Introducción

El hacktivismo va mucho más allá de acceder clandestinamente a un sistema informático ajeno para difundir un mensaje reivindicativo. Surgió con los inicios de internet y ha participado en operaciones antiterroristas o contra la corrupción. No obstante, la visión inocente que se tiene de esta forma de activismo digital ha hecho que muchos gobiernos se sientan tentados a utilizar a los hacktivistas como una herramienta para sus fines políticos.

Las reivindicaciones a menudo han estado ligadas a la tecnología. El uso de carteles, las redes sociales o los métodos seguros y la criptografía reforzada para comunicar mensajes son solo algunos ejemplos de cómo el activismo y la tecnología coinciden. Las redes sociales, por ejemplo, fueron fundamentales en las masivas movilizaciones de la década pasada. Las protestas de 2011, como Occupy Wall Street en Nueva York, el 15M en España o las revueltas árabes, no se pueden entender sin Facebook o Twitter, al igual que las protestas de Hong Kong en 2019 sin Telegram o PokémonGO.

Desde la creación de internet, muchos de sus usuarios han aprendido a manipular los sistemas informáticos ajenos sin autorización. A medida que internet conecta cada vez más cosas y a más personas, es más atractivo utilizar estas habilidades para hacer llegar más lejos un mensaje político. Los hacktivistas —término que fusiona "hacker", o pirata informático, con "activista"— buscan forzar los cambios que quieren ver en el sistema accediendo y atacando los ordenadores y las redes de comunicación de otros. Sin embargo, aunque la fama les haya llegado gracias a sus operaciones o representaciones en la cultura popular, no hay que olvidar que actúan fuera de la legalidad.

¿Hacktivismo o ciberactivismo?

La Red Europea de Prevención de la Delincuencia define el hacktivismo como "el uso subversivo de ordenadores y redes para promover una agenda política". Es diferente al activismo en línea, o ciberactivismo, en los métodos que usa para conseguir sus objetivos. Los ciberactivistas solo se manifiestan a través de internet, pero los hacktivistas van un paso más allá de la mera reivindicación: utilizan sus habilidades para conseguir los cambios que piden. Una de las acciones clásicas y algo retros del hacking es aumentar el tráfico de la página web de una empresa o institución para colapsar sus servidores y dejarla inoperativa (conocido como "DDoS" en inglés). También es habitual el defacement ('desfiguración' en inglés): reemplazar el contenido de la página elegida por mensajes diseñados por el hacktivista, normalmente con fines reivindicativos. De esta manera, quien quisiera entrar en la página web o no podría o vería la denuncia del hacktivista, en vez del contenido habitual.

Electronic Disturbance Theater (EDT), un grupo hacktivista mexicano, se caracterizó por utilizar la primera técnica. Creado a finales de los noventa, EDT pretendía dar visibilidad al movimiento zapatista, una guerrilla y partido político del estado mexicano de Chiapas con un mensaje opuesto a la globalización. EDT lanzó ataques contra los Gobiernos mexicano y estadounidense usando plataformas electrónicas como FloodNet, que les permitían mandar múltiples peticiones de acceso a las páginas de estas instituciones para ralentizarlas o colapsarlas y que dejaran de funcionar.

Otro grupo hacktivista famoso son los estadounidenses The Yes Men. La principal herramienta del grupo es crear páginas web falsas haciéndose pasar por una empresa. Su acción más conocida fue contra la estadounidense Dow Chemical Company por una filtración de gas en una de sus fábricas que mató a cerca de 15.000 personas en Bhopal, India, en 1984. En el 20º aniversario, en 2004, el grupo creó un vídeo falso de la cadena británica BBC en el cual la empresa reconocía su responsabilidad por la filtración. Los hacktivistas también filtraron comunicados de prensa falsos y lanzaron una página satírica de la compañía. El resultado: las acciones de Dow Chemical Company se hundieron y la imagen y la credibilidad de la empresa quedaron dañadas. A pesar del revuelo, la empresa mantiene que no tuvo nada que ver con el desastre de Bhopal y nunca se ha llegado a esclarecer quién fue el responsable.

Sin embargo, el grupo hacktivista más conocido es Anonymous, en parte por su estética, inspirada en la película V for Vendetta (2005). El protagonista de la película, V, es un revolucionario que trata de derrocar al Gobierno fascista que gobierna en una Inglaterra distópica. V se cubre la cara con una máscara de Guy Fawkes, un católico que intentó asesinar al rey inglés Jacobo I en 1605, y Anonymous ha adoptado esa máscara como símbolo. No se sabe quién ha fundado este grupo hacktivista, que es descentralizado y no tiene jerarquías o líderes. De ideología antisistema, Anonymous está presente en todo el mundo, y cualquiera puede acceder a él si comparte sus valores y objetivos o no.

Anonymous se hizo famoso en el año 2008 cuando le declaró la guerra a la Iglesia de la Cienciología, una secta muy popular entre las celebridades de Hollywood. Los hacktivistas pretendían luchar contra la censura en internet y la "explotación económica" de esta secta: formar parte de ella puede costar entre 365.000 y 380.000 dólares. A principios de ese año se hizo viral un vídeo del actor Tom Cruise alabando la Cienciología. La secta trató de mantenerlo en secreto alegando que la versión filtrada es una parte "pirateada y editada" de un evento de tres horas y presionando a las páginas web para que lo borraran. Anonymous respondió colapsando la web de la "iglesia", filtró algunos documentos e incluso atacó a sus máquinas de fax para que gastaran toda la tinta imprimiendo páginas en negro. Desde entonces, Anonymous ha lanzado operaciones contra los miembros del Ku Klux Klan en Estados Unidos o contra la empresa Paypal por suspenderle los pagos a WikiLeaks, una página que publica documentos sensibles filtrados de Gobiernos y empresas.

Por definición, los grupos hacktivistas pueden o no estar afiliados a Estados y actuando por cuenta propia. No obstante, en muchas ocasiones Gobiernos y hacktivistas han encontrado objetivos comunes y han actuado codo con codo. Tras los atentados yihadistas contra la revista satírica Charlie Hebdó en París, en 2015, Anonymous lanzó una operación contra el grupo terrorista Dáesh, responsable del ataque: la Operación ISIS, conocida en redes sociales como #OpISIS. En apenas unos meses, Anonymous consiguió desmantelar a miles de usuarios de Twitter relacionados con el grupo yihadista, miles de vídeos y decenas de páginas web. Este grupo hacktivista también ha impulsado operaciones similares contra Omar al Bashir, dictador de Sudán durante treinta años hasta que sufrió un golpe de Estado en 2019, (#OpSudan), o contra los cárteles de la droga en México (#OpCartel), aunque estas no tuvieron tanto éxito como #OpISIS.

En España el hacktivismo tiene un perfil muy bajo: los incidentes son más bien oportunistas o buscan hacer famoso al autor entre la comunidad hacker. Así lo señala el informe de 2019 del CNI CERT, el grupo de prevención y respuesta a los ciberataques en España, adscrito al Centro Nacional de Inteligencia. En 2019, coincidiendo con el aniversario del referéndum independentista catalán del 1 de octubre y la resolución judicial contra los líderes independentistas, las operaciones hacktivistas en España se centraron en Cataluña. El principal grupo hacktivista allí fue Anonymous Catalonia, que, entre otras acciones, filtró números de teléfono móvil de políticos de Ciudadanos, un partido contrario a la independencia de Cataluña. Sin embargo, hay dudas de que este grupo forme parte del verdadero Anonymous. Les separan grandes diferencias ideológicas y técnicas: Anonymous Catalonia no es anarquista anticapistalista y se sospecha que sus miembros tienen poca o nula capacidad técnica. Su actividad está centrada, en realidad, en recoger y publicar informaciones que otros quieren sacar a la luz, sin llegar a la complejidad de un verdadero grupo hacktivista.

Por el contrario, el principal grupo hacktivista operativo en España es La Nueve, la "novena compañía" adscrita a Anonymous. La Nueve probablemente tomó su nombre de la División Leclerc, un regimiento formado casi íntegramente por republicanos españoles exiliados que luchó durante la Segunda Guerra Mundial en contra de los nazis en Francia. El grupo se fundó en 2012 con un marcado carácter anticapitalista y antisistema. Entre sus operaciones está #Op Save Spain, una operación contra la corrupción que pretendía atacar las páginas web de la Administración Pública en 2016 y que no llegó a prosperar. También han filtrado las cuentas de una de las mayores empresas del país, la cadena de distribución El Corte Inglés, o se han colado en la agencia de prensa EFE.

¿Hacktivismo o herramienta política?

Los hacktivistas tienen una agenda propia: actúan en favor de su perspectiva de justicia. Pero es muy fácil justificar cualquier acción en la protección de los derechos individuales o de una minoría frente a un Gobierno totalitario. Esa facilidad, y el misterio que envuelve al hacktivismo, hacen de él una herramienta atractiva para ser usada como chivo expiatorio o proxy. Un proxy es un actor que una de las partes en un conflicto usa para luchar indirectamente con su adversario. Así, por ejemplo, Estados Unidos financió y armó a la guerrilla de los muyahidines afganos para que lucharan contra la URSS tras la invasión soviética de Afganistán en 1979.

Se conocen varios ejemplos de cómo el hacktivismo ha podido servir como proxy de ciertos países. En 2007, el Gobierno estonio decidió trasladar la estatua del Soldado de Bronce de una plaza en el centro de Tallín, la capital del país, a un cementerio militar a las afueras de la ciudad. Bajo la perspectiva estonia, la estatua —que representa a los soldados soviéticos caídos durante la Segunda Guerra Mundial— no representa a todos los estonios, por lo que su lugar es un cementerio militar con caídos de ambos bandos. Pero para la población rusófona del país, cerca del 25% en 2019, el traslado de la estatua era un ataque a su identidad y su pasado.

Durante varias semanas después del anuncio del traslado de la estatua, Estonia vivió una serie de ciberataques que pusieron en jaque la arquitectura digital del país, uno de los más digitalizados del mundo. En Estonia desde principios de los 2000 ya se podía votar, consultar el historial médico o pagar impuestos por internet. Los ciberataques dejaron sin servicio las webs institucionales y las de grandes empresas y medios de comunicación, inutilizando los sistemas digitales. Los estonios ni podían leer las noticias, ni consultar su banca online, entre otras cosas.

Los ataques llevaban el sello hacktivista. Los atacantes usaron sus propios equipos informáticos para actuar y se organizaron a través de foros donde compartían herramientas y consejos. No había nada más que los uniera que el descontento contra la decisión del Gobierno estonio. Además, era muy difícil rastrear el origen de los ataques, que partieron de 175 jurisdicciones distintas en todo el mundo. La autoría de los ciberataques a Estonia sigue sin conocerse, y es difícil que se conozca algún día. Sin embargo, la OTAN —de la que Estonia es parte— y muchos analistas consideran que Rusia podría estar detrás de los ataques, aunque fueran perpetrados por hacktivistas. El Kremlin negó estar involucrado.

En cualquier caso, si el ataque hubiera sido obra de Rusia, utilizar el hacktivismo como proxy le hubiera valido la pena. Hasta 2016, la OTAN no consideraba al ciberespacio un dominio estratégico, por lo que Estonia no pudo activar el artículo 5 del Tratado de la Alianza, que entiende un ataque contra un país miembro como un ataque a todos. Eso dejó a Estonia sola para responder ante el ataque ruso. Por otro lado, el medio elegido dificulta mucho identificar a los atacantes, lo que permitió a Rusia negar las acusaciones. Así, el ciberataque a Estonia se considera un episodio de guerra híbrida o guerra en la zona gris —la que usa medios no convencionales— en el que el hacktivismo jugó un papel muy importante.

En China el hacktivismo también se confunde con las acciones del Gobierno. Pese a que hay grupos hacktivistas que actúan contra el Partido Comunista Chino, como Fangongheike, muchos otros son "patrióticos" y fieles al Gobierno. Una de las acciones de estos grupos tuvo como objetivo el Gobierno de Estados Unidos, en 1999. Durante las guerras de Yugoslavia, China trató de mantenerse neutral, aunque criticaba abiertamente la intervención de Estados Unidos en el conflicto. Pero lo que era solo una divergencia de opiniones entre los dos países se agravó cuando en 1999 la OTAN bombardeó la embajada china en Belgrado. Un error de inteligencia hizo creer a los estadounidenses que en el edificio había un arsenal de armas, probablemente por haber utilizado mapas antiguos de la ciudad. China nunca creyó esta versión.

El incidente provocó tres muertos, una crisis diplomática y protestas contra la OTAN en China. En el plano cibernético, el bombardeo de la embajada se respondió con una oleada de ciberataques de hacktivistas patrióticos chinos contra páginas web del Gobierno de Estados Unidos. Los atacantes dejaron inactivas las páginas del Departamento de Energía e incluso la de la Casa Blanca, mostrando en su lugar mensajes contrarios a la OTAN.

Fueran o no los atacantes hacktivistas, este es otro ejemplo de cómo estos incidentes pueden servir el interés de un país. Después del bombardeo de la embajada, China adoptó una postura más desconfiada ante EE. UU., incluso después de que ambos países normalizaran sus relaciones comerciales al año siguiente. Si bien los ciberataques eran de protesta, los fallos de seguridad que utilizaron los hacktivistas para acceder a las páginas web del Gobierno estadounidense podrían haber sido aprovechados con otro propósito, como recabar información sensible. No en vano, poco después de los ciberataques, en el año 2000, el Pentágono se quejó de que estos incidentes eran ignorados pese a que podían ser un problema de seguridad nacional. Ahora la mayoría de las grandes empresas tienen un departamento o una agencia dedicados a solucionar esas vulnerabilidades informáticas y descubrir nuevos fallos antes de que lo hagan ciberatacantes. También la mayoría de los países tienen estrategias nacionales de seguridad, incluidos algunos tan dispares como Burkina Faso, España, Estonia, China, Paraguay o Vanuatu.

Los problemas de la escala de grises

Uno de los mayores problemas de los hacktivistas es que, aunque sea con un fin reivindicativo, actúan al margen de la ley. Estos grupos se protegen ocultando su identidad, pero eso hace que se les mire con sospecha, porque podrían estar actuando bajo el mando de otros actores, como Gobiernos rivales. Esa mezcla entre la ciberdelincuencia en beneficio propio y el activismo digital en beneficio de la comunidad es lo que hace del hacktivismo una herramienta tan interesante para algunos países, que lo usan para enmascaran sus ataques u operaciones de inteligencia. La popularidad de grupos como Anonymous también ayuda a atraer adeptos a la causa, ya que claramente más que un movimiento anarquista, es simplemente y llanamente un pensamiento que busca la verdad en variación de políticas ya sean de izquierda, derecha, liberal o mayormente centro.

Si en vez de usar el hacktivismo contra Estonia, Rusia hubiera atacado directamente, muchos hacktivistas no se habrían sumado al ataque ni hubieran facilitado sus ordenadores para ello. Si el Partido Comunista Chino hubiera reconocido que había impulsado los ciberataques tras el bombardeo de la embajada, quizá el incidente hubiera llevado a un conflicto mayor entre Estados Unidos y China y la historia sería diferente. En un mundo en el que proliferan las reivindicaciones y lo virtual cada vez es más importante, todavía falta por llegar la época dorada del hacktivismo.

A la par de criminales cibernéticos, no solo se termina ahí la cuestión, existen múltiples ocupaciones en que la tecnología descontinuó no solo al criminal de antaño, sino al trabajador de antaño también. Las últimas décadas de la humanidad estuvieron fuertemente marcadas por el avance a pasos agigantados de la tecnología. Si se piensa en retrospectiva, hace algunos años hubiera parecido digno de una novela de ciencia ficción poseer un dispositivo capaz de hacer llamadas, mandar mensajes, sacar fotos, tener un mapa, un GPS y otra infinidad de posibilidades de las que son capaces los teléfonos móviles.

Esta tendencia no parece terminar, sino al contrario, se profundiza. La última gran transformación se dio en el trabajo que, ayudado por las consecuencias de la pandemia, comenzó a prescindir de las oficinas, corriéndose cada vez más a formas de empleo remotas o flexibles.

En este contexto, Bernard Marr, experto en la intersección entre la tecnología y el trabajo, indicó en la revista Forbes cuales son las 4 tendencias que van a cambiar la forma en que trabajan y se relacionan las personas.

Inteligencia Artificial en todas partes

Lo primero que marca el experto es que quienes no estén tan involucrados en la tecnología, quizás no sepan qué tan inmiscuidas están las Inteligencias Artificiales (IA) en la vida moderna. "Usamos algoritmos inteligentes cada vez que buscamos en Internet, compramos en línea, navegamos mientras viajamos, elegimos cómo nos entretenemos, administramos nuestros horarios y llevamos a cabo innumerables tareas, tanto creativas como mundanas", dice Marr.

Según él, la importancia de las IA no es menor en la historia de la humanidad, para reforzar su idea cita al CEO de Google, Sundar Pichai, quien dijo que el impacto de estas tecnologías en la civilización es "más importante que el fuego o la electricidad"

Su creencia es que las IA serán cada vez más accesibles hasta el punto que cualquiera pueda acceder a ellas, "aquellos con buenas ideas podrán crear nuevos productos y servicios mejorados con IA que simplifican o mejoran nuestras vidas", afirma.

Entonces, Marr está convencido de que las IA crearán más puestos de trabajo, en vez de reducirlos. "Aunque la IA conducirá inevitablemente a la desaparición de algunos tipos de trabajos humanos, surgirán otros nuevos para reemplazarlos", asegura.

Otro campo que se verá afectado es el de la creatividad, las IA están cada vez más desarrolladas hacia las creaciones sonoras, de imagen, de video, y todo tipo de expresiones artísticas que, según él, darán lugar a nuevas experiencias tanto en el entretenimiento como en los negocios durante el 2023.

El Internet del futuro

Hoy se tiene una postura más cauta que la que tuvo Mark Zuckerberg a fines de 2021 cuando anunció el lanzamiento del Metaverso. El creador de Facebook afirmó que en breve la humanidad se volcaría de lleno a la realidad virtual y que tanto reuniones sociales como de trabajo tendrían un nuevo lugar para accionar. Sin embargo, los primeros signos muestran que esto no es tan así.

No obstante, el Metaverso ya alberga un gran número de empresas que se adentraron en él para marcar un "puesto de avanzada" en la próxima novedad tecnológica. En este contexto, el experto cree que lo primero que se modificará será la forma de trabajar de estas compañías, que tendrán que descubrir qué usos nuevos encontrarán en ese novedoso medio, aún por explorar.

Las preguntas que habrá que plantearse son, según Marr, "¿Cómo aprovechar estas oportunidades para crear productos y servicios que brinden experiencias más inmersivas y gratificantes? ¿Y cómo aprovechar las plataformas y herramientas disponibles para hacer que los procesos internos sean más atractivos y eficientes?".

El mundo en una maqueta digital

Cada vez las computadoras son más poderosas y permiten recrear objetos en maquetas digitales más complejas sobre las cuales se puede trabajar para ensayar, fracasar, mejorar y perfeccionar, hasta que lo aprendido se pueda trasladar nuevamente hacia el mundo tangible.

"Los equipos de carreras de Fórmula 1, por ejemplo, crean gemelos digitales del auto y usan el medio digital para probarlo en túneles de viento virtuales y mediante simulaciones digitales. Esto les permite cambiar los componentes del automóvil hasta que estén optimizados antes de imprimir en 3D estos componentes para el vehículo del mundo real", ejemplifica Marr.

Pero esto es sólo el comienzo, la verdadera revolución de la edición digital es cuando trabaja sobre organismos vivos como plantas, animales y hasta humanos. Según él, el futuro estará lleno de tratamientos direccionados a través del avance del análisis del ADN que pueden hacer las computadoras, que darán lugar a procedimientos personalizados, capaces de modificar cualquier característica heredada de un organismo vivo.

"Los niños podrían volverse inmunes a las enfermedades a las que sus padres son susceptibles, se pueden desarrollar cultivos que sean resistentes a las plagas y las enfermedades, y los medicamentos podrían adaptarse a las personas de acuerdo con su propia composición genética", dice Marr.

Confianza descentralizada

El blockchain es para Marr el nuevo modelo en que se sostendrán todas las finanzas y transacciones del futuro. Asegura que las preguntas sobre la confianza en 2023 girarán en torno a la descentralización, y ya no más dependiendo de un centro de control o gestión de los procesos como fueron los bancos o empresas de transacción en la vertiginosa historia de Internet hasta la fecha.

Para él, las empresas del mundo confían en que la idea de propiedad en línea se modifique gracias a la confianza en el blockchain, y que así surja una nueva ola de productos y servicios, lo que dará en consecuencia nuevos consumidores que impulsarán esta clase de transacciones.

Pero no todo es color de rosas, noticias recientes dicen que un grupo de científicos en Estados Unidos quedaron sumamente atemorizados por una inteligencia artificial que logró crear unas 40 mil armas químicas en menos de 6 horas. El algoritmo fabricó una gran cantidad de moléculas devastadoras para la salud humana que podrían ser utilizadas en contra de las personas durante un conflicto bélico de escala internacional.

Estos investigadores liderados por el científico Fabio Urbina publicaron sus hallazgos en la revista Nature Machine Intelligence, donde explicaron con más detalles cómo una IA consiguió dar con elementos tan letales para la humanidad pese a que su objetivo original era desarrollar nuevos fármacos.

Esta inteligencia artificial especializada encontró las fórmulas mediante la predicción, por lo que no representó un peligro en dicha situación. No obstante, lo que realmente desconcierta a los científicos es que dicho software pueda ser usado en algún momento por alguna persona, grupo u organización que busque desestabilizar al planeta entero.

El reporte indica que se modificó la metodología de trabajo y en lugar de eliminar la mayor toxicidad, el cambio impulsó a la IA a encontrar la que tuviera las mayores probabilidades de acabar con la vida humana. La inteligencia artificial creó decenas de miles de nuevas sustancias y compuestos que se asemejan mucho al VX, el agente nervioso más poderoso que jamás se haya desarrollado según el portal The Verge.

Urbina, director asociado en Collaborations Pharmaceuticals, Inc con sedes en Raleigh-Durham-Chapel Hill, explicó que su firma se encarga de encontrar tratamientos farmacológicos para enfermedades extrañas asentándose en modelos novedosos de aprendizaje automático.

"Fue muy fácil darse cuenta de que, a medida que construimos estos modelos de aprendizaje automático para mejorar cada vez más en la predicción de la toxicidad para evitar la toxicidad, todo lo que tenemos que hacer es girar el interruptor y decir, 'Sabes, en lugar de alejarnos de la toxicidad, ¿qué pasa si vamos hacia la toxicidad?", dijo Urbina.

Esto muestra que habría que exponer los males de las inteligencias artificiales por medio de sacar del panorama laboral al ser humano, mejorando su forma de producir y consumir, pero dejando sin trabajo a mucha gente, frustrando a millones de personas a sabiendas de que un robot puede hacer su trabajo en 6 horas o menos. Creamos máquinas para mejorar la vida de todos, pero a un alto costo.

Es cosa de imaginarse la complacencia de quienes estuvieron detrás de creaciones tan brillantes como la rueda, el hormigón, la máquina a vapor o internet.

Sin embargo, no todas las invenciones tienen fines exclusivamente beneficiosos para el mundo; hay algunas que, a decir verdad, han dejado un saldo trágico y macabro.

Luego de la explosión de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, Oppenheimer declararía que le vinieron a la mente las palabras del texto sagrado hinduista Bhagavad Gita: "Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos".

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