ESPECIAL 2 SULTANA MIHRIMAH
Después de haber cumplido su parte del acuerdo con su cuñado Ahmed Sultan y que le permitiesen casarse con el gran visir del Imperio Otomano, Dervis Pachá, su vida ha mejorado para bien. Al final, está viviendo la vida que soñó, al lado del hombre que ama.
En el pasado, puede que haya cometido errores por proteger a sus hermanos y haya herido los sentimientos de muchas personas que, hoy en día, son importantes para la sultana.
Hoy es el día de su boda, todos sus hermanos, sultanas, amigos del imperio, se encuentran en palacio para la ceremonia. Un vestido verde adorna todo su cuerpo, su cabellera caída hacia un de sus hombros, mientras un velo cubría toda su cabeza.
En los aposentos de Ahmed Sultan, que se supone es la habitación de las Valides, se encuentran la Sultana Humasah y Ahmed Sultan, en espera de la sultana para continuar con la celebración.
—¡Sultanas! —saludó la sultana al ingresar a los aposentos. Su rostro brillaba de felicidad. Hace unos meses, la sultana habría regresado de Egipto, después de haberse divorciado de su anterior esposo y que fuese ejecutado por traicionar al imperio.
—¡Mihrimah! ¡Mírate, te ves hermosa! —dijo su madre colocándole una corona a la sultana, posteriormente, besó su mano y se reverenció ante ella, para luego pararse frente Ahmed.
—¡La sultana más bella del palacio! —dijo Ahmed, tomando en sus manos unos pendientes que pertenecían a la difunta Sultana Safiye, además de un collar de perlas que habrían traído como regalo del extranjero.
En la mente de la sultana, mientras besaba la mano de Ahmed, recordó ese pasado donde cometió sus erros con Ahmed Sultan, desde su exilio hasta estos días donde confían plenamente el uno al otro.
—¡Gracias, Ahmed Sultan! —dijo la sultana, haciendo una reverencia, para salir de los aposentos donde le esperaba Rassiye.
En los aposentos privados de Su Majestad, la situación no era muy diferente. Todos los pachás del imperio estaban allí sentados acompañados por el Sultan.
—Dervis, acércate —dijo el Sultan, haciendo que su nuevo cuñado se sentara junto a él.
—Ordene, Majestad —respondió Dervis, tan pronto como ocupó el lugar al lado de Habraam.
—Esta daga, pertenecía a mi difunto abuelo Sultan Osmán, espero que esta unión sea de bendiciones para los dos —Habraam, expresó sus deseos para él y su hermana—. Te estoy entregando dos tesoros de mi vida, Dervis, ¡cuídalos!
De vuelta en la habitación de Ahmed, luego de la salida de la Sultana Mihrimah, ambas personalidades quedaron allí; La Sultana Humasah alzaba una taza de té, mientras irónicamente, conversaba con Ahmed.
De camino al harem, dos hermanos a cada extremo del pasillo se sonrieron, pero una tristeza invadió el rostro de la sultana, a su mente vuelve el desafortunado encuentro y la disputa que hizo que su relación con su hermano se rompiera.
***
Después de haber hablado por Kemankes y ser interrumpido por su hermano con su abrupta y sorpresiva llegada a Edirne, Mihrimah volvió a conversar con Kemankes. En una oportunidad única en medio de la noche donde todos duermen, ambas personas se encontraron en el jardín del palacio.
—¿Sabes por qué existe el harem de un príncipe? —preguntó la sultana a un asustado Kemankes por la repentina llegada de la sultana—. Existe para asegurar la dinastía, un príncipe debe tener muchos herederos. Además, las criadas también aprenden, estudian, las más adecuadas después de un tiempo son casadas con pachás de alto rango. Te lo resumiré de una manera más simple Kemankes, ¡olvídate de mi hermano! Los príncipes tienen el futuro predestinado. Los príncipes ya están destinados a casarse con princesas, las mejores criadas, aquellas que su inteligencia es mayor a su belleza.
—¿Entonces usted no está de acuerdo con que mi hermano sea el esposo del Sultan? —preguntó Kemankes aun parado junto a la fuente de aquel jardín.
—El Sultan es el Sultan y es el dueño de las 7 regiones y los 7 mares, él puede hacer lo que quiera. Claro que, no me gustó su boda con tu hermano, pero ya está hecho.
—¡Hipocresía! —murmuró Kemankes a la respuesta de la sultana.
—¿Qué dijiste? —preguntó la sultana con ira, mientras caminaba hacia él.
—Dije que eso es hipocresía mi sultana, está de acuerdo con un hermano y con el otro no —respondió Kemankes.
—¡Cómo te atreves! ¡Insolente! ¡zas! —el sonido de aquel golpe resonó en todo el lugar. De repente se encontraban el príncipe Suleyman y Ahmed allí, parados en la puerta de entrada al jardín. Ahmed corrió hacia su hermano para sostenerlo porque había caído al suelo.
—¡Mihrimah! —gritó Suleyman. Su grito fue tan fuerte que estoy segura que todo el palacio debió haberlo escuchado. Sus ojos estaban llenos de ira, sus manos temblaban, el sudor comenzó a brotar de su piel.
—¡Suleyman! —exclamó Ahmed—. ¡Salgan los dos! ¡Ahora!
—Debes de saber lo que hace tu hermano acostándose con un príncipe —dijo Mihrimah—. ¿No te da vergüenza? ¿qué dirán los demás? El hermano del amante del Sultan es el amante de un príncipe.
—¡Suficiente Mihrimah! —dijo Suleyman—. No es la primera vez que ves a Kemankes, en el pasado te lo advertí, no te metas con Kemankes, no sabes de lo que seré capaz si vuelves a tocar un solo de sus cabellos.
—¡Qué vergüenza! Amenazas a tu propia hermana —dijo—. Y, ¿por quién? ¿por un criado?
Desde ese día, la relación de mi hermano ha ido en declive.
***
—Suleyman —saludó la sultana a su hermano.
—Hermana, eres la novia más hermosa, gracias a Alá —dijo Suleyman.
—Suleyman —llamó Mihrimah a su hermano sosteniendo sus manos—. En el pasado lo hice, pero aun no puedo cansarme de hacerlo, ¡lo siento, hermano! ¡lo siento!
—¿Por qué te disculpas? —preguntó Suleyman.
—Por todo, por Kemankes, por ti, por todo lo malo que hice —dijo—. Alá mediante sé que recibiré mi castigo.
—Alá perdona a las almas que se arrepienten, hermana —respondió Suleyman, con una sonrisa—. Además, verte junto a Kemankes todo este tiempo, ya es lo suficiente para mí para poder darme cuenta que estás arrepentida de todo.
—Alá mediante siempre estaré con ustedes —dijo la sultana.
—Ahora ve, las sultanas te deben estar esperando. Yo iré por Kemankes, nuestro hermano permitió que nos quedásemos aquí, él aún me aguarda en el palacio de nuestra madre.
Ambos hermanos se abrazaron y siguieron sus caminos, las cuentas de la sultana Mihrimah parecían estar saldadas. Su primavera acaba de comenzar, su historia de amor empieza esa noche.
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