MALAS INTENCIONES
–En este palacio no eres nadie... ¿piensas que tendrás algún futuro aquí? ¿de quién obtienes tus fuerzas? ¿de la Sultana Humasah acaso? En este palacio toda la autoridad la tengo yo, por algo soy la Madre Sultana.
AHMED
–¡Destur Haseki Humasah Sultán hazretleri!
Todos se arman en filas, todos inclinan su cabeza. Todos se reverencian ante la llegada de la esposa del Sultán al palacio de la corona, todos se postraron ante la Haseki Humasah Sultán, madre de Habraam, incluso aquellas otras Sultanas que también eran consortes del Sultán Kassim.
Esclavos y no esclavos, sirvientes, trabajadores, pashas del Estado, incluso los príncipes que ya se encontraban en palacio, se postraron y besaron la mano de la Sultana.
– ¿Cómo está todo el harem Sumbul?
–Todo está bien mi Sultana –arqueó una ceja.
–Vamos a mis aposentos –ordenó–. ¡Ah Sumbul! Él es Ahmed, estará bajo tu responsabilidad, debes enseñarle todo.
–Acompáñanos Ahmed.
Estaba en el palacio de la Sultana, aquel palacio del que tanto hablaban. Este palacio es más grande, es más lujoso, hay más personas, muchas mujeres, todas se visten coloridas, bailan, cantan, parecen ser felices.
Sariye Kadin vino con nosotros, al igual que el príncipe Ibrahim y la pequeña Hafta. El príncipe Habraam se quedó en su palacio, aún le quedaban muchos asuntos del Estado que atender antes de partir a la capital. Mi corazón se quedó con él en Manisa.
– ¡Destur Valide Firuze Sultan hazretleri!
– ¡Madre Sultana! –se inclinó la sultana.
– ¡Sultana Humasah! –saludó–. Se decidió en venir a palacio ya.
– ¡Sí!
–Pensaba que se quedaría en Manisa, de todos modos, ese debe ser tu lugar, junto a tu hijo.
–Si mi Sultan así me lo pidiese me fuera, mi Sultana, de lo contrario mi lugar está aquí al lado de mi esposo, el Sultan.
–¡Insolente! –exclamó la Sultana–. ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera?
–¡Oh! ¡Mi sultana! No he dicho nada malo, ¿O sí? –sonrió la sultana y se despidió–. ¡Sultana!
El encuentro entre la Madre Sultana y la Sultana Humasah pasó de ser agradable a incomodo, no entendía el por qué. La Madre Sultana era una señora muy elegante, sus joyas muy hermosas, su larga cabellera recogida y envuelta, una corona muy grande con unas piedras verdes, todo era elegante en esa señora. Su mirada cambió de dulce a odio en un segundo, pero lo más incómodo de aquel momento fue su gesto hacia mí, aún no logro comprender.
La Sultana, Sumbul y yo nos dirigimos a sus aposentos, de repente una dulce voz saluda a lo lejos, yo gire mi cabeza con disimulo para ver quién era aquella persona que exclamó a la sultana, era un rostro conocido por mí, ya la hubiese visto antes, era la Sultana Mihrimah.
–¡Mi grandiosa madre! ¡Qué bueno que estas de vuelta en palacio!
–¡Mihrimah! ¡Hija mía!
–¿Cómo esta nuestro príncipe? ¿Cuándo viene a la Capital?
–¿En vez de preocuparte por tu madre, preguntas por el príncipe? –bromeó la sultana.
–¡Sabes que eres el Sol de nuestro universo madre!
–¿Cómo está tu padre el Sultan Mihrimah?
–¡Extrañándola Sultana! –exclamó–. Madre, hay algo que debo contarle... la Madre Sul...
–¡Salgan todos! Sumbul, Ahmed, quédense –interrumpió la Sultana a Mihrimah–, continua Mihrimah.
–Aprovecharon su ausencia Sultana e hicieron sus movidas, la Madre Sultana dio órdenes de que todos tus sirvientes fueran enviado al viejo palacio
–¡Sumbul! ¿Por qué no me contaste de una vez?
–Mi sultana espera que estuviésemos a solas en sus aposentos para contarle, además la Sultana me pidió contárselo ella misma
–Es cierto madre, yo se lo pedí –la mirada de la sultana se dirigió hacia mí. Mis piernas comienzan a temblar..., ¿acaso me reconoce del mercado? ¿sabe la Sultana mi historia ya?
–¿Él quién es Madre? –la sultana me mira y mira a su hija Mihrimah con una amplia sonrisa, pero su respuesta fue interrumpida por el sonido de la puerta que se abre abruptamente. Era el pequeño príncipe Ibrahim, quien corrió hacia mi abriendo sus brazos, a los que respondí levantando al pequeño junto a mi pecho.
–Es una larga historia hija mía, pero por ahora quiero descansar –dijo la sultana. –Sumbul prepara unos aposentos para Ahmed cerca del príncipe Ibrahim y Sariye Kadin.
–Como ordene mi Sultana
Al parecer hay fiesta, hay mucho alboroto en el palacio. Mis aposentos no están tan lejos de los de la Sultana y hasta acá podía escuchar la música... ¿cómo pudiese descansar así la Sultana?
–¿Cómo dijiste que te llamabas muchacho? –preguntó Sumbul Ag.
–Ahmed... ¿Por qué hay tanto ruido en este palacio?
–Hoy hay fiesta... la madre sultana ordene que todos bailen y canten en honor a nuestro Sultan.
TOC TOC
–¡Adelante! –ordena Sumbul.
–¡Sumbul por Alá! La madre del Sultan quiere verte ahora, llevo rato buscándote... ¿Tú quién eres? –su mirada se dirigía fijamente hacia mí.
–Es un invitado de la Sultana Humasah, viene del palacio de Manisa con el Príncipe Habraam.
–¡Apresúrate Sumbul no hagas esperar a la Sultana!
–¡Ahmed! No salgas de aquí ¿entendido?
–¡Sí! –dije.
Veía todo el mundo pasar por aquel largo pasillo, bandejas de comidas, todos parecían felices, no sé en qué momento salí de mis aposentos y me perdí por entre aquellos largos y oscuros muros de este gran palacio.
Ya no podía ver, ni escuchar nada ¿dónde estaba? Fue cuando mis oídos reconocieron una voz que gritaba. Pero, ¿por qué gritaba? ¿a quién le gritaba? ¿seguro es ella? Trababa de encontrar de donde provenían aquellas voces, fui allí donde vi aquel centello de luz, corrí hacia allí, pero me detuve, ahora escuchaba golpes ¿a quién golpeaban?
–En este palacio no eres nadie... ¿piensas que tendrás algún futuro aquí? ¿de quién obtienes tus fuerzas? ¿de la Sultana Humasah acaso? En este palacio toda la autoridad la tengo yo, por algo soy la Madre Sultana
Fue cuando vi el rostro de Sumbul todo cubierto de sangre, mi corazón se detuvo ¿qué debía hacer? ¿a quién debía informar? Con mi desesperación no había podido darme cuenta que había hecho mucho ruido, así que, tuve que correr, sin saber hacia dónde, pero salí de allí tan pronto como pude.
–¡Encuéntrenlo! –escuché como ordenó la Sultana.
No sabía dónde estaba, seguía sin escuchar la música, al menos con ella me guiaría hasta donde haya más personas, pero todo era en vano.
–¡Suéltenme! ¿Qué creen que hacen? –exclamé.
–Así que tú eres el Ahmed del que todos hablan –la mano de la sultana se pozo en mi cara girándola de un lado otro, pareciese como si quisiera observar a detalle mi rostro–. No eres feo. Eso es evidente... por algo mi nieto te escogió.
–¡Salgan todos! Déjenme a solas con Ahmed –ordeno la Madre Sultana–. Lástima Sumbul, fuiste un perro fiel de la Sultana Humasah, pero ya ves como acaben todos los que me desafían.
Aquellas palabras me hicieron dudar de las intenciones de la Sultana. Ya no veía ni escuchaba a Sumbul, no sé a dónde lo han llevado y pensar que todo esto es por servir a la Sultana Humasah ¿Cuál es el delito? ¿Por qué debe ser así? De repente sentí como mi cabeza empezaba a dar vueltas, había sido golpeado.
–Este palacio no será tu hogar Ahmed. Pensaste que yo te dejaría venir aquí y convertirte en la sombra de la Sultana o peor aún, que estés al lado de mi nieto.
–¿Usted que sabe de su nieto? El príncipe Habraam se enterará de esto y le juro por Alá que no se quedará sin castigo.
–Tienes muchas esperanzas... ¿Quién va a salvarte? ¿La Sultana Humasah? ¿Mi nieto? –preguntó la Sultana–. Déjame darte un último consejo Ahmed, aunque no será muy útil dada tu situación... ¡Nunca confíes en que una Sultana te va a salvar!
–¿Habla por usted misma?
–Veo que eres fuerte, decisivo, eso es bueno.
–Le aseguro que el Príncipe Habraam y la Sultana Humasah se enterarán de esto y la harán pagar.
–¿Y que van hacerme? Antes de ser su Abuela y su nuera soy su Sultana, miembro de la Dinastía de Osmán, nadie incluido el Sultan puede tocarme.
–El pasado es conocido por todos Sultana, debería recordar a la Gran Sultana Madre Kosem.
–¿Insinúas que van a matarme?
–Todo es posible bajo la sombra de Alá.
La Sultana quien se dirigía hacia la puerta volteo y sonrió, asintiendo con su cabeza. No pude recordar más nada de aquel encuentro. Esta vez el golpe hizo mi cabeza sangrara y perdiera el conocimiento, solo quedaba una esperanza y era que la Sultana pidiese verme y se diese cuenta que no estaba.
–¡Despierta!
Había mucha luz, el agua empapaba todo mi cuerpo, no sabía dónde me habían llevado, estaba en algún mercado, al parecer fui vendido como esclavo. No vi a Sumbul en ningún lado, ¿Qué le habrá pasado? ¿seguirá con vida?
PRÍNCIPE HABRAAM
–¡Señor hemos llegado!
Hacía ya mucho tiempo que no venía al palacio de mi padre. Todos me esperan en el jardín, todos excepto Ahmed.
–¡Querido hijo mío!
–¿Dónde está Ahmed Sultana?
–Debemos hablar, primero ve a ver al Sultan, te está esperando.
–¡Mi León! ¡Mi querido nieto!
–¡Sultana! –me inclino a besar su mano y dar un abrazo a mi abuela.
No sé por qué aquellas palabras de mi madre hicieron que mi corazón latiese más rápido. Era evidente que algo había pasado con Ahmed. El abrazo de mi pequeño Ibrahim pudo mermar aquella amargura que sentí al llegar a la Capital. Mientras me dirigía hacia los aposentos de mi padre seguía pensando en lo que podría haber pasado ¿Se habrá enterado el Sultan y lo habrá matado? ¿Acaso me espera para matarme también? Yo estaba dispuesto a aceptar
cualquier decisión que tomase mi padre en ese momento.
Muchas imágenes de mi infancia vuelven a mi mientras recorro los pasillos del palacio. En aquella época todo era más fácil, aunque mis recuerdos también están en Manisa, allí nací, hasta que mi padre ocupo el trono y tuvimos que venir a la Capital.
–¡Habraam!
–¡Mihrimah! ¿Qué pasa?
–Mi madre no te conto, pero no puedo quedarme callada hermano, es Ahmed. Hace días que no sabemos nada de él –en ese momento sentía como mi mundo se rebumbaba, lo que había temido se hizo realidad–. Habraam, promete que mantendrás la calma con el Sultan, el aún no sabe nada, nuestra madre está haciendo todo lo que puede para buscarlo.
–¿Quién fue Mihrimah?
–Tu y yo sabemos quiénes tienen enemistad con nuestra madre aquí Habraam –continuó–. Nuestras Sultanas.
No podía creer que mi propia abuela fuese capaz de aquello, pero es un miembro de la familia, no puedo acusarla sin pruebas. En el pasado tuvo muchos enfrentamientos con mi madre, pensábamos que eso hubiese quedado en el pasado, pero al parecer la Sultana Firuze está jugando otra vez, solo que esta vez es diferente, mi madre ya no está sola.
–¡Esta vez mi madre no está sola! Si la Sultana quiere enfrentarse a mi madre me hallara en su camino.
–Su Majestad, el Príncipe Habraam esta aquí
–¡Que pase!
–¡Su Majestad!
–¡Mi Príncipe valiente, ven aquí!
–¿Cómo se encuentra Su Majestad?
–¡Ahora que te veo, me siento mejor gracias a Alá!
–Padre el viaje ha sido muy largo, si me permitiese, quiero ir a descansar
–¡Por supuesto! Ve a descansar, ven a verme más tarde.
–¡Su Majestad! –salgo de los aposentos del Sultan luego de reverenciarme ante él.
En mi mente solo había una sola cosa, una sola pregunta que hacer ¿Dónde está Ahmed? Mi hermana Mihrimah me espera fuera de los aposentos del Sultan, pero fue en vano su espera, salí de allí directo a los aposentos de mi abuela.
–¡Habraam! ¡Su Alteza espera!
Crac crac...
–¿Qué es esta insolencia Habraam? ¿Cómo entras así a los aposentos de una Sultana?
–Ahorremos los discursos Sultana, le haré una sola pregunta... ¿Dónde está Ahmed?
–¡Príncipe Habraam! –exclamó la Sultana Reyham.
–¡Mi querida tía, no quisiese faltarle el respeto a usted! Pero esto es entre la Madre Sultana y yo.
–¿Tu madre te ha dicho que yo tengo algo que ver? No me extraña en lo absoluto.
–Lamento informarle mi sultana que mi madre no me ha dicho nada, solo ruéguele a Alá que a Ahmed no le haya pasado nada.
–¿Esto es una amenaza Habraam? ¡Qué insolencia!
–¡Tómelo como mejor le parezca mi Sultana!
–¡Antes que tu abuela, soy tu Sultana! ¿Lo olvidas?
–Si le pasa algo, aunque sea lo más mínimo a Ahmed, olvidaré que soy un príncipe y usted una Sultana y veremos quien ganara Sultana.
–¡Habraam! –la voz de mi madre pudo clamar mi lengua–. Espera en mis aposentos ¡rápido!
–¿Así es como crías a tus hijos? –dijo la Madre Sultana.
–Créame que mejor que usted, se lo aseguro. Solo le diré una cosa Sultana, en el pasado la respete porque es la madre del Sultan y sus ataques iban dirigido hacia mí, pero que quede claro que no le permitiré que interfiera con mis hijos.
–¡No puede negar a quienes salen tan insolentes! ¿Cómo te atreves a dirigirte a mí de esa manera? –la Madre Sultana intentó abofetear a la Sultana, pero fue más rápida la mano de mi madre y detuvo su intención, tomando la muñeca de la Sultana.
–¡Tenga cuidado Sultana! –exclamó Mihrimah. –Recuerde que no tiene a cualquiera frente a usted, tiene a la esposa del Sultan, madre de sus 5 hijos.
–¡Lo que faltaba! ¡Sal de aquí Mihrimah! –ordenó la Sultana Reyham.
–Me iré cuando quiera, soy la hija del Sultan Kassim y de la Sultana Humasah, a mi nadie puede darme órdenes, exceptos mis padres –escuchar a mi pequeña hermana defender a nuestra madre me hizo aliviar mi enojo, al menos sé que cuando tenga que partir, nuestra madre no estará sola.
–¡Mihrimah! ¡Habraam! Vayan a mis aposentos ¡De inmediato! –gritó mi madre–. Esta es la última advertencia mi Sultana, no arrastre a mis hijos en sus sucios juegos.
–¡Humasah! –exclamó Reyham.
–¡Sultana! –se reverenció mi madre ante la Madre Sultana mientras salía de los aposentos.
Nunca había visto reaccionar así a mi madre, pero ya soy padre y puedo entenderle. En aquel momento pareciese como si un ejército camina detrás de ella, Mihrimah y yo a ambos lados cuidando sus espaldas y todos los sirvientes detrás de nosotros, todos aquellos en los pasillos abrían paso, se limitaban a inclinarse ante el paso de la Sultana.
Crac crac...
–¡Qué sea la última vez que se enfrentan así ante la Sultana Madre!
–¿Y debemos permitir que te falten el respeto? o peor aún, ¿qué me falten el respeto?
–¡Debes recordar que no solo es tu abuela, es la Madre del Sultan Habraam!
–¿Hace cuánto desapareció Ahmed madre?
–Han pasado 3 días.
–¡3 días! –grité.
–¡Habraam espera! ¡Habraam!
Encontrar el amor siempre ha sido difícil, nadie que haya tenido un amor en su vida ha escrito que todo fue hermoso desde el primer momento, existen los días grises, aquellos en los que el invierno opaca las flores, donde se lleva el aroma que deja la primavera ¿acaso ha llegado el invierno a mi historia con Ahmed?
¿Dónde estás amor mío? Mi corazón aun te siente con vida, mis esperanzas de encontrarte aún están viva, sé que te encontraré y que regresarás a mis brazos, esto solo será un mal sueño, una cruel pesadilla del destino. Mi corazón esta lastimado ¿Cómo se cura un corazón lastimado? ¿contra quién debo luchar si han maltratado mi corazón?
Sé que me darás las fuerzas necesarias para encontrarte Ahmed, espérame que te encontraré.
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