2. Noche de Luna
(Ishigami Byakuya/Xeno Houston Wingfield)
(Ooc, Fluff, relación establecida, universo paralelo, no petrificación, Senku aún no es adoptado por Byakuya)
Capítulo II
Noche de Luna.
No me quiero separar de ti, me mal acostumbraste a contigo dormir. No sé ni qué decir. Espero te haya demostrado lo que haces sentir.
—Cursi, Chucho Rivas.
La luz de la luna alumbra el tejado de los edificios y las aceras, las estrellas le hacen eterna compañía a su fiel amante, el manto nocturno. No hay tempestad o viento que interrumpa el magnífico escenario. Sonríe orgulloso de sí mismo, todo era perfecto. Ahora sólo debía esperar al anfitrión principal de sus sueños y suspiros.
~°°°~
Pese al paso de las horas, aún puede sentir el cálido tacto de sus labios en su mejilla, su sonrojo es leve a cada segundo, pues aún teme el engaño y desamor del amargo dolor. Odia lo amargo.
Observa con detenimiento el gran mapa que le ha dado su amante esa misma tarde.
Aún no entiende porqué se unió a su juego, pero acepta que una búsqueda del tesoro no está mal y hace de su noche un poco más interesante.
Sus pasos son calmados, no tiene prisa por llegar, a su memoria llega el extraño momento en que le entregó el mapa. Aquel beso duro un poco más de lo esperado y una vez lejos ya tenía en manos ese extraño pero curioso mapa.
Quizás Byakuya había encontrado algo que pudiera usar en sus experimentos o algún hermoso diamante del cual deseaba verificar su autenticidad; mira a sus alrededores, el silencio espectante es opacado por sus pasos nada más. Y si bien no teme a la soledad, es peculiar la tranquilidad en los pasillos.
Soledad, paz y tranquilidad, fieles confidentes de sus temores desde siempre; al menos desde que Stanley lo cuida como un fiel perro guardian, siempre viviendo con el temor de perderlo. Su única familia en realidad.
Sus pensamientos no dejan de dar vueltas, ridículo: susurra al viento que sólo es un testigo más de sus sentimientos confusos. Lo extraña, en especial esa sensación de calidez y felicidad en su pecho. Desea esos brazos alrededor de su cintura, quiere escuchar una tras otra sus conversaciones sin sentido, todas siempre repletas de emoción.
Belleza, es la palabra con la que describiría el magnético brillo en los ojos de su amante, tan centellantes como la misma estrella Beteleguense. Sonríe confiado, pues no importa cuántas veces Shamil le dijera lo extraño que era todo, nunca terminaría de entender cómo es que se enamoró de ese aspirante a explorador lunar.
El vibrar del móvil interrumpe en el silencio del pasillo, pese a ello, no contesta, no desea leer nada más que el entretenido mapa que lleva consigo.
El juego es cada vez más extraño a su parecer en especial al dirigirlo a las afueras de las instalaciones. Un estornudo se escapa de su nariz, y siente escalofríos de tocar el suelo completamente húmedo por las lluvias en esa tarde. Sabe que el clima es perfecto pero no recuerda la última vez que ha salido a tan altas horas de la noche con solo su camisa de dormir, sus pantalones holgados, sin calcetines o calzado y con su clásica bata de laboratorio.
Agradece un poco a Charlotte por recordarle que debía ver ese mapa y la nota que llevaba consigo. El frío hace que sus manos tiemblen, pues en esta ocasión no lleva sus acostumbrados guantes, observa sus manos, de aspecto pálido y adornadas con un número incontable de cicatrices, provocadas por algunos de sus experimentos.
Él entiende que esas marcas en sus manos a muchos les parecen desagradables, pero no a Byakuya, admira que jamás las miro como una horrible carga del pasado o un asqueroso recordatorio de su promiscua humanidad.
Ishigami las adora, sabe que ama cada parte de su ser, desde las más humanas como el cariño que siente por su hermano, la curiosidad que lo persigue al querer conocer todo sobre cuanto pueda y el amor por lo dulce y elegante. Ama también los lados que otros consideran horribles, como su insana necesidad a comer sólo alimentos dulces o con cafeína para su energía, su falta de cuidado personal o incluso su maldito lado sádico con el cual puede llegar a hablar—lado con el cual, también ha tenido cuidado—.
No sabe en qué momento sus pies descalzos han comenzado a subir las escaleras metálicas, no puede evitar temblar ante el gélido tacto que siente en las plantas del pie.
El observatorio, que elegante: Piensa mientras avanza poco a poco, dejando de lado el extraño mapa. Sus labios se abren lentamente, al ver aquel extraño pero hermoso paisaje.
Una taza de café, acompañado de un pequeño pedazo de pastel de fresas y zarzamoras mientras planos astronómicos le esperan en el gigantesco escritorio, la luz de la luna es opacada por la de velas aromáticas, el simple aroma a limón lo deleitan. Pero no más que el cálido aroma a cafeína y vainilla que desprende una de las tantas cafeteras del lugar, un detalle dulce para su cansada y monótona rutina.
—Llegas un poco tarde —escucha hablar a su amante, su voz es dulce, casi melosa. Contempla una sonrisa coqueta en sus labios y sus brillantes ojos rojizos sólo brillan más al reflejo de la escasa luz.
Suspira un poco agobiado, jamás espero algo tan lindo para él, debió suponer que se trataba de un juego desde un inicio.
Y aun si lo sabía, en el fondo siempre gustaba de seguirle la corriente más que nada para poder apreciar la ilusión en los ojos de ese hombre, sabe que Stanley no entendía el porqué se había enamorado de alguien como Ishigami.
No era tan inteligente como Shamil o incluso como el propio profesor Brody. Sin embargo, Xeno, no lo admiraba por su inteligencia, no lo deseaba por su atractivo y tampoco le interesaba por sus riquezas. Lo amaba por ser quien era, por ser un hombre honesto, decidido, valiente y sin la misma inseguridad que acuña su ser por las noches en vela cuando devora libros enteros de astrofísica cuántica.
La seguridad de sus palabras y deseos siempre lo han rodeado, era el más joven científico de su nación, un dotado. Eso no importaba realmente, puede que sea el científico más inteligente de su país pero no conoce el verdadero significado de sentir.
No al menos, hasta ahora, cuando que conoció a ese extraño hombre de miradas chispeantes y risas contagiosas. Un hombre que sabía lo que en verdad significa amar, sentir, añorar.
Él podría hacerlo sentir aquello que los mortales llaman amor.
Xeno acepta que no es más que otro mortal y que quizás al igual que muchos otros no estaba destinado a amar en verdad, pero sí el destino le dio una mínima oportunidad, la aprovechará todo el tiempo que pudiera, sin importar el precio a pagar en el futuro.
Sonríe enternecido, y esa sonrisa basta para que Byakuya le corresponda con una aún más grande, él también adora ver esa sonrisa honesta, genuina y dulce, una que reflejaba el lado humano de Houston, tan hermosa como los cielos nocturnos; Byakuya observa los ojos de su resplandeciente amante, y por primera vez en mucho tiempo contempla en ellos la chispa de amor que tanto buscó.
Ninguno de los dos habla, o busca palabras para expresar su sentir. Siente los cálidos brazos del hombre más bajo y un cálido aliento en su nuca.
—Hoy es luna nueva —lo escucha susurrar a su oído, un escalofrío recorre su espalda mientras muerde sus labios sutilmente.
Asiente en respuesta, dejándose llevar como el agua del mar por entre las costas, no sabe en qué momento el cálido tacto de las suaves mantas cae sobre su cuerpo; lo disfruta.
Siente la porcelana caliente de la taza llena por la bebida azucarada mientras sus ojos se posan en la figura del hombre delante de él; palabras, oraciones y suspiros salen de sus labios, planetas, constelaciones así como comparaciones son toda la música celestial que necesitaba escuchar.
Los efusivos relatos narrados por Ishigami lo maravillan, no importa cómo, pero lo escucharía horas y horas hablar, y jamás se cansaría de escuchar su voz, una melodía que mezclada con el silencio del viento lo arrullarían de por vida.
La necesita, y Ishigami lo sabe, sus noches ya no serían igual.
Lógica no hay, razón quizás pero se encuentra perdida en lo más recóndito de su ahora traicionera memoria. La alegría efervescente que brota de su latente corazón lo traiciona con descaro, no le importa, se siente feliz por esa pequeña traición; el café se ha terminado y la luna es cada vez más alta, dándole el reflejo de sus cabellos, tan luminosos como la plata y suaves como el satin.
—El cielo, mil y un cielos vería, sólo para encontrarte —interrumpe el monólogo de su amante.
Sus palabras no pasan desapercibidas por Byakuya, mientras el brillo en sus ojos se intensifica, le sonríe más que alegre de oírlo decir eso.
Ese sería el nombre perfecto para la construcción de un futuro cercano.
—Xeno.
Llama por su nombre y apenas tiene tiempo de reaccionar, sus labios se unen, lo que inicia como un simple gesto de amor se torna más pasional sin dejar de lado lo suave y delicado; siente como Byakuya parece estar buscando saborear el rastro de café y mentol que ha adquirido su boca. Una mezcla adictiva para su gusto, desea saborear más, añora permanecer un instante más de esa manera, maldice al oxígeno que desaparece de sus pulmones a cada instante.
Ambas respiraciones son agitadas, la escasa luz no evita que Houston contemple enamorado el ligero sonrojo que ha crecido en el rostro contrario.
—Si, mil cielos suena perfecto.
Es todo lo que dice antes de abrazar efusivamente el cuerpo contrario, Ishigami sin pensarlo mucho entrelaza sus dedos con los esqueléticos dedos de su amante, delineando cada cicatriz y cortada que en ellos está. Que hermoso: Piensa gustoso de saber que su amante es más fuerte que otros.
Xeno siente un extraño frío rodear su dedo anular, no habla o responde ante la acción, solo se deja hacer mientras se acurruca en su pecho, aspirando el hechizante aroma a limón y naranja.
Sonríe al saber que nunca fueron las velas, era el aroma de su amor.
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