III 𝒮ℴ𝒷ℯ𝓇𝒷𝒾𝒶

-No haré un trato con una escoria como tú.-

La facilidad no era algo que el demonio de la gula se hubiera esperado de la encarnación misma de la soberbia.

Solicitar audiencia no había sido necesario y infiltrarse en su palacio no había sido difícil. El dios de todos los mares estaba rodeado de seres mediocres que no hacían su trabajo con esmero. Les pagaron para hacer la guardia y, aun así, habían logrado no darse cuenta de la basura que había pasado bajo sus narices.

Poseidón no temía nada, pero miraba molesto a su interlocutor, algo sorprendente ya que se trataba del taciturno hermano de Zeus que nunca miraba a nadie a los ojos.

-¿Qué te hizo suponer que había venido aquí a hacer un pacto?-

Beelzebub permaneció inexpresivo, pero sintió una distante sensación de diversión por cómo Poseidón acababa de darle otra mirada de hielo y puro odio.

-Los rumores se difundieron rápidamente.-

-O es Hermes que tiene la lengua demasiado larga.-

Se habían estipulado dos pactos, pero nadie lo sabía. Todo lo que se sabía era que estaba cerca de lograr su objetivo, y esto había alimentado el miedo y el terror en todos en el Valhalla.
Simplemente tener su nombre asociado con la palabra "experimento" fue suficiente para alimentar caos y desesperación.

-Estás causando problemas a Hades. Debería matarte.-

-Pero no lo harás. Matarme significaría hacerlo sufrir, y tú no quieres eso.-

Sin pensar demasiado en el profundo afecto que Hades le brindaba incondicionalmente, Beelzebub agarró una manzana de su canasta. Era más oscura que las anteriores, más atractiva y suculenta. No era casualidad que la persona que debía tomarla y comérsela fuera un orgulloso tirano de todo respeto.

-No estás interesado en mí. Me desprecias y eso lo tengo muy claro. Pero me gustaría señalarte que no soy el único que se beneficiaría enormemente de este pacto.-

Poseidón miró fijamente la manzana con aparente indiferencia, su mejilla apoyada en su mano y sus cejas ligeramente fruncidas.

-¿Qué deseas?-

Beelzebub sonrió imperceptiblemente: -Hacer que te unas a Kojiro Sasaki, obviamente. Es el más feliz de tus deseos, y considero una pena que este sueño de amor aún no se haya hecho realidad.-

Él no se movió.

No se movió ni siquiera cuando se encontró a pocos centímetros de las afiladas hojas del tridente de Poseidón.
Se quedó con las piernas cruzadas y la manzana apretada en la mano. Por el rabillo del ojo, sin embargo, pudo ver pequeños mechones color negro caer al suelo.

-Cortarle el pelo a un invitado muy servicial no es agradable.-

-Ese humano no es nada para mí.-

Podría haberle dicho desdeñosamente que los humanos no le interesaban, que algún día mataría él mismo a Kojiro Sasaki o que tenía muchas otras cosas más interesantes que hacer que perder más tiempo con él. Pero en lugar de comportarse como de costumbre, Poseidón prefirió reiterar su posición sentimental.

-Inmediatamente entendiste de quién estaba hablando.-

Poseidón se levantó de su asiento, sin ningún movimiento brusco ni más miradas de desprecio. Caminó hacia la puerta dándole la espalda, tratándolo como la peor basura.

-Desaparece.-

"Y eso es lo que voy a hacer." Beelzebub miró la manzana con satisfacción: "Pero este no es el momento adecuado."

Después de todo, no era la primera vez que trataba con un contratista tan grosero y brutal.


No se sentía observado.

Manejar su katana con cuidado durante un fructífero entrenamiento requería una gran concentración, pero Kojiro tuvo que admitir que se sentía la falta de esa mirada silenciosa y devastadora.
Por supuesto, nunca había entendido para qué servía y por qué era observado constantemente, sin embargo, sentía la sensación de que si hubiera conocido a su dueño, su vida habría dado un giro total.

Las olas del mar no sirvieron para distraerlo. Le encantaba el sonido que hacían y la fuerte sensación de paz que le daban, pero no era suficiente.
No entendía lo que le pasaba, y las personas a su alrededor sintieron la misma perplejidad al ver la sonrisa en sus labios pero la tristeza en sus ojos.
Cuando surgieron varias preguntas insistentes, él nunca respondió, sino simplemente porque tampoco sabía qué respuesta decir. Estaba tan confundido como sus amigos.

-¿Qué te pasa, Sasaki? ¿Aún tienes la cabeza en las nubes?- Musashi mordió con avidez el mango que sostenía en su mano: -Un samurái de tu nivel no debería preocuparse por la cantidad de espectadores presentes, sino sólo por hacer el mejor uso de sus habilidades.-

-Vamos, no seas tan duro. Estaba solo pensando.-

-El hecho de que hayas pensado tan intensamente en algo me preocupa mucho.-

Sasaki sacudió la cabeza con una sonrisa, su largo cabello oscuro se balanceaba. Llevaba años entrenando y Musashi llevaba años regañándolo por darle importancia a un suceso incomprensible y esquivo.
Volverse más fuerte y lograr su primera victoria en la batalla era algo que quería lograr, pero...

-No me siento motivado. Creo que lo dejaré así por hoy.-

-¿¡Qué!?-

A veces sentía que el honor y la severidad que los grandes espadachines empleaban en el arte de la espada eran exagerados.

-Tú... Sasaki, maldita sea. Lo único que ha cambiado en ti es tu cabello y basta. ¡Para otras cosas permaneciste tan inconsciente como siempre!-

-Una persona no puede entrenar cuando está completamente cansada. Sería contraproducente.-

-¡Sasaki!-

Era inútil discutir con él: cuando se proponía algo, era prácticamente imposible hacerle abrir los ojos y hacerle entender lo que tenía que hacer para volverse más fuerte. Si quería estar en contacto con la naturaleza, lo haría. Si quisiera comerse un buen asado en medio de un duro entrenamiento, lo haría. Siempre seguiría sus necesidades e instintos antes que cualquier otra cosa.

-De todos modos, no es cierto que mi cabello haya cambiado. Los encuentro más sanos y brillantes, es verdad, pero nada más.-

Para ser justos, Musashi no fue el único que notó que Sasaki parecía verse más joven.
No se hablaba de una cuestión de edad, sino de espíritu; se había vuelto más rápido, su rostro era más brillante, sus manos sostenían la empuñadura de la katana con una fuerza y ​​devoción que le habían sido ajenas en vida.

Quizás fuera un insulto a los dioses admitir una verdad tan contradictoria, pero era imposible negarla.
Kojiro Sasaki, en su sencillez, se había convertido en una divinidad a la que no podías apartar la vista.

-Eres un estúpido...-

El interesado no se daba cuenta de la grandeza que estaba abrazando. Musashi quería estrangularlo.

-Vamos, no decir eso. Insultarme no me hará cambiar de opinión. El entrenamiento puede muy bien esperar.-

-Un luchador no debe perder el tiempo, debe utilizarlo para crear un espacio personal cómodo e inaccesible. Y eso me parece increíble.-

La velocidad con la que Musashi empuñó su katana fue impresionante.
Había sido un instinto rápido y mordaz - de peligro - lo que lo había empujado a apuntar con la hoja del arma al recién llegado.

-¿Quién eres?-

-¿Quién soy yo? ¿Realmente importa?-

No le gustó su voz.
El cabello azabache estaba despeinado y los ojos rojos que lo miraban con indiferencia eran molestos. Y la forma en que sostenía ese extraño palo negro con cabeza de calavera... no, había demasiados detalles al respecto que no le gustaban.

-No, no importa.- Musashi no bajó la guardia. Sintió que si lo hacía terminaría mal: -Tú eres el que nos espía todos los días, ¿no? Una especie de sinvergüenza. Si quieres causarnos problemas, será mejor que desaparezcas y no te vuelvas a ver nunca más.-

-Ooh.- el rostro de Beelzebub no cambió en lo más mínimo: -No pensé que un samurái pudiera ser tan vulgar y molesto.-

-¡Tú, maldi—!-

-No eres tú.- a diferencia de Musashi que había perdido los estribos en unos segundos, Kojiro permaneció quieto y sereno: -Es la primera vez que nos ves en vivo, ¿verdad?-

Beelzebub cerró los ojos, con un pequeño movimiento de cabeza que confirmó su suposición.

-Te subestimé. Pensé que entre los dos eras el menos cauteloso y pensativo, pero si: él tiene sus ojos puestos en ti, y diría que no hay una sola razón.-

Los dioses no necesitan relaciones románticas. Deben alimentar su ego, destruir el de quienes consideran inferiores; deben satisfacer su deseo sexual, codicioso o de omnipotencia.
Si bien este discurso incluía incluso a deidades como Odín, para Poseidón era un asunto diferente: no estaba interesado en nada excepto en su hermano mayor Hades. Zeus y Adamas también eran sus hermanos, pero no poseían el mismo valor.
Comparar a alguien con la importancia que Hades tuvo en su incalculable existencia era una ofensa. No podría haber un ser vivo fuera del dios del Inframundo que pudiera recibir una mirada llena de admiración y deseo.

-Has puesto todo patas arriba.-

Pero ese "no pudo haber sido" ya no tenía sentido.

-Kojiro Sasaki, si decides seguirme te llevaré directamente con la persona que te está haciendo sentir tan extraño.-

Los ojos de Kojiro se abrieron con sorpresa. ¿Ese chico sombrío conocía a su misterioso observador? ¿Y por qué, al revelarle un detalle tan importante, había utilizado el término "extraño" para describir su estado de ánimo?

-Pensé que Kojiro era un enorme tonto desconsiderado, pero evidentemente estaba equivocado. Es peor que eso.- la voz de Musashi se había vuelto peligrosamente baja: -No vendrá contigo.-

-No eres tú quien decide por él. Aceptaré una respuesta negativa sólo de él.-

-¡Como si realmente estuvieras dispuesto a aceptar un no por respuesta, maldito bastardo!-

-Discutir es inútil. Traten de calmarse.- sin darle importancia a como el único que estaba agitado era Musashi, Kojiro se acercó al chico de cabello oscuro y orejas puntiagudas que no había dejado de observarlo.

Que no era un ser humano se podía ver a kilómetros de distancia, y que no era una divinidad estaba muy claro. Su imagen se desvaneció al compararla con la vivaz y cegadora de un dios poderoso o la inexperta y curiosa de un hombre común y corriente.
Sin embargo, el aura que exudaba no era débil y sus sentidos lo pusieron en alerta - ¿El recién llegado no la demostró para no despertar sospechas o porque no lo consideró necesario? -, pero poseía un talento antiguo y oscuro, capaz de destruir obstáculos y adversidades de cualquier tipo. Estaba claro como el día que el peligro no tenía límites.

-Está bien, iré contigo.-

-¿¡Eh!?- Musashi se giró hacia él, incrédulo: -Kojiro, no puedes estar hablando en—.-

-Hablo muy en serio.- anticipando el final de aquella frase llena de asombro e incredulidad, Kojiro sonrió: -No pongas esa cara y confía en mí. No sé quién me ha estado espiando durante años, manteniendo en secreto su identidad, pero finalmente puedo descubrir quién es.-

-No puedes estar seguro de que sea la verdad absoluta. ¡Sasaki, no te das cuenta en lo que te estás metiendo! ¡Todo podría ser una trampa!-

-No es una trampa.- lo corrigió Beelzebub en tono brusco.

-Nuestro amigo aquí nos confirmó que tus sospechas son infundadas.- no se trataba de ser estúpido, sino de captar perfectamente toda la situación; el chico oscuro y espeluznante no pretendía hacer daño. Fue sincero, lo sintió: -Entiendo cuando alguien trama algo turbio o si no es de fiar, así como sé cuidar de mí mismo. Ya verás, no me llevará mucho tiempo.-

Musashi no estaba del todo convencido. Confiaba mucho en Kojiro, en su increíble fuerza y ​​en sus incomparables instintos. ¿Pero podría decir lo mismo de un ser que tuviera todas las características típicas de una criatura demoníaca?

-Si su discusión ha llegado a su fin, yo diría que podemos irnos.-

Beelzebub no esperó a Kojiro. Se dirigió hacia la playa a unos pasos de ellos, acercándose al mar con la misma cara de quien está a punto de entrar a un cementerio.

A Kojiro le encantaba el mar y el sonido de las olas rompiendo en la orilla de la playa era gratificante. Era una melodía majestuosa, llena de palabras no dichas y sonidos armoniosos.
No importaba si era de mañana, de tarde o de noche. El mar encantador fue para él un compañero necesario para recuperar la concentración necesaria y entrenar hasta el agotamiento. Decidir entrenar frente a un paisaje tan relajante y evocador fue la mejor elección que pudo haber hecho.

-El mar es muy bonito, ¿no?-

-Es irritante y ruidoso. No lo soporto.-

Pues no podía negar que tal respuesta reflejaba perfectamente la apariencia y el carácter de su dueño.

-Oh, lo entiendo. Me imagino que encontrarme en un paraíso natural como este no debe haber sido muy agradable.-

No obtuvo respuesta, pero tuve la impresión de que cualquier lugar sería considerado de muy poco interés para el chico.
Kojiro se giró rápidamente, notando como Musashi no lo había perdido de vista ni por un segundo.

<<No te metas en problemas como siempre.>>

Su mirada era tan clara como su lengua sincera y afilada.

<<Intentaré que no te preocupes demasiado.>>

Su promesa no fue diferente de las palabras reconfortantes que había intentado darle unos minutos antes, pero aún así tuvo el efecto deseado. Fue ese intercambio de miradas lo que hizo que Musashi entendiera que no debía esperar que llegara una avalancha de problemas.

Kojiro ciertamente no era la persona más tranquila y prudente del universo entero, pero era confiable y sabía lo que hacía.

-En lugar de seguir mirando fijamente a tu amigo, debes concentrarte en lo que está frente a ti.-

No fue sólo una impresión escuchar al chico pronunciar esa frase con un enfado mal disimulado.
No podía ver su mirada, pero Kojiro sintió el gran sufrimiento que llevaban esos hombros pálidos y delgados.

-Está bien, está bien. Ya no hablo y ya no me distraigo. No quiero sufrir tu ira.-

Beelzebub resopló, sabiendo que el japonés no lo estaban tomando tan en serio. Decidiendo ignorar esa actitud irritante y descarada, sumergió sus pies en el agua y no detuvo su caminata incluso cuando su cuerpo estaba más dentro del agua que fuera.

-¿Qué estás haciendo? ¿Quieres bañarte con la ropa puesta?-

-Ya sabes que no soy un ser humano. Deja de hacer preguntas idiotas y sígueme si no quieres bucear sin mí y ahogarte.-

A Kojiro le hubiera gustado especificar que en teoría ya estaba muerto, pero sabía que si lo hubiera hecho, el chico habría encontrado formas muy imaginativas de deshacerse de él.

Sin muchas expectativas, aún así se encontró temblando de alegría al notar lo rápido que su cuerpo se estaba acostumbrando a la temperatura del agua.

No era fácil de explicar, pero desde pequeño sentía una conexión agradable y muy fuerte con el agua. Era su elemento favorito.
El agua puede ayudarte a vivir y es una fuente muy valiosa de la que ninguna criatura puede prescindir. Quizás era precisamente esa adicción que todos tenían hacia el agua lo que le fascinaba. Pero ciertamente la conversación que tuvo que dirigir al agua salada del mal fue otra. No se podía beber y hacía que te ardieran los ojos, y no todo el mundo la apreciaba. El mar puede ser tranquilo y magnífico, así como turbulento y agitado, despiadado. El agua de un arroyo, por el contrario, parece relajante y pura, incapaz de causar miedo o daño.

Pero Kojiro pensaba diferente. Creía que la belleza del mar era su turbulencia.
¿Importaba si era más peligroso? En absoluto. El peligro no fue agradable, pero le dio la oportunidad de superarse y avanzar cada vez más hacia ese futuro glorioso que hubiera querido alcanzar.
Fue esa determinación la que lo empujó - a pesar de las dudas y rarezas que sentía su cuerpo - a sumergirse por completo en el agua.

Pensó que saldría a la superficie tosiendo agua salada, sentiría que se le contenía la respiración con dificultad y que su piel se arrugaba y se enfriaba, pero nada de esto sucedió. Con enorme asombro se encontró caminando rodeado de corales y peces, respirando aire fresco que racionalmente no podría estar ahí en el agua.
Fue ese insólito detalle el que lo empujó a posar nuevamente su mirada en Beelzebub quien, con aquel extraño cetro en la mano, seguía caminando sin detenerse.

-Tienes poderes sensacionales. Puedes vencer las leyes de la física sin ningún esfuerzo. Eres increíble.-

-No estoy haciendo nada especial.-

-Ah. Qué puedo decir, tienes una forma realmente extraña de ser modesto.- Kojiro miró a su alrededor, dándose cuenta de como los peces que nadaban despreocupados no los consideraban: -Pero ¿por qué estamos aquí? Ya sospechaba que la persona que me espiaba era alguien muy exuberante, pero ¿llamar la atención de un pez? Espero no haber llegado realmente a esos niveles...-

-No enamoraste a ningún pez.- comentó Beelzebub, probablemente considerando indecorosa la falta de inteligencia de Kojiro: -Sería más correcto decir que era un tiburón feroz e intratable el que tenía sus ojos puestos en ti.-

-Estaba bromeando. ¡Realmente no pensé que había enamorado a un pez!- Kojiro hizo un puchero, y luego sacudió la cabeza enérgicamente: -Aunque dada la situación en la que me encuentro, un pez normal no hubiera estado nada mal.-

-Ya no te quejarás tanto cuando lleguemos a nuestro destino.- Beelzebub vio la blanca e imponente residencia de Poseidón: -No te la concederán.-

-¿A mí también me negarán el derecho a hablar? Esta es la gota que colma el vaso. No lo puedo creer— ¿y qué sería eso?-

Nunca había visto algo tan hermoso. Entonces, bajo el agua, adquirió un esplendor que no podía reproducirse en ningún otro lugar.

Ante él se extendía un enorme castillo, envuelto en imponentes algas y rodeado de criaturas marinas de todo tipo. La magnificencia de aquel lugar quedaba resaltada no sólo por un gran escudo presente en la gran puerta de entrada, sino también por la continua llegada y salida de los tritones y sirenas que no se quedaban quietos ni un segundo y que creaban estelas y burbujas de agua coloreada que se entrelazaban entre sí.
Ese lugar parecía sacado directamente de un cuento infantil, o de algún mito que se había ido borrando con el paso de los años. Tenía que haber sucedido así.

Kojiro se negaba a creer que una mansión tan surrealista y llamativa como ésta nunca hubiera sido notada.
Beelzebub pareció leer su mente cuando notó sus inevitablemente brillantes ojos oscuros.

-Todo es real, no un sueño. Esta es una de las tres casas pertenecientes a Poseidón, el dios de los mares y uno de los pilares de los doce dioses olímpicos.-

-¿Poseidón? Entonces este es su nombre.-

Era un nombre con el que no estaba familiarizado. Era inusual, y ciertamente no uno que deba olvidarse a la ligera; era largo y preciso, y transmitía cierta grandeza. Kojiro se encontró susurrándolo un par de veces, girándose vagamente hacia el demonio que abrió la puerta con un fuerte golpe de su extraño bastón.

-Este silencio excesivo no me convence.- fue lo que dijo después de recobrar el sentido: -Un palacio tan importante debería estar encomendado a hombres que impidan la entrada de extranjeros y molestias.-

-Excelente observación.- a Beelzebub no le molestó el aire solitario que trasmitía la gran sala: -Dijo que tener a alguien que te defienda, que colabore contigo para tu protección y lealtad, es el punto más alto al que puede llegar la mediocridad. Con alguna excusa debió haberse librado de la personas que respiraron en vano.-

-No me estás describiendo a este dios con positivismo. ¿Debo pensar que estoy destinado a tener que encontrarme con un tirano?-

"Esperarás entre lágrimas poder encontrarte con cualquier tirano."

Ser peor que Poseidón era una batalla perdida. Su enorme ego nunca permitiría que nadie pareciera más cruel y extravagante que él. Y el espadachín no sería una excepción.

-¿Quieres que crea que nunca pensaste que las propias deidades eran gobernantes crueles o tiranos megalómanos y carentes de empatía?-

Generalizar no era correcto. Kojiro quiso señalárselo, pero la imponente llegada de un aura que se podía percibir desde lejos lo puso alerta.

No sabía de qué dirección venía, pero entendía una cosa: Poseidón era un ser extraordinario, capaz de ejercer una fuerza que podía poner de rodillas a cientos reinos en un día.
El aire era opresivo y las paredes y el suelo, blancos y brillantes, parecían oscurecerse. La atmósfera circundante no era demasiado pesada, pero tampoco podía considerarse a la par del etéreo paraíso marino que se veía afuera.

-Tiene gustos singulares.-

Kojiro sonrió un poco nervioso, no pudiendo negar que se sentía como si estuviera en otro planeta. Pero hacer un esfuerzo por parecer confiado y sin vacilaciones era fundamental para evitar que nos pillaran desprevenidos.

-Ah, perdóname. Es culpa mía no haber solicitado formalmente una audiencia contigo. Me imagino que te resultará desagradable y repugnante escuchar la opinión de alguien que no debería estar aquí.-

No era un ingenuo, un idiota. Simplemente estaba preparado para cualquier eventualidad.

Y cuando hablaba de eventualidades, también se refería a los chicos rubios de ojos azul marino que te escudriñan con la misma rabia que aquellos que quisieran ver y hacer arder el mundo entero.

-Tú, maldito demonio.- el dios no sólo estaba en un evidente estado de ira, parecía como si las palabras lucharan por salir de su boca: -¿Qué hiciste?-

-Te traje a tu humano favorito, ese al que insistes en espiar en secreto. Te hice un favor, aunque tu forma de mirarme pueda hacerme pensar que no lo estás disfrutando como es debido.-

No necesitaba mover el paso ni usar sus poderes para parecer aún más amenazador. El aura que lo rodeaba era fría y destructiva, y caería sobre ellos si la ira del dios seguía alimentada.

-¿Qué tramas, Beelzebub?-

Los enfrentamientos eran hermosos de ver. Podrían ofrecerte la oportunidad adecuada para aprender técnicas, movimientos y estrategias de luchadores igualmente hábiles y enemigos potenciales. Sin embargo, una vez más su instinto le decía que interviniera para evitar la destrucción del mismo edificio que lo albergaba.
Precisamente por eso Kojiro se colocó entre los dos discutiendo, sintiendo una gran sensación de deja-vú que lo llevó a pensar por unos instantes en Musashi.

"No es mi culpa. Es realmente cierto que meterse en problemas es parte de mi ser."

-Lamento interponerme en el camino, pero me veo obligado a no tener otra opción.- Kojiro sonrió: -Beelzebub y... Poseidón, ¿verdad?-

Poseidón, que había lanzado miradas de odio y promesas asesinas a Beelzebub, hizo desaparecer el aura opresiva que lo había rodeado. Miró a Kojiro en silencio sin decir una palabra, asintiendo levemente y dándole permiso para balbucear con otra larga mirada.

-No deben pelear por razones tan triviales. Me encuentro aquí porque el destino así lo quiso, no importa. Pero debo admitir que el destino mismo me dio un regalo muy curioso.- Kojiro nunca dejó de devolverle la mirada al imponente dios frente a él: -Ya que me llevó directo a la morada de mi silencioso amigo.-

-¿Amigo?- Poseidón frunció el ceño, pronunciando esa palabra con molesta desaprobación.

-¿Estaría bien un conocido?-

La desaprobación no había desaparecido. Kojiro tuvo la clara impresión de que sólo había empeorado las cosas.

-Es una descripción apropiada de vuestra relación.- comentó impasible Beelzebub, alejándose unos pasos de ellos y levantando la mirada hacia el techo.

Kojiro, impulsado por la curiosidad, copió su gesto. Se sorprendió admirando una cúpula de cristal que mostraba directamente los movimientos de las distintas criaturas marinas, que nadaban sin darse cuenta de ser observadas.
Era absurdo pensar que el interior del palacio era completamente diferente a su exterior, desde el cual sólo había visto torres blancas construidas con ladrillos y hormigón.

-Esta es una ilusión verdaderamente excelente.- ocultar la verdad con lo falso no era una habilidad fácil de usar: -Los poderes de los dioses son impresionantes.-

-Te sorprendes brevemente.-

Un resoplido y una voz agradablemente vivaz.

Kojiro bajó la mirada y volvió a mirar al dios de los mares.

-Nunca me había pasado sumergirme en agua sin correr el riesgo de ahogarme. Yo diría que en realidad esa fue la toma de conciencia más maravillosa.-

-Los seres humanos tienen demasiados límites. Tu raza es débil e inútil.- no se percibió ningún odio, sólo una total indiferencia y una superioridad natural: -Pero tú no eres como tus pares. Eres fuerte.-

"Si supieras que nunca he ganado una pelea, tal vez pensarías diferente."

-La fuerza no la determinan las victorias consecutivas.-

Kojiro jadeó sorprendido. Sus pensamientos habían sido percibidos con sorprendente rapidez. ¿Cómo fue posible?

-Esta es la frase que Hades siempre me repetía en batalla.-

-Hades...- ahora era su intuición la que había captado un dato muy importante: -Debes amarlo mucho si tomas en gran consideración sus lecciones de vida.-

Los ojos de Poseidón brillaron con una luz extraña, que Kojiro no pudo reconocer. Pero reconoció la luz que los oscureció; la ira había vuelto a golpear como la llegada impetuosa e indeseada de un tornado.

-¿Quién te dio permiso para salir?-

Beelzebub detuvo su camino.

-Mencionaste a Hades y recordé que tengo que preparar un proyecto fundamental.-

-Aléjate de mi hermano.-

Beelzebub no se volvió completamente hacia él. Solo dejó más claro cuánto desprecio sentía en sus venas cada vez que alguien quería tomar las decisiones por sus acciones.

-Tus amenazas no surten ningún efecto en mí, muchacho crecido.-

Poseidón agarró con fuerza su tridente, y ante ese gesto Kojiro decidió que era mejor sacar la katana de su funda para evitar que esa tensión se convirtiera en algo peor, pero no hacía falta.
Beelzebub no buscaba pelea y no quería que esas burlas se convirtieran en un arma dañina que lo destruiría. Volviéndose hacia la puerta y caminando nuevamente, no se preocupó por protegerse de un posible ataque sorpresa: sabía que Poseidón, entre todos los defectos que poseía, nunca habría actuado como un cobarde. No habría ningún ataque traicionero.

-Tengo deberes que cumplir, no quiero repetirlos. Mientras tanto, diviértete mientras estoy fuera.

Y con perplejidad, Kojiro vio partir a Beelzebub, dejando en su cabeza mil preguntas que aún buscaban una respuesta sensata. Y como había un dios justo a su lado, era muy normal que los samuráis se volvieran hacia él para obtener esas respuestas.

-Me conoces desde hace mucho tiempo. Me he sentido observada durante años, pero nunca he entendido a qué se debía ese gran interés. Nunca me había pasado.-

-No te debo ninguna explicación.-

Pero Kojiro sabía que el dios de los mares pronto le concedería una. Se podía ver en sus ojos.











-¿¡Dejaste a Kojiro en las garras de un dios!?-

Beelzebub permaneció indiferente ante la punta de la katana que amenazaba arrancarle el ojo derecho.

Agarrando la canasta de manzanas que había colocado en su regazo, tomó una manzana verde y comenzó a comerla con gusto, disfrutando de lo jugosa que estaba.
Cultivarlas personalmente no había sido una pérdida de tiempo.

-Tu amigo estará bien. El que no puede decir lo mismo eres tú.-

A Beelzebub le resultó gratificante sentir esa ira devastadora dirigida hacia él, pero no fue suficiente. Ese humano era completamente inútil y no lo ayudaría a realizar sus experimentos. Debería haberlo matado hace horas.

-Sospecho que tienes algo más que una amistad con Sasaki Kojiro.-

La leve vacilación de los músculos de Musashi fue una confirmación exageradamente predecible.

-Olvídate de él. Él nunca te mirará como tú lo miras. El vínculo que tiene con el hermano de Hades va más allá de cualquier límite existente. Fue un reconocimiento de almas afines.-

Causar un poco de dolor a alguien no estuvo mal. Se sentía menos solo en esa tierra desolada de constante egoísmo.

-No tienes esperanza.-

Beelzebub mordió la manzana dos veces seguidas, anticipando la proximidad del tercer pacto que haría. Era cuestión de unas semanas y todo saldría según lo previsto. Mientras tanto, también podría haber estado pensando en quién sería su próxima víctima malvada.

-Eres solo... un maldito bastardo.- murmuró Musashi en voz baja, dolorido. El rechazo de un amor que no sería correspondido laceró y destruyó su corazón.

A Beelzebub esta observación le pareció divertida.

-Soy un demonio. ¿Qué te esperabas?-

Después de todo, la manzana que estaba devorando y las otras que habían devorado sus preciosos pecadores eran un testimonio válido de su genio loco.









-Tendrás que dormir en esta habitación.-

Acostumbrarse al lujo de aquella vasta mansión ya era una experiencia difícil de digerir, pero ser testigo de la gran seriedad que poseía el dios de los mares al regalarle una gigantesca habitación llena de objetos muy preciados era aún más absurdo.

-La cama es gigantesca y... aunque no sea la cama el problema.-

Estaba acostumbrado a dormir en suaves futones y en un cómodo bosque, en una soledad que sanaba su espíritu de todas las dificultades que había enfrentado. Esa enorme habitación en la que se encontraba en el presente, sin embargo, era... ruidosa en su decoración.
Las mantas de finas telas, las estatuas de mediano tamaño de caballos y delfines dedicadas a Poseidón y los numerosos cuadros que representaban fondos marinos eran sólo una ínfima parte de la exuberancia de aquel dormitorio. Pero el elemento que consideró más inusual fue la cama con dosel, en la que fácilmente se podían alojar cinco personas.
¿Realmente una deidad necesitaba dormir en una cama tan gigantesca?

-No digo que no me convenga. Mi miedo es que no pueda dormir por falta de costumbre.-

-Dormirás conmigo.-

-Pero eso tampoco es un problema. No lo e—.- Kojiro interrumpió sus intentos de convencerlo. ¿Había oído bien o se había quedado sordo de repente?

-No necesitas una habitación individual. Dormir conmigo te bastará.- Poseidón se acercó a un cajón y lo abrió rebuscando en su interior: -Y no necesitas un armario personal. Te conseguiré la ropa que necesitarás durante este período de tu estancia. Recién dentro de tres meses pensaré en otra cosa.-

No sólo había empezado a vivir recientemente con un dios, sino que este último prácticamente le pedía que durmieran juntos como si nada hubiera pasado. No es que le molestara - tener alguien con quien hablar por la noche lo hacía feliz - pero sentía que había algo que no podía entender. Tal vez fue sólo una impresión equivocada y se estaba alejando de la realidad con dudas no deseadas.

-...qué estás buscando?-

-Un regalo para ti.-

-No tenías que darme un regalo.- pero una sonrisa iluminó su rostro, lo que a su vez hizo que los ojos azul profundo de Poseidón se iluminaran: -Pero te lo agradezco.-

Abrió el regalo con delicadeza, sin dejarse abrumar por la curiosidad que lo consumía por dentro. Una vez que se desató el lazo y quitó la tapa, Kojiro pudo ver la piedra más preciosa, cara y llamativa que jamás había visto.
No sabía qué piedra era, pero era de un color dorado muy agradable. No era muy pequeño, pero también podía usarse muy bien como adorno en un collar o pulsera. Fue un regalo más que extraordinario, de eso no había duda.

¿Pero por qué lo había recibido él, entre tantos? ¿Tenía algún significado específico?

-Esta es una piedra solar. La encontré por casualidad mientras estaba en la superficie.-

-Tuviste mucha suerte.- Kojiro se sorprendió al notar como Poseidón no consideró aquel evento afortunado, inusual o sorprendente: -Muchos otros en tu lugar habrían saltado de alegría y la habrían guardado celosamente.-

-O se la habrían vendido al primer comerciante ineficiente cercano.-

-Esto también es cierto.-

-Pero tú, Kojiro, eres diferente.- Poseidón observó distraídamente la piedra solar que le había regalado: -Nadie alcanzará jamás tu valor.-

Ah, ¿qué fue ese calor tan fuerte?

Sus mejillas ardían y su estómago parecía estar revuelto. Era como si un grupo de mariposas ansiaran salir de allí y volar libres, y eso era lo que sus sentimientos simplemente no podían hacer. Expresar su agradecimiento nunca fue tan complicado como aquella vez.

-Tú... me has estado observando desde hace mucho tiempo.-

-Sí.-

-Sabes quién soy y lo que he hecho. ¿Has sido testigo de mis batallas?-

-Sí, así es.-

-¿Y que opinas? - sintió que su opinión era muy importante.

-Tu estilo de lucha es molesto. No te importa perder y dejas que tus retadores te miren de arriba abajo, y que se convenzan de tu inferioridad cuando los únicos que son inferiores son ellos.- Poseidón recuperó la caja ahora vacía: -Pero reutilizas tus derrotas como experiencias para desafíos futuros. Derrotas a esos ineptos con unos pocos golpes, consciente de tu superioridad. Sólo necesitas imaginarlos frente a ti para derrotarlos. Si se hubieran vuelto a luchar contigo, habrían perecido como moscas.-

-Espera...- Kojiro no sabía si sentirse gratificado por todos esos elogios o si sentirse estupefacto: -No es que no quiera verlos porque me considero superior a ellos. Hubo un malentendido. Solo quiero—.-

-Tu superioridad es bien conocida. No tiene sentido negarlo.- Poseidón no había dado peso a su opinión, porque consideraba la suya como una verdad clara: -Y tu potencial no puede ser desperdiciado. Tienes demasiado valor para ser un ser humano común.-

-Más que tener tanto valor... creo que tengo muchas cosas que aprender.- confesó en cambio el samurái: -Me rodeé de oponentes fuertes, llenos de talento y personalidades intrigantes. Fueron maestros de vida y amigos inesperadamente cálidos. Me enseñaron mucho.-

Kojiro acarició la piedra solar con su pulgar, reflejándose en ella y sintiendo la misma gratitud que estaba mencionando.

-Y conocerte me transmitió las mismas importantes enseñanzas.-

Poseidón chasqueó la lengua contra el paladar, sin ocultar la profunda sensación de ofensa que estaba sintiendo.
¿Kojiro lo estaba poniendo al mismo nivel que humanos insignificantes que pensaban que tenían algún talento?

-No puedo aceptar este regalo. Es hermoso, pero... no, no puedo aceptarlo todavía.-

Poseidón pensó por un momento que estaba perdiendo el equilibrio. Había perdido la sensibilidad en sus manos y pensó que se había abierto un abismo en el suelo debajo de él.

-¿No quieres aceptarlo? ¿Por qué?-

Nunca había sido rechazado por nadie. Era un dolor que no podía borrar por mucho que le desgarrara el pecho.

-Primero quiero conocerte.- respondió simplemente Kojiro, sin darse cuenta de haberle roto el corazón: -Tú me conoces, pero yo no.-

-¿Y? – la voz que salió de los labios de Poseidón era impasible - un vano intento de ocultar una realidad muy diferente a los ojos de Kojiro: -¿Qué propones? ¿Una pelea?-

-Lo has adivinado, dios de los mares.- Kojiro le dedicó una sonrisa contagiosa: -Debo admitir que sí, me conoces muy bien.-

Si hubiera sabido lo que había hecho por él, ciertamente no le habría regalado sonrisas tan hermosas.
¿Habría intentado matarlo? Lo dudaba mucho, pero estaba claro que haría todo lo posible por borrarlo de su vida incluso antes de convertirlo en una persona importante en ella.

Y Poseidón no podía permitir esto en absoluto.





Un corte. Un contraataque. Un ataque frontal. Una estrategia defensiva.

Había esperado un estilo de lucha muy amplio por parte de Poseidón, pero al final fue él quien se encontró jugando todas las cartas que tenía a su disposición para evitar ser atravesado por ese tridente tan peligroso.
La suya no fue una pelea real, pero Poseidón lo había satisfecho en todos los aspectos cuando le pidió si podía comportarse como si fueran dos enemigos acérrimos a punto de matarse.

"¿No crees que te tomas demasiado en serio las palabras de la otras personas?"

Quería decírselo, pero un golpe inesperado lo hizo caer al suelo en el polvo de aquella pequeña arena.
Quiso agarrar la katana que había caído a unos centímetros de él, pero una patada certera la hizo volar más lejos. Y fue en ese momento que Kojiro se dio cuenta: aún no estaba listo.
Tuvo que entrenar durante muchos años más si quería marcar una gran diferencia en la batalla, incluso si tenía que reconocer que Poseidón excedía los límites de lo absurdo.

Se encontró con dioses menores que no tenían experiencia en la batalla, del mismo modo que vio divinidades lejanas que eran reconocidas y respetadas por su fuerza insuperable. Pero Poseidón venció a todos.
En diez segundos lo había matado 753 veces. Y nunca le había ocurrido ser derrotado en tan poco tiempo y de las formas más dispares.

-Tú...-

Lo vio acercándose a él con el paso típico de un gobernante omnipotente confiado en sus habilidades. Nadie podría igualarlo, nadie podría derrotarlo.

-Eres realmente terrible.-

-Fuiste tú quien me pidió que no tuviera piedad.-

-Y yo? Qué impresión te di?-

-Eres impetuoso.- hubo una pausa, tal vez meditativa: -Nunca me habías dado esta impresión.-

-Eres el primero en decírmelo.- Kojiro, a pesar de que el cansancio lo obligaba a permanecer sentado en el suelo, se encontró sonriendo de buena gana: -Pero creo que también eres el primero en decirlo tan abiertamente. Nunca había conocido a alguien tan genuinamente sincero.-

-Y tú eres el primer humano que puedo permitirme considerar.-

Realmente se habían conocido desde hacía apenas diez días y Kojiro ya podía ver lo incapaz que era Poseidón de mentir. Sólo la verdad saldría de sus labios en cualquier situación.
Habían pasado casi dos semanas desde que Kojiro residía en aquel palacio y había decidido luchar contra el dios a diario, y hacía mucho tiempo que no encontraba una gratificación tan suculenta.

Sentir que podría enfrentarse a Poseidón para siempre, era un pensamiento tonto y fugaz que hacía que su corazón y su mente se llenaran de alegría. Al final de aquellos agotadores entrenamientos su alma quedó saciada, con tal intensidad que lo había sorprendido mucho.

Era como si él y Poseidón hubieran estado destinados desde el principio de los tiempos a sentirse cómodos en compañía del otro. Dos caras opuestas de una misma moneda que de alguna manera siempre se encontrarían.
Fue... una relación poderosa y duradera. Y le parecía que conocía a Poseidón desde que tenía uso de razón. Por eso estaba absolutamente seguro de ello.

-Afirmación que es falsa y no tiene sentido.-

Kojiro le estrechó la mano y rápidamente se puso de pie. Al ver la ropa perfectamente limpia de Poseidón, se sintió un poco avergonzado de cómo la suya estaba desgarrada y llena de sudor.

-¿También consideras que eso es una pérdida de tiempo?-

-Sí.-

-Eres un tipo que sabe llevar muy bien su rutina diaria.- bromeo, notando sólo poco después que Poseidón se fijaba en él con demasiada insistencia, como si estuviera esperando algo.

-¿Pasa algo?-

-...-

-¿Poseidón?-

No había recibido una respuesta clara, pero sí un ceño que mostraba cierta decepción que, por alguna extraña razón, había decidido no expresar.
Había pensado que había hecho algo mal, pero la mano de Poseidón nunca había dejado de estrechar la suya y esto le había hecho comprender que, tal vez, no era el único loco en sentir ese vínculo tan fuerte que los hacía inseparables.

Sin embargo, tuvo prueba de ello más o menos tres días después, cuando hubo una visita que lo dejó algo perplejo.

No conocía a la familia de Poseidón. Sabía que tenía hermanos, pero que sólo con el mayor tenía una relación envidiable y muy respetada.

<<El Supremo Poseidón se vuelve muy hablador en compañía del Supremo Hades.>>

No sabía cuánta locuacidad era capaz de alcanzar Poseidón con alguien, pero no entendía por qué no tenía la misma complicidad con los demás. Intentó pedir explicaciones pero no obtuvo muchas explicaciones.

-Tú no eres Hades.-

Pero pronto él mismo las tuvo. Con los sirvientes desplomados en el suelo o huyendo aterrorizados.

-Y ni siquiera eres Zeus.-

No sabía quién era, pero el odio que exudaba se hacía cada vez más desagradable. No le gustó.

-¿Quién eres?-

-Sabes demasiadas cosas para ser un mortal al que se le ha subido la cabeza sólo por unos mimos.- comentó el recién llegado entre el despectivo y el sarcástico.

-Y tú eres demasiado arrogante para ser amigo de Poseidón. No creo que os llevarais bien, lo descartaría.-

Su comentario había sido un movimiento defensivo para silenciarlo, pero ver la ira brillando intensamente en esos ojos robóticos le hizo darse cuenta de que había captado el punto de la situación.

-Espera. No es posible.- como golpeado por un destello repentino, Kojiro lo miró asombrado: -No me digas que eres el famoso...-

-Adamas.-

El frío entró directamente en sus venas y se hundió en su estómago hasta llegar a sus órganos.
No era desprecio ni ira, no era resentimiento ni molestia mal disimulada.

Aunque no estaba dirigida a él personalmente, nunca la indiferencia había sido tan aguda y mortal.

-Oh, no me digas. ¿Aún recuerdas mi nombre? Pensé que no hay que arrepentirse de los muertos, sobre todo de los inútiles que te dan tanto asco que no puedes ni mirar.-

Sintió que Poseidón se paraba rápidamente a su derecha. Inmediatamente comprendió que Adamas no se equivocaba y que en los ojos de Poseidón había un disgusto y un desprecio sin igual.

-Lo que más me sorprende, es que...-

-Vete.-

-¡Déjame terminar de hablar!!- el rostro de Adamas, escondido bajo la máscara robótica, debía estar contorsionado por la furia: -¡Tú... eres simplemente un inútil! ¡Eres la verdadera vergüenza de esta familia!-

El aura de Adamas no era dura, cruel y abrumadora como la de Poseidón, pero definitivamente no era débil ni fácil de soportar. Kojiro no cayó de rodillas sólo porque la mano de Poseidón aún no había dejado la suya, y ese mismo gesto le estaba haciendo pensar que tal vez el dios de los mares, de alguna manera, había previsto la llegada de Adamas y que por lo tanto había decidido quedarse y entrenar más tiempo con él para evitar la culminación de un encuentro desagradable.

-¿Cómo pudiste acercarte tanto a ese humano? ¡¿Cómo se te ocurre hacerlo tan importante?!-

La dirección que estaba tomando el discurso era muy confusa, y Kojiro no se sorprendió al ver cómo la cabeza robótica se abría para mostrar el verdadero rostro de Adamas. La piel verde y el cabello rojizo eran una combinación particularmente extraña y a primera vista él y Poseidón no parecían hermanos de sangre en absoluto, pero la furia asesina que brillaba en sus ojos... no, ese tenía que ser un rasgo peculiar de su familia.

-Disculpa un segundo...- el samurái dio un paso adelante, a la defensiva pero sin perder su sonrisa amistosa: -No sé qué está pasando aquí, pero esta no me parece la manera de dirigirse a un hermano. No te gusto y eso lo tengo claro, pero dirigir toda esta ira violenta hacia él también no conducirá a nada bueno.-

La mirada de Poseidón era gélida y más intensa, y Kojiro pensó que Adamas estaba poniendo todo su esfuerzo en dejar claro cuánto le disgustaba.

-Veo que tienes al menos algo de cerebro. Pero no te basta con entender cuál es tu posición.-  venas pulsantes de pura ira se podían vislumbrar en las sienes de Adamas: -¿¡Cómo te atreves a aconsejar a un dios sobre qué comportamiento sería mejor adoptar, eh!?-

Ah, había empeorado las cosas.

¿Debería haberse quedado callado y volver a dormir como había hecho esa mañana? Habría sido la elección más adecuada, pero ya era demasiado tarde.

Kojiro apretó el mango de la katana, sin darle peso al dolor que sentían sus piernas al tratar de mantenerse erguidas y resistir esas auras omnipotentes suyas. Poseidón no había tomado otra posición y Adamas estaba a punto de atacar.

-Adamas, Poseidón, cálmense. ¿Qué les dije sobre las peleas? Ya no sois niños, debéis saber comportaros en presencia de un invitado.-

La discusión habría escalado hasta convertirse en un duelo si esa nueva voz masculina no hubiera llegado a sus oídos.
Kojiro podría jurar que vio los ojos de Poseidón abrirse ligeramente por la sorpresa.

-¿Hades?-

Hades sonrió con cariño a su hermano menor, acercándose a él y a Adamas con una sonrisa que chocaba enormemente con la tensión que aún se podía sentir en el aire.

-Hacía meses que no te veía, estaba preocupado. Todavía, me pregunto si mi preocupación tenía algún fundamento.- Hades se giró hacia Kojiro: -Estás en compañía de un humano, entonces. Debe gustarte mucho si quieres convertirlo en tu reina.-

"¿Tu reina? ¿De quién están hablando?"

No podría ser él. Habían mencionado a un ser humano, pero ciertamente el no era una mujer y—

-Él es mío. Esto ya lo decidí hace un tiempo.-

"No, está bien. Están hablando de mí."

¿Qué se suponía que debía pensar? ¿Que Poseidón lo había acercado para calentar la cama o por algún motivo similar? Porque honestamente hablando, no le dio esa impresión y ya era algo bueno si todavía le estrechaba la mano.

-Kojiro Sasaki.- el dios del Inframundo se acercó a él con elegancia, y Kojiro notó que a diferencia de antes, Poseidón había abandonado cada rastro de tensión: -Eres más hermoso y más joven de lo que pensaba. Entiendo por qué mi hermano tiene sus ojos puestos en ti. Eres talentoso, amable y lleno de vitalidad. Mh... diría que eres su opuesto ideal.-

-No sabía que estaba tan interesado en él.- Kojiro se giró hacia Poseidón, buscando explicaciones que sin embargo aún no le eran dadas con claridad: -Pensé que sólo estaba impresionado por mis habilidades.-

-Esto no me sorprende.- Hades sacudió la cabeza con una sonrisa: -Mi hermano no sabe lo que significa comunicar, no es capaz. Créeme que a mí también me han sorprendido muchísimo todas las  atenciones que te está dando. Nunca antes se había comportado así.-

"Habla de Poseidón como si fuera un niño pequeño."

Quizás no fue algo fuera de este mundo. Hades era el hermano mayor, estaba claro que veía a sus hermanos como niños a los que aún debía cuidar mucho.

-En realidad fue el demonio Beelzebub quien me trajo aquí con él.-

-Entiendo.- Hades sabía mucho. Más de lo que realmente quería creer: -Así que hizo su siguiente movimiento.-

-¡A nadie le importa lo que hizo o no hizo ese maldito depresivo!- gritó de repente Adamas, frustrado al notar que se habían olvidado de él: -Este es un humano y no puede quedarse aquí. Es un ser inferior, una criatura débil. ¡Nunca será parte de nuestra familia!-

Poseidón se negó a devolver la mirada resentida del dios de la conquista, pero fue este resentimiento la que expresó todas esas palabras silenciosas y odiosas.

-Debí haberte matado ese día.-

Dos puñetazos bien colocados los dejaron fuera de combate.

-Ah...- Kojiro se frotó el cuello con una sonrisa de asombro, notando como Adamas se había desplomado por completo en el suelo y como Poseidón se había inclinado ligeramente por el dolor.

-Pasan los años y mencionas esta historia por milésima vez. Madura y aclara si no quieres que te saque yo mismo. Sois hermanos, maldita sea. No enemigos.-

Un hermano mayor que se preocupaba por su familia. Los dioses no eran tan diferentes de los seres humanos, y él había recibido esta confirmación.

-El hecho de que esté aquí te está causando más problemas que cualquier otra cosa. Quizás debería regresar a la superficie.-

Cambiar de tema hubiera sido una mejor idea.

Los tres se volvieron hacia él, pero con miradas y sentimientos completamente diferentes: si Hades se había quedado asombrado por sus palabras y Adamas había dejado escapar una media risa despectiva a propósito, Poseidón lo había observado con miedo, conciencia y pánico.

-Oye, ¿qué te pasa?- verlo en esa condición le había dolido, aunque no hubiera entendido claramente a qué se debía su terror: -¿Poseidón?-

-No...- Poseidón vaciló. Ni siquiera Hades y Adamas lo habían visto nunca expresar abiertamente sus sentimientos: -¿Es esto parte de tu humor?-

-¿Qué?-

-Fue una broma, la tuya. No quieres irte.-

-No, no quiero irme. Me siento bien aquí.-

Poseidón pareció relajarse automáticamente, pero cantaba victoria demasiado pronto.

-Volveré con mis amigos en un mes. El tiempo suficiente para entrenar adecuadamente contigo.-

Poseidón nunca había limitado su espacio, nunca lo había obligado a hacer algo en contra de su voluntad. Pero en aquella ocasión gritaron precisamente su creciente deseo de encerrarlo dentro de su palacio para no permitir que nadie más apreciara su compañía.
Y Kojiro encontró ese detalle muy perturbador y inquietante.

-Poseidón.- Hades había notado su confusión y intervino: -Es su derecho. Hay que dejarlo ir y dejarlo respirar unos días.-

Poseidón le había hecho sentir muchas cosas que nunca antes había sentido.

Pero sentirse como un animal enjaulado no había sido lo más agradable que había experimentado.





-Sólo te dejó ir porque su hermano bastardo lo arrinconó.-

Musashi observó las flores de cerezo sin la debida concentración. El rostro de ese Poseidón que solo había visto en una pintura que le mostró Kojiro se encontraba entre los delicados pétalos rosados ​​con involuntaria insistencia.

-Está tan loco como el maldito demonio que te trajo hasta él. Tienes que alejarte de él.-

-Poseidón no tenía malas intenciones.-

-Kojiro.- Musashi no se giró para mirarlo a la cara, pero un destello de ira y reproche se hizo presente en la mirada que lanzó a dos gorriones posados ​​en la rama de un árbol: -¿Estás justificando a ese lunático posesivo? ¿¡Qué te dice tu cerebro!?-

Amaba a Poseidón y apreciaba vivir sus días sin preocupaciones y estando a su lado, pero eso no significaba que se dejaría mandar. Era un ser vivo, consciente, no un títere sin sentido que vivía únicamente de pura ingenuidad.
Ser subestimado por Musashi le provocó una ira pasiva y creciente.

-No dejaré de verlo, pero quiero dejar una cosa clara: así como no quiero ser controlado perpetuamente por él, no soporto ser controlado perpetuamente por ti también.-

Musashi abrió mucho los ojos con sorpresa, girándose completamente hacia él: -Kojiro, qué estás...-

-Eres solo un amigo y un gran rival para mí. No puedo verte de otra manera y dejar de lado mis verdaderos sentimientos, lo siento.-

No quería herir los sentimientos de su mejor amigo, pero así era como él lo veía y no podía corresponder a un sentimiento que no tenía.
Su amistad con Poseidón había dado sus frutos y le había enseñado a examinar a las personas y las situaciones con la debida atención crítica. Fue sorprendente cómo aprendió tanto en tan poco tiempo.

-¿Tú también entendiste esto? - Musashi lo miró con expresión amarga, pero un atisbo de ira aún no lo había abandonado: -Tu nuevo mejor amigo te está alejando de tus amigos, de tus orígenes, y ni siquiera te estás dando cuenta.-

-¿Qué estás diciendo?-

¿Fue ira lo que sintió?

-¿De verdad crees que soy tan ingenuo, Musashi? ¿Te ciegan tanto los celos que piensas que no estoy pensando a mis responsabilidades, que mi voluntad depende drásticamente de la de Poseidón?-

-No, no estoy diciendo eso.-

-Sí, eso es lo que estás diciendo. No finjas.-

La arrogancia no pertenecía sólo a Poseidón. Estar con él quizás también le hacía darse cuenta de que las personas más admirables eran culpables de orgullo.

El propio orgullo de Poseidón, increíblemente, le estaba dando algunas lecciones de vida absurdas.

-Poseidón tiene muchos defectos y descuida los pensamientos y sentimientos de quienes lo rodean, pero conmigo es diferente. He decidido quedarme con él para hacerle entender que la fuerza de un individuo puede ser admirada en todas sus formas, y que todos merecen ser tomados en consideración.-

-¡Esperar! Kojiro, ¿¡a dónde vas!?-

Cuando Kojiro pasó bajo los cerezos, unos cuantos pétalos cayeron lentamente sobre su cabello; esa escena etérea contrastaba marcadamente con su rostro serio e inescrutable.

-Voy a aclarar.-












-El orgullo es la característica que más te gustó de este humano.-

Beelzebub, permaneciendo oculto, observó a Kojiro partir hacia el Olimpo. No le sorprendió ver cómo el samurái conocía el camino a una de las residencias personales del dios de los mares. Se lo debió decir el propio Poseidón o Hades - entrometido como siempre -, también le preocupaban las aventuras amorosas de sus hermanos.

Agarró la manzana que aún no había sido mordida con una enigmática sonrisa, una repentina pero ganadora idea que se había manifestado en su mente con clarísima eficacia.

-Pero si se alimenta más, tú también caerás en las garras de hierro de la pasión.-

El apego que mostraban las deidades y los humanos era bastante ridículo. Fue divertido ver cómo Poseidón no era tan diferente de Hércules y Apolo, así como Kojiro no era diferente de Jack el Destripador y Leónidas.

Sólo tenía que colocar esa manzana en el lugar correcto en el momento correcto. No podía fallar.
Su egoísmo era el néctar de su odio visceral y destructivo. Y no pudo evitarlo.

Aún no.











-Discutiste con tu amigo.-

-No exactamente.-

-Y volviste antes de lo esperado porque no sabías adónde ir ni qué hacer.-

-¡Estás equivocado! ¡No hables como si te consideraras un sustituto!-

Poseidón se ofendió y no había manera de hacerle pensar correctamente.

-Habrías aceptado nuestro matrimonio si realmente te preocuparas por mí.-

"Ah. Entonces se dio cuenta. Es una locura cómo no se le escapa nada."

Él había interpretado su silencio como un rechazo.

No quería fingir que no había escuchado sus intenciones respecto a su relación, pero también era cierto que casarse con alguien a quien ni siquiera conocía desde hacía un mes era una completa locura.
Apreciaba la compañía de Poseidón, la adoraba, pero tuvo que pasar mucho más tiempo antes de que pudiera expandir los fuertes sentimientos que había comenzado a sentir hacia él. No podía aceptar tal propuesta de la nada, pero en el futuro esa eventualidad podría materializarse si lo permitía.

-Poseidón.- no había ningún reproche en su voz, solo la dulzura más inmensa e incondicional que podía tener: -Iniciar una relación contigo es lo que quiero.-

El corazón de Poseidón dio un vuelco de incredulidad y alegría.

-Entonces quieres que—.-

-Pero aún es pronto.- no quería engañarlo ni hacerlo sufrir, pero le parecía increíble cómo Poseidón tendía a aferrarse a la esperanza de poder estar con él: -El matrimonio es un paso muy importante. ¡No puedes casarte con la primera persona que ves sólo porque admiras su fuerza, su tenacidad o lo que sea!-

Sabía que el orgullo de Poseidón nunca lo escucharía. Era tan fuerte y testarudo que nunca se debió considerar un "no" como respuesta.
De hecho, Poseidón, con la expresión de muerte en su rostro, se había acercado más a él. Le había apretado el brazo sin prisas, pero sin ser demasiado delicado tampoco. Estaba mirando vagamente a un punto no especificado en su cuello ligeramente expuesto, y no le estaba dando tiempo para procesar lo que estaba sucediendo. Fue fugaz, incomprensible, y esto lo sorprendió bastante.

-Si hay algo mal, no—.-

Le hubiera gustado terminar la frase y precisar que, para cualquier cosa, siempre podía contar con él. También podría haberle dicho que no exagerara y que pensara antes de declarar su intención de convertirlo en su "reina" una vez más, pero la imprevisibilidad de ese dios lo había burlado y silenciado.

Encontrar dos labios presionando los suyos no fue el gesto que hubiera esperado recibir. No podía moverlos, porque sabía que de ese movimiento resultaría algo muy peligroso.
La lengua de Poseidón presionó contra sus labios y buscó acceso para encontrar los de el. Su insistencia fue tanta que Kojiro supo que sus defensas colapsarían en cualquier momento.

-Posei— mh!—.-

Sintió sus mejillas arder como las llamas de un hogar perturbador, y la lengua de Poseidón desprendía tal calor que lo dejó así de aquel beso, y lo dejó atónito. Su cerebro se detenía a reflexionar, y le hacía olvidar que tenía dos manos que podía utilizar para alejar al dios que lo apretaba fuertemente contra él, y no devolverle el agarre de hierro para intensificar el beso.

Poseidón entonces, no quiso saber nada de alejarse de él para respirar un poco de aire. No lo necesitaba.
Todo lo que necesitaba hacer era sostener a Kojiro cerca de él para seguir sintiéndose bien.

-Koji...- sus manos tocaron su haori con una delicadeza surrealista.

Ya casi era hora de perder la cabeza por completo. Otro beso y...

-¡El pastel está listo!-

Kojiro se separó violentamente de él, colocando una mano cerca de su garganta, jadeando. La llegada del pequeño sirviente lo había tomado completamente desprevenido, y la sonrisa engreída y divertida que le lanzó no era una buena señal.

-Perdóname, no quise interrumpirte. Puedes seguir besando a tu futuro esposo si quieres.-

El sirviente se inclinaba por respeto para mostrar abiertamente sus disculpas, pero ni Kojiro ni Poseidón le estaban prestando la atención necesaria, demasiado concentrados en jadear y recuperar la necesaria compostura, aunque Kojiro podría jurar que vio una clara satisfacción en Poseidón.

-Supremo Poseidón.- el pequeño sirviente volvió a inclinarse: -Con permiso.-

Por el rabillo del ojo, Kojiro lo vio colocar el pastel en la única mesa de la habitación y escabullirse. Le pareció extraño que estuviera envuelto en una capa, pero había empezado a llover afuera, por lo que era posible que la estuviera usando para protegerse de la lluvia.

-Debimos quedarnos en el otro palacio. Así no... ¿qué sucede?-

Poseidón lo miró con una mirada magnética. Lo estaba escuchando, pero estaba claro que su cuerpo ardía para hacerlo suyo.
Esa observación hizo que Kojiro temblara de pies a cabeza en un largo escalofrío de placer.

-El pastel...- tuvo que intentarlo de nuevo e intentar cambiar de nuevo de tema: -Cortémoslo y comamos al menos un trozo. Es una pena dejarlo ahí sobre la mesa.-

La hora del almuerzo ya había pasado hacía tiempo, pero un pequeño refrigerio ciertamente no le vendría mal.
Sacó el cuchillo de la bandeja, pero notó con asombro que el pastel ya había sido cortado.

"En las prisas debe haberlo olvidado."

Los sirvientes del dios del mar vivían bajo constante presión. No se les puede culpar por esto.
Poseidón tenía una personalidad terriblemente difícil.

-Ven y siéntate. El olor es muy atractivo y el pastel se ve hermoso.-

-Kojiro. No puedes ignorar lo que pasó.-

-No te estoy ignorando.- Kojiro mordió un trozo de tarta con gusto, sonriendo con asombro. Ese pastel estuvo sensacional. Hacía mucho tiempo que no comía un postre tan rico que le volviera a dar hambre: -Pero tenemos todo el día para poder hablar con calma.-

El beso. La tarta. Habían sucedido demasiadas cosas en tan solo unos segundos.
Por supuesto, no podía ignorar que amaba ardientemente a Poseidón, pero tenía que actuar en conjunto. Tenía que hacerle entender que esperar las decisiones de los demás y respetar sus deseos era algo bienvenido, además de una demostración de gran educación.

-No estoy de acuerdo.- murmuró Poseidón, como un gato al que le acaban de negar comida. Miró el pastel, considerándolo una molestia desagradable de la que le gustaría deshacerse.

-¿No? Pero el pastel que trajiste está delicioso. Si querías seguir hablando conmigo sin interrupción, no debiste haber ordenado que lo prepararan.-

Los ojos de Poseidón se abrieron de repente, congelados en su lugar y dándose cuenta de algo importante; su mirada había cambiado radicalmente y su cuerpo se había congelado en el acto.

No había ordenado la preparación de ningún pastel.

-¿Mmm? ¿Qué te pasa ahora?- Kojiro siguió comiendo sin entender su radical cambio de humor: -No estabas contento de que te tuviera—.-

Kojiro instintivamente dio un paso atrás cuando vio a Poseidón abalanzarse sobre él nuevamente para bloquear su brazo nuevamente. Dio pasos hacia atrás, impidiéndole acercarlo más de lo necesario, aún sintiendo que su corazón comenzaba a latir furiosamente nuevamente.

-¿Qué te pasa hoy?-

-Déjala.-

-¿Eh?-

-Deja ese trozo, maldita sea.-

Poseidón tomó el trozo de pastel de sus manos con furia fría y devastadora, analizandolo.

¿Se había vuelto completamente loco? ¿La abstinencia de besos lo había llevado a volverse completamente extraño?
Kojiro simplemente no lo entendía por mucho que lo intentara.

-Estás exagerando. Es solo una tarta.-

Poseidón se sintió profundamente humillado. Su propia ira le había creado un irritante nudo en la garganta.

Su orgullo se había desintegrado y el de Kojiro se vería alimentado.

Y todo por culpa de una maldita tarta de manzana.







Pido disculpas por la publicación tan tardía de este capítulo, pero desafortunadamente nunca tuve tiempo para continuar escribiendo esta historia. Tenía - y todavía tengo - muchas ideas al respecto, pero terminar las otras historias que tenía más prisa por terminar, arruinó completamente mis planes.

¡Este capítulo está dedicado a Poseidón y Kojiro, y debo decir que fue uno de los capítulos que no podía esperar para escribir! Fue muy divertido❤️
Sin mencionar que últimamente me está gustando mucho el personaje de Poseídon.

¿Qué creen que está haciendo Beelzebub? Por qué hace todo esto y se improvisa Cupido ver. dark?

El próximo capítulo estará dedicado a mi OTP de excelencia, a la maravillosa pareja Odín/Nostradamus😩❤️

Dicho esto, espero que hayan disfrutado el cap!

Hasta la próxima,

- LadyFraise💜

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