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Para Silver Lane, la consulta de la doctora Monroe era el refugio secreto al que siempre podía acudir cuando la tensión del mundo real se volvía demasiado pesada.
Helen Monroe era su terapeuta desde que tenía trece años. Con ella había crecido como persona, había superado etapas muy difíciles de su pasado y había aprendido a sobrellevar con naturalidad los entresijos de la fama. Era consciente de que todavía le quedaba mucho por trabajar en su salud emocional y psicológica, sin embargo, no quería ni imaginar dónde estaría en la actualidad, si más de diez años atrás, su madre no hubiese decidido llevarla a esa consulta por primera vez.
Le debía mucho a la doctora Monroe. De no ser por ella, ni siquiera se habría iniciado en el mundo de la actuación, no habría aprendido a controlar su hiperactividad, no habría superado los trastornos alimenticios que sufrió durante la adolescencia, se habría rendido tras suspender continuamente sus exámenes en el instituto, por muchas horas que le dedicase al estudio...
―Hace mucho que no te veo, Silver. ―La doctora tomó asiento en la butaca frente al sofá en que la actriz se había dejado caer nada más entrar, como si estuviese en su casa―. En tu última visita parecías muy feliz, y estable.
La aludida hizo una mueca. Eso había sido durante las primeras semanas de su relación con Ewan, cuando parecía que por fin superaría a Chris; antes de que los comentarios de Clara McGregor comenzasen a volverse insoportables, antes de aquel asunto con el posible embarazo, antes de que Callum regresase de entre las sombras y, sobre todo, antes de haber echado todo a perder con el hombre que podría haber sido perfecto para ella.
―Tengo que ponerte al día de muchas cosas ―suspiró, dirigiéndose a la doctora de forma coloquial. Después de tantos años juntas, se le haría raro tratar a Helen Monroe de usted―. ¿Has visto las últimas noticias que han salido sobre mí?
La aludida asintió despacio.
―Quién no debería leerlas, eres tú, Silver. Al menos no tan pronto ―aconsejó―. Te lo he dicho en otras ocasiones; no te escondas, pero actúa con inteligencia.
―Lo sé. ―Silver resopló y se echó hacia atrás, recostando la espalda en el mullido sofá―. Odio esos medios, pero siempre termino leyéndolos. ¿Has visto cómo me dejan? Dicen que soy la Taylor Swift del cine, que, vale, a ver, no me molesta, o sea, adoro a Taylor, soy muy fan, es una mujer fuerte y muy interesante, el otro día me llamó, quiere que protagonice su próximo videoclip, y me invitó a su casa en Nueva York. Pero es que no nos comparan por el talento, precisamente...
―Silver. ―Helen la reprendió en un tono casi maternal, al tiempo que sus labios dibujaban una pequeña sonrisa. Casi había extrañado esa verborrea incontrolable―. Respira. Empieza por el principio.
La actriz se mordió el interior de la mejilla, pero obedeció. Inspiró hondo y, con toda la calma y neutralidad que fue capaz de reunir, comenzó a contarle a su terapeuta, con lujo de detalles, todo lo que había vivido durante el tiempo trascurrido desde su última visita.
Cuando terminó, escuchó pacientemente y con verdadero interés los consejos de Helen, interrumpiéndola en alguna que otra ocasión, cuando no estaba convencida de algo, o cuando tenía alguna duda.
―No me lo has dicho todo ―añadió la doctora Monroe, después de unos cincuenta minutos de sesión―. Hay algo más que te incomoda.
Silver no se sorprendió por las habilidades deductivas de su terapeuta.
―Es que no quiero darle muchas vueltas, porque sé que no es una reacción sana, pero...
―¿Pero?
―Hace poco me enteré de que Gabrielle discutió con Sebastian por lo que pasó entre Ewan, Chris y yo... ―Se mordió el labio inferior―. Ella vino a verme para apoyarme, estuvo conmigo dos semanas enteras... Y yo no tenía ni idea de que ella también lo estaba pasando mal...
―Te sientes culpable ―asintió Helen.
―Es mi mejor amiga. ―Silver se encogió de hombros, como si eso fuese explicación más que suficiente―. Tendría que haberla apoyado, como ella hizo conmigo. Elle siempre me protege, mientras que yo... parece que solo le causo problemas ―chasqueó la lengua y cortó el discurso, adelantándose a su interlocutora―. Sí, sí, lo sé, no debería pensar así, por eso no quería darle vueltas... Pero no puedo evitarlo.
Helen meneó la cabeza y suspiró.
―No puedes controlar lo que tus acciones provocan en los demás, Silver. ―Dejó el cuaderno donde había estado tomando notas sobre la mesilla de café, y se inclinó hacia delante―. Lo único que puedes hacer es ser coherente con tus sentimientos e ideales, siempre y cuando estos no impliquen intención de hacer daño. Que no es tu caso, Silver, si de algo puedes estar segura, es de que no eres una mala persona.
Silver arrugó la frente en un gesto interrogativo.
―Entonces, si intento arreglarlo, lo que pasó entre ellos, quiero decir ―aclaró―. Eso sería coherente, ¿verdad?
Helen esbozó una sonrisa traviesa.
―Como terapeuta, no puedo decirte que sea del todo sano meterse en la relación de otras personas. Pero como amiga tuya, y fan del stautier... ―añadió, con un brillo divertido en los ojos―, entonces te diré que adelante.
Silver sonrió, satisfecha de inmediato. Necesita eso, necesitaba devolverle a Gabrielle una mínima parte de todo lo que ella le había dado. Elle y Seb eran dos de las mejores personas que conocía, merecían ser felices, y no le cabía duda que, parte de esa felicidad, pasaba porque volviesen a estar juntos. Porque estaban hechos el uno para el otro.
―Doctora Moroe, eres una caja de sorpresas ―rio la actriz.
―Que no salga de esta sala. ―Helen le guiñó un ojo―. En cuanto a ti, sigue los consejos que te he dado antes, y nada de relaciones durante una temporada. ¿Tienes proyectos nuevos en los que centrarte?
―En realidad sí. ―Silver ladeó la cabeza. Los últimos cotilleos que habían salido sobre ella habían generado cientos de comentarios negativos hacia su persona, pero también una inesperada oleada de apoyo por parte de fans, compañeros de profesión, y otros medios―. Además de las promos de KENOBI, han llamado a mi agente desde Cosmopolitan y Marie Claire para que yo sea portada en sus próximos números, haré los photosoots en estos días. Y también es posible que aparezca en una serie nueva de Netflix, The Politician, es de Ryan Murphy, o sea Helen, ¡Ryan Murphy! ―comentó, entusiasmada―. Y quiero cortarme el pelo.
Concluyó, muy convencida, como si lo último ostentase el mismo nivel de relevancia que los proyectos anteriores.
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Para las promociones de KENOBI, los productores de Star Wars no habían escatimado en gastos ni vistosidad. Empezaban esa semana en Los Ángeles, donde harían apariciones en varios talk shows, como el de Jimmy Kimmel y el de Ellen, ruedas de prensa, firmas de autógrafos en tiendas de cómics, photosoots, inauguraciones...
Después, les esperaba una gira de prensa por las principales ciudades de EEUU y Reino Unido, incluyendo San Diego, Nueva York, San Francisco, Londres, Chicago, Houston, Boston y Atlanta... Era esta última la que Silver tenía más ganas de visitar, pues le daría la oportunidad de ver a Elle y a Sebastian.
―Silver. ―Ewan la recibió con un rápido y nada incómodo abrazo cuando la vio llegar al backstage de su primera rueda de prensa―. ¿Cómo estás?
Ella le sonrió de vuelta. Había mucha gente a su alrededor, técnicos de cámara y sonido, agentes, personal del catering, el director de la película y otros actores... Pero nadie hizo el amago de molestarlos ni interrumpir el momento.
―Estoy bien, ¿y tú? ―quiso saber ella. Habían hablado por teléfono la noche anterior. Idea de él, que como siempre, iba un paso por delante, demostrando lo profesional, maduro y conciliador que era.
Ella había aprovechado aquella llamada para darle las gracias de nuevo por el tweett que él había publicado unos días atrás. A lo que Ewan había respondido restándole importancia, pues, según él, no decía ninguna mentira. Entre ellos siempre quedaría respeto y cariño.
―Bien ―asintió él, sin profundizar más―. Te has cortado el pelo. Estás muy guapa ―añadió con una sonrisa.
Silver contuvo las ganas de soltar una carcajada, no por burla, sino porque él de verdad estaba consiguiendo que no se sintiese violenta con la situación.
―Hace tiempo que quería hacerlo, pero no me dejaban, lo necesitaban largo para todos esos peinados al estilo Star Wars ―explicó, relajada.
―Lo sé, tardabas casi dos horas más que yo en estar lista para rodar.
Los dos compartieron una expresión nostálgica al recordar los muchos y buenos momentos que habían vivido juntos durante los últimos meses.
―He oído que vas a hacer una nueva serie cuando terminemos la promoción ―comentó él.
Ambos siguieron a uno de los trabajadores hasta las dos butacas que les habían preparado, la una junto a la otra, frente a la del entrevistador que llegaría en unos minutos.
―Estoy muy emocionada, siempre he querido trabajar con Ryan Murphy. Me encantaba Glee, y American Horror Story ―contestó Silver, permitiendo que uno de los técnicos le colocase el micro en el cuello del vestido―. ¿Y tú?, ¿qué planes tienes?
Ewan arqueó las comisuras de los labios en una sonrisa tímida.
―Todavía no es oficial, pero me han ofrecido el papel del villano en Birds of Pray.
―¡Eso es de DC, te vas a la competencia! ―le reprochó Silver, pero sin dejar de sonreír divertida―. Ahora en serio, me alegro mucho por ti. Siempre has dicho que los villanos son los más interesantes de interpretar. ¿Lo has cogido?
―Aún no. ―Él meneó la cabeza en un gesto negativo―. ¿Sabes quién está en el reparto?
Silver asintió, comprendiendo por dónde iba él.
―Margot Robbie y Mary Elizabeth Winstead. ―Aguardó a que los técnicos los dejasen solos antes de continuar. Mary Elizabeth era la ex novia de Ewan, la única que él había tenido a parte de ella misma después de la ruptura de su matrimonio con Eve Mavrakis―. ¿Es por ella que todavía no has aceptado?
El escocés frunció el ceño levemente, como sopesando la respuesta, para luego exhalar un suspiro.
―Sil... ―La miró, y ella percibió la duda en sus ojos―. Lo nuestro todavía está muy reciente, no quiero hacer nada que te afecte...
―No, ni se te ocurra ―lo interrumpió ella. Acto seguido se puso en pie para colocarse frente a él―. Te lo digo en serio, Ewan, si rechazas ese papel por no hacerme daño a mí, me voy a cabrear.
Él arqueó las cejas y le dirigió un gesto divertido.
―¿Me estás amenazando?
―Puede. ―Ella sonrió, para luego adoptar una expresión más solemne―. Escucha, sé que quieres ese trabajo. Y no soy tonta, también sé que lo tuyo con Mary Elizabeth fue muy importante, e intenso, y que, tal vez, si volvéis a trabajar juntos, la chispa renazca... ―Se mordió la lengua y ladeó la cabeza. Pese a que estaba más que convencida de sus palabras, todavía resultaba difícil pronunciarlas―. Pero, por encima de todo, sé que quiero que seas feliz.
―Silver...
―Acepta el papel, te lo mereces ―casi le ordenó ella―. Y que pase lo que tenga que pasar. Yo seguiré estando para ti, siendo tu amiga..., claro, si me dejas, y es lo que quieres...
Ewan se mantuvo en silencio unos segundos, sin apartar la vista del rostro femenino. Asombrado y, al mismo tiempo, no, con la reacción de la joven. Por eso se había enamorado de ella cuando la conoció, porque Silver era sincera, transparente y una gran persona.
―Claro que quiero, Sil. ―Se levantó también, para estrecharla entre sus brazos―. Nada me haría más feliz.
El entrevistador llegó cuando todavía no se habían separado de ese necesitado abrazo, hecho que causó alguna risa por parte de ambos. Pero, tal vez justo por eso, a partir de ese instante, todo fue rodado.
Cuando una media hora más tarde, la entrevista había llegado a su fin, y los actores se encontraban ya en la parte trasera de uno de los autos dispuesto para llevarlos a su próxima parada del día, Silver casi se sentía como si hubieran pasado años desde su ruptura, y no menos de un mes.
―¿Y qué pasa con Evans? ―preguntó Ewan sin andarse con rodeos, después de unos veinte minutos intercambiando anécdotas sobre las últimas semanas de rodaje―. ¿Habéis hablado?
―Apenas ―confesó Silver―. Después de lo que pasó, yo necesitaba espacio. Llevo demasiado tiempo obsesionada con las relaciones. Tengo que aprender a estar conmigo misma antes de volver a salir con nadie.
Él asintió despacio.
―Esa es una actitud muy madura. ―Le dedicó una expresión fraternal―. ¿Me permites un consejo?
―Siempre. ―Silver lo miró con curiosidad.
―Puede que esto sueno raro, ya que Evans no es mi persona favorita ahora mismo... Pero, tengo que decirlo de todos modos. ―Hizo una mueca, que enseguida desapareció bajo un gesto conciliador y honesto―. Que quieras estar sola, y que lo necesites, es normal después de todo lo que ha pasado, sin embargo, eso no implica que tengas que apartar a las personas que te quieren y se preocupan por ti. Y por mucho que me incomode reconocerlo, Evans es una de esas personas.
―Ewan... ―Silver parpadeó varias veces, sorprendida.
―Tómate tu tiempo, Sil, todo el que haga falta ―se adelantó él, pidiéndole con la mirada que le permitiese terminar―. Pero no dejes que un puñado de malas experiencias marquen tu futuro. No te cierres al amor.
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Silverlane publicó una foto
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Silverlane se han dicho muchas cosas sobre mí últimamente, puede que algunas sean ciertas. La verdad es que no soy perfecta, y nunca he pretendido aparentarlo. Como todo el mundo, aún tengo muchísimo que aprender y mejorar en todos los aspectos de la vida, y eso es lo que continuaré haciendo. Estoy orgullosa del esfuerzo y trabajo duro que desde siempre he puesto en todo lo que hago, así es cómo he llegado hasta dónde estoy, y seguiré luchando para ser la mejor versión de mí misma. Eso es todo.
No me malinterpretéis, esto no es una disculpa por ser cómo soy, ni una justificación. Solo un manifiesto de intenciones, y, también un agradecimiento a todas esas personas, compañeros, amigos, familia, fans y desconocidos que me habéis estado apoyando desde siempre. De verdad muchísimas gracias 💕
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Lloro, nuestra niña está empezando a empoderarse y sacar la mujer que lleva dentro xD
Por cierto, si queréis conocer mejor a Sil, pasaos por el post (Silver Lane Wiki) que he subido en mi blog Philology ❤
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