Ni perdono ni olvido

¿Por qué demonios me hizo volar anoche, para hoy cortarme vilmente las alas? Siempre es lo mismo. En la mínima oportunidad que tiene me da la puñalada por la espalda. ¿Qué realmente espero o quiero de ella?

Desayunamos en completo silencio. Pese a lo que pasó hace unos minutos atrás, ella guardaba la calma y disfrazaba muy bien cualquier emoción que por dentro tuviera, por lo que es difícil saber qué está pensando.

No creo que para ella no haya significado nada lo que pasó anoche. Lo que ocurrió no es algo que comúnmente ella haría, tampoco creo que sea algo que pueda olvidarlo fácilmente.

Siento que si no la enfrento ahora, no podré estar en paz y la duda solo me carcome.

—¿Por qué decidiste llegar hasta lo último anoche? Y no me salgas con que fue porque se te antojó.

—Es la verdad.

—Los dos sabemos que no fue así. No eres el tipo de mujer capaz de cambiar de opinión tan fácilmente, a no ser que, al igual que yo, querías que esto pasara o simplemente te dejaste llevar más de la cuenta. ¿Por qué te cuesta tanto admitirlo?

—Honestamente, no sé qué estás esperando que te diga. Tal vez quieres darte golpes en el pecho como King Kong, pensando que por fin lograste obtener lo que tanto querías. Ahora buscas que lo diga para alimentar tu ego. ¿Por qué te empeñas en buscarle tres pies al gato? Pasó lo que tenía que, eventualmente, pasar. Nada de otro mundo. ¿Sueles ser así de pesado con todas las mujeres que te acuestas? — tomó en sus manos una píldora y la llevó a su boca.

—¿Podría alardear de haberme llevado a la cama a una mujer que hoy me está tratando como si fuera un dron de basura? 

—Al menos conoces tu lugar — sonrió ladeado.

—Por eso considero que al ser iguales nos entendemos bien. Quiero que salgas conmigo.

Casi se ahoga con el jugo que estaba tomando. La oí tragar grueso.

—¿A ti qué mosca te ha picado?

—Si nos entendemos tan bien y estamos buscando lo mismo, entonces quiero garantía y exclusividad. Quiero que seas mi mujer.

—Creo que esas sacudidas te aflojaron los tornillos.

—¿No era esto lo que querías? Dijiste que querías enamorarme, entonces hagamos de cuenta que eso sucedió, que tienes una vagina de oro y mágica y que me hechizaste con ella, por así decirlo— aunque realmente fue así, de eso no me quejo—. Si ya conseguiste lo que querías, entonces como mujer y ama, debes hacerte cargo. Si quieres que sea tu perro ideal y solamente tuyo, eso es lo que quiero a cambio. Muy bien sabes que soy un hombre que no se va por las ramas, cuando quiero algo, simplemente lo consigo, aunque deba pisotear la poca dignidad, si es que me queda alguna, o deba renunciar a mi orgullo, porque ya bastante lo he hecho contigo.

—Eres el típico niño rico y caprichoso que desde pequeño le han hecho creer que todo lo que se le meta en la cabeza lo tendrá. Los hombres como tú se encaprichan muy rápido y piensan que lo merecen todo, pero no, querido, no eres merecedor de mi exclusividad. A estas alturas deberías saberlo.

Apreté los puños por debajo de la mesa.

—Siempre me tildas de niño rico y caprichoso, y no sabes lo mucho que odio eso, porque siempre has creído saberlo todo y no sabes nada.

—Toda tu vida has sido así. ¿Debo recordarte que fui víctima de tus caprichos hace tantos años atrás? ¿Debo recordarte todo lo que pasé por culpa de tu padre y tuya? Te dio conmigo, cuando jamás te hice nada, ni siquiera estaba a tu altura económicamente como para ganar contra ti, su majestad. ¿Lo recuerdas? Usaste tus influencias de niño rico y tu maldito capricho conmigo para hundirme, y lo lograste, te felicito, pero las cosas ahora no serán como tú digas.

—Y no sabes lo mucho que me arrepentí. Yo no sabía que las cosas se saldrían de control.

—Pero sucedió y de nada vale mencionarlo, porque ya no se puede hacer nada.

—Porque mi familia lo tenga todo, no significa que me lo dieran todo. Las cosas que deseaba realmente no las podía comprar u obtener con el miserable dinero, esa lección la aprendí cuando hace tantos años atrás no pude tenerte.

—¿De qué demonios hablas?

—No te hagas la desentendida, sabes muy bien de lo que hablo. El dinero para mí no es importante, lo fue alguna vez, cuando era un maldito inmaduro que no conocía nada sobre la vida o el fracaso, pero anoche fue la primera vez en mi maldita existencia que realmente sentí que lo tenía todo y nada más me faltaba.

—Lo que pasó anoche no cambia nada entre los dos. Espero que estés consciente de eso, Oscar. Si hay algo que no voy a perdonarte nunca, es lo que me hiciste. Porque no solo me destruiste la vida a mí, sino también a mi madre que con tanto sacrificio y en medio de su enfermedad, se partía el lomo para sacarme adelante. Llámame rencorosa y orgullosa, pero esto soy. Hay cosas que no tienen perdón y considero que esta es una de ellas, y no creas que con haber tenido sexo anoche va a ser suficiente para borrar todo el daño que me hiciste. Yo ni perdono ni olvido.

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