C A F E T E R Í A
🍃Día uno.
En planes estratégicos, se pensaría que la ubicación ideal para una cafetería sería un lugar tranquilo y equilibradamente transcurrido.
No es que Rick Grimes sepa mucho del tema, sin embargo piensa que aquella cafetería que suele concurrir hubiera quedado mejor en otro sitio que no fuera frente aquel motoclub-bar ruidoso.
Por supuesto, tenía la opción de elegir otra cafetería donde pasar el rato después de su jornada laboral en la oficina. Y lo haría, claro, de no ser por el motociclista de mirada despreocupada y cabello rebelde, aquel que frecuentaba el motoclub-bar del frente.
Lo vio la primera vez, cuando apenas iba a entrar a esa cafetería –también por primera ocasión-; el sonoro traqueteo del motor de una motocicleta lo hizo dar vuelta por simple reflejo, entonces lo miró. Aquella chamarra de cuero lo atrajo al instante.
Cuando aquel hombre se dio vuelta, leyó las letras confeccionadas en la parte de la espalda de aquella prenda: Dixon, decía. Desde ese momento ha sido la palabra que más frecuenta sus pensamientos.
Le observó maldecir en dirección a la motocicleta, parecía que algo había fallado con el motor (se deducía por el sonido que emitía desde que llegó), en unos segundos un hombre salió de aquel bar y se acercó a él con herramientas en mano. En un momento descubrió que su chamarra de cuero también decía "Dixon".
Rick observó como el motociclista se disponía a darle los arreglos necesarios al motor. Él comenzó a aplicar fuerza en la llave de presión para dar vuelta a algo que Rick no supo identificar, talvez porque estaba a una distancia que no le permitía ver con precisión lo que hacía, o talvez porque los músculos remarcados -por la fuerza que ejercía aquel hombre- lo habían cautivado.
Esa misma hipnosis se rompió cuando el "otro Dixon" había golpeado el hombro de aquel hombre motociclista, seguido de un asentimiento de cabeza en dirección a Rick. El otro de inmediato dirigió y fijó su mirada en ese hombre curioso que le miraba desde la entrada de la cafetería.
Rick –aún con más inmediatez-, cuando se dio cuenta de ello se hizo el desentendido y entró por fin en la cafetería fingiendo serenidad.
Desde entonces, Rick siempre elige una de las mesas que están cerca de las ventanas, con el claro objetivo de ver en dirección al motoclub-bar y en consecuencia, a ese motociclista.
Supone que han pasado dos semanas de eso, tiempo en el que su rutina dentro de ese establecimiento se convirtió en elegir la misma mesa del rincón junto a la ventana y mirar "discretamente" a través de ella.
Este día tenía los mismos planes, pero en cuanto ordenó su pedido y tomó asiento, el sonido de las campanas por encima de la puerta comenzaron a retumbar junto al ritmo de su corazón, latidos que se aceleraron cuando miró al nuevo "cliente" que había llegado.
Ahí estaba él, aquel motociclista haciendo presencia dentro de la cafetería.
Rick se esforzó por contener sus sentimientos y no mostrar ninguno de ellos a través de cualquier gesticulación. Para ayudarse bajó la mirada y utilizó su celular para "distraerse".
Fue una tarea realmente complicada, tomando en cuenta que aquel motociclista se había acercado a su lugar y se había sentado justo frente a él, en una de esas sillas vacías y asignadas a su mesa -asientos que nunca ocupaba-.
Rick subió la mirada lentamente y lo miró inquisitivo.
— ¿Por cuánto tiempo vas a seguir observándome? —Le preguntan. Rick se sobresalta levemente y con seguridad actuada niega con la cabeza.
—No sé de qué...
—Sí sabes —aquel hombre se nota confiado, y en demostración a ello recarga toda su espalda en el respaldo de la silla— lo sé porque yo también te miro de vez en cuando.
Rick, empieza a ser invadido por tantas emociones que se acumulan no permitiendo formular una sola oración con coherencia, por eso se limita a solo quedar en silencio. Después de unos segundos sabe que el hombre frente a él espera una respuesta, y que al parecer no piensa pronunciar nada más hasta escucharla.
—Bueno, ¿y qué si es cierto? —Dice con fingida tranquilidad.
—Podríamos aprovecharlo —se alza de hombros—, ¿no?
— ¿Cómo? —salió de su boca, sin haber pasado esa información por su lado lógico.
—De la forma que quieras —pronuncia con leve coquetería, o eso le pareció a Rick. Cuando dijo eso, le extendió una nota que tenía escrito una hora, un lugar y la fecha de mañana. —No suelo hacer este tipo de cosas, así que valóralo.
Rick -quien ya había tomado la nota-, asintió y sonrió por fin. Era una sonrisa de complacencia.
—Nos vemos mañana, entonces —el hombre frente a él asiente una vez y se levanta de su lugar— por cierto, soy Rick.
—Daryl.
Un par de miradas más, y Daryl se había ido de ese lugar, a pasos firmes y rostro feliz.
"Daryl", la nueva palabra que estará repitiendo hasta el día de mañana.

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