CUARENTA

KLARA

Juntos...

Hay batallas que podemos enfrentar solos, que debemos enfrentar solos si queremos vencer pero hay otras en las que el apoyo de otras personas puede ser ese impulso necesario para avanzar, así sea solo para sostener tu mano mientras entras a la preparatoria sin tu peluca, y muestras tus rizos cortos por primera vez ante tanta gente. Y llegan las miradas, por supuesto, los susurros, y quiero desaparecer ahí mismo, disminuyo la velocidad y aprieto las manos enroscadas con las mías a mi lado. Echo un vistazo para ver a Diego a un lado darme una sonrisa para que siga y a mi otro lado está Perla con sus cejas levantadas y una expresión de 'Tú puedes con esto, nena.' Ambos le dan un apretón de fortaleza a mis manos y sigo adelante.

El pasillo se me hace eterno, hasta que finalmente, llegamos al salón. Todos ya están dentro y me ojean por unos segundos, pero siguen en lo suyo como si nada y agradezco por eso. Suelto a mis amigos y me giro para darles un abrazo.

—Gracias.

Cuando nos separamos, Diego toca mi frente con su dedo índice de manera juguetona.

—¿Gracias? —sacude la cabeza, —a mi se me paga en helado.

—A mi en café. —Agrega Perla antes de guiñar, —tenemos una salida pendiente entonces.

Les sonrío.

—Trato hecho.

No puedo creer que he asistido a la preparatoria por tres semanas enteras y he estado bien. Cada día se hace más llevadero, no puedo negar que hay días en los que el miedo vuelve, toca mi puerta y sacude mi día pero lo he podido manejar mucho mejor que antes. Ya no corro desesperada de vuelta a casa. Con mi meditación y con mis respiraciones puedo manejar esas ganas increíbles de huir o esas ganas de llorar sin control. Claro, que hay días en los que siento que no puedo, que se sale de mis manos y me permito irme a casa temprano o pido hablar con la consejera Romes. He sabido escoger mis batallas, y creo que eso me ha ayuda a mantenerme bien.

Hoy es el último día de clase antes del descanso de navidad así que todos andan despidiéndose y charlando por ahí. Los profesores no han dado lecciones, solo reuniones navideñas y charlas entre nosotros. Todos están listo para descansar, para olvidarse de la preparatoria por dos semanas. Por mi parte, a diferencia de ellos, no quiero irme, acabo de llegar, me estoy acostumbrando a todo y me aterra volver a estar en casa y no querer salir de nuevo. Supongo que hay miedos que seguirán ahí sin importar el tiempo que pase.

No solo se trata de volver a casa, sino también de la navidad porque es una celebración difícil para mi. No solo es la época en la que mamá disfrutaba más estar en la cocina, horneando delicias para las cenas navideñas, sino que compartimos dándonos regalos etc. Y hay algo en esas fechas que te pone melancólico y triste, quizás sea solo cosa mía.

—¿Klara? —Ellie sacude su mano frente a mí, —¿no escuchaste nada cierto?

—¿Eh?

—¿Qué si tienes planes después de la escuela?

—Claro que ella va con nosotros, —dice Perla antes de que pueda responder, —ella pagará mi café.

Yo levanto una ceja.

—¿Disculpa?

—¡Diste tu palabra! —Chilla Diego desde la esquina del salón donde está bromeando con Adrián y Ben.

—Supongo que iré, —me encojo de hombros.

—Excelente, —me dice Ellie y se sienta a mi lado mientras Perla se une al grupo donde está Diego con los demás, —Klara, tengo que contarte algo.

—Dime.

Ellie se acomoda las gafas con cuidado y lame sus labios antes de echar un vistazo a nuestro alrededor y susurrar:

—Diego me invitó a salir.

—¡¿Qué?!

Todos nos miran de golpe y arrugan sus cejas. Yo me rio nerviosamente y Ellie se pone roja. Después de unos segundos, todos vuelven a sus conversaciones como si nada.

—Lo siento, lo siento, es que no me lo esperaba, —quiero chillar, siento lo mismo que me invade cuando los protagonistas de los dramas coreanos que veo por fin se dan cuentan de sus sentimientos y se juntan, —me alegro mucho de verdad. —Le digo de corazón. Sé que significa mucho para ella haber sido capaz de acercarse a Diego después de todo ese tiempo que pasó observándolo de lejos con anhelo.

—Yo aún no me lo creo, —ella me cuenta, —estábamos jugando en línea y nos estábamos riendo por una tontería como siempre y de pronto le escucho preguntarme que si me gustaría salir con él. Al principio, pensé que los audífonos me estaban jugando una mala pasada y le hice repetirlo. Por supuesto que le dije que si, nos veremos mañana en el cine.

—¡Qué romántico! —Junto mis manos y las presiono contra mi boca, —me lo tienes que contar todo después de la cita, bueno, no todo, solo lo que tú quieras.

—Obvio que todo, si hemos sufrido este crush juntas. —Ella choca esos cinco y yo me rio.

—Klara Rodríguez, —la voz de la secretaria de la preparatoria resuena por los altavoces del salón, —es solicitada en la oficina de la directora. Klara Rodríguez, por favor a la oficina de la directora.

Mi pecho se oprime y todos me miran, pero no son sus miradas las que aceleran los latidos de mi corazón ni las que causan esta sensación desagradable en la boca de mi estomago. Me pongo de pie y le paso por un lado a Ellie, luego al grupo donde están Diego y Perla quienes me dan una mirada preocupada. Cada paso que doy se siente pesado, como si cargara rocas pesadas atadas a los talones. Salgo al pasillo y todo empeora mientras camino.

Mi respiración es lo que sigue en alterarse y aprieto mis manos a mis costados. Un recuerdo hace eco en mi mente.

Klara Rodríguez a la oficina, urgentemente.

La última vez que me llamaron por los altavoces de mi antigua preparatoria así fue cuando mamá tuvo que ser hospitalizada de emergencia después de una de sus quimios, los efectos secundarios la habían dejado muy mal y casi la perdemos esa tarde. Aún recuerdo la cara de la directora de mi antigua preparatoria al decirme que me sentara, que me calmara mientras esperaba que Kamila viniera por mi para llevarme al hospital a ver a mamá. El pasillo frente a mi parece estrecharse, los ruidos de las voces de las personas ahí se escuchan tan lejanos y es como si solo pudiera escuchar los latidos acelerados de mi corazón, como si solo pudiera sentirlos en mis oídos, en mi pecho, en mis extremidades.

Klara, siéntate, se trata de tu madre.

Casi al final del pasillo, me detengo y me recuesto de lado a la pared, sosteniendo mi pecho que sube y baja con cada respiración descontrolada.

No puedo respirar.

Si puedo.

Vamos, Klara.

—¿Estás bien? —Alguien pregunta, pero no puedo mirarla, es solo una figura borrosa frente a mi porque no sé en que momento las lagrimas han llenado mis ojos, —Oye, ¿puedes escucharme?

No.

Ella grita y llama a alguien y yo solo puedo escuchar los latidos de mi corazón, solo puedo sentir el miedo arrastrarse por mi piel, por mis venas hasta llegar a mi mente y convencerla de que voy a morir en los próximos minutos. Y entonces llega el hormigueo, porque estoy respirando tan agitadamente que no le estoy dando tiempo a mis pulmones de recibir el aire que necesitan, estoy hiperventilando.

—¡Klara! —La voz de la Sra. Romes suena frente a mi y ella me toma del rostro con cuidado, —Ey, ey, estás bien, estás bien, vamos.

Cuando salimos del pasillo, ella me guía hasta su oficina donde tiene un rincón de paz como ella le llama.

—Tengo que ir al hospital, me siento... muy mal...— le digo, mi voz ronca, —no puedo respirar... el...— trato de buscar mi teléfono, —el hospital más cercano está a 10 minutos. Por favor, necesito un medico.

—Estarás bien, estarás bien, vamos a respirar juntas.

—No puedo.

—Si puedes, ya lo has hecho antes.

—No, un hospital...

—Vamos, Klara, podemos con esto.

La Sra. Romes se posiciona detrás de mi y me abraza desde atrás, sus brazos me envuelven en un abrazo gentil.

—Vamos, estás a salvo, respiremos juntas —ella me susurra al oído, usando su respiración calmada como ejemplo, —vamos, uno... eso lento, —me guía, —estás hiperventilando, por eso sientes todo esto, lo sabes, nada está mal, tú estás bien, recuerda tu mantra, vamos.

— Estoy calmada, — suelto una respiración, —estoy a salvo, estoy protegida.

—De nuevo.

—No puedo.

—Lo estás haciendo muy bien, Klara, vamos.

— Estoy calmada, estoy a salvo, estoy protegida, —repito, tomando una respiración calmada y dejándola salir lentamente. Lo hago de nuevo, sigo siendo consciente del temblor y hormigueo en mis extremidades, de lo tensos que están mis músculos, y los latidos descontrolados de mi corazón.

—Eso es, eso es, Klara, vamos, seguimos respirando así, —ella frota mis brazos con suavidad, —respiramos... 1... 2... soltamos, vamos. —lo primero en dejarme es la sensación de hormigueo y le sigue lo demás paso a paso hasta que estoy tomando respiraciones profundas.

Y llega el llanto.Rompo a llorar con todas las ganas y la Sra. Romes solo me abraza.

—Ya, ya pasó, Klara, lo hiciste muy bien, —ella soba mi cabeza mientras me aferro a su brazo llorando.

—Tuve tanto miedo.

—Lo sé, lo sé, pero pudiste manejarlo como una campeona.

—No, perdí el control... yo...

Ella me suelta y me rodea para pararse frente a mi y tomar mi rostro entre sus manos.

—Mírame, —me dice seria, —eres una campeona y estoy muy orgullosa de ti.

Eres mi orgullo, mi niña.

La voz de mi madre resuena en mi mente. La Sra. Romes me deja desahogarme por un rato en silencio, para luego pasarme unos pañuelos y un poco de agua.

—Lo siento, no sé que pasó...

—No te disculpes, Klara, me alegra que hayamos podido superarlo juntas. Siempre estaré aquí para ti.

—Por alguna razón, este ataque de pánico se salió de mis manos, fue muy... fuerte. Pensé que ya podía controlarnos, que tonta he sido.

—No digas eso, y recuerda que los ataques de pánico no son algo que puedes controlar sino aprender a manejar y superar con las herramientas que te funcionan. Y tú lo estás haciendo muy bien.

—Bien no es el adjetivo que usaría.

—¿Qué te parece 'de manera maravillosa'? —Ella me sonríe y su energía es tan calmada que me hace devolverle la sonrisa, —¿Sabes cuál fue el detonante? ¿La gente en el pasillo? ¿El ruido? ¿Quizás nada? No siempre hay un detonante.

—Sé exactamente lo que fue, la llamada por altavoz a la oficina de la directora.

—¿Por qué?

—La última vez que me llamaron así a la oficina en mi antigua preparatoria fue para avisarme que mamá estaba hospitalizada porque los efectos secundarios de la quimio la habían dejado muy mal. —Me sorprende ser capaz de decirlo en voz alta, sin que se me quebrante la voz.

—Oh, lo siento mucho, hablaré en la oficina para que llamen a tu profesor cuando te necesiten y no vuelvan a hacerlo por el altavoz, ¿de acuerdo? No necesitamos recordatorios de cosas tristes.

—Gracias, —y entonces recuerdo la razón por la que salí del salón, —Oh, la directora... —me pongo de pie y la Sra. Romes sacude su cabeza.

—Ya he hablado con ella, no te preocupes, solo quería hablarte de la clase de arte.

—Oh.

—¿Por qué no has asistido a arte, Klara?

—No lo sé.

—No intento presionarte, pero he visto tus pinturas, incluso ganaste un premio hace unos años, ¿no? Tienes mucho talento.

—No sé como explicarlo... pintar es algo tan mío, incrustado en mi vulnerabilidad... algo que está completamente conectado con mis emociones, con todo lo que soy como persona. Y... lo que soy ahora... no tengo ni idea de lo que soy. Me aterra pararme frente al lienzo, pintar y odiar lo que mis emociones reflejen. Es como si quisiera mantener mi arte como era en mis recuerdos: colorida, dulce y motivadora. Si solo se queda en mis recuerdos, no puedo arruinarla, no sé si me explico.

—Atrapada en tus recuerdos no puede evolucionar, no puede mejorar y sobretodo, no puedes disfrutarla, no puedes sentirla de verdad, ¿no extrañas pintar?

—Cada segundo de mi vida.

—Vamos.

—¿Ah?

—De pie.

—Sra. Romes...

Ella toma mi mano y me guía fuera de su oficina a otro pasillo y subimos unas escaleras y entramos a otro pasillo largo de la preparatoria y ya sé a donde me está llevando, este es el área de las clases especiales, donde está música, ciencias, y arte. Ella se detiene frente a la puerta de arte y hace algo con su celular.

—La Sra. Mann viene en camino.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

Ella señala la puerta y me sonríe.

—Pintar. 

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