Silencer.
—S i l e n c e r—
Luka Couffaine estaba a su lado, recostado de manera que sus ojos fueran lo primero que ella viera al despertar. Hablaron durante toda la noche hasta que, de pronto, la luz del amanecer vislumbraba por la ventana.
No se dieron cuenta cuando cayeron dormidos al llegar del concierto de Jagged Stone que terminó a las tres de la madrugada. Habían pasado unos meses en donde sus citas se volvieron más frecuentes, donde su unión era inevitable. Y así lo demostraron cuando, sus manos se entrelazaron involuntariamente entre sueños. Con sus corazones igual de acelerados a la primera vez que sus dedos hicieron contacto por accidente mientras metían la mano en la cubeta de palomitas en esa primera cita que tuvieron.
Cualquier otro par de padres no habrían permitido que su hija se quedara a dormir en casa de su novio, pero al tratarse de Luka, aquel chico tan dulce, no se lo prohibieron.
El guitarrista despertó. Orbes azules, indeciblemente azules. Y labios suaves, como la piel de un durazno. Le encantaba saborearlos, darles pequeños mordiscos y succionarlos. Marinette ya no era tan tímida, pero el peliazul se encargaba de hacerla sentir siempre como una princesa y eso la hacía temblar de pies a cabeza. La respetaba y la hacía sentir como la mujer más sensual del mundo al mismo tiempo, no sabía cómo eso era posible, pero muchas cosas que sentía por Luka no tenían explicación.
—Buenos días, nota musical.
—Buenos días, helado de menta.
Le dio un beso en la frente y acarició sus pecas con los pulgares. Podían quedarse así eternamente.
Siempre iniciaban con besos dulces que se tornaban apasionados. La inocencia del primer beso se había esfumado. Pronto, se encontraban abrazados, juegueteando por debajo de las sábanas.
—No debemos ir rápido—dijo el chico, siempre tan educado, deteniendo la escena. — No quiero que te sientas presionada sólo porque soy mayor.
Se llevaban dos años de diferencia. Ella tenía dieciséis y pronto cumpliría los diecisiete. Marinette le dio un fuerte abrazo, era el mejor chico que podía encontrar. Lo miró con ternura y acarició sus azules cabellos. Se sentía segura entre sus brazos, delgados, pero fuertes, dispuestos a cuidar de ella con cada fibra de su ser.
—Pero yo quiero, lo necesito —le dijo esa primera vez, mientras se subía encima suyo y lo ayudaba a desabrochar el sostén por debajo de la blusa. La expresión de Luka era un poema, su respiración era rápida y su rostro estaba completamente rojo. Los dos, tímidos, se estaban aventurando a sensaciones nuevas. El tacto de la mano de Luka alrededor de sus senos era como flotar en una nube. Jugaba con ellos, los apretaba, los besaba, su lengua trazaba círculos alrededor de ellos. Más atrevido, Luka le dio la vuelta y era él quien se encontraba al mando. Rieron un poco, se sentían como cómplices en una aventura prohibida. – Me encantas— confesó la chica, con una sonrisa que la hacía lucir adorable.
—Y tú a mí, eres tan perfecta, perfectamente imperfecta—le dijo, depositando pequeños besos por todo su abdomen y pecho, tenía una enorme sonrisa y ojos brillantes. —Estoy tan enamorado de ti...
Por un segundo, vislumbró a Adrien encima de ella y no al guitarrista. Se sintió culpable, casi como si estuviera siendo infiel. Pero no había pasado tanto desde que lo había dejado ir, aunque técnicamente no puedes dejar ir algo que nunca fue tuyo. Su corazón seguía herido, muy poco, pero continuaba así. A veces fantaseaba con él en sueños, a veces con Luka y Adrien a la vez. Cuando eso pasaba, su mente enloquecía con las hormonas y no sabía cómo reaccionar a ellas. El calor inundaba su cuerpo y su piel se volvía delicada a cada mínimo contacto. Y se dejaba llevar, se escapaban los dos nombres entre suspiros esporádicos. Sus fantasías cobraban vida.
Las manos de Luka, con suma delicadeza, recorrieron las finas curvas de su cintura y su cadera, en una perfecta forma de guitarra.
Sus dedos parecían flotar recorriendo su cuerpo, pronto, la ropa terminó en el suelo y los besos se encargaron de vestirlos.
"Eres esa melodía que suena en mi cabeza desde el momento en que te conocí. Ja, estúpida ilusa, con palabras bonitas eres capaz de creer cualquier cosa..."
No, él otra vez no. Estaba asegurándose de sacarla de su paz mental, quería que perdiera la cordura. Luka y ella guardaron silencio, como si ambos fueran capaces de escuchar a esa voz intrusa. Cerró los ojos, negándose a abrirlos.
"Sí lo haces, será peor" aseguró la voz, profunda y de ultratumba, calando en cada una de sus extremidades. Así que se obligó a mantener los ojos bien abiertos.
Aterrada, volteó a mirar a Luka, quien poco a poco perdía la respiración, perdía la vida. La chica estaba paralizada de miedo, incapaz de gritar. Pero él luchaba, trataba de decirle que se marchara, como si no fuera un sueño y fuera algo real. Su corazón se enterneció, seguía cuidando de ella a pesar de todo. La voz melódica del músico se cortó. Una cuerda invisible, que Marinette fue incapaz de soltar, le apretaba el cuello y su rostro aperlado se coloreaba de morado, como los cabellos de su adorada hermana Juleka.
El guitarrista intentaba luchar, con debilidad, lanzaba golpes al aire, a la fuerza invisible que le succionaba la energía. Sus ojos cristalinos dejaron de reflejarla y perdieron su luz, se fueron consumiendo. Y el azul, el increíble azul eléctrico que los caracterizaba, desapareció. El iris y las pupilas se tiñeron de un rojo sangre hasta volverse un líquido que comenzó a deslizarse por su rostro, aterrizando en la chica que temblaba de pies a cabeza debajo de su cuerpo, ahora inerte, como una marioneta a la que le cortaron los hilos.
El cuerpo, antes ardiente por las pasiones que ambos experimentaban, se enfriaba como el desierto cuando el sol se ocultaba. Sus labios, entreabiertos, soltaban su último suspiro.
Marinette intentó apartar el cuerpo, se repetía una y otra vez que no era real, que era una terrible pesadilla, que Luka seguía con vida en algún lado, oculto en la ciudad, resistiendo, combatiendo contra el monstruo que devoraba todo a su paso. Sabía que eso no venía de su imaginación, nunca habría sido capaz de pensar en algo así. Era una ilusión, una escalofriante y realista.
Quería pensar que su amado seguía por ahí, cuidando de su familia, de sus amigos y luchando por encontrarla.
Quería, con todo su corazón, volver a estar acurrucada en sus brazos y no moverse de ahí.
"Sólo necesito encontrarte, a ti y a tú inútil compañero y serán míos. Tendré nuevos juguetes para mi colección."
Estaba harta de llorar, pero todo era tan vívido... Y entonces, una bruma grisácea envolvió el cuerpo muerto de Luka. Ese era el poder del dueño de la voz. Aun temblando, sujetó la mano del músico, luchando para que no se lo llevara, para que no lo utilizara como a otro de sus títeres. Sin embargo, la bruma tenía una fuerza sobrenatural y sentía como el amor de su vida se le escapaba entre sus dedos. Y, entonces, lo vio, transparente, apenas visible, con esa cálida sonrisa guerrera.
"Abre los ojos, Marinette, lucha, sigue luchando, encuentra el guardián y podrás salvarte."
...
—Ya traje tu comida, bugaboo.
La puerta del cuarto se abrió con un chirrido, la luz se adueñó del lugar a toda velocidad, su amada se retorció en la cama, con disgusto. Estaba tan cansada y adolorida que no tenía ánimos para replicar el apodo del felino. Durante todo el tiempo que llevaba cuidándola e informándole todo lo que pasaba ya se le había hecho costumbre los apodos cariñosos, aunque seguían sin gustarle.
Todo no fue más que un sueño, otro amargo recordatorio de cuando la vida era buena con ella. De esos momentos felices que parecían nunca haber ocurrido. Sólo podía soñarlos, cuando las pesadillas no la molestaban y la dejaban tranquila.
O cuando El Nigromante no se divertía asustándole al dormir, atormentándola con cientos de voces a la vez pidiendo ayuda.
"Puedes salvarnos, Ladybug."
"Confiamos en ti."
"Sácanos de aquí."
Se enderezó en la cama con pesadez, sus ojos estaban hinchados, lloraba hasta quedarse dormida y, sorprendentemente, la compañía de él le alegraba los amargos días que no pintaban nada bien para nadie, los tiempos sombríos serían eternos si ella no lograba encontrar pronto una solución.
Pero no lograba pensar con claridad, su mente se encontraba en un constante amanecer cuando cae la neblina. Se sentía ida, drogada, tal vez se debía a tantos analgésicos que el doctor le recetó cuando llegó aquel primer día, luego del golpe fatal, desangrándose y ahogándose con su propia sangre. Las puntadas dolieron, aun con todo y anestesia.
Ya había pasado y seguía optimista de que podría salvarse. Sólo necesitaban un plan...
Él sonrió al verla, estaba preciosa a pesar de todo. Sería el rayo de luna que lograba filtrarse a través de las persianas del cuarto, decorado con precisión para su invitada. Le encantaba verla a la luz del sol, sus ojos se volvían como dos espejos de agua y su cabello se veía tan sedoso que se imaginaba acariciándola hasta que se durmiera. Pero, la luz de la luna era diferente. Era el rayo de la última luna de octubre, aquella misma luna que era acusada de provocar caos y conductas indecentes con sus brillos plateados. Reflejos que destellaban en su piel y en su llamativa figura. Con cada día que pasaba, le resultaba más difícil controlar ese impulso desquiciado de lanzarse a ella y arrancarle el traje con los dientes.
Quería enamorarla, conquistarla como se debía. No se dejaría hipnotizar por los cánticos sensuales de la luna... Aunque no estaba seguro de resistirse por mucho tiempo.
—Oh, lo lamento mucho, my lady, creí que seguías dormida, permíteme.
El gato dejó la bandeja con comida en una mesa cerca de la cama donde descansaba ella y se aproximó al interruptor de luz que regulaba la intensidad hasta dejarlo todo con una cálida luz tenue.
—Así es más romántico, ¿no crees? Ahora, my lady, toma tu sopa, el doctor me dijo que ayudará a que te sientas mejor. —Con agilidad le aproximó el plato, a lo que Ladybug no dudó en tomarlo. Chat Noir no se perdía ninguno de sus movimientos, le encantaba verla. —Debes tener muchas preguntas y mucho miedo.
"Preguntes a las que no te da respuestas, confías ciegamente en él, que idiota."
Ella ignoró a la irritante voz y asintió, con los ojos vidriosos, mientras sorbía lentamente del tazón de sopa. Nunca antes hubo tanto silencio entre los dos. Hizo un gesto de dolor y dejó de beber, se le escapó una lágrima traicionera. Chat la consoló con una caricia amorosa en el hombro. Ella ya le había preguntado demasiado cómo es que tenía en posesión un departamento tan lujoso como ese, pero siempre evitaba sus preguntas. Al igual que, le parecía extraño que no accediera a salir del lugar, el doctor había ido el primer día nada más y luego no había vuelto a saber de él.
Era la única persona con la que había hablado desde lo sucedido. Le tenía mucho cariño a su compañero, pero no podía evitar extrañar todo lo demás. Siempre nostálgica y meditabunda, sentía que perdía su verdadero ser con cada hora encerrada en ese lugar sin hacer nada por resolver las cosas.
¿Dónde estaba su espíritu aventurero? ¿Dónde había quedado?
—Debe dolerte mucho, bichito, pero ya está cicatrizando y en poco tiempo podrás volver a la batalla, lo sé—la animaba, mientras ella lo observaba con esos enormes ojos zarcos, suplicantes. Le dio un abrazo, que ella aceptó gustosa, estaba necesitada de cariño, de amor. Quería correr con sus padres y abrazarlos, pero era imposible. Y Chat siempre estaba dispuesto a darle lo que necesitaba. Así que señaló al otro extremo del cuarto, donde en el librero sobresalía un cuadernillo rojo — Oh, ya veo, quieres la libreta, ¿no es así? Ten pues.
Con prisas, la heroína de Paris se puso a escribir a toda velocidad. No había comido nada en todo el día, pero se sentía más fuerte que veces anteriores. El cuaderno estaba lleno de garabatos y notas sin importancia, pensamientos que le venían cuando se sentía perdida entre la niebla. Pensamientos de alguien que no estaba en sus cinco sentidos, pero que cobraban uno cuando se daba cuenta que todo conectaba a una pista, a su salvación.
Le extendió el cuaderno a Chat para que leyera su idea y, conforme leía el plan, la mirada alegre del felino se tornaba turbia, furiosa.
—¿Tan pronto ya te quieres marchar? —reclamó, con la voz más grave de lo normal. Ladybug intentó no poner los ojos en blanco. No estaban en tiempo de los numeritos cursis de Chat. Una cosa era que se brindaran apoyo y cariño a falta de todo contacto humano existente fuera de esas cuatro paredes, pero eran los héroes de Paris y debían cumplir con sus deberes. —Sí vamos con el maestro Fu, te mandará a reclutar más portadores y no estás en condiciones para eso.
La chica le arrebató el cuaderno y escribió algo más. El rubio lo leyó con incredulidad.
—¿Qué importa salvar a Paris de Hawk Moth si tú estás así? Pueden aguantar más tiempo en lo que te recuperas, la ciudad ya está podrida de por sí.
La dama del traje rojo no podía creer lo que sus oídos escuchaban, su compañero había perdido la razón. El objetivo de portar el traje era cuidar de los ciudadanos, no tomarlo como un beneficio o para divertirse. Sabía perfectamente que el chico era rebelde, explosivo, pero en el fondo era muy noble y ya había tenido la oportunidad de verlo muchas veces antes.
—Sí, sé que si vamos con él logrará traer todo a la normalidad, tal vez con ayuda de Aspik o con Pegaso, pero... No estoy listo.
Ella levantó ambas cejas, ¿no estaba listo para qué? ¡Ella era la que más había perdido! La que más salió herida... Volvió a escribir, esta vez más enojada que preocupada.
Su compañero lo leyó en voz baja. Apretó los puños, no podía creer que luego de todos esos días ella siguiera poniéndole apodos y menospreciando su apoyo.
—¿De verdad crees que estoy siendo infantil, Ladybug? ¿Crees que estoy siendo egoísta aún y lo único que hago es cuidar de ti?
Ella asintió, podía ver cómo la típica expresión sonriente del felino se desvanecía.
—¿Por qué no puedes verme como yo quiero que me veas? ¿Por qué solo me ves como una carga?
Más palabras en el papel, aclaraciones. La chica de coletas no estaría dispuesta a aceptar la culpa por decir la verdad.
—¡Al diablo las identidades! ¡Al diablo salvar el día! — se exasperó el rubio, tomando su mano, desesperado por sentirse correspondido. — Sólo quiéreme, por favor, quiéreme...
No era la primera vez que tenían esa conversación. Pero estaba segura de que sería la última. Lo supo por la manera en la que Chat le acorraló, recargando su frente contra la de ella. Se arrepentía de muchas cosas.
De no ser valiente sin el traje, de no haberle dicho nunca a Adrien lo que sentía, de no haber logrado derrotar al akuma cuando tuvo la oportunidad, de dejar que todo se le saliera de control.
De que Paris fuera ahora una ciudad fantasma, donde los citadinos gritaban y vagaban por las calles como almas en pena y cuyo único medio de hablar era aquel villano que no planeaba detenerse nunca.
"—Tengo novia— dijo el rubio, lo que a ella le causó un alivio indescriptible.
— ¿En serio?
El gato bajo la mirada, mentía.
—No, sólo quería ponerte celosa...— soltó un largo suspiro— Quiéreme, por favor— le dijo Chat Noir hace unas tres semanas, mientras patrullaban.
—Sabes que no puedo.
—Lo sé, pero no deja de doler..."
Y ahora, ahí estaban, en la misma situación. Sólo que no cedería, no lo haría.
"No puedo" formularon sus labios, en un silencio embriagante, doloroso. Chat Noir arañó la pared a un lado suyo. No podía creer que a pesar de todo ella se rehusara a pronunciar un par de simples palabras. Su paciencia se había agotado. Y la besó, la besó con frenesí, desesperación. Ella no se movió. No correspondió.
—My lady, hay algo que debo confesarte... El akumatizado no fue quien te hizo esto—señaló sus labios—fui yo. Lo hice por nosotros.
Sus ojos se abrieron de la impresión, pero el antifaz dificultaba el poder verla.
El flashback de lo ocurrido llegaba a su mente de manera distorsionada.
...
>>—Chat, necesito de tu ayuda por aquí —gritó, tratando de sostener el escudo contra el akumatizado más fuerte que habían enfrentado hasta el momento. —¡CHAT! ¿DÓNDE CARAJOS ESTÁS?
No había señales del felino. Así que tuvo que volver a enfocarse en el villano que tenía enfrente.
Tenía un poder peculiar y una expresión de indiferencia digna de un muerto. Sus ojos eran completamente negros, pero sumamente expresivos, Ladybug no soportaba verlos, sentía que le llegaban al alma. Era un ser semi corpóreo, sus brazos estaban conformados por grandes ríos de espectros que nadaban en la desesperación y su torso por sombras fantasmagóricas que proyectaban cráneos. En la base, cuerpos desfigurados eran machacados los unos contra los otros con cada paso, provocando una singular armonía de huesos rotos y pedazos de piel que se quedaban adheridos al pavimento, manchando las calles de la ciudad de un sombrío tono escarlata.
Ladybug se cubrió la boca, aguantando las ganas de vomitar al ver el montón de rostros quebrantados y totalmente expuestos sin pedazos de piel o con las cuencas vacías. Era impensable que horas antes fuesen personas con vida, secretos, logros y no sólo carne que era machacada sin piedad.
Aquel monstruo hambriento noo era nada más ni nada menos que el curador del cementerio parisino, el cual, fue despedido injustamente luego de treinta años trabajando. Y sí no lo dejaban continuar con su labor, todo Paris sería su cementerio viviente. Hawk Moth se divertía de lo lindo, su plan podía resultar de lo más efectivo con un akuma así de poderoso.
No tardaron mucho en localizarlo, las personas caminaban con pocas fuerzas antes de rendirse y quedarse en el piso, viendo cómo la vida se les escapaba de las manos.
—¡Soy El Nigromante! — rugió, mientras avanzaba como espectro entre las calles luminosas de la ciudad. —Y ahora me pertenecerán.
Su aspecto era una mezcla de todos los fantasmas imaginables, sólo que era real, era tangible. "Escalofriante" pensaba la adolescente, mientras observaba cómo todo a su alrededor perecía. No podían dejarlo ganar. No debían. Serían los villanos si no lograban regresar todo a la normalidad, no podría continuar con su vida sabiendo que se perdieron miles por su culpa.
Pero, entonces, el akumatizado lanzó un rayo. Y todo se volvió oscuro. Escuchó los gritos furiosos de su compañero de batalla a un lado, gritando en su honor, dando pelea, negándose a rendirse.
"Así se debe sentir morir" se dijo a sí misma, mientras sentía como todo su cuerpo se desconectaba de su mente y caía al piso, totalmente en seco.
Que equivocada estaba...>>
Ella lo contempló horrorizada, alejándose lo más posible al otro extremo del cuarto, de poder hacerlo estaría gritando por ayuda. Pero él, cual gato escurridizo, volvió a deslizarse hasta quedar a su lado.
Cuando despertó el primer día en aquel cuarto, Chat le había dicho que el precio que tuvo que pagar por sobrevivir no había sido tan alto y que harían lo posible por revivir a los ciudadanos, costara lo que costara. Y le había creído, ingenuamente.
Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Temblaba de pies a cabeza, todo le daba vueltas.
—Sé que tienes muchas dudas, pero la idea la tomé cuando luchamos contra Silencer... Lo odio, pero debo agradecerle, gracias a él surgió el plan maestro.—Chat se acercó hasta ella, arrinconándola contra la pared, sus ojos verdes brillaban como halógeno en la oscuridad, la miraba con deseo, ansiedad desmedida.
Le limpió una lágrima con la punta de la lengua, también las pequeñas manchas de sangre seca que tenía por todas sus suaves mejillas. Las manos del gato subieron por sus muslos. Tocándola en partes donde nadie más que Luka lo había hecho. Su expresión perversa de excitación era más aterradora que la mirada hueca de El Nigromante. Saboreó sus labios con sed, con hambre, la tenía a su merced y lo sabía. No sentía la fuerza suficiente para alejarlo, ni para luchar. Así que se dejó llevar, dejó que sus labios se adueñaran de los suyos y que se deslizaran por su cuello. Olía a sudor, sangre y a un toque floral. Chat sintió su corazón estar desbocado cuando notó que ella ya no estaba peleando. Vislumbró esperanza. Y volvió a besarla, esta vez con menos ardor y más pudor.
No eran como los besos de Luka, pero se permitió pensar que era él. Que era su querido guitarrista y no aquel monstruo que estaba surgiendo.
Los ojos de Marinette se volvieron lluvia. No imaginaba que eso sería así, no era capaz de entender nada. Se sentía sucia, incapaz de comprender qué tan cruel podía haber llegado a ser para que alguien tan noble como el rubio pervirtiera su moral de esa manera. No supo medir sus palabras cuando podía emplearlas.
Ya no tenía ganas de vivir.
"Entonces debes rendirte" dijo el akumatizado, volviendo a irrumpir en su cabeza: "Dame tu miraculous y podré hacer que vuelvas con tus seres queridos"
Por primera vez en días, consideró seriamente su oferta, ¿realmente tenía caso seguir luchando? Escuchó a lo lejos la voz de Luka diciéndole que sí, que ella lo conseguiría, pero ya no confiaba en sus instintos.
—Estuviste mucho tiempo deseando esto tanto como yo, bichito, lo sé, lo veo en tus ojos—Chat Noir la acercó lo más posible, entrelazando sus piernas con las de ella. Sintió un bulto crecer contra su cadera, se aguantó las ganas de hacer una expresión de asco—Yo sólo ayudé para acelerar el proceso. Eres muy orgullosa —sus manos siguieron subiendo, ahora recorriendo su abdomen—así que sabía que nunca admitirías que me amabas. Por eso tantos rechazos y humillaciones, ¿verdad?
La chica evadió su mirada, arrepentida. Chat soltó un bufido de disgusto.
—No planeaba hacerlo, después de todo yo existo para protegerte. Pero entonces me hablaste del otro...— podía sentir el odio en sus palabras. —Me hablaste de cómo estabas sintiéndote atraída por él, como tú primer amor quedaba en el olvido... Cuando yo nunca pude figurar a ser siquiera un candidato. No podía, simplemente no podía imaginarte estando con otro, la idea me comía vivo.
Se quitó sus guantes, sus manos bronceadas estaban llenas de cicatrices. Rasguños ansiosos que se hacía por las noches cuando despertaba de esas pesadillas donde su adorada Ladybug caminaba de la mano con alguien más.
—Para ti yo era reemplazable, lo comprobé cuando le dijiste a Aspik que no me necesitabas y cuando confiaste ciegamente en Viperon porque yo era prescindible. No sabía que más hacer, no importaba qué tan bueno fuera, no era suficiente para ti. Para mí, eres casi perfecta, pero pecas de arrogante y eso es algo que ya no soy capaz de tolerar.
Dolor, el gato negro sufría por dentro, su corazón fue pisoteado demasiadas veces. Kagami intentó curarlo, pero no, ella jamás sería su Lady, nadie podría compararse nunca. Intentó con muchas fuerzas enamorarse de la esgrimista, creía que lo conseguiría, pero cada nuevo akuma implicaba que debía ver a la chica de rojo y sus intentos quedaban en la nada. Sólo con ver sus ojos, sus labios, su silueta intrépida... Perdía la razón. La deseaba tanto, le dedicaba poemas, canciones, caricias solitarias entre la confidencialidad de su cuarto, imaginando que su querida Lady era quien le ayudaba cuando más tenso se sentía. Plagg le advirtió muchas veces que su plan era una completa locura, que si lo hacía lo perdería todo, pero no importaba. En el amor y la guerra todo valía, ¿no?
—Pero no estaba a tu altura, ¿no? Por eso lo dejaste tan en claro... ¿Por qué ser tan cruel, my lady? ¿Acaso me merecía todo eso?
Ladybug negó con la cabeza, no podía ni mirarlo. Chat soltó una carcajada. Le robó otro beso. La chica sintió su lengua intentar colarse en su boca, lo mordió, en un pequeño intento de defenderse.
El felino sólo se carcajeó con más fuerza.
—Te amo tanto, my lady, tanto—aseguró mientras se le escapaban algunas lágrimas. —Sabía que nunca podríamos estar juntos, por la regla de no saber las identidades. —Acarició sus mejillas con dulzura, si acaso eso era posible luego del abuso anterior. Sus ojos verdes ahora brillaban emocionados, podía sentir su palpitar contra su pecho, admirando cada detalle de su rostro lloroso como si fuera la perfección en persona. Juntó su frente con la de la chica, aspirando su aroma. —Pero no existe dicha regla si Ladybug se vuelve tú única identidad.
Ella sollozó mientras él la envolvía con sus brazos, en un abrazo ferviente. Marinette lloró más fuerte, deseando que todo fuera una pesadilla y que los brazos que la rodearan fueran los de su querido Luka... Luka, no volvería a verlo, ni a él, ni a su familia o a sus amigos, tampoco a Adrien. Apenas caía en la cuenta de que estaba secuestrada. Y no habría nadie para notarlo, porque la ciudad seguiría siempre bajo el mandato de Hawk Moth... Estaba muerta en vida.
"Si aceptas mi trato, prometo que morirás rápido."
"No, Marinette, sigue luchando, tu puedes..."
Las piezas comenzaban a cuadrar. Chat le dio un beso en la mejilla, mientras le soltaba el cabello y la contemplaba totalmente triunfal. Se relamió los labios, le encantaba esa mezcla del sabor de la sangre con el miedo que causaba en ella. Sus ojos estaban desorbitados, besó cada peca que decoraban las mejillas de la dueña de sus suspiros. No sabía en que momento, ni cómo, pero Ladybug le había robado algo más que la dignidad y era la cordura.
Recordaba como cuando llevó a cabo el plan, sus dedos se colorearon de carmín, como saboreó cada uno de ellos enfrente de una Ladybug inconsciente y como se encargó de desaparecer personalmente al doctor que la atendió para que su secreto no saliera de esas cuatro paredes.
No estaba orgulloso, pero sabía que sería la única solución. Y disfrutó hacerlo, disfrutó de cada momento, utilizando los libros de medicina que su padre almacenaba con recelo en la enorme biblioteca de la mansión. Por un momento sintió tristeza, pero ese sentimiento se esfumó rápido. Estudió minuciosamente diferentes maneras de terminar con la vida de una persona, para que no sufriera. Para practicar, lo llevó a cabo primero con su guardaespaldas, un blanco díficil y pesado que se resistió al principio. Siguió con Nathalie, no sin antes sacarle todos los secretos posibles y trazar el plan maestro para vengarse de su padre y traer de vuelta a su madre. La secretaria no sufrió, la quería, lo cuidó como a su propio hijo. Después fue por el premio mayor.
Gabriel Agreste.
Descubrir que era su némesis no le sorprendió tanto cuando unió el rompecabezas. Todos los secretos, las mentiras, la manera de aislarse del mundo... Cobró sentido. No podía quererlo, sólo podía odiarlo un poco más con cada cosa nueva que descubría. Gabriel fue el culpable de la muerte de su madre, Emilie, y eso jamás se lo perdonaría. Le arrebató a la única persona a la que había conseguido amar. Para colmo, se encargaba de hacerle la vida imposible. De no ser por él, jamás habría conocido a Ladybug, la causante de todos sus males del corazón y jamás habría sufrido por su amor no correspondido. Todo sería diferente, tal vez hasta saldría con alguien, puede que con Marinette o incluso Chloé, nunca podría descubrirlo.
Así que lo arregló todo, incluso seleccionó con cuidado al que sería el próximo akumatizado para efectuar su plan. Si todo salía bien, no sólo conseguiría quedarse con la chica de sus sueños, el amor de su vida, sino, lograría traer a su mamá de vuelta.
El asunto con Gabriel fue que tardó más en matarlo que a los dos anteriores, quebrantar la moral de alguien no era sencillo, después de todo era su progenitor... Pero había obrado mal, se lo buscó. Le gustaba la ironía, así que consiguió la llave de la bóveda de su oficina y, con sumo cuidado, sacó el arma que estaba envuelta en un pañuelo rojo de terciopelo. Una vez conseguido, sólo necesitó de un disparó.
Se colocó el miraculous de la mariposa para efectuar la siguiente parte. No sin antes abandonar esa horrible mansión que sólo le había causado desdicha. Enterró el cuerpo de su padre junto al de los dos primeros.
Ese mismo padre al que le robó suficientes euros como para vivir sin preocupación por un par de décadas. Era lo mínimo que podía hacer luego de abandonarlo a su suerte cuando sólo necesitaba amor. No permitiría que Ladybug lo abandonara.
Los rayos de la luna brillaban cada vez con menos intensidad, se extinguía, agonizaba. Chat Noir se había perdido en ellos, en sus redes, en la magia oscura que se apoderó de su cuerpo.
—Sí no dices nunca lucky charm no corre el tiempo y no te puedes destransorfmar— susurró, besando su oreja con suavidad. —Tampoco puedes decir puntos fuera.
Ladybug intentó empujarlo, no lograba reconocerlo. Chat se puso firme, no arruinaría el momento. El remate ideal para el discurso perfecto.
—No puedes decir nada de eso sí no puedes hablar... —Le dio otro beso, esta vez en la frente y bajó con lentitud hasta sus labios otra vez. —Y por eso el gato te comió la lengua.
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¡Feliz Halloween/ Día de muertos!
Estrellitas y comentarios son bienvenidos.
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