V E I N T I C I N C O
Lo siento, hoy no me puedo ir contigo, otro día será.
Enviar ese mensaje es algo difícil de hacer pero no puedo enfrentar a Kang, no ahora, aunque no pienso evitarlo para siempre, en este estado no quiero verlo, no quiero tenerlo frente a mi cuando mi mente es un desastre y mis ojos están hinchados de tanto llorar.
Me he perdido por completo la última clase, tratando de calmarme y haciendo ejercicios de respiración para pacificar mi mente que parece estar en una guerra consigo misma. Al principio, no podia tomar ni una sola respiración profunda porque lloraba pero ya he pasado ese punto y puedo respirar mejor.
Hay una sensación que me recorre usualmente después de llorar mucho, es como si mi mente quedará cansada, despojada de malestar, en un limbo donde me puedo quedar observando la nada mucho tiempo sin pensar nada en especifico, solo estar ahí.
Pero necesito volver al mundo real, la campana de salida sonó hace rato así que pronto cerraran la escuela, solo quiero asegurarme de que no quede nadie antes de salir de aquí. La respuesta de Kang hace que mi teléfono vibre a mi lado, aún estoy sentada en el piso con la espalda contra la pared. Le echo un vistazo a la pantalla del teléfono y puedo ver el mensaje.
¿Todo bien?
Nada esta bien, Kang, pero no puede verte ahora, no se que sentiría.
No soy tan idiota como para creer ciegamente las palabras de esas chicas, pero no puedo negar que lo que dijeron tiene mucho sentido, sobretodo la parte de Perla, ella me advirtió sobre Kang, ¿Acaso no quería que me pasara lo mismo? ¿Qué me ilusionara para luego estrellarme con el hecho de que él solo quería ayudar?
Todo esta bien.
Le respondo y me quedo mirando mi celular, pensando en que hacer. Ya le he dicho a Kamila que me iré con unos amigos y si ahora le digo que venga por mí de la nada cuando ya ha pasado la hora de la salida se va a preocupar. Además, el hospital queda lejos de aquí, le tomará un rato llegar.
¿Qué hago?
Tampoco me siento bien viendo a Perla ahora, aunque nos llevamos bien, no es fácil para mi mostrar mi cara roja después de haber llorado, supongo que hay cierta vulnerabilidad en mostrarte de esta forma frente a alguien.
Diego.
No se porque me siento cómoda con que él me vea de esta forma, tal vez porque me ha visto en peores formas cuando tuve mis quimios junto a su padre.
Kang, Erick, Diego, ¿Te suenan?
La voz de esa cruel chica vuelve a mí, junto con su amenaza de mantenerme alejadas de ellos. Me muerdo el labio inferior, y me decido a enviarle a Diego, lidiaré con las consecuencias luego.
¿Ya te fuiste?
Le envío y ruego que no se haya ido porque sino no tendré otra opción que decirle a Kamila o a Andy aunque él siempre sale tarde de la firma de abogados en la que trabaja.
La respuesta de Diego se tarda unos minutos y empiezo a perder la esperanza hasta que responde.
Nope, tengo detención por lo que dije
De las hormonas el día de la tormenta.
Te perdiste la última clase, ¿Dónde estabas?
No puedo creer que me alegre que Diego este castigado después de la escuela.
¿Dónde queda detención?
¿Hay muchas personas contigo?
Aunque me cueste admitirlo, me da miedo que ese grupo de chicas ande por ahí o alguien que las conozca este en detención con Diego y les diga que estaba con él.
No estoy en el salón de detención.
estoy ayudando a la profesora de Arte
a recoger las pinturas del auditorio,
no esta tan mal mi castigo.
Otro mensaje de él me llega:
No me has dicho donde estabas,
Y, ¿Por qué tantas preguntas?
¿Estas bien?
Yo: Si, estoy bien, es solo que no tengo con quien irme a casa y pensé que tal vez podrías llevarme, sino puedes, no te preocupes.
Diego: Claro que puedo, así aprovecho de llevarte a probar la mejor gelatina de fresa del mundo.
Y ahí, con los ojos hinchados de tanto llorar, sonrío.
Diego: Ven al auditorio, casi termino y así nos vamos de aquí, y estamos la Sra. Mann y yo.
Le escribo ok y me levanto, masajeando mis mejillas en un intento fútil de que mi cara no luzca tan roja. Tomo una respiración profunda y abro la puerta del salón, saco la cabeza para asomarme y asegurarme que el pasillo este vacío, y salgo en dirección al auditorio.
Cuando llego al final de pasillo y cruzo, recuerdo que en este pasillo es donde he compartido a solas con Kang, casi puedo verlo ahí de pie sonriéndome, saludándome con la mano.
Un honor, misteriosa K.
No tienes razón para ocultarte, Klara, eres muy bonita.
Hola, Klara con K.
Mierda, que sonrisa tan bonita tienes.
¿Qué es lo que soy para ti, Kang? Esa pregunta cruza mi mente hasta llegar al auditorio, el cual es más grande de lo que esperaba con tres bloques de asientos enfrentando el escenario. Atravieso el pasillo entre asientos mientras observo a Diego en el escenario, él esta cargando una pintura para ponerla junto a otras detrás de las cortinas del fondo del escenario.
Cuando nota mi presencia, me sonríe, bajando la pintura al suelo con cuidado. Sin embargo, esa sonrisa se desvanece cuando sus ojos evaluan mi rostro. Él se sacude las manos, y baja del escenario para llegar a mí.
—¿Estas bien?— la preocupación de su voz en su voz es obvia, esta ligeramente sudado, su cabello rojo pegándose a su frente, —¿Klara?
—Estoy bien,— necesito cambiar el tema, —¿Te falta mucho?
—No, solo unas cuantas más y ya, la Sra. Mann se acaba de ir.
—De acuerdo, esperaré.
Diego duda por un segundo como si no supiera si indagar más o dejarlo así. Espero que mi expresión le diga que no quiero dar explicaciones, no puedo hablar sobre lo que pasó, no ahora.
—De acuerdo.— me da una sonrisa de boca cerrada y se gira para subir de nuevo al escenario.
Yo lo sigo porque hay una esquina del escenario que aún permanece intacta con más de 8 pinturas, presentadas con adornos y decoraciones muy bonitas. No tengo ni idea de porque mi corazón se acelera cuando me acerco a las pinturas.
Me paro frente a una de muchos colores alegres cuyo trazo delinea el rostro de una chica: Un rostro arcoíris. Por instinto, mi mano busca tocar la textura, sentir la pintura, cada pincelada. Trazo con mi dedo por el contorno del rostro con mucha delicadeza.
Ha pasado tanto tiempo...
Aún recuerdo a mi maestra de segundo grado, diciéndome que tenia una habilidad innata para el dibujo, para el arte. En una reunion de padres y maestros se había acercado a mi madre para hacérselo saber.
—Cada vez que realizamos actividades que requieren un dibujo, Klara nos deja a todos con la boca abierta, tiene talento, le recomiendo que la inscriba en clases particulares de dibujo.
Mi madre le dio una sonrisa amable, —¿De verdad? Que bueno.
Esa noche cuando llegamos a la casa, mi madre se giró hacia mi, inclinándose para que pudiera verla a los ojos, —Klara, ¿Te gusta dibujar?
Me encogí de hombros.
—Se que tu maestra me ha dicho que eres buena en eso pero no voy a imponerte clases particulares de algo que no te apasiona, ¿Quieres tomar clases particulares de dibujo?
Meneé la cabeza.
—Ok, esta bien.
—Quiero pintar, mamá.
—¿Pintar?
Asiento con mucho fervor, —Si, eso me gusta mucho.
Y así fue como asistí a mis primeras clases de arte para pintar, ser buena dibujando era ventajoso a la hora de pintar pero no era algo requerido. Aún soy muy buena dibujando pero no es mi pasión, mi pasión es la pintura, el pincel, el desastre. Lo se, suena contradictorio que no me apasione dibujar, pero agradezco que mi madre se haya tomado el tiempo de preguntar lo que quería hacer en vez de escuchar a la maestra y ponerme en clases de dibujo. Supongo que fui afortunada en ese aspecto.
Recuerdo las lagrimas de mi madre cuando expusieron mis pinturas en mi antigua preparatoria y se ganaron el premio del condado así que las expusieron en varias escuelas.
Retiro mi mano de la pintura y solo me le quedo viendo, mientras más la observo, más noto los detalles, el humor y las sensaciones de la persona que la pintó. A primera vista, el rostro luce alegre, lleno de color pero detallándolo puedes ver lagrimas de colores bajo los ojos de la chica. Eso es lo que me gusta de la pintura, que se presta para tantas interpretaciones, es tan subjetiva. Un cuadro puede hacerme sentir a mi de una forma y a otra persona de una manera completamente diferente.
—¿Te gusta?— la voz de Diego detrás de mi me hace saltar un poco, estaba tan absorta en mis pensamientos. Me volteo para enfrentarlo.
—Si, es... tiene mucho sentimiento.
—Papá me contó que te gustaba pintar, ¿Has hablado con la Sra. Mann para unirte al club de arte?
Meneo la cabeza, —No, yo... aún no puedo.
—¿Por qué no?— cuando no respondo, él sigue, —Por la forma en la que mirabas esa pintura parecías anhelar pintar.
—Solo la disfrutaba, es todo.
—Bien, vamos, es hora de irnos.
Apenas, salimos, el frío me golpea de forma inesperada. La camioneta de Diego es blanca con detalles negros que se ve como nueva, es bonita y elegante. Cuando nos subimos, el olor de su colonia esta impregnado en el auto y huele muy bien. Es la primera vez que me subo al auto de alguien que no es Kamila y Andy en mucho tiempo y a pesar de que me da un poco de nervios, la ansiedad en mi imaginandose una variedad de accidentes, no me siento tan amenazada como esperaría.
Diego suspira, y yo me agarro de mi cinturón mientras él arranca y salimos de la preparatoria. Pasamos por el auto-servicio de una heladería y Diego ordena dos potes grandes de gelatina con helado y otros toppings. No me sorprende cuando estaciona en el cementerio de la ciudad. Me tenso porque no he venido al cementerio desde la única vez que pude visitar a mamá antes de enfermarme.
Diego apaga la camioneta y se gira hacia mí. Sus ojos negros me evaluándote abiertamente.
—Podemos ir a otro lugar.
—No, esta bien.
Diego me guía entre las tumbas hasta que nos detenemos frente a una.
Dario Andrade
1964 - 2017
Amado esposo y padre.
"No dejes que el miedo a la muerte
Te impida vivir tu vida."
Post data: Sino puedes cerrar los ojos y disfrutar del sabor de tu postre o comida favorita, no estas viviendo.
Mi pecho se aprieta, recordando la sonrisa de Dario. Como cambio su actitud mientras más hablábamos. Yo me hice la fuerte tantas veces para darle animo, que de alguna forma me acostumbré a ser fuerte, lo que comenzó como actuación creció en mi como algo natural. Creo que tengo mucho que agradecerle.
Nos sentamos a un lado de la tumba, Diego me pasa mi pote de gelatina con helado y destapa el suyo.
—Hola, papá, traje una visita muy especial.— dice, echándome un vistazo.
Yo le sonrío, —Hola, Dario, he venido a compartir esta gelatina de fresa contigo, según Diego es la mejor del mundo pero eso lo veremos.
Diego y yo tomamos la primera cucharada de la gelatina, cerrando nuestros ojos, saboreándolas, cada sabor, cada textura.
Sino puedes cerrar los ojos y disfrutar del sabor de tu postre o comida favorita, no estas viviendo.
La gelatina esta deliciosa, jamás esperé que una combinación de helado con gelatina pudiera saber tan bien. Cuando abro los ojos, Diego esta observándome, la intensidad en sus ojos es palpable, él me sonríe, sus labios rojos por la gelatina.
—¿Qué?
—Solo me alegra que estes aquí, pensé que me dirías que no apenas estacionaramos.
—¿Cómo puedo decir que no a esta maravillosa compañía— señalo la tumba de su padre, —y una deliciosa gelatina?
—¿Y yo que?
Tuerzo mis labios, —Tú eres un 10% del porque decidí venir.
—¿10%?
—Si te sigues quejando será 9%.
Diego se ríe y se ve tan tierno que no puedo evitar reírme un poco con él.
—Puedo vivir con ese 10% si vas a sonreír de esa forma.
Meneo la cabeza, aún sonríendo, —Estas loco.
Seguimos bromeando, comiendo nuestros potes de gelatina. Cuando terminamos, me enfrento a la tumba de Dario, —Creo que tengo que darle la razón a tu hijo, es una de las mejores gelatinas de fresa que he probado.
Le echo un vistazo a Diego quien esta perdido en sus pensamientos, sus ojos sobre la tumba, la tristeza clara en ellos, solo puedo imaginar lo mucho que lo extraña. Agradezco que me haya traído aquí, de alguna forma, esto me ha dado fuerza, recordar a Dario quien en su momento fue una persona que me motivó a ser fuerte.
—Diego.
Él me mira, volviendo a la realidad, —¿Si?
—Gracias.
Él me sonríe con tristeza, —De nada, Capucha.
Me pongo de pie y le ofrezco mi mano, —Vamos.
—¿Ya nos vamos?
—No, es mi turno de presentarte a alguien muy especial para mí.
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Nota de la autora: Este capítulo fue muy tierno para escribir, fue fácil plasmar la tranquilidad y paz que Klara sintió después de llorar tanto. Creo que muchas veces asociamos llorar con debilidad, con que si lo hacemos algo esta mal con nosotros y no es necesariamente cierto. Llorar en exceso o cuando estas en un caso de depresión mayor como el de Klara si puede ser dañino pero si estas bien y un día simplemente tienes ganas de llorar, por alguna razón minima o porque sientes una presión emocional o solo estas estresado, LLORA. Esta bien llorar cuando quieres hacerlo, recordemos que las lagrimas no son más que la forma que tiene nuestro cuerpo de exponer esos malestares emocionales internos que podemos tener. Desahogate, limpia tus lagrimas y sigue con tu día, tal vez hay una explicación científica o química en el cuerpo humano para la sensación de tranquilidad que puede invadirnos después de llorar, pero para mi, es solo el hecho de que estas desahogandote, de que te estas liberando de ese peso emocional, de que eres consciente de tu propia salud mental y puedes permitirte ser vulnerable por un momento para luego sentirte mejor. Sonreír no es la única expresión emocional en el mundo, llorar también lo es, así que no eres débil si lo haces, de hecho, me atrevería a decir que eres una persona muy fuerte al tomar el control de tus emociones y liberarlas como creas que te hará sentir mejor. Tienes mi respeto.
Ariana G.
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