CONFUCIONES


HASEKI AHMED SULTAN

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que traje mis hermanos a Estambul. Ahora puedo hacer lo que quiera con el permiso de Su Majestad y el de la Madre Sultana Humasah.

Tienen sus propias habitaciones en este palacio, al igual que yo, están preparándose para servir al imperio, quiero que sepan todo lo que un visir de saber.

En especial mi querido hermano Kemankes, ya dominaba el árabe e italiano, y sabia cada una de las normas del imperio.

–¡Destur Haseki Ahmed Hazretleri!

–¡Hermano! –dijo Kemankes.

–Sahin Efendi... ¿Cómo va mi hermano en sus estudios?

–¡Él va muy bien Su Majestad! Su hermano aprende muy rápido. Muy pronto será todo un erudito Majestad.

–¡Alá mediante Efendi! ¡Alá mediante!

–Hermano... esta noche quiero visitar a Sinan Efendi y pasar la noche allí?

–Ya veremos querido hermano, primero termina tus deberes.

Aun debo hablar con mi hermano y explicarte todo lo que ha pasado, aunque él ya se imagina, debo ser honesto y responsable, y hablarle. Mis hermanos siempre han sido mi soporte y mi fortaleza desde que nuestros padres murieron.

–¡Ahmed! No debes preocuparte hermano.

–¿A qué te refieres?

–Hermano, mírate... desde que nos trajiste aquí, vives en este palacio, siempre estas con el Sultan. Ya se son amantes –nunca me hubiese imaginado venir esas palabras de mi hermano. Mi cara estaba ruborizada y no pude evitar reírme.

–¿Cómo supiste que...? Bueno, ya sabes...

–Todo el mundo hable de ti hermano <El esclavo que se convierto en amante del Sultan><El primer esposo imperial de un Sultan>. Son muchas frases que escuchaba en Manisa hermano, además Sinan hablo conmigo antes de venir.

Saber que mi hermano entendía lo que significaba ser el esposo del Sultan me consolaba, a pesar de que aún hay muchas otras cosas que él debe saber, como el deseo del Sultan de que el partiese a gobernar una provincia.

No es que me guste mucho la idea, sin importar la capacidad o no de mi hermano para la tarea que le quiere otorgar Su Majestad, sino que esto traerá muchos problemas, además no hemos termina con un enemigo, la Sultana Firuze, su silencio en todo este tiempo me inquieta, sé que debe estar planeando su siguiente movida, pero nuestro aliado no ha podido saber nada, siquiera a ella que es de su entera confianza, la Sultana no le ha revelado nada.

Al terminar la tarde quise recoger a Kemankes y llevarlo donde Sinan Efendi, pero antes quería que Su Majestad lo viese. Y así lo hicimos, fuimos a los aposentos privados del Sultan, allí nos recibió junto a la Valide Humasah Sultan, quien también felicito a Kemankes por su sabiduría y le recordó todo el sacrificio que deberá hacer cuando parta a gobernar una provincia.

Estando allí aproveche para hablar con la Sultana Humasah, quien también se encontraba inquietad sin saber nada de la Sultana Firuze. Una persona que ella, no es común que permanezca tanto tiempo en silencio, hemos sabido de las visitas que ha recibido en el antiguo palacio, ninguna de importancia, eso creíamos.

Sus hijas, sus nietos, incluso los hijos de la Sultana Humasah han ido a ver a la Sultana, después de todo es su abuela. Aunque no han sido las visitas más cordiales que se pudiesen tener, al menos se han visto las caras.

–Debemos tener mucho cuidado Ahmed, la Sultana está preparándose para atacar.

–Lo sé mi Sultana, pero ¿Cómo saber cuál será su objetivo?

–Tú sigues siendo su objetivo Ahmed, ya le has declarado la guerra abiertamente y frente a todos.

–¿Qué más puede hacerme? –pregunté.

La Sultana se limitó a responderme con un gesto, señalándome a mi hermano Kemankes. Mi corazón quiso salir de mi pecho de solo pensar que le podía pasar algo a alguno de mis hermanos. No podía imaginar lo que sería capaz si me faltase uno de mis hermanos, se supone que ellos son los que deben despedirme a mí.

–¡No lo permitiré! ¡que ni suene en acercarse a alguno de mis hermanos!

En ese momento Habraam se acercó a mí, él pudo darse cuenta de que la conversación con su madre me ha afectado. Se limitó a tomarme en sus brazos y susurrarme al oído que todo estará bien. Pude darme cuenta que él y su madre ya habían tenido esta conversación antes de nuestra llegada, lo que hacía que me preocupara aún más.

Si efectivamente existe ese peligro, ahora es que menos quisiese que mi hermano parta a una provincia, pero no puedo negarme, no puedo interferir en las decisiones de Su Majestad, ni en los deseos de mi hermano. La única solución sería que me vaya con él a su provincia, pero el Sultan nunca me lo permitiría, porque mi lugar es aquí a su lado, en su palacio.

–¡Su Majestad Ahmed!

–¡Sultana Hassan! ¡Bienvenida!

–Me alegra verle, Alá mediante todo estará bien.

–Así es, Sultana. Espero hayan tenido un buen viaje, La Madre Sultana Humasah la espera en sus aposentos, si me disculpa debo partir.

–Espero poder conversar con usted más adelante, Su Majestad.

–¡Así será Sultana! ¡Dele la bienvenida al príncipe Murad de mi parte!

–¡Su Majestad! –se despidió la Sultana inclinándose, al igual que todas sus criadas. Aun no me acostumbre de ver a todos aquellos a los que el en pasado me les incline, hoy deben inclinarse y besar mi mano.

Mi hermano ya me espera en el jardín privado para partir, tan pronto como saliera partiríamos a casa de Sinan, todos los guardias y criados están esperando.

¡Destur Haseki Sultan Ahmed Beyefendi hazretleri!

Nadie en ese jardín quedo de pie, todos se inclinaron ante mí. Era la sensación más excitante que podía tener. Todos mueren por ser mis criados, otros quieren ser mis guardias, pero lo más importante en este mundo es la lealtad, más que la propia vida.

Volver a ver al pequeño Ferhat me ha hecho feliz, tenía mucho tiempo sin verlo, a pesar de que su palacio está cerca del nuestro, debo dejarlo enfocar en sus estudios al igual que Kemankes.

–¡Sinan, había olvidado lo bien que cocinas!

–Ahora eres un Sultan, ya no puedes comer esto –dijo Ferhat con voz burlona.

–¡Guardias! ¡Córtenle la cabeza! –bromee.

–¡Ahmed! –exclamó Sinan. Todos nos asustamos. Hacía mucho tiempo que no veía a al efendi así. –No vuelvas a bromear con algo así ¡jamás! –continuó Sinan.

–Escúchenme, nunca, pero nunca dejaría que nadie le haga daño, a ninguno de ustedes.

–¿Y si es el Sultan que lo ordena? –preguntó Kemankes– ¿también te opondrías?

–Pues de ser así me tendrá de frente a él. Ni él ni nadie les podrá hacer daño. Ahora come, debemos regresar temprano, ya casi oscurece.

Nunca había cruzado por mi cabeza tal situación, ¿y si fuese Habraam quien ordenara la muerte de uno de mis hermanos? Mi respuesta seguía siendo la misma, primero se deberá enfrentar a mí y quitarme la vida con ellos.

¡Fiesta! Hay fiesta en el harem, todos bailan, cantan, están repartiendo oro, delicias y jugo. Veo que todos están reunidos, incluida la Madre Sultana Humasah.

Destur Haseki Ahmed Sultan hazretleri!

–¡Sultana! –saludé inclinándome ante la Sultana.

–¡Ahmed! ¡Únete a nosotros!

–¿Qué celebramos mi Sultana?

–Alá mediante tendremos otro príncipe para el imperio, una de las favoritas de Habraam esta embarazada.

¿Acaso este dolor en el pecho significa un corazón roto? Porque mi corazón se acaba de romper. Aun no me acostumbro a la idea de compartir a Habraam. No puedo dar a demostrar mi tristeza, no aquí, delante de los criados, ni de las sultanas.

Se hace casi imposible darme un sorbo de aquel jugo, muchos menos comer alguna delicia. Este nudo en mi garganta que me ahoga, no me deja si quiera respirar. ¿Por qué me haces esto Habraam? ¿Por qué tienes que herirme así? ¿Por qué compartes tu amor con otras? ¿No soy suficiente para ti?

De repente, me encontré parado frente a la Sultana excusándome para salir de allí, no podía estar un segundo más allí, mi lágrimas estaban a punto de correr por toda mi cara.

–¿Duele verdad? –preguntaron. Al dar vuelta pude ver a Sariye quien caminaba hacia mí.

–¿Por qué tiene que hacer eso? –dije sollozando. Mi voz quebrada y sin aliento. No pude evitarlo, mis lágrimas no soportaron más e inundaron mi cara.

–Así es la vida en el harem Ahmed...–continuó Sariye– vamos a tus aposentos, no dejes que nadie te vea así.

***

–¡Madre! ¿Estará bien? –preguntó la Sultana Mihrimah.

–¡Debe de estarlo! No puede demostrar temor... es el esposo de tu hermano, él debe entender que así son las cosas en el harem.

–Permítame ir hablar con él, Madre.

–No es necesario, déjalo esta noche... yo misma hablare con el mañana, Alá mediante.

***

–Sabes... cuando me enteré que había sido elegido por la Sultana Humasah para ir a los aposentos del príncipe en aquel momento, sentí mucha pena por mí.

–¿Por qué? –pregunté.

–Tú tienes tu propia respuesta.

–¿Te sentiste igual? Es decir, ¿Cuándo llegué?

–La verdad, no. Más bien, me sentí aliviada porque había alguien que si ama a Su Majestad. Nosotras solo servimos al Imperio, Ahmed. Aunque nos enamoremos, ¿de qué valdría?

–Al menos tienes la esperanza de que el pequeño Ibrahim será Sultan algún día...–me interrumpió.

–Eso significaría que perdieras al Sultan.

–Muchas veces hay que perder para ganar –respondí. La conversación con Sariye Kadin fue tan extensa que no nos percatamos de que duramos hasta muy tarde en el balcón de mis aposentos.

–Si me disculpa Majestad, se hizo muy tarde, debería irme –dijo Sariye.

–¡Oh, no! Soy solo Ahmed, Sariye. Gracias por estar conmigo.

–Si quieres lograr sobrevivir aquí, el amor no basta Ahmed. Ahora tienes poder, úsalo.

–¿Cómo? –pregunté.

–Eres el Haseki principal, entonces demuestra tu poder. Sal al harem y que nadie note tu dolor. Muéstrale seguridad, aunque tengan 10 príncipes más, demuestra porque te eligió a ti y no a otra.

–¡Ahmed! –se despide Sariye, inclinando su cabeza ante mí. No tuve más fuerzas, siquiera para impedirlo, en aquel momento solo quería dormir.

TOC TOC

–Adelante.

–¡Su Majestad, Ahmed! –saludo Sumbul–. ¡Buen día! La Madre Sultana Humasah desea verlo en sus aposentos, lo está esperando.

–Avísale que ya voy.

–Como ordene Majestad.

Ya sospechaba las razones del llamado de la madre de Habraam. Sariye me lo había advertido, pero dos mentes piensan más que una, por supuesto que ya había pensado lo que de ahora en adelante debía hacer para sobrevivir a este infierno, infierno en el que, por el momento, me estoy quemando.

–¡Mi Sultana! –salude.

–¡Ahmed! ¿Cómo estás?

–Muy bien mi Sultana, gracias a Alá –respondí, sin dudar de cada una de mis palabras–. Sultana me gustaría visitar la nueva favorita, tengo un presente que darle, y desearle que tenga buena salud.

–¿Estás seguro?

–Totalmente mi Sultana, es una bendición de Alá, debemos de darle gracias.

–Te llamaba porque la Sultana Firuze recibió una visita esta mañana. Lo más sorprendente es quien la fue a visitar.

–Sultana, ¿saben quién ha sido?

–Si. El príncipe Murad.

SULTANA FIRUZE

–Pidió verme Sultana, ¿qué desea?

–Querido nieto, ¿sabes? Eres muy parecido a tu difunto abuelo. El obtuvo el trono cuando su difunto hermano falleció... –de repente fui interrumpida por mi nieto.

–¿Qué me está queriendo decir Sultana?

–Es más que obvio mi león, ¡debes ocupar el trono!

–¡Sultana! ¿Cómo dice algo como eso?

–Escucha atentamente Murad, no he vivido tantos sultanatos en vano, tu única solución para sobrevivir es esta, querido nieto.

–Ahora escúcheme usted a mi Sultana... prefiero morir bajo la espada del enemigo que, bajo la espada de mi hermano por traición, y si el destino de Alá es que yo algún día me siente en el trono, será por el así lo decida.

–Piénsalo mi león, si decides ven a verme y yo te subiré al trono.

–No sueñe con eso Sultana –era evidente el enojo en las palabras de mi nieto, como lo esperaba. Más atrás pudo escucharse como se cerraban las puertas de golpe tras su partida.

–Sabía que no se atrevería a traicionar a su hermano, es por eso que, mi plan dará resultado. Esta vez nadie podrá salvarte Sultana Humasah, ni tu propio hijo te salvará.

Toc toc toc

–¡Adelante!

–¡Sultana! Acaba de pasar lo que temíamos, fui despedida del harem –dijo Daye Hatum.

–Así que fuiste despedida por Humasah, pero tengo una curiosidad Daye, ¿Cuántas monedas has recibido por ser la traidora de tu Sultana?

–¡Sultana! ¿Qué dice?

–¿Acaso crees que no lo sabía? ¡TRAIDORA!

–¡Sultana! ¡No!

–¡Guardias! Láncenla al fondo del Bósforo –ordene–. Eso te pasa por traidora, ¿quiero ver cómo le avisas a tu Sultana que serás alimento para los peces del Bósforo?

–¡Sultana! ¡nooo! ¡Sultana!

HASEKI AHMED SULTAN

Saber que el príncipe había visitado la Sultana Firuze hace unos días me había debajo un mal presentimiento y ¿Por qué tenía la sultana que llamarme a sus aposentos para decírmelo?

No cabe la idea de una traición en mi cabeza por parte del príncipe, sé lo mucho que ama y respeta a su hermano, por lo que no puedo pensar en esa posibilidad. Aunque, ¿habrá querido la sultana que yo fuese a contrale esto al Sultan? No lo sé, pero de mis labios no lo sabrá, hasta tanto no sepamos que está pasando.

Esta mañana en el consejo se han iniciado los preparativos para una nueva campaña, los enemigos han estado invadiendo territorios otomanos y no es posible, no podemos permitirlo.

El príncipe Murad, de hecho, se encuentra en la capital, el será el protector del imperio. Junto a él su madre, la Sultana Hassan, su favorita y sus dos hijos, la Sultana Muahsezz y el príncipe Osmán.

–¡Majestad! El príncipe Murad está esperando para verlo.

–¡Qué pase!

–Me retiraré Habraam...–ni siquiera pude terminar de hablar, el Sultan me había indicado que me quedase.

–¡Su Majestad! –dijo Murad–, ¡querido hermano! –su saludo fue reciproco con su hermano, uniéndose en un abrazo, siquiera había notado que estaba allí sentado–. ¡Oh, disculpe Su Majestad, Ahmed! No vi que estuviese allí –decía tan pronto como se acercaba a besar mi mano después de reverenciarme.

–¡Ven aquí querido Murad! –le dije, extendiendo mis brazos para abrazarlo–. ¿Cómo estás príncipe?

–Estoy bien, gracias a Alá, mi príncipe y mi sultana igual, Ahmed. Espero pueda verlos antes de partir, están deseoso de ver a su tío, que domina el Sultan –murmuro con una sonrisa.

–No has cambiado en absoluto, Alá mediante, iré a verlos. Igual a la Sultana Hassan, ha estado aquí hace varios días y no he podida visitarla.

–La haría muy feliz Su Majestad –la felicidad de Murad era muy evidente. Lo que me hacía tener mis dudas. ¿Acaso se debe esta felicidad al encuentro con la Sultana Firuze? ¿se debe a que será el protector? ¿o simplemente está feliz por estar de nuevo con sus hermanos?

La mirada de Habraam está perdida en sus pensamientos, tan pronto como su hermano salió de sus aposentos, se quedó inmerso en su mente, no me atrevía a preguntar que le pasaba, era evidente que algo le preocupaba, ¿sabría ya del encuentro de su hermano?

–Habraam, ¿en qué piensa Su Majestad?

–No es nada Ahmed –decía mientras me sostenía entre sus brazos. Un fino y frio viento golpeaba nuestros cuerpos en aquel balcón de sus aposentos.

–Entremos, está haciendo mucho frio, puedes resfriarte –decía mientras se ponía de pie y dirigía su mano hacia su cama.

Las imágenes de aquella primera vez con Habraam se hacían presente en mi cabeza, recordarlo me hacía enamorarme una vez de él. De repente sentí como sus brazos rodeaban mi cintura, provocando que me exaltara.

Sus labios recorrían todo mi cuello y mi espalda, mientras desnudaba mi cuerpo. Esta vez, sus besos eran más fuerte que antes, pero mi cuerpo seguía respondiendo de la misma manera porque es Habraam, es el dueño de mi corazón quien está tocando mi cuerpo.

Bruscamente giró mi cuerpo y se lanzó hacia mí, haciendo que perdiera el equilibrio. Por un momento pensé en parar, pero mi cuerpo no deseaba que parece allí, a pesar de todo, me gustaba lo que hacía.

Sentía como entraba y salía de mi cuerpo, pero aquella sensación era placentera. Sus movimientos cada vez más fuertes, nuestros cuerpos empapados de sudor, demostrándonos una vez el amor que sentimos hacia el otro.

–Soy tu único dueño, me perteneces –susurro.

–¿Dudas sobre eso? ¿es eso lo que ocupa sus pensamientos mi señor? –pregunté.

–Vamos a dormir, mañana debemos ir al consejo –beso mi frente y tomo mi cuerpo en sus brazos.

Todos nos esperaban en el consejo, todos excepto el Sultan. Esta mañana al despertar ya no estaba en sus aposentos, tan pronto como desperté fui a los baños y me alisté para venir al consejo. Ninguno de los guardias de la puerta sabe a dónde fue Habraam.

–Deberíamos iniciar la junta del consejo Su Majestad Ahmed –dijo el Gran Visir, Dervis.

–¿Estás escuchando lo que dices Pasha?

–¡Disculpa Su Majestad! Lo decía porque el Sultan no está y usted está presente.

–No te confundas, ni crees situaciones donde no las hay Pasha, el único que inicia una junta de consejo es el Sultan, y ni yo, mucho menos tú, podemos ocupar ese lugar. ¡Conoce tu lugar!

¡Destur Sultan Habraam Han hazretleri!

Mi corazón ha quedado congelado, siquiera volteó a verme cuando llego al consejo. Es evidente que algo está preocupándolo, pero ¿cómo saber que le atormenta? Finalizado el consejo salió disparado de allí, aunque intente seguirlo fue imposible alcanzarlo ¿así pasarán los días de ahora en más?

TOC TOC TOC

–¡Adelante! –tan pronto como se abrieron las puertas pude ver como dos personitas corrían hacia mí, el príncipe Osmán y la Sultana Muahsezz.

–¡Mis pequeños! –ambos se inclinaron de una forma jocosa ante mí–, ¿Cómo están mis pequeños sobrinos?

–No quisieron esperar a mañana para verlo –explicaba Murad.

–Murad que bueno que vienes a mis aposentos, hay algo que quiero...–de repente mis palabras fueron interrumpidas por el brusco sonido de las puertas abriéndose.

–¿Cómo osas venir a los aposentos de Ahmed a esta hora príncipe Murad?

–¡Su Majestad! Si ha sido algo impropio le pido que me perdone –se excusaba Murad hacia mí con su cabeza baja.

–¡Qué se la última vez príncipe! –todo el palacio podía escuchar los gritos del Sultan.

–Déjenme a solas con Su Majestad –ordené. Su mirada estaba llena de ira, de odio, pero con todas mis fuerzas me dirigí hacia Su Majestad–. ¿Estás consiente de lo que acabas de hacer Habraam? ¿Qué fue todo eso?

–¿Se te olvida a quién tienes en frente tuyo? –dijo.

–Usted también, Habraam, no olvide a quien tiene al frente suyo –dije.

–Quiero que abandones el palacio esta misma noche, te irás al palacio de Edirne y sin objeciones.

–¿Me estas exiliando? Si crees que tienes la suficiente valentía para sacarme de este palacio, hazlo...–su enojo interrumpió mis palabras y me daba la espalada para salir de mis aposentos.

–¡Habraam! –grité–, ten en cuenta que, si salgo de este palacio, no volveré nunca más. Y si aun así quieres sacarme, hazlo, pero lo harás conmigo muerto.

***

–¡Debe ser esta noche Dervis! –ordenó el Sultan

–Pero Su Majestad, ¿está seguro de esta decisión?

–¡Totalmente Pasha, no colmes mi paciencia y sigue mis órdenes... ahora déjame solo! –ordenaba, golpeando su escritorio, de un modo tal que todos los libros que allí poseía cayeron al suelo–. ¡Esta noche vas a morir traidor, ya ha sido suficiente!

***

–Sumbul, ¿está todo listo? –preguntó la Sultana.

–Cada quien como usted lo dispuso mi Sultana.

–Esta vez no quiero errores, los traidores deben morir –decía la Valide Sultan con una sonrisa en su cara

***

–¡Aaargh! ¡Murad! ¡Murad! ¡hijo mío despierta! ¡Responde! ¡Muuurad!

Los gritos de la Sultana Hassan retumbaron por todo el palacio. El príncipe Murad ha partido de este mundo.

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