Fechorías
Mi empleo lo tomo con la debida seriedad que amerita, por esta razón he creado muchas enemistades. Llevo trabajando alrededor de tres años como asistente de la Sra. Collins. Todo había ido bien hasta que su hijo apareció en la empresa.
Oscar Collins no es solo el hijo de mi jefa, sino que también estudiamos juntos en la secundaria hace muchos años atrás. Él solía ser un engreído, se burlaba y humillaba a todo aquel que se cruzara en frente, que tuviera una forma de pensar distinta a la suya, o que simplemente se le metiera entre ceja y ceja.
Fui una de sus tantas víctimas, sus hirientes palabras me generaron un sinnúmero de complejos. Los ataques que recibí de adolescente, dejaron secuelas en mí, pero que mantengo selladas en el baúl de los recuerdos.
No sabía que era hijo de mi jefa, hasta hace cinco meses que ha estado tratando de tomar las riendas de la empresa y debo recalcar que no ha cambiado ni un poco su forma de ser, a los empleados los trata como basura. Tengo el presentimiento de que ni siquiera me recuerda y es mejor así. Él es todo lo contrario a su madre, pues ella es mucho más dulce, humilde, simpática, inteligente y comprensiva que ese engreído.
Los intercambios de palabras que hemos tenido solamente han sido de trabajo, en reuniones con su madre e intercambios de ideas. Lo que me lleva dando vueltas en la cabeza es el hecho de que su mamá me pidió encarecidamente que no lo perdiera de vista, pues según ella, le han dado la queja de que cuando ella no está presente en la empresa, lo han visto de holgazán encerrado en su despacho.
Es el colmo que después de vieja me pongan de niñera de un imbécil como ese. Si he guardado la compostura y la calma, ha sido porque estoy consciente de que mezclar mis riñas personales en el trabajo no dejan nada bueno. Además, a estas alturas, no se puede cambiar nada de lo que me hizo. Tampoco es que esté esperando una disculpa, pues después de todo, esa es su naturaleza.
Para comenzar bien mi mañana necesito un café cargado con urgencia, es lo único que alivia mi dolor de cabeza y mejora mi estado de ánimo, por esta razón pasé por la cafetería antes de llegar a la empresa. La Sra. Collins estará afuera por el día de hoy, no regresa hasta el Lunes, pero debía presentarme para adelantar trabajo y organizar su oficina.
Cuando ingresé a su oficina, me di cuenta de que estaba encendido el aire acondicionado y su lámpara de escritorio. Sobre el escritorio había un computador entre abierto, lo que me generó muchas dudas. ¿Y este computador de quién es? No es el de la Sra. Collins, pues ella siempre se lleva el suyo. No creo que ella haya dejado todo esto encendido desde ayer, pues ella siempre lo apaga antes de irse. Debo descartar el hecho de que alguien más lo haya traído, pues la oficina siempre la deja cerrada con llave y solamente yo tengo acceso a ella. Tampoco creo que haya sido su hijo, pues vi la puerta de su oficina cerrada.
Aunque tenía ganas de llamarle, decidí no hacerlo, pues sé que en este momento debe estar en reunión y no pienso molestarla por algo tan insignificante como esto. Por esa razón, decidí simplemente buscar el control remoto del aire en el lugar que siempre lo deja; en la gaveta de su escritorio.
Cuando rodeé el escritorio, vi un consolador encima de la silla de mi jefa. Para mí fue chocante, o más bien impactante el hecho de que mi jefa, siendo como es, sea capaz de traer algo como eso a su oficina y que lo dejara tan visible a que alguien más lo encontrara.
No podía dejar eso ahí y que alguien más pudiese encontrarlo y esto le trajera problemas, por eso busqué una servilleta y lo tomé en mis manos, pero había algo más, que había pasado desapercibido, o más bien no había notado por el ángulo antes y es que debajo del escritorio, bien el fondo, alcancé a ver las piernas medio velludas de un hombre.
Todo lo que pensé es en que un depravado había sido capaz de invadir la oficina de mi jefa a hacer semejantes barbaridades y fechorías. En ese momento no sabía quién era o el por qué estaba ahí, pero mi reacción no iba a ser preguntarle, más bien hacerle salir a toda costa y que pagara por su atrevimiento.
—¡Salga de ahí inmediatamente, antes de que llame a seguridad! — lo que tenía en mis manos era el consolador, por esa misma razón le pegué a diestra y siniestra hasta obligarlo a salir.
No sabía con quién me estaba topando o cuán peligroso podía ser el individuo. El hombre salió de costado, no tenía pantalón, sino una lencería de color negra que dejaba expuesto su trasero blanco y sin vellos. Cuando reconocí su rostro, casi sufro un gran infarto. Por los azotes que le tiré para sacarlo de ahí, tenía su rostro marcado.
—Sr. Collins…
—¿Cómo se atreve a golpearme con eso? ¡Usted es una atrevida! —explotó, tapándose la mejilla y la frente, pues era lo más rojo que tenía.
—¿Soy yo la atrevida? Me temo que no está en condiciones de decir semejante cosa — lo miré de arriba abajo, sintiendo una intensa vergüenza ajena.
No podía creer lo que estaba viendo. Un hombre como él, que siempre ha sido tan engreído y machista, vistiendo una ropa interior femenina y haciendo este tipo de cosas en la oficina de su madre.
Analizando las cosas con detalle, tiene un trasero bien cuidado y formado. Nunca había visto uno igual en un hombre.
—¡Lárguese inmediatamente de aquí y recoja sus cosas, porque a esta empresa no regresa!
Todo esa rabia que tenía atravesada salió a relucir en el peor momento. No estaba dispuesta a perder mi trabajo por un imbécil que no tiene ni remota idea de todo lo que me costó conseguir este empleo y mantenerlo.
—No creo que esté en posición de amenazarme, Sr. Collins. Ni siquiera puedo tomarlo en serio, teniendo la forma de un pene marcado en la frente.
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