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10 - Pool Party (I)

Como había prometido, Sebastian llegó a casa de Chris un par de días antes de la fecha señalada para fiesta. Aprovecharon el tiempo para ponerse al día, salir a tomar algo con amigos que también estaban en la ciudad, e ir a entrenar juntos, como solían hacer cuando se preparaban para sus papeles en el MCU, pero no fue hasta la misma mañana de la fiesta, mientras revisaban que todo estuviese listo, cuando Sebastian se animó a sacar el tema que hasta el momento había evitado por no incomodar a su mejor amigo.

―No has quedado con Silver esta semana.

Chris frunció el ceño, sin embargo, continuó colocando los botellines de cerveza en la nevera del jardín. Podía contratar a alguien que se encargase de organizarlo todo por él, pero siempre le había gustado prepararlo todo personalmente en sus fiestas, así se sentía más cerca de sus amigos e invitados.

―He hablado con ella varias veces, pero no, no hemos quedado, ¿por qué?

Sebastian dejó de atender el equipo de música ubicado a escasos metros de la piscina y se encogió de hombros.

―Es raro, siempre que estáis en la misma ciudad os veis a diario. Me ha llamado la atención.

―Te he tenido a ti pegado casi todos los días... Excepto por las noches, que sigues yéndote a tu misterioso apartamento alquilado, en vez de quedarte aquí. ―Chris enarcó las cejas en una expresión irónica.

El sonsonete sarcástico en la voz de su amigo no resultó novedoso para Sebastian; llevaba días escuchando indirectas. Era obvio que Chris sospechaba de lo suyo con Gabrielle. Quería decírselo, si de él dependiese lo gritaría a los cuatro vientos..., pero había llegado a un acuerdo con la canadiense, y lo respetaría hasta que ella estuviese preparada para, al menos, querer compartirlo con sus mejores amigos.

―Tío, ya lo hemos hablado...

Chris sacudió una mano, restándole importancia.

―Sí, sí, lo pillo. Os llega con las indirectas de RDJ, y de Mackie, y de Hems...

Una sonrisa divertida y resignada acudió al rostro de Sebastian en el momento en que Evans tomó dos botellines de la reserva para la fiesta y le tendió uno en son de paz.

―No sé qué me pasa ―confesó el rubio, dejándose caer en una tumbona, frente a Sebastian.

Así de simple. Entre ellos no eran necesarios elaborados discursos para dar pie al momento de sincerarse.

―Yo sí, y cualquiera que te conozca un poco ―repuso el rumano―. Silver ―añadió, como toda respuesta.

―No, qué va... O sí. No lo sé. ―Chris hundió hombros y dejó escapar un bufido de frustración, provocando que Sebastian lo mirase con una expresión compasiva.

Evans era la persona más empática que conocía. Sabía escuchar, era atento, considerado, y realmente bueno dando consejos sentimentales a los demás, pero cuando se trataba de sí mismo... se convertía en un auténtico desastre. Desde fuera, daba la impresión de que no sabía reconocer e interpretar sus propios sentimientos.

―Vamos, tío. Soy yo.

El aludido dio un trago de cerveza, tomándose unos segundos para poner en orden el aluvión de ideas inconexas que era su cerebro.

―No me gusta lo de Silver y McGregor ―confesó, verbalizando lo que su amigo ya sabía.

―¿Por qué no te gusta? ―insistió Sebastian, en un intento por dirigir la conversación hacia el punto clave―. Tú nunca juzgas a nadie sin conocerlo bien antes.

―Lo sé, y por eso me siento más confuso ―reconoció Chris, llevándose una mano a la nuca―. Por lo que he oído, McGregor parece un buen tío, pero sigue sin agradarme verlo con ella... No sé, son muy diferentes.

Sebastian arqueó una ceja.

―¿Desde cuándo eso es un problema?

―Silver se ilusiona con facilidad ―intentó explicar Chris―. Siempre lo hace, ella es así, ya lo sabes. ¿Qué crees que va a pasar si continúa implicándose tanto en esa relación? ―Ante la mirada inquisitiva de su amigo, Evans suspiró. Silver era una de las personas más importantes en su vida; se preocupaba por ella, lo último que deseaba era verla hundida cuando sus fantasías colisionasen con la dura realidad―. No quiero que sufra. Eso es todo.

Sebastian negó con la cabeza, resignado. Definitivamente, a su mejor amigo todavía le quedaba mucho por madurar a nivel sentimental; lo conocía mejor que nadie, y sabía que no estaba siendo sincero consigo mismo. Pero, por mucho que le fastidiase, ese era un camino que Chris debía aprender a recorrer solo, de otro modo, nunca dejaría de ser un crío confundido con sus propios sentimientos.

―Silver es mayorcita. Sabe lo que hace ―se limitó a responder―. Eres su mejor amigo, tienes que alegrarte por ella. Sería diferente si sintieses algo más que amistad ―añadió con un suave, pero marcado, deje burlón―, pero como no es el caso, no te queda otra que sonreír y apoyarla.

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