30 - REAL LIFE
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
―¡Corten!
Tras la orden del director, el equipo al completo estalló en vítores. Por fin, después de meses de arduo trabajo, habían terminado de rodar la última escena de KENOBI.
Silver buscó la mirada de Ewan, quien la recibió con los brazos abiertos, invitándola a unírsele en la emotiva celebración.
―Buen trabajo ―la felicitó, a la par que la abrazaba por la cintura.
―Lo mismo, digo. ―Ella le devolvió la sonrisa.
Tras regresar a Túnez después de aquella visita exprés a California, se habían pasado dos semanas grabando sin apenas descanso, pues debían recuperar el tiempo perdido. Aunque todos estaban agotados, el resultado lo valía. Todavía quedaba por ver el montaje final, que no se haría público hasta después de las festividades de Navidad, pero a nadie le cabía duda de que habían hecho una gran película.
―¿Te apetece salir hoy? ―le preguntó Ewan a Silver casi tres horas más tarde, cuando ambos entraban a su hotel, después de la improvisada celebración en el set de rodaje―. Hemos estado casi un mes en Túnez y apenas hemos tenido tiempo de ver la ciudad.
―Pero tú ya la conoces, ¿verdad? ―inquirió Silver―. Recorriste casi toda África en moto cuando rodaste Long Way Down.
Él le devolvió una mirada curiosa y divertida.
―No sabía que sabías eso.
―No soy fan de los documentales sobre viajes en moto ―confesó ella―, pero sí soy tu fan ―añadió con naturalidad.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos pasaron al interior. Ewan pulsó el botón que llevaba al ático, antes de volverse hacia ella.
―Entonces, ¿qué dice, señorita Lane? ―preguntó, acercándose hasta posar sus manos en la cintura femenina―. ¿Me permite ser su guía durante nuestra última noche aquí? Será nuestra primera cita en África.
No tenían mucho tiempo, al día siguiente ambos tomarían el avión para celebrar la noche del veinticuatro de diciembre con sus familias; él iría a Edimburgo, donde pasaría los próximos días, mientras que ella regresaba a California. Hasta fin de año no volverían a verse, lo cual semejaba una eternidad, teniendo en cuenta que, durante los últimos meses, apenas se habían separado.
Silver sonrió, la perspectiva de pasar esas últimas horas compartiendo una romántica escapada por las calles de Túnez sonaba más que tentadora. Casi lo necesitaba.
―Será un placer.
---
A la tarde siguiente, Silver atravesó las puertas de la terminal de llegadas del aeropuerto de Los Ángeles.
Estaba agotada. La noche anterior, Ewan la había llevado por los rincones más bellos de Túnez y, en su afán por aprovechar el tiempo juntos, apenas habían dormido; tan solo habían regresado al hotel para hacer las maletas poco antes de que llegase la hora de tomar sus respectivos vuelos.
Sin embargo, el cansancio no le impidió reconocer a su hermano menor entre la multitud que esperaba a los recién llegados.
―Sigo flipando con que eso de la gorra y las gafas de sol funcione ―comentó Gavin, a modo de saludo.
―Yo también me alegro de verte. ―Silver lo abrazó, casi asfixiándolo, como buena hermana mayor y pegajosa―. No sabía que vendrías tú a recogerme.
Gavin esbozó una sonrisa ladeada.
―¿Quién querías que hubiese venido? Porque, que yo sepa, tu novio está en Europa.
Silver rodó los ojos y lo siguió hasta el aparcamiento, donde él había dejado el Range Rover que ella le había obsequiado por su dieciséis cumpleaños. Gavin guardó el equipaje de Silver en el maletero antes de dejarse caer en el asiento del piloto.
―Vale, estas son las normas, yo conduzco, así que tengo derecho a establecerlas. Primero me cuentas tú, sin dejarte detalle, cómo fue el rodaje de Star Wars en Túnez, y luego yo te pongo al día sobre las novedades familiares. ¿Trato?
―Si ya te lo he contado casi todo por teléfono ―repuso Silver, divertida.
―Eso fue hace dos días, en dos días pueden pasar muchas cosas. ―Gavin se ajustó el cinturón―. Venga, Sil, quiero dedicarme al cine, ya lo sabes, tengo que aprender. Sé mi maestra jedi.
Una carcajada escapó de los labios de la chica.
―Muy bien, mi joven padawan, pero arranca de una vez, o no llegaremos para la cena.
El viaje desde el aeropuerto hasta la casa de su madre en Malibú duraba poco más de una hora, tiempo suficiente para que Silver cumpliese su parte del trato, y Gavin fuese poniéndola al día sobre lo que los esperaba en su hogar, donde, como era costumbre, casi toda su familia materna se había reunido para celebrar la Nochebuena, tanto sus abuelos, como sus tíos y primos pequeños, que no eran pocos.
―He tenido que hacer de canguro de ocho niños, ¡ocho! ¿Sabes lo que es eso? ―se quejó Gavin, sin apartar los ojos de la carretera.
―Pobrecito, seguro que has sufrido mucho ―se burló Silver, consciente de que su hermano solo protestaba por deporte. Lo había visto manejarse con sus primos pequeños en otras ocasiones, y sabía bien que no tenía ningún problema para tenerlos comiendo de su mano―. Por cierto, Robert me ha dicho que también vendrá este año con su familia.
―Sí, llamó ayer a mamá para confirmarlo ―respondió Gavin. Unos años atrás, habría saltado de emoción ante la noticia, pero en la actualidad, que Robert Downey Junior acudiese a pasar la cena de Nochebuena en su casa era ya una tradición.
RDJ se portaba como un verdadero padre con Silver desde que había desempeñado ese papel en la gran pantalla, y eso era algo que tanto Gavin como su madre agradecían profundamente. Para el menor, el abandono de su progenitor no había supuesto ningún trauma, apenas tenía tres años cuando sucedió, ni siquiera lo recordaba. Pero para Silver fue muy distinto, no solo tuvo que lidiar con ello, sino también con la depresión que aquello le provocó a su madre.
Afortunadamente, todo eso había quedado muy atrás. Ahora eran una familia feliz y sana, y muy unida... Además, celebraban las festividades de Navidad con auténticas estrellas de Hollywood, ¿qué más se podía pedir?
―También ha dicho que traerá a un par de invitados más ―agregó, esta vez con una sonrisa casi maliciosa.
―¿Sí? ¿a quiénes?
―Es una sorpresa. ―Gavin se encogió de hombros y cambió la emisora de radio.
---
Leah Lane recibió a su hija mayor con un abrazo asfixiante que la joven no dudó en corresponder. A diferencia de muchos de sus compañeros de carrera, Silver vivía relativamente cerca de su familia, de modo que los veía con bastante frecuencia, pero eso no quitaba que los extrañase igualmente cada vez que debía viajar.
―Estás muy delgada. ―Leah chasqueó la lengua―. ¿No te daban de comer en Túnez?
Silver se echó a reír.
―Me estaba reservando para tus comidas navideñas, mamá ―bromeó.
Intercambiaron varios comentarios más antes de que la dueña de la casa permitiese a su hija ir a saludar a los invitados que ya habían llegado. Después de decenas de abrazos, bromas y conversaciones, Silver subió a su antiguo dormitorio para darse una ducha y arreglarse para la cena.
Cuando regresó al salón principal, Downey ya estaba allí con su mujer y sus hijos pequeños, Exton y Avri. El actor, que charlaba animadamente con su madre, interrumpió la conversación para ir a saludarla.
―Ven aquí, listilla.
Al abrazo inicial le siguieron sus inevitables comentarios irónicos, pero cariñosos, y cientos de preguntas sobre el rodaje en Túnez, que Silver respondió encantada.
―Gavin dijo que traías invitados sorpresa ―comentó ella, cuando ya llevaban un buen rato hablando.
―Deben estar al caer. ―Downey sonrió de lado.
Y, como si sus palabras fuesen proféticas, el timbre de la entrada principal sonó en toda la casa.
Silver le dedicó una mirada de intriga al que consideraba un padre, para luego dirigirse a recibir a los recién llegados.
Una mueca de desconcierto acudió inevitablemente a su rostro cuando, al abrir la puerta, se encontró a nada menos que a Chris, y su hermano menor, Scott.
―Perdón por la tardanza ―se disculpó el primero―. Scott no se decidía por una camisa.
―No me culpes, no todos nos ponemos lo primero que encontramos en el armario.
Silver parpadeó varias veces. Tener a esos dos en su puerta en Nochebuena era raro, muy raro; los Evans eran muy familiares, ¿por qué no estaban en Boston?
―Sé que mi hermano es un idiota, pero yo te caigo bien, Sil, ¿a qué sí? Invítanos a pasar ―sugirió el menor de los Evans, divertido.
―Claro, pasad. ―Silver se hizo a un lado, todavía algo desconcertada―. No sabía que ibais a venir, ¿ha pasado algo?
―¿Recuerdas aquellos vales para un crucero por el Mediterráneo que le regalé a mis padres hace casi un año? ―comentó Chris―. Pues han decidido usarlos estas vacaciones. Mis hermanas tienen compromiso con sus familias políticas, así que yo invité a Scott a pasar las vacaciones aquí conmigo...
―Y cuando Downey se enteró de que estábamos por nuestra cuenta, nos invitó a venir ―completó Scott―. Te prometo que nos portaremos bien.
Silver sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa divertida.
―No sé si puedo creerme eso último.
No pudo decir nada más, pues Gavin apareció en el recibidor y, enseguida, quiso ejercer de anfitrión con Chris y Scott. Silver apenas tuvo tiempo de hablar un poco más con ellos y el resto de los invitados antes de que su madre y sus tías los llamasen a todos para sentarse a cenar en la enorme mesa del comedor principal, que, esa noche, casi se hacía pequeña.
Después de la fantástica comida, durante la cual no dejaron de fluir las conversaciones amenas, las bromas y las risas, los niños obtuvieron permiso para ir a la sala de juegos, mientras los adultos disfrutaban de una sobremesa un poco más tranquila, que, para Silver, los Evans y Gavin no duró mucho, pues sus primos pequeños y los hijos de Downey no tardaron en requerirlos como compañeros de juegos.
―Diría que alguien tiene jet lag ―comentó Chris, al pillar a Silver bostezando por cuarta vez en el rato que llevaban haciendo de niñeros. Aun así, la veía sonreír y participar activamente en las propuestas de los críos.
―Puedo aguantar ―Silver le restó importancia.
―No lo niego, pero Downey ha dicho que jugaremos a charades después, y te quiero como compañera de equipo ―repuso él, cargado de razón―. Te necesito al cien por cien, así que ve a descansar un rato. Yo me encargo de esto.
―Chris, no es necesario...
Antes de que pudiese terminar la frase, él se puso en pie.
―¡Todo el mundo fuera, excepto los críos y yo! ―ordenó, en una clara interpretación del Capitán América―. Vamos a hacer un fuerte.
Los pequeños aplaudieron entusiasmados ante la idea de construir un fuerte con uno de sus héroes favoritos, momento que Silver, Scott y Gavin aprovecharon para regresar con los adultos.
Dos horas más tarde, los niños estaban dormidos, y Chris pudo unirse al recién empezado juego de charades. Como había adelantado, hizo pareja con Silver, y, uno por uno, fueron ganando al resto de dúos, incluidos Gavin y Scott, que estaban empeñados en vencer a sus hermanos mayores..., pero no lo lograron.
―Lo he dicho, somos invencibles. ―Cevans chocó el puño con su compañera, tras derrotar a RDJ y su mujer, hasta el momento los contrincantes más duros.
―Habéis tenido suerte. ―Robert chasqueó la lengua.
Pasaban las dos de la mañana cuando la mayor parte de los invitados dejaron la casa de los Lane. Después de despedirse, y mientras su madre y hermano seguían en ello, Silver regresó al comedor, dispuesta a ayudar a recoger, pero se encontró a Chris observando una de las fotos de su infancia ubicada sobre la encimera opuesta a la entrada.
―Cómo puede ser, que nunca antes haya visto esto ―comentó él, en tono burlón, en cuanto la escuchó entrar.
―No puedo creer que aún siga aquí. ―Silver se acercó a él para ver mejor la imagen. Era ella, vestida de Capitán América en un Halloween cuando todavía vivían en Escocia... No debía de tener más de diez u once años.
―Así que eras mi fan. ―Chris enarcó una ceja.
―Perdona, pero de aquellas tú no eras el Capitán América, de hecho, acababas de hacer de la Antorcha Humana en Los Cuatro Fantásticos ―rebatió Silver, ufana―. Era fan de Steve Rogers, no tuya
Cevans rio con ganas.
―Bueno, tengo que admitir que el traje te queda mucho mejor que a mí, sobre todo con esas trenzas. Y que te faltasen esos dos dientes te daba un toque rudo, como si acabases de salir de una pelea.
―Ahora estás siendo condescendiente. ―Una pequeña sonrisa se formó en los labios de la chica―. Ha estado bien teneros aquí esta noche.
Él asintió, de acuerdo.
―Hacía tiempo que no me divertía así ―coincidió, aguantándose las ganas de decir mil verdades más. Silver estaba preciosa con ese conjunto de dos piezas en tonos burdeos, sin embargo, aunque los piropos le quemaban en la garganta, no estaba seguro de haber recuperado la confianza suficiente para poder volver a rebasar esa línea, pese a que en el pasado se los decía con total naturalidad...
Se encontraban solos en el comedor, y cada fibra de su cuerpo chillaba por romper la poca distancia que los separaba. Así se había sentido durante toda la noche; las ganas de besarla, de tenerla entre sus brazos, de devorarle los labios y sentirla cerca eran casi insoportables... Sin embargo, no le quedaba otro remedio que aguantarse.
Era difícil, muy difícil, sobre todo sabiendo que, de algún modo, ella sentía lo mismo hacia él, pues así se lo había hecho saber en aquella llamada que lo había cambiado todo.
Pero se lo había prometido a Gabrielle, y pensaba cumplir su promesa. No haría nada que comprometiese la relación de Silver con Ewan.
―.¿Vas a ir a tu casa? Scott y yo nos vamos ahora. Te podemos llevar. ―La mansión de Silver en Hollywood Hills estaba muy cerca de la suya, no le suponía ningún esfuerzo.
―No es necesario, pasaré aquí la noche. ―Ella agitó una mano―. Mañana vuelven casi todos para comer, no me merece la pena marcharme.
Chris asintió, iba a decir algo más, cuando Scott apareció en la estancia.
―¡He encontrado mi abrigo! ―informó, alzando la prenda en un gesto triunfal―. Uno de los niños lo colocó como puerta en el fuerte...
―En realidad, fui yo. ―Chris se encogió de hombros y sonrió―. Ya podemos irnos.
Silver los acompañó hasta la entrada, donde ya no quedaba nadie.
―Si todavía no tenéis planes, podéis volver mañana ―dijo, sin pensárselo mucho―. A mi madre no le importará poner dos servicios más, y seguro que hay comida de sobra.
―Nos encantaría. ―Una expresión pletórica iluminó el rostro de Chris―. Gracias, Sil ―Dudó un instante, antes de inclinarse para recolocarle un mechón de pelo tras la oreja, gesto que coronó con un fugaz beso en la frente―. Hasta mañana.
Silver no reaccionó, se quedó en el umbral, descolocada por ese último ademán. Pero si lo hizo Scott, cuando ambos ya se habían dejado caer en los asientos del coche.
―Tío, ¿qué ha sido eso?
―¿El qué? ―Chris pretendió no saber de qué hablaba, a la par que giraba la llave del contacto.
―Ese beso, y lo de colocarle el pelo... ―Scott enarcó una ceja―. Ha sido más intenso que un beso con lengua ―señaló, curioso, y con cierto deje burlón.
―Tienes mucha imaginación, Scott.
Con estas palabras, Chris quiso poner fin a la conversación. Sin embargo, todo en él deseaba que llegase ya el día siguiente, para poder volver a verla.
Cada vez se le hacía más difícil contenerse al lado de Silver. No estaba seguro de cuánto tiempo podría seguir reprimiendo sus impulsos y sentimientos... Y pensar en ello solo le confirmó una vez más lo idiota que había sido.
Ella lo había hecho durante años.
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
GavinMcKenzie publicó una foto
Le gusta a ellegautier, tomholland2013, silverlane, scottevans, robertdowneyjr y 979 peronas más
GavinMcKenzie ¿qué hay mejor que un Evans por Navidad? Dos Evans por Navidad 😎🎄
Ver los 1084 comentarios
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top