43 - IG + REAL LIFE

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Silverlane publicó una foto

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Silverlane ¡tatoo time con la mejor de la mejores! sí, Elle, hablo de ti. Dejo constancia por aquí para que no puedas echarte atrás 😉 Sabes que te amo ❤💁🏻

👤: Ellegautier

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Silver se sentía especialmente feliz desde que había regresado a Los Ángeles, apenas unos días atrás.

Por primera vez en muchos meses, coincidía con sus mejores amigas en la misma ciudad, veía a Chris a diario y, por fin, había logrado convencer a Elle para cumplir ese pequeño capricho con el que la torturaba desde hacía años; hacerse un tatuaje a conjunto, algo sencillo y discreto, que simbolizase su amistad.

El resultado le encantaba: un pequeño sol en su tobillo, y una luna en el de su mejor amiga, ambos representaciones de ellas mismas, dos astros opuestos, como sus personalidades, pero inimaginables el uno sin el otro.

Simplemente no podía dejar de sonreír, hecho que no pasó desapercibido para sus tres amigas, cuando, esa tarde, se reunieron las cuatro en casa de Amalie, con intención de ayudarla a montar los muebles y pintar el cuarto del futuro bebé.

―Se te ve muy contenta, Sil ―comentó Amalie, después de un par de horas de supuesto trabajo, que había terminado en guerra de pintura, y con las cuatro hechas un desastre, sentadas en el suelo mientras se tomaban una copa de vino, excepto Amalie, quien, dado su estado, no bebía nada de alcohol―. Entiendo que las cosas con Chris van muy bien, ¿sí?

―Eso, Silsil, cuéntales ―Gabrielle le guiñó un ojo.

―Me dolió enterarme tan tarde ―Kate fingió hacer un puchero―. Después de todos estos años por fin... intimáis ―añadió, divertida y con una nota burlona en la voz―, y tardas un día entero en contárnoslo.

―¡Solo fue un día! ―repuso Silver, sin perder la sonrisa.

―A Elle se lo contaste a la mañana siguiente ―la pinchó Amalie, uniéndose a la broma de su amiga.

―Asúmelo, Amalie, tú y yo nunca entraremos en eso que tienen estas dos. ―Kate señaló a Silver y Gabrielle, y se llevó una mano al pecho, dramáticamente.

―Exageradas. ―Silver se echó a reír―. Y sí, va bien, muy bien. Lo hablé con Elle en el coche, de camino aquí. Ya sabéis que la casa de Chris está muy cerca de la mía, nos vemos casi todos los días desde que volví...

―¿Y también cenáis sushi todos los días? ―Catherine entrecerró los ojos, suspicaz y divertida.

―¡Kate! ―Silver sacudió la cabeza, riendo.

La británica, al igual que Amalie, era partícipe de ese improvisado código que había iniciado con aquella cena entre Sebastian y Gabrielle tantos meses atrás, la primera vez que se habían acostado.

―¿Qué? ―Kate se encogió de hombros―. Esta vez Gabrielle no va a preguntar, porque Cevans es su amigo, alguien tiene que tomar su lugar.

―No le tiréis de la lengua ―se burló la susodicha, llevándose la copa de vino a los labios―. Todas sabemos que a Silsil no le cuesta nada soltar los detalles calientes, y yo ya estoy bastante traumatizada con lo que me contó por videollamada.

―Eres fuerte, Elle, yo sé que vas a superarlo. ―Todavía sonriendo, Silver le posó una mano en el hombro a su mejor amiga.

Acto seguido, las cuatro compartieron una carcajada.

Las charlas y risas no se vieron interrumpidas hasta que la puerta principal de la casa se abrió bastante más tarde, dando paso al futuro padre del hijo de Amalie, seguido de Sebastian y Chris.

A petición de Gabrielle, quien había llamado a los chicos un buen rato atrás (tras constatar que a su ritmo de trabajo no terminarían nunca de arreglar el cuarto del bebé), Sebastian traía un bolso con una muda de ropa para su novia y otra para Silver.

Un buen rato después, tras ducharse y arreglase, las chicas volvieron al trabajo, esta vez ayudadas por los tres recién llegados, quienes agilizaron el proceso de montar muebles, en especial Sebastian y Chris, que parecían una máquina de relojería trabajando juntos.

―No sabía que esto se te daba tan bien ―comentó Silver, mientras ayudaba a Chris con una de las últimas piezas, una bonita cómoda de madera.

―Tengo muchos sobrinos y primos pequeños. ―Chris sonrió, y extendió la mano, pidiéndole un destornillador―. El cuarto de Miles lo montamos Scott y yo.

―Es un cuarto precioso ―reconoció Silver. Sin embargo, no estaba asombrada; sabía que Chris era más que bueno con los trabajos manuales.

―Échame una mano con esto ―pidió él, haciéndose a un lado para dejar que ella se colocase delante―. Sujeta esta parte mientras atornillo. ―Le indicó el lugar, al tiempo que pasaba los brazos tras ella, dejándola entre la cómoda y su cuerpo.

Silver no se movió en los segundos que siguieron, pese a que todas y cada una de sus terminaciones nerviosas ardían por girarse y aprovechar el momento de cercanía... Sin embargo, se contuvo, y trató de comportarse civilizadamente; sus amigos estaban delante, y se suponía que esa sería la habitación del hijo de Amalie... No eran el lugar ni el momento indicados para dejarse llevar.

Pese a todo, una vez que el mueble estuvo atornillado, sí sintió los labios de Chris en su cuello, en un fugaz y discreto roce.

―Chris... ―Silver se sonrojó ligeramente―. Aquí no.

Contradiciéndose a sí misma, y tras asegurarse de que los demás seguían a lo suyo, se volvió y le robó un rápido beso al actor. Este le devolvió una sonrisa más que satisfecha, teñida con cierto sesgo de triunfo.

―Me portaré bien ―susurró él, aceptando el beso como un premio de consolación y un adelanto de futuras intenciones.

Les llevó todo lo que restaba de tarde terminar, pero el resultado mereció la pena. La habitación se veía espléndida, según la propia Amalie. Solo quedaba la cuna por montar, pero eso era algo que Jamie Dornan quería hacer por su propia cuenta.

Tras despedirse de Amalie, Jamie y Kate, Chris y Sebastian fueron hacia el coche del primero para esperar a las chicas, pues habían decidido ir a cenar los cuatro juntos.

En la entrada, Silver y Gabrielle hacían lo mismo, pero entreteniéndose con carantoñas, risas y bromas hacia la anfitriona.

―Va a ser el bebé más mimado de Hollywood ―comentó Sebastian, al ver como las chicas parecían incapaces de dejar de tocarle la barriga a su amiga.

―Con esas tres como tías, no lo dudes ―coincidió Chris―. Por lo menos hasta que llegue el bebé stautier ―añadió, guiñándole un ojo.

―Tío... ―Sebastian sacudió la cabeza y sonrió―. No digas eso delante de Gabrielle, te asesinará.

―Qué va, dirá que el bebé stautier es Champagne ―repuso Chris, refiriéndose al cachorro de labrador que la pareja había adoptado en común unos meses atrás―. No me culpes, el hashtag #bebéstautier era trending topic hasta hace nada...

Sebastian solo esbozó una sonrisa torcida, que para Chris fue más elocuente que cualquier respuesta.

―Sabes, podría decirte lo mismo ―comentó el rumano, de repente―. Silver aún es jovencita, pero a ti se te pasa el arroz, colega ―añadió, cargado de su mejor tono burlón.

―¿Me estás llamando viejo? ―Chris enarcó una ceja.

―Solo digo que quieres ser padre, y que en nada estás en los cuarenta ―continuó Sebastian, socarrón.

Chris se echó a reír, acompañado por su mejor amigo.

―¿Qué es tan divertido? ―los interrumpió Gabrielle, de repente, apoyándose en la ventanilla del copiloto, donde estaba sentado su novio.

―Créeme, no quieres saberlo. ―Chris se pasó una mano por el pelo, despeinándose en un gesto que pretendía aparentar despreocupación―. ¿Estáis listas?, ¿a dónde queréis ir a cenar?

―Yo he pensado en algo ―comentó Silver, al lado de su amiga―. ¿Os fiais?

―¿De ti? ―Sebastian sonrió divertido―. Chris iría con los ojos cerrados.

El aludido codeó a su compañero. Su mejor amigo estaba especialmente gracioso esa tarde.

―Vamos detrás de vosotras ―propuso.

Las chicas asintieron, y se subieron al coche de Gabrielle. Una vez la canadiense arrancó, Chris hizo lo mismo y, tal y como había prometido, fue tras ellas.

Condujeron unos cuarenta minutos, alejándose de la zona privilegiada de Malibú, pasando por la carretera que llevaba a Los Ángeles, hasta aparcar frente a un edificio algo apartado del centro, y de aspecto pintoresco.

―¿Una bolera?, ¿en serio, Silsil? ―Gabrielle arqueó las cejas al bajar del coche―. ¿No es algo cutre para cenar?

Sebastian y Chris se unieron a ellas. El primero pasó un brazo por los hombros de su novia y miró el edificio, también con un gesto interrogante en el rostro.

―Confía en mí, Elle, tienen los mejores nachos con guacamole de toda California, y el batido de menta y chocolate está para morirse ―repuso Silver, sin perder el tono alegre.

Los otros tres la siguieron al interior. No estaba demasiado concurrido, sin embargo, sí vieron a algunos grupos de personas disfrutando de la comida y los diversos pasatiempos propios de lugares como ese, bolos, karaoke, dardos... Chris incluso creyó distinguir a un par de compañeros de profesión, y algún músico bastante reconocido.

―¿Cómo descubriste este sitio? ―quiso saber, uniéndose a Silver en el mostrador para pedir los zapatos de pista.

―Robert me trajo. Suele venir casi todas las semanas con su familia ―respondió ella―. Vienen bastantes famosos, pero es muy íntimo, y casi nunca hay prensa por aquí.

―Hay que reconocer que eso es un punto ―coincidió Sebastian.

―Daré mi veredicto después de probar esos nachos ―concluyó Gabrielle, sonriendo.

Pasaron la primera hora jugando a los bolos y cenando, entre risas, bromas y pullitas variadas, especialmente de la canadiense hacia Chris, que parecía poner a prueba constantemente las intenciones del actor con su mejor amiga.

―Dale un respiro, Elle ―dijo Sebastian, dejándose caer al lado de su novia en los sofás, mientras, frente a ellos, Silver y Chris se preparaban para su próximo lanzamiento.

Habían hecho dos equipos, ellever contra evanstan, y por el momento, las chicas ganaban con una ventaja muy ajustada.

―Tú lo que quieres es que deje que Cieguevans se relaje, para que podáis remontar ―susurró Gabrielle, acariciando el brazo del rumano de forma provocadora―. Eso no va a pasar, amor ―añadió en un susurro, muy cerca de su oreja.

―Ahora intentas distraerme a mí ―Sebastian sonrió. No era una pregunta, conocía muy bien a su novia, y todos los trucos que se gastaba. Trucos que a él le encantaban, y lo volvían loco.

―¡Elle!, te toca ―exclamó Silver, entusiasmada. Acababa de ganarle la tirada a Chris por dos bolos.

―No es justo, esto se os da demasiado bien ―comentó el rubio, divertido.

Ellever es imparable ―respondió Gabrielle, poniéndose en pie y chocando el puño con su mejor amiga cuando se cruzó con ella.

Chris y Silver tomaron asiento donde antes se encontraban Elle y Sebastian.

―Deberíamos apostar algo ―le propuso él a la chica.

―Eres consciente de que vais perdiendo, ¿verdad? ―rio ella.

―Estaba mentalizado desde que quisisteis ir juntas. Gabrielle y tú sois demasiado competitivas. ―Chris ladeó la cabeza y sonrió―. ¿Tengo que recordarte todas las veces que me has desplumado al póker...?

―Es que eres muy mal mentiroso, te da la risa nerviosa y te acaricias la barba cada vez que te toca una buena mano. ―Silver se encogió de hombros, divertida―. De acuerdo, ¿qué quieres apostar?

Él esbozó una mueca traviesa.

―Si ganáis vosotras, tú duermes en mi casa. Si ganamos nosotros, yo duermo en la tuya.

―Eso no tiene sentido ―Silver arqueó la cejas―. No hay diferencia.

―Exacto, yo gano en cualquier caso ―asintió él, justo antes de recortar la distancia que los separaba para robarle un rápido beso en los labios―. Siempre apuesto sobre seguro ―añadió, en un susurro ronco que provocó que a Silver se le erizase la piel.

―¡Ey! Cieguevans ―Gabrielle apareció de repente, chasqueando los dedos frente al actor―. Todavía no te has ganado ese derecho delante de mí.

―Elle... ―Sebastian, con una sonrisa de oreja a oreja, se puso al lado de la canadiense―. Déjalos. No te gustaría que ellos nos interrumpiesen a nosotros...

―¡Yo lo hice! ―comentó Silver, recordando aquella vez que, por accidente, los había pillado en plena faena en el baño de casa de Chris, durante una de sus fiestas.

Con estas palabras, los cuatro volvieron a estallar en una carcajada, que se sumó a las muchas otras compartidas esa noche antes de dejar la bolera y regresar a los coches.

Esta vez Sebastian y Gabrielle se marcharon en el auto de la canadiense, ya que vivían juntos en la casa de ella, mientras que Chris llevó a Silver hasta su calle, en Hollywood Hills.

Aparcó frente a la entrada de su casa, en lugar de avanzar el kilómetro escaso que restaba hasta la de ella. Una mueca elocuente le cubría el rostro.

―Vosotras habéis ganado ―señaló, a modo de explicación―. Te toca cumplir tu parte de la apuesta, señorita Lane.

―Yo siempre cumplo, Evans. ―Con una sonrisa chispeante, ella bajó del coche y se encaminó a la puerta principal, muy consciente de que él la seguía de cerca.

En cuanto Chris marcó el código de seguridad que abría la casa, y ambos se vieron en el interior, no hubo lugar para más preámbulos. Sus bocas se encontraron, ansiosas la una de la otra, y sus cuerpos colisionaron entre sí, contagiándose el calor y las ganas que duramente habían resistido a lo largo del día.

Horas más tarde, ambos languidecían desnudos y más que satisfechos en la cama del actor, apenas cubiertos por las suaves sábanas, y sumidos en un agradable sopor, a medio camino entre el sueño y la vigilia.

―Sabes de qué me he dado cuenta ―murmuró Chris, mientras pasaba los dedos distraídamente por la espalda de Silver, quien descasaba abrazada a él, con la cabeza recostada sobre el pecho masculino―. Eres increíblemente flexible ―añadió, pícaro.

―¿Gracias? ―Silver estiró un poco el cuello, lo justo para mirarlo a los ojos. Estaba demasiado cómoda en esa posición―. Fui animadora en el instituto. De algo tenía que servir ―agregó, divertida.

―Eso no lo sabía. ―Chris arqueó la cejas―. Yo no era nada guay en el instituto. Era un nerd del teatro, y del claqué ―comentó, con cierto aire de nostalgia.

―Yo tampoco era guay, y además era un desastre en los estudios. Mi media nunca pasó del aprobado raspado, incluso tuve que repetir tres veces los SAT... ―chasqueó la lengua al recordar sus tiempos de estudiante.

Su adolescencia no había sido sencilla, además de problemas familiares y psicológicos, había enfrentado una auténtica odisea para conseguir graduarse en el instituto. La doctora Monroe, su terapeuta ya por aquel entonces, solía decir que su dificultad para concentrarse y memorizar era consecuencia de su hiperactividad... Lo único que Silver tenía claro, era que, en aquella época, necesitaba el triple de trabajo que sus compañeros para comprender un tema sencillo, y aún más para retenerlo.

En la actualidad, aún le pasaba con los guiones. Empezaba a estudiarlos mucho antes que otros actores, y le dedicaba muchísimo más tiempo del normal a la memorización.

»Nunca fui muy inteligente... ―murmuró.

―No digas tonterías. ―La mano de Chris ascendió desde la espalda de la chica hasta su mejilla y su cabello―. Eres una de las personas más inteligentes que conozco, Sil. Entiendes a las personas solo con mirarlas, nunca necesitas indicaciones para interpretar las emociones de tus personajes, y siempre que vemos un partido de fútbol, adivinas todas las jugadas antes de que los entrenadores las pongan en práctica... Eres increíble, Silver Mallory Lane.

La chica se vio obligada a contener la respiración un par de segundos. Chris siempre conseguía desarmarla con unas pocas palabras.

―¿Crees que habríamos sido amigos? ―susurró―. Si hubiéramos ido juntos al instituto ―añadió.

―Estoy seguro ―Chris asintió, muy convencido―. Eres mi mejor amiga, y lo serías en cualquier realidad alternativa ―añadió, guiñándole un ojo.

Una extraña pero agradable sensación se arremolinó en el pecho de la chica. Esta vez, la palabra amiga no le resultó insidiosa, como en el pasado, cuando Chris permanecía ciego a sus sentimientos e insinuaciones. Esta vez estaba cargada de un significado mucho más profundo y visceral, que colmó todas sus expectativas.

Tras el instante de emoción contenida, y después de recomponerse, Silver permitió que en su rostro se dibujase una mueca traviesa.

―Aunque, claro, cuando tú ibas al instituto, yo apenas sabía hablar ―comentó―. Sería raro que tu mejor amiga fuese una cría de tres o cuatro años...

―¿Tú también? ―Chris pretendió hacerse el ofendido―. ¿Por qué hoy todo el mundo me llama viejo?, ¿crees que lo soy?

―No. ―Silver sacudió la cabeza, divertida, al tiempo que se incorporaba sobre los codos, de modo que su rostro quedase a la altura del de él―. Eres perfecto para mí.

Y para asegurarse de que estaba claro, selló esas palabras con un beso.



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Y con este capi así medio tierno xD quiero desearos feliz Navidad a todos! (no sé por qué me gusta tanto actualizar en Nochebuena, es tradición jaja)

Espero que paséis unas felices fiestas, y muchas gracias por acompañarme con Sil, Chris, los stautier y todos los personajes de este social media al que he le cogido tanto cariño ^^

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