escena.
Natalie se echó a reír. Su amiga Kate la había advertido sobre los ataques de verborrea marca Silver Lane. Según palabras de su antigua compañera en Juego de Tronos, Silver era una apoteósica mezcla de entusiasmo y dulzura, un huracán de energía, a veces demasiado intensa para su propio bien.
―Eres adorable ―respondió, vistiéndose también―. A mí no me preguntes, sigo sin creerme que esta sea tu primera vez con escenas de este estilo, y con una mujer. ―Le guiñó un ojo―. Eres buena, Silver, muy buena. Vas a callar muchas bocas cuando esta película se estrene.
La aludida volvió a sonreír, y esta vez un ligero tono colorado adornó sus mejillas.
―Ojalá. Con ser la mitad de buena que tú ya sería todo un logro. ―Miró su móvil. Tenía varios mensajes sin leer y algunas llamadas perdidas.
―Voy a buscar algo de picar al catering ―le dijo Natalie―. ¿Quieres?
―No, no te preocupes, tengo que hacer un par de llamadas y luego iré a por café.
Se alejó unos pasos, para responder a los whatsapps de Chris, Elle y otros grupos de amigos, y revisar las notificaciones de sus redes sociales.
Si Downey la estuviese viendo en ese momento, probablemente la reprendería de ese modo tan suyo, medio en broma y, al mismo tiempo, totalmente en serio; le diría que era una adicta, y que dejase el teléfono de una vez... Y tendría toda la razón.
Silver no lo negaba, estaba muy enganchada al móvil y a las redes sociales, pero no podía evitarlo, se ponía muy nerviosa si no era la primera en enterarse de todo lo que pasaba en su entorno... Y, teniendo los amigos que tenía, siempre pasaban cosas de lo más interesantes.
Taron, por ejemplo, le hablaba desde Australia, a donde acababa de llegar para empezar a rodar la película de James Bond después de haber pasado los días anteriores con ella en Londres. Al parecer, el británico tenía mucho que contar, y todo relacionado con esa chica que últimamente lo traía de cabeza, Safary Wilder.
También aprovechó para devolverle a su madre las llamadas perdidas. Entre otras cosas, Leah Lane quería saber si se abrigaba para salir a la calle, que en Londres en enero hacía mucho frío, y si estaba comiendo bien... Silver no pudo evitar que una mueca de ternura asomase a sus labios mientras la escuchaba. A diferencia de otras chicas de su edad, a ella no le molestaba que su madre siguiese teniendo esos gestos, tal vez algo sobreprotectores; los prefería mil veces frente a la indiferencia y apatía que Leah le había demostrado durante los primeros años de su adolescencia, cuando el abandono de su marido la impulsó a una dura depresión, provocando que fuese Silver la encargada de sacar a su familia adelante.
No obstante, Leah lo había superado, como la mujer luchadora que era y, desde entonces, invertía cada minuto de su vida en trabajar duro y tratar de compensar a sus hijos... Cosa que, a ojos de Silver y Gavin, era del todo innecesaria. Ambos sabían que su madre los quería por encima de todo, y estaban muy orgullosos de ella, y de los muchos logros que había alcanzado, tanto personales como profesionales.
Para ellos, Leah Lane era todo un ejemplo de superación, y nada podría hacerlos cambiar de opinión.
―¿Estás ocupada? ―James McAvoy se dirigió a ella cuando acababa de poner fin a la llamada. Vestía el traje de corte clásico de su personaje, Roger Fry. En una mano sujetaba una taza de café y en la otra el libreto con sus diálogos subrayados.
A pesar de que se veían a diario en el set, y que ya llevaban un par de semanas de rodaje, Silver todavía no había compartido escenas con él. Y casi lo agradecía.
Los primeros días habían sido algo chocantes. Mientras que con Nicholas, Natalie y Lily cada vez crecía más la camaradería, con James las cosas estaban... raras. En ocasiones, le daba la sensación de que él trataba de poner distancia, y otras, todo lo contrario...
A Silver esa conducta le resultaba demasiado extraña, hacía casi dos años que habían roto, y se suponía que se llevaban bien, que seguían siendo amigos, siempre hablaban cuando coincidían en algún evento, e incluso se telefoneaban de vez en cuando para ponerse al día, o simplemente charlar de cualquier cosa... Aunque ella no terminaba de comprender este repentino cambio, tampoco le daba demasiada importancia; James era un actor de método, se metía en la piel de sus personajes para interpretarlos, y Roger Fry, había sido un tipo peculiar...
En cualquier caso, esas enigmáticas actitudes parecían haberse disipado en los últimos días, justo a tiempo para que no resultase incómodo rodar con él, pues, según Silver tenía entendido, empezarían a compartir escena a partir de la próxima semana, al regreso de la gala de los Globos de Oro.
―Iba a aprovechar para ir a por un café antes de que termine el descanso ―contestó, al tiempo que guardaba el teléfono en el bolsillo de la bata―. Hoy hemos empezado tan temprano que no me ha dado tiempo de desayunar.
En respuesta, James esbozó una mueca triunfal y le tendió la taza de plástico que estaba sosteniendo.
―Supongo que todavía te gusta sin azúcar, con leche de soja y con canela, ¿no?
Silver asintió sorprendida, pero agradeció la humeante bebida con una pequeña sonrisa.
―Tienes buena memoria.
―Solo para las cosas importantes. ―Él se encogió de hombros―. Por cierto, os he estado viendo antes; yo y todos los presentes. Sois fantásticas, era imposible quitaros los ojos de encima, Natalie y tú sois... magnéticas ―terminó, con una de esas sonrisas tan suyas. Imposible determinar si se acercaban más a un gesto tímido o seductor.
―¿En serio? ―Silver frunció los labios, dubitativa―. Natalie es estupenda, se nota a leguas que ha protagonizado escenas como esta cientos de veces ―hizo una mueca―. Yo aún estoy aprendiendo...
―Tú ―la cortó McAvoy― eres increíble.
La determinación en el tono del británico provocó que Silver alzase las palmas y sonriese divertida.
―Vale, si estás tan convencido. ―Le dio un trago a su café, y solo entonces recordó que se suponía que él había acudido a ella por una razón―. Dime, ¿qué querías?
―Comentar contigo las escenas que vamos a compartir las próximas semanas. ―Él señaló el libreto―. ¿Has podido leerlas?
―Varias veces. ―Silver asintió, pero sus labios tironearon en una expresión de disculpa―. Pero aún no me las sé bien ―confesó. Siempre le costaba más esfuerzo que a los demás aprenderse los diálogos, por eso necesitaba muchas más horas de estudio, horas de las que no había dispuesto en los últimos días.
Su personaje cargaba con el peso de toda la película. Y no se trataba de una producción de Marvel o Star Wars, donde las escenas de acción y peleas ocupaban tanto metraje como las dialogadas... No, Woolf estaba repleta de líneas y líneas de disertaciones, monólogos y discursos existenciales que ella debía memorizar si no quería retrasar al resto del equipo. Por eso, aunque por el momento había conseguido llevar siempre aprendido lo que tocaba rodar al día siguiente, no había tenido tiempo de adelantar trabajo.
―No pasa nada, pero me gustaría ensayarlas contigo antes de empezar a grabar ―propuso él, encogiéndose de hombros―. Roger y Virginia tenían una dinámica peculiar, ¿no crees?
―Virginia tenía dinámicas peculiares con todo el mundo ―respondió Silver, asintiendo―. No tendremos mucho tiempo, tú también vuelves a California pasado mañana para los Globos de Oro, ¿no?
―Podemos empezar a trabajar hoy, y seguir en el avión. Diez horas de viaje dan para mucho ―sugirió él, con naturalidad, permitiendo que el acento escocés tomase el control de sus palabras―. Le diré a mí agente que nos compre billetes en el mismo vuelo, ¿te parece bien?
Silver se mordió el labio inferior, pensándoselo un momento. En realidad, no se le ocurría ninguna razón de peso para rechazar la oferta. Aunque James hubiese estado extraño los primeros días, parecía habérsele pasado... Y se trataba de su trabajo, quería dar lo mejor de sí misma en esa película, quería demostrar al mundo lo que valía...
―Me parece bien ―respondió.
―Perfecto. ―Él sonrió de nuevo.
―¡Se acabo del descanso, volvemos en un minuto! ―Se escuchó la voz del director, avisando a todo el equipo.
Todavía con la sonrisa pintada en los labios, James se dio la vuelta para permitir que su compañera regresase al trabajo, sin embargo, se detuvo en el último momento, y volvió a mirarla.
―¿Te he dicho que estás distinta?
Silver ladeó la cabeza, desconcertada, pero, de repente, muerta de curiosidad.
―¿Distinta, cómo?
―No estoy seguro, es algo general. ―Se encogió de hombros, sin dejar de mirarla con una expresión singular en el rostro, cargada de intensidad―. Más madura.
Ella parpadeó varias veces, y luego se limitó a sacudir la cabeza.
―¿Gracias? ―No esperaba esa respuesta, pero tampoco le disgustaba.
James volvió a sonreír, antes de dedicarle un último asentimiento a modo de despedida.
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