Bandido De Corazón

BANDIDO DE CORAZÓN

— Entonces estábamos luchando contra una bruja — resumió Webby tomando un sorbo del té.

Los jóvenes se encontraban en la sala principal, analizando a la chica y contándole todo lo que sabían.

Dewey se levantó de el piso de un brinco.

— No es una bruja, es una hechicera y es Magic Spell, odia a nuestro tío McDuck y es la peor perdedora que pueda existir en el mundo — soltó haciendo ademanes y alzando la voz.

— ¡Así es! Esa anciana no le interesa nada más que su venganza contra nuestra familia — le continuó Huey.

Dewey miró a Louie, quien no apartaba la mirada de su mejor amiga.

— Tendrías que recordar como le pateaste su trasero cuando éramos niños — se burló el de azul tiradose al sillón en el que se encontraban a los extremos la chica y su hermano menor.

— Pero solo recordamos hasta ese punto, no sé si ganamos o perdimos contra Magic también tengo otro pequeño recuerdo en el que intentaba no soltar a Dewey para que no cayera del avión — dijo rascándose la nuca Huey.

Webby se quedó petrificada. Dejo su taza aún lado del sillón y se levantó de el cómodo lugar.

— Dewey, creo que te confundes de persona — miró a los chicos — yo no podría llegar a herir a alguien, mucho menos a una persona mayor de edad.

Todos se quedaron callados y quietos, para observar lo que haría después. Soltó un suspiro.

— Disculpen, sé que yo era alguien valiente pero, ya no es así, ya no soy la misma — dijo agachando la mirada — Creo que mejor iré a dar un paseo por el jardín.

Y sin más que decir, se fue de ahí dejando a los hermanos con su cabeza nublada.

— No fue la caída quien hizo que perdiera la memoria — comento Louie levantándose del sofá.

— ¿Recuerdas que pasó? — se sorprendió Dewey y Huey mirando solamente a el menor.

— Dewey estaba en el cielo con su avioneta. Ella estaba luchando contra una sombra — suspiro — Dew intententaste ayudarla pero no te diste cuenta que ella estaba frente a ti.

Se quedaron pensando intentando recordar. El hermano mayor sólo masajeaba su mente. El segundo mayor estaba sorprendido.

— Yo solo recuerdo hasta esa parte, lo demás lo e olvidado — dijo por último.

Louie al ver que ya estaban sacando sus conclusiones quiso salir detrás de Webby pero fue detenido por la voz del acusado.

— Yo nunca le haría daño — se defendió — lo que dices es una de tus mentiras Louie — lo señaló con su dedo acusador.

— ¿Por qué te mentiría? — frunció el entrecejo dándoles la espalda.

Huey ya se iba interponer pero Dewey no lo dejo.

— Por que tú amas a Webby — grito para que todos escucharán.

Por fortuna para Louie nadie más había respondido así que se calmó antes de ponerse más nervioso.

Salió de esa habitación que le acababa de traer un incómodo momento solo para él.

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Salen de prisión un grupo de jóvenes ladrones.

27 de septiembre de 1820
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Terminó de pagar el periódico que tanto quería su tío, el hermano mayor.

— Ya me sentía encerrada allá adentro, gracias chicos — les agradeció la albina a los hermanos.

— Cualquier cosa, además hay que salir a estirar las piernas de vez en cuando — dijo Dewey.

Louie se estaba arrepintiendo de haber aceptado, había mucha gente afuera, eso significaba que habían jóvenes. Webby es un imán para ellos. Sólo volteaba a ver a todos lados esperando que nadie se la este comiendo con la mirada.

— ¿Ya nos regresamos? — pregunto ansioso o nervioso el menor.

— Calma hermano — le dijo Dewey y miró a su alrededor.

Se quedaron ahí quietos esperando alguna indicación. Webby intentaba ayudarlo pero no sabía tan siquiera que era lo que estaba buscando en realidad.

— ¿Qué buscas Dew? — pregunto Huey.

— ¿Creen que existan helados en estos tiempos?.

— ¿Helados? — se dijo para sí misma la chica.

— No no hay, estamos en una época muy antigua — hablo sin ánimos el hermano menor.

— Vámonos ya, el cielo se encuentra nublado — ordenó el mayor.

Louie sonrió internamente.

Dewey intentaba convencer a su hermano pidiéndole buscar algún sitio donde pudiera encontrar su antojo, pero solo se había metido a una discusión.

Webby se había quedado con la duda, pero prefirió ignorarlo, la curiosidad era para los hombres. O al menos eso le habían dicho.

Miró el cielo comprobando que estaba a punto de llover. Aún lado de ella Louie había extendido su brazo, indicándole que lo tomara.

— ¿Qué es lo que haces? — lo miro con curiosidad.

Esto hizo que Louie mostrará una sonrisa inquieta.

— Bueno es que veo que la mayoría de las damas van agarradas de sus compañeros y pues — veía como ella arqueaba una ceja, poniéndolo más nervioso — yo solo...

— Louie eso es sólo para los que tienen alguna relación como pareja.

Un sonrojo cubrió las mejillas de el joven. Pero al ver que ella ya no podía aguantar la risa, sabía que estuvo bromeando con él, así que decidió seguirle el juego.

La mano de Webby cubrió su boca mientras que cerraba sus ojos para intentar retener las carcajadas.

Suspiro mas tranquilo y al ver que Webby no paraba de reír se inclinó hacia ella.

— Eso es lo que queremos hacer saber — le dijo en el oído para después incorporarse y ofrecerle una vez más su brazo.

Sonrojada desvió la mirada y acepto con una sonrisa interna el brazo de su amigo.

Precisamente nunca habían dicho que estuvieran siendo algo más que amigos pero era agradable pensar en que lo eran.

— ¿Qué te parece si hacemos helado para que te quites la duda de la cabeza? — le propuso el chico.

Ella volteo a verlo, pareciera que leía mentes. Formó una sonrisa ladeada y asintió con la cabeza.

— Eso sería genial.

Para el camino de regreso, esa pareja era la que lideraba la caminata. Dewey y Huey después de una discusión caminaron detrás de ellos.

Observaba cada movimiento, cada paso, cada palabra. La mirada azul no paraba de observar a la joven que tenía en frente de el.

— Dew — capturó su atención Huey.

La mirada se desvió hacia el que lo había llamado.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Escuchaste lo que te dije?

Silencio...

El de gorra roja rodó los ojos — hablemos mejor después.

Un grito femenino se escuchó detrás de ellos. Los cuatro jóvenes miraron que era lo que pasaba.

Había un grupo de ladrones robando la joyería, que estaba a puestos antes de el del periódico, antes de llegar a la esquina.

— ¿Qué es lo que pasa? — pregunto Webby, pues Huey y Dewey no la dejaba mirar.

— Están asaltando — le contesto Huey mirando ahora hacia ellos.

Louie sintió que la joven apretaba el agarre — ahí que irnos cuanto antes de aquí — le susurro.

— Entre lo más rápido posible, mucho mejor — devolvió el susurro.

Pareciera que Dewey tenía ganas de ir a detener eso, lo sentía, debían de hacer algo.

— Chicos ahí que irnos — les pidió ella.

Demasiado tarde Dewey salió corriendo en dirección a el robo, seguido por su hermano mayor, este no iba a detener el robo, el de rojo detendría a su hermano.

Un grupo de 4 jóvenes salieron de la joyería con antifaces negros y sus brazos ocupados por las bolsas donde contenían su objetivo.

Entonces Dewey se le lanzó al que parecía ser el líder de el grupo de chicos.

Mientras Huey frenaba al ver que no pudo detener a su hermano. Los otros tres miraron mal a el de rojo, este sólo saludo nervioso. Al ver que ellos comenzarían a atacar el se colocó en combate.

— ¿Qué hacemos? — dijo asustada Webby hacia Louie.

La soltó e hizo que se mirarán frente a frente.

— Iré a ayudarlos, tu ve a la mansión — Webby ya lo iba a interrumpir pero el continuo — Escúchame, le dirás a tío Scrooge que venga por nosotros ¿Si? — le acarició la mejilla.

Ella asintió y empezó a caminar levantándose ligeramente el vestido para comenzar a correr.

Mientras tanto él fue caminando tranquilamente en dirección a sus hermanos.

Dewey estaba sobre el jefe, golpeándolo una y otra vez, su mirada se desvió por instinto sus ojos se encontraron con los de Louie.

— ¿Donde esta Webby? — le pregunto dejando de golpear al chico.

— La puse a salvó, no te preo... — se interrumpió al ver que uno de ellos se iba a lanzar hacia él, miró para el otro lado y venía otro de igual manera.

Dió un paso para atrás ocasionando que estos dos chocarán.

— ¡¿Qué es lo que hacen bola de inútiles?! — grito una mujer que también traía antifaz.

Los trillizos le prestaron atención, era una mujer delgada y alta, piel morena como los muchachos y cabello castaño. Se les hacía familiar, intentaron buscarla en sus recuerdos, pero, fueron interrumpidos cuando sintieron una soga alrrededores de cada uno de ellos.

— ¿Ustedes quiénes son? — cuestionó el líder de los ladrones.

Dewey ya iba a contestar pero se le adelanto Huey.

— Pues por ahora no somos nada — sonrió de lado, mostrándose tranquilo.

Todos se quedaron confundidos, incluso sus hermanos.

— Los quiero en la guarida — dijo irritada la mujer quien les dió la espalda, se quitó el antifaz y comenzó a caminar con una bolsa que traía el tesoro.

¿Y las demás personas? Prefirieron salir corriendo o no prestarles atención. Ella se mezcló con las demás personas.

— Claro madre — dijeron los ladrones a la vez.

El más chaparro le susurro algo a el líder quien solo mostró una sonrisa algo inquietante para ellos.

— Oigan, ¿Qué no sabían que susurrar frente a las personas era de mala educación? — les dijo Louie poniéndose de pie.

— Disculpa, mi hermano me pidió que le hiciera un abrigo con su piel — mostró una sonrisa malévola con eso último.

Los tres tragaron en seco.

— Eso no es posible — dijo Huey.

— Claro que lo es — le dijo antes de levantarlo del suelo.

Hizo un ademán para que los otros tres comenzarán a caminar con los ahora secuestrados.

— ¿Qué acaso no saben quiénes somos? — grito Dewey intentando detenerlo.

— Tu ¿hermano? Acaba de decir que no son nada.

Huey y Louie ya lo iban a detener pero Dewey ya lo estaba gritando a los cuatro vientos — Somos los sobrinos de McDuck.

— ¡Alejen sus manos sucias de mis sobrinos! — grito la salvación de los tres.

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