V E I N T I N U E V E

Kang.

—¡Buen trabajo!

—¡Jugaste muy bien como siempre!

—¡Tenemos que celebrar!

Los cumplidos continuan a mi alrededor mientras meto mi uniforme en mi bolso después de darme una ducha y cambiarme en los vestidores. Hemos ganado el juego 3-2, y pasado a las semi-finales del condado, no es una sorpresa, nuestro equipo de fútbol ha ganado las estatales varias veces e incluso una vez las nacionales.

Esa copa nacional se la debemos a Ares Hidalgo, un delantero que en su último año de preparatoria antes de irse a la universidad elevó este equipo por los cielos. Muchas veces puedo sentir la presión de los miembros de mi equipo al esperar la misma habilidad y capacidad de mi parte y estoy dando lo mejor de mí, espero que sea suficiente.

Choco cincos, y le doy las gracias a todos por sus cumplidos en la salida del vestidor. La cancha sigue iluminada por esas luces blancas, y puedo ver las gradas ya casi vacías, la mayoría de los estudiantes reunidos en grupos alrededor.

—¡Oppa!— Min-seo, mi hermana menor, aparece a mi lado, sonriendo abiertamente, —¡Felicitaciones! ¡Estuviste de bomba!

Le sonrío, sacudiendo su alborotado cabello negro que cae despreocupadamente a los lados de su cara. Ella me gruñe y quita mi mano de su cabeza.

—Te he dicho que no hagas eso, me hace sentir como una enana.

—Lo eres.

—Frente a ti, tal vez, pero frente a gente normal soy de estatura promedio.

—Mina.— mi madre la regaña, siguiéndola. La llamamos Mina de cariño en vez de Min-seo porque le gusta más, —No molestes a tu hermano,— mi madre me sonríe, —Buen trabajo en el juego.

Noto en seguida que esta sola, mi padre no ha venido con ella. Mi madre parece leer mi expresión.

—Tu padre esta muy ocupado.

—Lo se.

—Es tarde, tu hermana y yo nos iremos adelantando. Maneja con cuidado, ¿Si? No te demores mucho en llegar a casa.

—Esta bien.

—Oppa, ¿Me puedo quedar contigo? ¿Por favor?

—Mina.— mamá la agarra del brazo, —vamos.

Mina hace un puchero dramático hasta que mamá la obliga a girarse y a seguirla. Me quedo ahí, viéndolas partir y es doloroso recordar que solíamos ser más en nuestra familia. Yo no debería ser el hermano mayor si no él: Jung.

Pero Jung ya no esta.

¿Habrías venido a mi juego, Jung? ¿Habrías arrastrado a mi padre a verme jugar?

El ruido de vidrio estrellandose contra el piso llamó mi atención, salí de mi habitación y corrí a la de mi hermano mayor, no dudé en abrir la puerta con rapidez.

Él estaba sentado en la esquina del cuarto, temblando, sus brazos alrededor de sus piernas al apretarlas contra su cuerpo. Se veía pequeño y frágil a pesar de ser mucho más alto que yo.

—Jung,— le llamé, arrodillándome frente a él.

—No puedo... respirar...— él estira su mano y se agarra del cuello de mi camisa.

Un ataque de pánico, él los tenía con frecuencia, Jung había sufrido de una fuerte depresión y ansiedad desde que tuvo un accidente automovilístico que apenas sobrevivió, meses en una camilla de hospital y luego fisioterapia para recuperar su movilidad completa. Cuando lo trajimos a casa, pensamos que todo había acabado, que podíamos dejar ese episodio de nuestras vidas atrás, pero estábamos equivocados.

Jung se había recuperado fisicamente pero mentalmente, tenía mucho camino por recorrer. Investigué lo más que pude para ayudarlo, como lidiar con los ataques de pánico, que hacer, pero Jung necesitaba ayuda profesional, necesitaba medicación pero cuando fui a hablar con mi padre, su respuesta me rompió el corazón.

—Un hijo mío jamás visitará a un loquero,— me había dicho furioso, —Un varón no necesita de esas cosas, eso es de mujeres, mientras tu y tu hermano vivan bajo este techo no van a avergonzarme de esta forma. Dile a Jung que deje la estupidez y que salga a tomar aire, si todo esta en su cabeza, que reaccione y deje de preocupar a su familia.

—Padre,— le rogué, con lagrimas en mis ojos, —Jung esta muy mal, por favor.

—¿Esas son lagrimas?— me agarró del mentón con rabia, —Kang Jae-sung,— dijo mi nombre completo, —Será mejor que no se te este pegando la debilidad de tu hermano. Tu deber es ayudarlo, no volverte débil como él.

Debilidad...

Falta de hombría.

Eso era lo que los trastornos psicológicos significaban para mi padre.

Los hombres no sufrían de esas cosas, eras débil si tan siquiera hablabas de ello.

Jung empeoró, casi no comía, no salía, poco hablaba y yo no podía quedarme de brazos cruzados bajo la orden de mi padre.

Aunque solo tenía 14 años, busqué por mis medios, y con mis ahorros, a escondidas de mi padre, llevé a Jung a un psicólogo quien lo remitió a un psiquiatra, alegando que Jung necesitaba anti-depresivos con urgencia y que el psiquiatra era el que podía recetarlos porque los psicólogos no podían. Nos dio la cita con el psiquiatra para el día siguiente.

Estaba tan preocupado por él que esa noche dormí a su lado, cuidándolo en todo momento, no quería que nada le pasara, que aguantara una noche más que el psiquiatra nos ayudaría.

Desafortunadamente, mi padre nos vio en la mañana, y comenzó a interrogarnos, sospechando y nos prohibió salir ese día.

Perdimos la cita.

Dos días después, Jung, de 17 años, se suicidó.

El recuerdo de su cuerpo pálido, su cara enterrada en sus sabanas, su mano guindando de la cama, varios potes de pastillas para el dolor en el suelo. Me quedé ahí parado en la puerta, mi mano sobre la manilla de la misma, no podía moverme, escuché los pasos apresurados de mi madre al pasarme por un lado, sus gritos de dolor al tratar de despertarlo. La expresión de sorpresa y agonía pura de mi padre al caer de rodillas ante la cama de su hijo.

No lloré, no me moví, no parpadeé.

Mi hermano... se había ido, él se había estado desboronando frente a nuestros ojos y no hicimos nada para ayudarlo.

Yo... no hice suficiente por él.

Debí hacer más, debí enfrentarme más a mi padre, algo, tenía que haber algo que pude haber hecho para evitar esto.

Jung...

¿No pudiste darme un poco más de tiempo? ¿Cuán grande era el dolor en tu alma para decidieras dejarme solo? Jung, lo siento tanto, lamento tanto no haber podido ayudarte, no haberte salvado cuando nos diste tantas señales.

Culpé a mis padres, me culpé a mi mismo por mucho tiempo. Me deprimí e irónicamente fue mi padre quien vino a mi puerta y se detuvo frente a mi para preguntarme.

—Tú... Vamos a ir a un terapeuta mañana, esta listo a las 8 de la mañana.— se aclaró la garganta y se fue.

Quería gritarle, quería insultarlo, ¿Ahora que mi hermano se ha ido si te importa mi salud mental? ¿Por qué tuviste que esperar que algo así pasará para dejar atrás tus pensamientos anticuados ?

Estuve en terapia por 2 años, y cuando ya no tuve que ir más, me dediqué de lleno a ayudar a los demás, empecé mi programa de radio. Por eso, voy estudiar psicología cuando salga de la preparatoria, no quiero que hayan más Jung en el mundo, que por la falta de conocimiento y consciencia, vidas se pierdan, desvaneciéndose entre las grietas de la sociedad, desapercibidas pero tan valiosas.

Las tiras de mi bolso deportivo están sobre mi hombro derecho mientras lo cargo, cruzando un lado de la cancha. Mis ojos pasean por todos los grupos de estudiantes que veo. Algunos están sentados en las gradas, otros están saliendo del lugar y otros siguen de pie a un lado de la cancha.

Un par de manos cubren mis ojos desde atrás y puedo reconocer ese perfume de inmediato. Quito las manos de mis ojos y me giro para enfrentarla.

—Ey, campeón,— me dice en su tono burlón usual.

—Ey, Lizzie.

Lizzie ha sido mi mejor amiga de toda la vida, nos conocimos un verano en tercer grado en un campamento escolar y desde ahí, somos inseparables. Su cabello rubio esta atado en una cola alta, aún tiene puesto su uniforme de porrista con una chaqueta de jean encima. Sus ojos grises brillan con alegría.

—¡Vamos a ir a las semi-finales! Ese gol estuvo de película.— me da cinco y yo las choco, riendo un poco.

—Siempre dices lo mismo.

—¿Vas a ir a la fiesta de Kyle?

Kyle es su novio y portero de nuestro equipo, él y yo solíamos ser muy cercanos. Me la llevo bien con él, de hecho, me llevo bien con todo el mundo, no se que tan honestos sean al respecto, se que algunos solo me tratan bien por mi popularidad.

—No.

Lizzie bufa.

—¿Por qué eres tan aburrido? Nunca vas, es tu último año de preparatoria, te estas perdiendo todo.

—Si te refieres al alcohol, y al sexo sin protección, creo que no me pierdo de mucho.

Lizzie voltea los ojos.

—¿Estas seguro que tienes 18 años? A veces siento que tienes 30.

Yo actúo como si me hubiera descubierto, poniendo mi mano sobre mi boca dramáticamente.

—No se lo cuentes a nadie.

Lizzie me saca el dedo y me pasa por un lado.

—Si cambias de opinión, ya sabes donde es.

La veo marcharse, la observo de perfil, saludando a otras chicas y sonriéndoles. Ella fue mi primer amor, a la primera que me le declaré y le escribí cartas de amor, a la que le dediqué canciones en mi programa con la sola esperanza de que me estuviera escuchando. Ella estuvo en cada momento a mi lado cuando mi hermano tuvo el accidente, cuando salió del hospital, cuando falleció.

Lizzie siempre estuvo ahí.

Ella me gustaba, pero ella no sentía lo mismo. Cuando le dejé saber mis sentimientos, ella me rechazó con delicadeza, alegando que estaba enamorada de Kyle, quien era mi mejor amigo en ese momento. Pasamos unos meses incomodos pero retomamos nuestra amistad después de eso como si nada hubiera pasado.

Me costó mucho superarla, la veía todos los días, ahí a mi lado, sin poder estirar mi mano hacia ella y expresarle con palabras lo que sentía. Pero eventualmente, la superé y ahora al verla solo siento cariño fraternal por ella. A veces me pregunto si de verdad estuve enamorado o solo fue un gustar juvenil porque no la podía tener, solo se que eso de enamorarme solo no va a volver a pasarme, es muy doloroso.

Salgo de la cancha, saludando a varios grupos de compañeros de la escuela y camino por el frente de las gradas, mis ojos buscándola y la veo.

Klara.

Ella esta aún sentada en las gradas, lleva puesto unos jeans y esa capucha negra sobre su cabeza que le he dicho tantas veces que no necesita usar. Su cabello corto negro se pega a ambos lados de su cara, apenas llegando a su mentón. A simple vista, ella luce tan frágil cuando en realidad es tan fuerte, sus ojos cargan ese brillo y profundidad de alguien que ha vivido mucho para su edad. Su expresión es la de alguien llena de sabiduría.

Y su sonrisa...

Su pequeña cara se ilumina tanto cuando sonríe que tengo que apartar la mirada, mi corazón se acelera de la nada.

Si ella se viera a si misma a través de mis ojos, no se pondría esa capucha sobre su cabeza nunca más, no se ocultaría.

Porque para mi es tan bonita en un nivel que transciende lo físico, no su figura o su rostro, si no lo que ella me transmite, ese brillo en sus ojos, esa calidez en su sonrisa, esa calma en su voz.

Me le quedo viendo como un idiota ahí frente a las gradas, la gente pasando por detrás de mi, unos me saludan, otros murmuran. Klara esta hablando animadamente con Perla, riendo de vez en cuando y pongo la mano en mi pecho para sentir los latidos desesperados de mi corazón. Se que ella no me ha visto así que me permito observarla, sin apartar la mirada ni un segundo cuando sonríe.

Diego aparece a su lado y se sienta junto a ella y aunque se que no tengo derecho de nada, mi estomago se revuelve.

Diego. Diego. Diego.

Diego me cae muy bien, las veces que hemos coincidido han resultado bien pero cuando se trata de Klara, me molesta un poco.

La primera vez que lo vi con ella, la abrazó y ella lucía tan cómoda en sus brazos, tan cómoda a su alrededor. No pude evitar molestarme, Klara ha sido tan cerrada conmigo, cada cosa que llegado a conocer de ella es porque he luchado por ello, ha sido difícil que me deje entrar y el hecho de que se abrazara con Diego con tanta facilidad me dolió porque a mi ni siquiera quería enfrentarme al principio.

Sin embargo, me disculpé con ella por mi inmadurez y todo iba bien hasta que le dije que la llevaría a casa después de la escuela ayer, ella aceptó y luego de la nada me dijo que no. Me quedé un rato después de clases en la preparatoria para adelantar algunas cosas para el juego de hoy y cuando salí al estacionamiento, la vi irse con Diego.

Auch.

No quería hablarle porque sabía que reclamarle no tendría sentido, ella y yo solo somos amigos, además nunca he sido celoso o controlador, pero no se que carajos me pasa con ella que la idea de que le guste Diego hace que me vuelva loco y actúe como un inmaduro.

No le envié mensajes.

Apenas la saludé en el pasillo.

Y le di entradas para el juego, actuando todo cool, como si nada me afectara o como si no me hiciera falta hablar con ella.

Hice todo eso, en vez de preguntarle directamente si le gustaba Diego.

Bravo, Kang, ¿Tienes 18 años o 11?

Supongo que tengo miedo de que me diga que le gusta Diego, aún recuerdo la cara de lastima de Lizzie cuando me dijo que le gustaba Kyle.

—¡Kang!— maldigo en mi cabeza a quien me ha llamado tan fuerte que Klara me mira y me giro tan rápido como puedo para que no se de cuenta de que estaba parado como un idiota ahí, —¡Qué gol!

Una chica de cabello negro me dice, y lucho por recordar su nombre. Anna... Hannah... ¿Yana?

—Eh, gracias.— le digo con una sonrisa amable.

—¿Vas a la fiesta?— me pregunta emocionada, agarrándose de mi brazo, —No tengo con quien irme, ¿Puedo irme contigo?

—No voy a la fiesta.

—¿Por qué?— hace puchero.

—Estoy cansado.

—Claro, el juego.

—Debo irme.— me despido y salgo de ahí para ir al estacionamiento.

Dentro de mi camioneta, descanso la frente sobre el arco del volante. Un golpe en el vidrio me sorprende, y echo un vistazo para ver a Diego parado ahí, cuando bajo el vidrio, no puedo evitar arrugar mis cejas.

—¿Diego?

—Romeo.— me dice con cierto tono acusatorio.

Klara y Perla vienen de las gradas y se detienen detrás de él dejando un espacio prudente. Klara me ve y aparta la mirada y yo trago grueso.

—Chicas,— Diego habla lo suficientemente fuerte para que ellas escuchen, —Kang se ha ofrecido a llevarnos a la fiesta.

¿Qué?

—Pero si vinimos en tu camioneta.— le reprocha Perla.

Diego se encoge de hombros.

—Tomé unas cuantas cervezas y no me siento cómodo manejando, y Kang ha sido tan amable que nos llevará, ¿no es así?

—Eh, bueno, yo...

Diego se inclina hacia mí, casi metiendo la mitad de su cuerpo a través del vidrio para susurrar.

—¿O debería contarle a Klara como te quedaste diez minutos mirándola en las gradas? La mano sobre el corazón fue un poco dramático para mi gusto pero muy convincente.

Diego se endereza y le da la vuelta a la camioneta.

—Vamos, a subirnos, chicas.

Cuando las chicas no se mueven, me aclaro la garganta.

—Vamos, súbanse con confianza.— les digo, sonriendo.

Perla y Klara comparten una mirada pero finalmente, caminan hacia la camioneta. Perla no duda en sentarse atrás con Diego, obligando a Klara a sentarse en el puesto de copiloto a mi lado.

Lucho con las ganas de bajar su capucha, porque la veo esconderse en ella.

No te escondas de mi.

Pongo música para ahogar el silencio y la miro por unos segundos, mi corazón acelerándose al tenerla al alcance de mis manos ahí a mi lado. Me enfoco en manejar y salir del estacionamiento, pensando en lo idiota que he sido al creer que tengo algún control sobre lo que siento.

Ay Kang, menos mal que no te enamorarías solo de nuevo.

—————

Nota de la autora: ¡Hola! ¿Cómo han estado? He extrañado los lectores de Sigue mi voz. He amado ambos capítulos así que tengo un párrafo para cada uno. Si ya saben como son de largas mi notas de autora para que me leen, lol.

Sobre el capítulo anterior: Creo que todos disfrutamos de esa victoria de Klara, que ella haya podido manejar y lidiar con un ataque de pánico sola es algo grandioso y el comienzo de esa sensación de control, lo que ella hizo, lo de las palmas, las afirmaciones es una técnica que yo misma aprendí cuando estaba en terapia, hay mucho de mi experiencia con mi propia salud mental en Klara y no me da pena decirlo porque creo que eso es lo que me ha permitido crear un personaje con experiencias y pensamientos tan genuinos y verdaderos. Existen muchas herramientas para la ansiedad, los ataques de pánico como: la meditación, lo que Klara hizo, ejercicios de respiración, etc. Todos somos diferentes y las técnicas que funcionan de maravilla con una persona puede que no funcionen con otra pero como mi terapeuta decía "Yo te brindo una caja de herramientas extensa, tu usas, descartas y te quedas con las que funcionen para ti." Así que animo a todos aquellas personas que necesitan ayuda con su salud mental, hay muchas herramientas ahí afuera, es cuestión de que encuentres las que funcionan para ti.

Sobre el capítulo de Kang: Fue doloroso escribir la parte del hermano de Kang porque es triste que exista en este mundo la creencia implícita de que los hombres no padecen de trastornos psicológicos o que eso es algo que no les pasa cuando la realidad es que todo ser humano tiene la capacidad de padecer de algo así. La depresión, la ansiedad, etc, no discrimina genero así que seamos un poco más consciente y enfrentemos aquellos que se burlan si un chico o hombre cuenta sobre su padecimiento mental. Nadie es débil o menos que los demás por eso. Recordemos las palabras de Klara, esforcémonos en expandir la luz de los demás, no su oscuridad, para que así podamos hacer un cambio en el mundo, sin importar lo pequeño que sea, tus palabras pueden cambiar el rumbo de la vida de alguien, y para esa persona puede significarlo todo.

Los quiero,

Muakatela.

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