32 - GOLDEN GLOBES (II)

Presentando a Colin Farrell como Callum McKenzie

Nota importante: capi extra largo, extra intenso y extra drama... No me hago responsable de posibles ganas de matar a personajes o zarandearlos un poquillo xD (no me odiéis mucho, yo os quiero <3)

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬



La expresión de desconcierto en el rostro de Ewan no se hizo de rogar.

―¿Perdone? ―Arqueó las cejas, todavía víctima de la sorpresa. Pese a que su novia era muy familiar, hablaba sobre su madre y hermano constantemente, y los visitaba siempre que podía, en todos los meses que llevaban juntos, apenas había mencionado a su progenitor.

Ewan solo podía recordar una conversación al respecto; cuando él le había preguntado por qué ella y Gavin no compartían el mismo apellido. La respuesta de Silver había sido rápida y escueta: se lo había cambiado por el de su madre al empezar a conseguir buenos papeles, como consejo de su agente, una cuestión de sonoridad y gancho... Y nunca más habían vuelto a tocar el tema.

Para Ewan, resultaba obvio que a ella le incomodaba hablar sobre su padre, y por eso no había insistido. Sin embargo, la extraña situación que rodeaba todo ese asunto, lo había llevado a sacar sus propias conclusiones.

―Sé que no es el mejor momento, pero me gustaría hablar un momento con usted. Es importante ―repuso Callum.

El actor vaciló un instante, antes de sacudir la cabeza en un gesto negativo.

―No creo que sea apropiado, ni siquiera sé si es quién dice ser ―respondió, en tono neutro, para luego darse la vuelta con intención de regresar al salón principal.

No obstante, no llegó a dar más de un par de pasos. El otro hombre volvió a posicionarse frente a él, interponiéndose en su camino.

―Por favor ―suplicó, incapaz de disimular una nota de desesperación―. No haría esto si hubiese otro modo.

Ewan frunció el ceño, confuso. Podía percibir la angustia en la voz de su interlocutor. Lo cierto era que no creía que estuviese mintiendo en cuanto a su identidad, el hombre guardaba cierto parecido con Gavin, incluso con Silver, si se fijaba en los detalles...

―Silver nunca me ha hablado de su padre ―explicó, muy serio―. Desconozco el motivo, señor McKenzie, pero sea cuál sea, no es algo en lo que yo deba inmiscuirme a sus espaldas.

―Cometí un error ―confesó Callum―. Cometí un pequeño error hace mucho tiempo, y llevo años pagando por ello.

De nuevo, Ewan quiso alejarse, pero lo siguiente que el hombre pronunció, logró que se quedase congelado en el sitio, todavía de espaldas a él.

―Usted también tiene hijas, ¿verdad? Una de ellas de la edad de Silver, más o menos, según he oído. ―La mención a Clara caló en los oídos del actor―. Imagine que, por un malentendido, por una discusión, pierde el contacto con ella durante años... Es como si te arrancasen una parte ti mismo.

Ewan torció el gesto. Esas palabras parecían prolijamente buscadas para hacer efecto en su sensibilidad. Después de su divorcio, Clara se había posicionado radicalmente del lado de su madre, llegando a retirarle la palabra a él durante meses.

Recuperar la relación con su hija mayor había resultado difícil, muy difícil, de hecho, aún continuaba trabajando en ello. Por eso le costaba tanto llevarle la contraria o reprenderla. Era consciente de los comentarios malintencionados y de las múltiples indirectas que Clara lanzaba contra Silver, pero el miedo a volver a perderla lo llevaba a reaccionar siempre con extrema cautela en todo lo relacionado con ese asunto.

Sin embargo, pese a que su situación tampoco era ideal, al menos seguía viendo a su hija, podía hablar con ella y disfrutar de su compañía. Había tenido la oportunidad de explicarle su punto de vista... ¿Y si Callum no había tenido la misma suerte con Silver?

―¿Qué es lo que quiere? ―cuestionó, todavía receloso, pero abierto a escuchar.

―Hablar con ella, tan solo eso ―respondió el aludido―, pero necesito su ayuda.

---

A pesar de que echaba en falta a Sebastian y a Mackie, Chris estaba disfrutando de una agradable velada con sus amigos y con su hermano, a quien se había traído como acompañante.

Habían elegido asistir a la fiesta de la revista ELLE, y no a ninguna de las otras que se celebraban esa noche por toda la ciudad, porque sabían que sería la elegida por la mayor parte de sus colegas más cercanos.

Por eso a Chris no le sorprendió que Silver también estuviese ahí.

Durante todo lo que iba de noche, había evitado acercarse más de lo justo, apenas para un cordial saludo antes de la gala, y no levantar rumores de conflictos frente a la prensa. Lo cierto era que no hacía falta ser un erudito para percatarse de que a McGregor no le agradaba su presencia alrededor de Silver.

Pese a todo, no podía evitar que, de vez en cuando, sus ojos la buscasen inconscientemente entre la multitud, tan solo para encontrarla siempre acompañada de su novio; primero conversando de forma animada con sus amigas en una mesa, en la otra punta del salón, y más tarde, bailando con Ewan al pie del escenario...

Sus amigos conocían los pormenores de su situación con la actriz, por eso no le habían insistido para unirse al grupo de Silver, aunque sí había volado alguna que otra pullita, nada fuera de lo habitual viniendo de Hemsworth y Downey; afortunadamente, Scarlett también estaba con ellos, controlándolos.

Una vez terminaron las primeras copas, Chris y su hermano se ofrecieron a ir en busca de una segunda ronda para todos, oferta que enseguida fue bien recibida por sus compañeros de mesa.

―Vale, no quiero ponerte nervioso, pero Silver acaba de quedarse sola ―canturreó Scott, tras apoyar los codos en la barra de bebidas, junto a su hermano mayor―, y viene hacia aquí.

Antes de que Chris pudiese reaccionar, dos manos le taparon los ojos.

―¿Quién soy?

―La chica más guapa de la fiesta ―respondió el aludido, sonriendo.

Escuchó cómo ella chasqueaba la lengua antes de contestar.

―Esa es Amalie. ―Silver se apartó, permitiendo que él se volviese a mirarla―. ¿Dónde os habíais metido? No os he visto nada desde la gala, ¿qué tal lo estáis pasando?

―Yo muy bien ―respondió Scott―. Chris, diría que hasta el momento de notable, pero me apuesto algo a que su noche acaba de mejorar...

Cevans codeó a su hermano, invitándolo discretamente a cerrar el pico.

―Te vi muy contenta dándole el Globo de Oro a Rocketman ―comentó, para cambiar de tema―, me dueles, Sil, yo pensaba que apostabas por Knives Out... ―añadió, en tono melodramático, llevándose una mano al pecho.

―Lo siento. ―Silver esbozó una sonrisa de disculpa―. Bueno, en realidad no lo siento. Le he ganado la apuesta a Robert, ¿sabes lo bien que sienta eso? ―agregó, divertida.

Los hermanos Evans se echaron a reír. Para nadie era un secreto que en el elenco de Marvel, especialmente RDJ, tenían una seria obsesión con las apuestas.

―Taron se lo merecía ―admitió Chris, cuando pudo dejar de reír―. Ha hecho un gran trabajo.

Silver aprovechó para pedir otra copa mientras charlaba animadamente con Chris y Scott. Aunque Ewan estaba tardando más de lo normal en responder una llamada, no se preocupó; esa noche el hotel se encontraba repleto de compañeros de profesión y viejos amigos, probablemente se había entretenido con alguien.

―Ahí vuelve tu novio ―comentó Scott, cuando divisó al escocés entrar de nuevo en el salón.

―Y nosotros tenemos que volver a la mesa ―añadió Chris, tomando en las manos las copas que un buen rato atrás habían pedido para sus amigos.

Con intención de no ser causa de momentos incómodos, trató de darse prisa, pero Ewan no tardó nada en llegar a su altura.

El saludo entre los dos actores fue algo tenso, pero cordial. Luego, Silver hizo la presentación entre su novio y a Scott antes de volverse hacia el escocés con un gesto interrogante, podía notarlo algo nervioso, y aunque probablemente la presencia de Chris no ayudase, estaba segura de que esa no era la causa.

―¿Estás bien?

Ewan asintió despacio.

―Quiero enseñarte algo, ¿podemos hablar a solas un momento?

Silver ladeó la cabeza con curiosidad.

―Claro ―respondió. Dedicó una sonrisa a modo de disculpa a los hermanos Evans, antes de tomar la mano que Ewan le ofrecía y alejarse de la barra, en dirección a la salida.

Todavía no habían abandonado el salón cuando Chris se percató de que tenía la mandíbula exageradamente apretada. No podía evitar que su mente comenzase a elaborar posibles escenarios para la pareja; a fin de cuentas, se encontraban en uno de los mejores hoteles de Los Ángeles, Ewan lo tenía muy fácil si quería ponerse romántico y sorprender a su novia, tal vez reservando una bonita suite, o llevándola a uno de los salones privados...

Sacudió la cabeza. Necesitaba despejarse un rato, dejar de pensar en ello.

―¿Puedes llevar tú esto a la mesa? ―le pidió a su hermano, señalando las bebidas―. Voy a tomar el aire.

---

―¿Vamos a la terraza? ―preguntó Silver, al ver cómo su novio pulsaba el botón del ascensor que llevaba al último piso del edificio―. ¿Qué sucede, Ewan? Estás muy extraño.

Él se giró hacia ella, esbozando una sonrisa tranquilizadora. Posó las manos en las mejillas femeninas y la acarició con suavidad, antes de darle un tierno beso en los labios.

―Te quiero, Sil, lo sabes, ¿verdad? ―murmuró―. Nunca haría nada con intención de hacerte daño....

Ella frunció el ceño, extrañada. Eso lo sabía, claro que lo sabía. Lo que no entendía era por qué se lo decía en ese momento.

―Estoy empezando a preocuparme ―contestó, muy seria.

―Confía en mí. ―Ewan le acarició el cabello, en un intento por calmarla. Pero también para tranquilizarse a sí mismo. ¿Estaba haciendo lo correcto?

Eso creía, y por ello había accedido a colaborar.

Si algo tenía claro era que, para un padre, no existía nada más importante que el cariño hacia sus hijos. No podía evitar sentir cierta empatía con lo que Callum McKenzie le había contado. Había estado en su lugar, pero a diferencia del padre de Silver, él sí pudo mantener el contacto con sus hijas, pudo explicarles su versión de la historia, seguir estando ahí por y para ellas. Tal vez su relación con las dos mayores (especialmente con Clara), aún estuviese en proceso de sanación, pero era una relación al fin y al cabo... Silver y su padre no tenían ni eso.

Callum le había jurado que quería compensar a Silver, disculparse con ella por todo el tiempo que había permanecido alejado, explicarse... Y a Ewan no le parecía tan descabellado.

Silver era la persona más dulce y desinteresada que conocía, se merecía más que nadie la oportunidad de experimentar esa clase de amor que solo un padre podía dar.

Una ráfaga de aire fresco penetró en el ascensor cuando las puertas se abrieron en la terraza superior del edificio.

―¿Por qué me has traído aquí? ―insistió Silver, saliendo al exterior junto a su novio.

Ewan no dijo nada. Paseó la mirada alrededor, hasta que sus ojos dieron con el hombre que le había pedido ese favor; de espaldas a ellos, apoyado sobre la baranda que servía de mirador a las increíbles vistas que ofrecía la ciudad en horas nocturnas. Callum se volteó, encarando a la pareja.

Al instante, Ewan notó cómo su novia se tensaba a su lado.

―Silver... ―Callum dio un paso adelante―. Ha pasado tanto tiempo. Me alegro mucho de verte.

Ella no respondió. Parpadeó varias veces, queriendo asegurarse de que la vista no la engañaba. En realidad, deseando que así fuese; que esa figura ubicada en pie, ante sus ojos, no fuese más que un mero espejismo... Pero no lo era. Era real.

―¿Qué hace él aquí? ―bisbiseó, y aunque la pregunta iba dirigida a Ewan, sus pupilas no se despegaron del hombre en pie frente a ellos.

―Solo quiere hablar, Sil ―respondió el escocés, conciliador.

―No. ―Ella sacudió la cabeza y dio un paso atrás. Sentía cómo si le faltase el aire. No podía creer que Ewan la hubiese llevado de cabeza a semejante encerrona. No quería creerlo―. Tú no lo entiendes...

En el rostro del actor se dibujó una mueca de preocupación. Había esperado que Silver se mostrase sorprendida, incluso algo molesta, pero la reacción de la que estaba siendo testigo iba mucho más allá. La joven se había puesto pálida y un temblor casi imperceptible se había apoderado de su cuerpo.

―Silver, yo no...

Ewan no pudo decir nada más, pues Callum lo interrumpió, acercándose todavía más a ellos.

―Sé que lo hice mal la última vez, cariño, pero tienes que dejar que me explique...

―Ni lo intentes ―siseó ella, entre dientes, haciendo su mejor esfuerzo para no perder los nervios por completo―. Márchate.

―Silver, yo no quería engañarte, pero tuve que hacerlo... ―Callum dio otro paso, al tiempo que extendía una mano, con intención de tomar la de su hija, gesto que ella rechazó de inmediato.

―¡No te acerques! ―chilló, incapaz de contenerse más. Temblaba, y le costaba respirar; era consciente de que debía de parecer una desquiciada a ojos de Ewan, pero en ese momento no podía importarle menos.

Fue entonces cuando las puertas del ascensor volvieron a abrirse, dando paso a un sorprendido Chris Evans.

Lo último que esperaba el actor era encontrar semejante escena en la terraza. Había subido en busca de un poco de tranquilidad y aire fresco, no obstante, cualquier intención previa quedó apartada al reconocer al hombre frente a la pareja.

Una maldición de rabia abandonó sus labios y, sin perder tiempo, recortó el espacio que lo separaba del grupo. No hizo preguntas, sabía lo manipulador que podía llegar a ser Callum McKenzie, y el terrible efecto que tenía sobre Silver. Lo había visto tres años atrás, y no pensaba consentir que volviese a suceder.

―Llévala a casa ―dijo, en dirección a Ewan, en un tono que no dejaba lugar a réplicas.

Para el escocés toda la situación se había ido de control. No entendía nada, pero estaba claro que había metido la pata hasta el fondo al haberse creído las palabras de ese hombre.

Se volvió hacia Silver, que parecía a punto de sufrir un ataque de nervios y, rodeándole los hombros con delicadeza, la animó a avanzar hacia el ascensor.

Ella no opuso resistencia; no estaba interesada en compartir el mismo aire que su progenitor ni un segundo más. Solo deseaba marcharse y olvidar que todo eso había sucedido.

―¿Cómo te atreves a presentarte aquí? ―Chris no esperó a que las puertas automáticas se cerrasen a su espalda para encarar al hombre.

―Esto no tiene que ver contigo, Evans. No te metas. ―Callum trató de avanzar hacia las escaleras, en pos de la pareja que acababa de desaparecer, pero el actor se lo impidió.

―Ni siquiera lo pienses ―lo amenazó. Tenía los puños tan apretados que las uñas se le habían clavado en las palmas―. No vas a ir tras ella. No vas a volver a joderle la vida.

El aludido dejó escapar una carcajada cargada de cinismo.

―No puedes impedírmelo ―siseó―. ¿Qué piensas hacer?, ¿pegarme? ―se burló―. Silver te odiará si lo haces. Al final del día, sigo siendo su padre.

Chris aguantó una mueca de incredulidad. Los niveles de cinismo que ese hombre era capaz de mostrar distaban mucho de encajar en lo normal.

Mentiría si dijera que no se moría de ganas de descargar los puños sobre la mandíbula de Callum McKenzie, pero no pensaba hacerlo. Eso era lo que él buscaba, que perdiese los nervios, provocar un escándalo... No le daría esa satisfacción.

―Escúchame bien, porque solo lo diré una vez; si intentas acercarte a Silver de nuevo, olvidaré que le prometí no denunciarte por lo que hiciste hace tres años. ―Su voz sonó neutra, y su tono fue asombrosamente plano, dada la rabia que lo comía por dentro―. Prefiero que me odie, a permitir que tú vuelvas a manipularla.

―No puedes, no tienes pruebas.

―Eso no lo sabes ―Chris respondió tajante―. En cualquier caso, si no me crees, ignora esta amenaza. Estaré encantado de demostrarte que no voy de farol.

Dicho esto, le dio la espalda. Ese hombre no merecía ni un minuto más de su tiempo. Se dirigió a la puerta de las escaleras, pero, justo antes de desaparecer, se giró hacia él.

―Por tu propio bien, márchate de la ciudad esta misma noche ―sentenció―. No creo que te resulte difícil, es imposible que te hayas gastado todo el dinero que le robaste a tu propia hija. Úsalo para largarte. Y no vuelvas.

---

Ewan detuvo el auto frente a la verja exterior de la casa de Silver. Apagó el motor y se volvió hacia la joven, que en todo el viaje apenas había pronunciado palabra.

―Silver, háblame, por favor ―susurró―. Yo no sabía que él contactó contigo en otra ocasión ... Creía que no lo veías desde que se fue... ¡Joder! Me creí todo lo que me dijo, creí que quería recuperarte...

―Déjalo, Ewan. ―Silver apartó la mejilla de la ventanilla. El nudo que se le había formado en la boca del estómago al volver a ver a su padre, todavía no se había disipado―. No tenías por qué saberlo. Nunca te lo conté.

―¿Qué sucedió? ―quiso saber él.

Había atado algunos cabos en base a lo ocurrido esa noche, pero todavía quedaban muchos detalles que desconocía.

Ella exhaló un suspiro de agotamiento. No estaba segura de si prefería gritar, llorar, o simplemente cerrar los ojos y olvidar. En cierto modo, y pese a que iba en contra de toda lógica, se sentía traicionada por Ewan...

Sin embargo, tampoco tenía ánimos para discutir.

―Ya sabes que nos abandonó cuando yo era pequeña. Fue una etapa difícil, sobre todo para mi madre, pero la superamos ―explicó, mirando al frente, intentando que las emociones no volviesen a tomar el control sobre sus reacciones―. Pero hace tres años, Callum reapareció en mi vida. Yo estaba en plenas grabaciones de Civil War, en el mejor momento de mi carrera hasta entonces... ―Frunció el ceño―. Se quedó varias semanas, me hizo creer que estaba arrepentido, que había cambiado... Me lo tragué todo.

Ewan no sabía cómo era Callum McKenzie, pero ella sí. Ella contaba con todos los indicios para haber sospechado que solo pretendía manipularla, pero había preferido ignorar la realidad.

»Cuando se dio cuenta de que yo ya me había encariñado con él, me pidió dinero ―continuó―. Mucho dinero ―puntualizó―, supuestamente para empezar una nueva vida, aquí en California, para estar cerca de mí... Elle y Chris me advirtieron de que no me fiase de él, pero no les hice caso. Yo no quería que volviese a marcharse, pensé que iba en serio, que quería que fuésemos una familia de nuevo... Ya lo sé, soy una idiota ―un bufido escapó de sus labios―. Se largó en cuanto tuvo el dinero.

Ewan quiso abrazarla. No podía ni imaginar la impotencia, la frustración, el vacío... que todo eso debía de haberle provocado a la joven. Se sentía destrozado por haberla obligado a revivirlo esa noche.

―¿Por qué no lo denunciaste? Te estafó, Silver. Es un delito.

Ella ladeó la cabeza, agotada.

―No quería que mi madre se enterase, ella lo pasó muy mal cuando Callum la dejó. No le dije que él había vuelto mientras estuvo aquí, pensaba hacerlo cuando se hubiese instalado, cuando estuviese segura de que se quedaría. Y cómo eso no llegó a suceder... ―suspiró y se encogió de hombros―. En realidad, solo Elle y Chris saben lo que pasó, bueno, ellos y mi terapeuta. No se lo conté a nadie más, yo... estaba demasiado avergonzada.

―Te engañó, no fue culpa tuya, no tienes que avergonzarte. ―Ewan le posó una mano en la rodilla―. Lo siento, Silver ―murmuró―. No debí inmiscuirme en esto.

Por primera vez desde que se habían detenido, ella se volvió a mirarlo. Tenía los ojos brillantes, y una expresión de profundo cansancio pintada en el rostro.

―Gracias por traerme a casa ―fue todo lo que dijo.

―¿No quieres que me quede?

Silver negó con la cabeza.

―Necesito estar a solas. Te llamo mañana. ―Tomó la manilla de la puerta, pero antes de abrir se acercó para darle un rápido beso en la mejilla. Por mucho que le doliese lo sucedido esa noche, era consciente de que la intención de Ewan no había sido hacerle daño, ni mucho menos...

Pero no podía evitarlo. En ese momento, no quería verlo.

---

Cuando el timbre de la entrada principal sonó, Silver seguía sentada frente al tocador de su dormitorio, en proceso de desmaquillarse. Aún vestía el Dolce Gabbana que había escogido para la fiesta, sin embargo, su peinado distaba mucho de continuar en perfectas condiciones.

Había transcurrido más de una hora desde que Ewan la había dejado en la puerta de su casa, tiempo que había empleado en sentarse en la cama y mirar al vacío mientras acariciaba a Delta, antes de enviar un par de mensajes a sus amigas, justificando su repentina marcha de la fiesta.

Era tarde, mucho, pasaban las dos de la mañana, por lo que en Atlanta serían cerca de las cinco, de modo que Gabrielle estaría durmiendo. Necesitaba desahogarse, pero no quería despertar a su mejor amiga. Ya hablaría con ella al día siguiente.

Bajó a la entrada principal y abrió la puerta, cuidándose de comprobar primero en las cámaras de seguridad la identidad del visitante. Lo último que necesitaba era otra aparición sorpresa de su progenitor.

―Hola. ―Chris esbozó una pequeña sonrisa a modo de saludo. Tenía las manos en los bolsillos de su abrigo, a juego con el smoking en tono azul oscuro―. ¿Puedo pasar?

Silver lo invitó a entrar. Él era, tal vez, la única persona a la que podía soportar ver en ese momento. Se había quedado a solas con Callum después de que ellos se hubiesen ido. Quería saber qué había sucedido.

―¿Ewan no está? ―preguntó él, extrañado.

―Le dije que necesitaba estar sola ―contestó ella, sin dar más detalles.

Chris enarcó una ceja, pero no dijo nada más al respecto. Había decidido ir a verla porque estaba preocupado por ella. Eso era lo único que le importaba.

―¿Cómo te encuentras? ―preguntó, siguiéndola hasta el salón, donde se quitó el abrigo, para luego dejarlo sobre el respaldo del sofá.

Ella hundió los hombros.

―Me apetece una copa ―respondió―, espera aquí. ―Fue a la cocina, y regresó con dos botellines de cerveza. No tenía ánimo para ponerse a preparar ninguno de los cócteles que tanto le gustaban―. ¿Qué pasó cuando nos fuimos? ―preguntó, al tiempo que se dejaba caer en el sofá, al lado de Chris.

Él aceptó la bebida que ella le tendía y le dio un sorbo antes de contestar.

―No volverá por aquí ―sentenció, muy convencido. Si algo había aprendido de sus encuentros con Callum McKenzie, era que el hombre era un maldito cobarde, además de un manipulador sin escrúpulos y un estafador... No se arriesgaría a un enfrentamiento directo con la ley.

Silver exhaló un suspiro y luego vació la mitad de su botellín.

―Ey, más despacio, Sil ―la aconsejó Chris―, te sentará mal.

―Seguro que quería más dinero ―masculló ella, ignorando la advertencia―. No hay otra explicación para su vuelta. ―Dio otro trago, terminando así el contenido de la botella. La posó sobre la mesilla frente al sofá, y luego recostó la cabeza en el hombro de su amigo.

»¿Qué hay mal en mí, Chris? ¿Por qué no consigo que nadie se quede? ―susurró con un leve temblequeo en la voz, provocado por un sollozo reprimido―. Espanto a todos los hombres que se me acercan... Mi padre, todos los novios que he tenido... ―No mencionó a Ewan, pero su nombre también le atravesó la mente. No había olvidado que él tampoco parecía querer un futuro estable a su lado, al menos no la clase de futuro que ella soñaba―. Es que no lo entiendo... ―gimoteó, incapaz de contener las lágrimas por más tiempo―. ¿Por qué lo estropeo todo?

Chris extendió un brazo, rodeándole los hombros. No soportaba verla así; mucho menos cuando él llevaba meses deseando poder compartir con Silver, lo que ella creía que nunca tendría... Le partía el corazón.

―Ni se te ocurra pensar eso, Sil. ―Con la mano que tenía libre le alzó el mentón, suavemente, en un intento por conectar sus miradas―. Eres la persona más maravillosa que conozco; eres dulce, divertida, inteligente y preciosa... ―Se pasó la lengua por los labios, algo nervioso. Le había dedicado palabras semejantes en cientos de ocasiones, pero nunca en ese contexto―. Cualquiera se consideraría afortunado de poder estar contigo.

―No me mientas por compasión ―musitó ella, aun así, incapaz de ignorar como el latido de su corazón se había acelerado de golpe, consecuencia de esa cercanía―. Si pensases eso, no me habrías rechazado todas las veces que te dije lo que sentía por ti durante estos años ―añadió, por primera vez sacando el tema que desde aquella llamada había tratado de enterrar―. No pasa nada, lo entiendo. Yo soy el problema...

Chris sacudió la cabeza. Había prometido no decirle a Silver lo que él sentía mientras ella estuviese con Ewan... Pero ¿cómo mantener esa promesa ahora? La mujer que amaba estaba entre sus brazos, llorando porque pensaba que nadie podría corresponderla.

―Maldición, Sil, porque soy Cieguevans, ¿no? Estaba ciego, y fui un auténtico imbécil... ―Sacudió la cabeza―. Pero hace mucho que eso quedó atrás. Hace mucho que sé que te quiero, y no, no como a una amiga, ni siquiera como a mi mejor amiga ―puntualizó, antes de que ella pudiese decir nada―. Estoy enamorado de ti hasta los huesos. Así que no se te ocurra volver a pensar que nadie puede sentir eso por ti... Porque a mí me has robado el corazón.

Se mordió la lengua al terminar, consciente de que acababa de arruinar su amistad para siempre. Pero no se arrepentía, Silver tenía que saberlo, tenía que saber que podía ser amada, que merecía ser amada, y que era amada. Que él la amaba con cada fibra de su cuerpo...

Estaba preparado para asumir las consecuencias, para abandonar la casa en cuanto ella lo echase...

Pero no sucedió.

Ella recortó los escasos centímetros que restaban entre ellos, y lo besó. Lo besó como si fuese su último día en la Tierra, como si llevase años aguardando por ese momento... Y, pese a la sorpresa inicial, Chris estuvo más que preparado para ella cuando Silver deslizó la lengua en su boca.

No era la primera vez que compartían esa clase de contacto, pero sí la primera que no tenían un guion de por medio, ni cientos de cámaras monitorizando sus movimientos.

Hacía mucho que Chris se veía obligado a contener sus impulsos al lado de Silver. En ese instante, no se vio capaz de hacerlo más. Sus manos volaron instintivamente a las caderas femeninas cuando ella se sentó a horcajadas sobre sus piernas, sin que sus bocas dejasen de explorarse mutuamente. Ella le quitó la chaqueta del smoking mientras él se deleitaba en el suave y ardiente tacto de la piel femenina bajo la tela de ese carísimo vestido.

Los dedos de Silver fueron hábiles a la hora de desabotonar la camisa, dejando al descubierto ese torso que despertaba pasiones en todo el mundo. Él estaba tan caliente como ella, podía notarlo en el sofocante ambiente, en su respiración acelerada, en el abrasador tacto de su piel, y en el rígido bulto que ya se apretaba contra su vientre bajo.

Por eso, la sorpresa fue mayor, cuando él le posó ambas manos en los hombros y, con toda la delicadeza que fue capaz de reunir, dado el fuego que lo abrasaba por dentro, la alejó de él, solo unos centímetros, los justos para tratar de resistir la tentación de seguir devorándole cada centímetro de piel.

―Estamos yendo demasiado lejos ―farfulló, en tono ronco y áspero, pero decidido―. Esto no está bien, Sil. Nada me gustaría más que hacerte mía, aquí y ahora... ―Torció el gesto, consciente de que se estaba boicoteando a sí mismo―, pero sé que mañana te vas a arrepentir.

Silver frunció los labios, y abrió mucho los ojos, recuperando de repente la lucidez que había volado de su cabeza durante los últimos minutos.

―¡Oh Dios! ―Se tapó la boca con las manos― ¡Oh Dios! ―Empezó a temblar, presa de los nervios―. ¡Qué acabo de hacer!

Se mordió el interior de la mejilla, apartándose de Chris, y comenzó a caminar de un lado a otro del salón, desesperada.

―Te besé, yo te besé, iba a acostarme contigo, ¡por Dios!, quería acostarme contigo, o sea, ¡qué me pasa!, ¿no lo ves? ¡siempre lo estropeo todo!

―Sil, tranquila, respira. ―Chris se acercó a ella y le colocó ambas manos en las mejillas, en una suave caricia con intención de calmarla―. Ha sido culpa mía, tú estabas vulnerable por lo de tu padre... Me aproveché. No debí hacerlo.

―Le he puesto los cuernos, Chris ―señaló Silver, incapaz de pensar en otra cosa―. Le he puesto los cuernos a Ewan.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top