💔22💔
Esos dos días en que tuvieron a Yoongi encarcelado, solo rondaba dolor y sufrimiento a su alrededor. Por un lado, las súplicas de sus padres para que se dejara ayudar, junto a las desgarradoras lágrimas de su madre, le comprimían el pecho, pero se rehusaba a aceptarlo. Por el otro, las constantes charlas de sus amigos queriendo entregarse junto a él, pero este siempre le decía a los oficiales que ellos no estuvieron ahí, que solo mentían para protegerlo y que era una falsa declaración, provocando que los echaran del lugar hasta el día del juicio.
También estaba Hoseok, él en ningún momento salía de su cabeza. Realmente lo extrañaba. Quería tenerlo cerca como en sus sueños, para abrazarlo y besarlo, para sentir su calor y aspirar su olor mientras juraba que lo amaba y que todo saldría bien; pero solo eran sueños que mantenían viva su esperanza. La realidad era tan cruel que no dejaría que pasara.
No probó un solo bocado en ese tiempo. Su cuerpo se sentía frágil, como si estuviera a punto de desmoronarse, y la sensación de suciedad lo acompañaba constantemente. Hizo el intento de comer, pero el nudo indestructible en su garganta no dejaba pasar nada más que sorbos de agua, mientras su estómago gruñía de hambre. Además, no podía ducharse adecuadamente en ese lugar, solo podía pasarse toallas húmedas por algunas partes del cuerpo, nada más. Se sentía horrible, desde su aspecto hasta su culpabilidad. Estaba destruido, tanto por fuera como por dentro. Incluso sus lágrimas se habían secado, a la vez que su corazón seguía echo pedazos. Pero debía soportarlo.
Si Hoseok quería verlo así para lograr perdonarlo, se caería al suelo sin pensarlo dos veces, levantándose únicamente cuando él se lo pidiera. Estaba siendo tan sumiso a su destino, y al amor que le tenía, que ya no le importaba su dignidad.
—Es increíble que te hayas enamorado tanto de él, Ginie —dijo una voz familiar, resonando en la celda. Era un sonido que conocía perfectamente, pero que sabía que no era más que un eco de su mente.
Su mirada se dirigió lentamente a los barrotes, y ahí lo vió, recostado a ellos con una pequeña sonrisa de costado. Se veía igual, su cabello, su rostro, era el Hoseok que quedó en su pasado años atrás.
—¿Ho... Hobi? —musitó, sintiendo que cada sílaba raspaba su garganta y una mezcla de asombro y confusión atacaba su expresión—. Estoy alucinando.... ¿verdad?..... No eres real.
El chico soltó una leve risa.
—Cuando te pedí que te cuidaras y que no te encerraras en tu propio mundo, me refería a lo opuesto de esto, gatito —regañó, dando unos pasos hacia él.
Yoongi frotó sus ojos como pudo, tratando de ver más allá de lo que su hambre y falta de sueño le mostraban. Se enderezó lentamente mientras él se sentaba en el suelo, abrazando sus piernas frente a él.
—¿En serio me volví loco, Hobi?... ¿Por qué puedo verte como si fueras real? —interrogó, en un hilo de voz, esperando una respuesta que no fuera la locura. Solo habían sido dos días separado de Hoseok por ese gran problema. Nunca había visto a su mejor amigo desde que murió, no tenía sentido verlo ahora.
—Tú me llamaste —respondió simple, elevando sus hombros levemente—. Al parecer querías que tu mejor amigo viniera para consolarte.
Esa sonrisa y despreocupación, era lo que recordaba en él. Un chico tan relajado y bromista que tomaba las cosas a la ligera, siendo extremadamente honesto y un defensor de los que tenía bajo su protección; entre ellos se encontraba él. Se veía tan natural que, por un momento, esa escena comenzó a sentirse sumamente real.
—Hobi.... yo... yo hice algo horrible... —dijo entre sollozos, clavando la mirada en su regazo—. Lo lastimé demasiado.... pero yo no quería mentirle. Te juro que de verdad lo amo y haría lo que fuera por él.
Sus palabras apresuradas y cargadas de sinceridad, provocaron que el pelinegro frente a él lo mirara con preocupación y tristeza. El chico colocó las manos sobre las suyas, sintiéndose tibias al momento; las caricias de sus dedos siendo un ligero alivio a su dolor, como si ese contacto fuese verdadero. Era tan reconfortante sentir que estaba cerca, que su corazón comenzaba a recuperarse con lentitud, por lo menos el fragmento que él se llevó. Se estaba dando cuenta de que necesitaba su apoyo más que nada en ese instante; no quería que la tormenta que lo rodeaba se apoderara completamente de él.
—Sé que lo amas, Ginie, te he visto —dijo, esbozando una pequeña sonrisa para intentar calmarlo, sin dejar de acariciar sus manos—. Has estado luchando toda tu vida por amor, y prefieres sufrir en silencio antes de seguir lastimando a quien amas, lo entiendo. Pero al final siempre terminas en el lado oscuro, en un rincón lleno de arrepentimiento y dolor. ¿No te has preguntado por qué? ¿Por qué el destino juega tanto con tu corazón?
—Claro que me lo he preguntado.... Pero nunca obtengo una respuesta, solo vuelven a hacerme sufrir.
—Entonces... quizás no haya una. Tal vez solo quieren convertirte en una persona sin corazón, sin sentimientos —su expresión adoptó cierta seriedad en tanto se mostraba pensativo, como si sus hipótesis fueran algo que ni él mismo soportaría que sucediera, y no creía haberlas dicho—. Pero saben que cuando amas a alguien procuras entregar cada pedacito de ti a esa persona, aunque no lo aprecie o no lo vea, seguirás amándola sin condiciones.
Sus palabras en parte venían del secreto que su mejor amigo se empeñó en ocultar, pero que él ya sabía: su enamoramiento hacia él. Trataba de hacer que dejara de quererlo de esa manera para no lastimarlo, porque veía a Yoongi como su hermano, su protegido en realidad.
—Pero no quiero ser así, Hobi —dijo el pelirrojo, secando sus propias lágrimas para después tallar su rostro con ambas manos por segundos, buscando esconderse de la realidad de su destino. Respiró hondo antes de continuar—. Solo quiero ser feliz sin tener que perderlo una y otra vez.
—Te aseguro que lo serás. Esta vez podrás estar con quien tu corazón eligió, pero tendrás que esperar un poco más. Él solo volverá... —su cuerpo empezó a desvanecerse, mientras que sus palabras comenzaron a escucharse cada vez más lejanas.
—No... Hobi espera... —intentó tomar su mano, pero en su lugar, cayó de rodillas al suelo; él desapareció—. Gracias por venir...
Musitó para sí mismo, quedándose en esa posición y dejando que su mirada cristalizada se perdiera en el suelo. De cierto modo, verlo le alegró un poco, aunque fuese producto de su imaginación u obra de su conciencia, apreciaba esos minutos que pasó con él y pudo sentir su apoyo. La puerta se abrió poco después, mostrando al oficial que lo custodiaba, quien se acercó para abrir su celda.
—Es hora de irnos, Min —fue lo único que dijo antes de levantarlo, esposarlo y, sacarlo de ahí.
La claridad ardió en sus ojos apenas estuvo afuera. Debían ser casi las once de la mañana, pero comenzaba a hacer demasiado frío para el gusto de Yoongi. El exterior se sentía tan extraño luego de unos días de no ver la luz del sol, tanta era la diferencia que no podía detallar con seguridad el lugar en donde estaban. El hombre lo dirigió hacia el asiento trasero de la patrulla policial, para luego él sentarse en el asiento delantero, junto a su compañero.
El camino silencioso duró alrededor de 30 minutos, tiempo en el que sentía a su estómago rugir con fuerza, y en el que comenzaba a surgir una inmensa ansiedad en su interior de solo pensar a dónde irían, hasta que al fin llegaron. El juzgado estaba ahí, frente a él, viéndose como el lugar más aterrador que jamás había visitado. En cada paso que daba, podía sentir como sus fuerzas se extinguían poco a poco y su miedo crecía, haciéndolo tragar en seco por lo que ocurriría.
Nunca quiso ir a la cárcel; nadie querría ir a un lugar al que todos le temían y del cual muchos convictos intentaban escapar. Pero debía enfrentar las consecuencias de sus actos, a pesar de sus sentimientos encontrados y de su debilidad corporal.
Debía demostrarle a Hoseok que él nunca se lo quiso arrebatar.
Cuando entraron al juzgado, varios bancos de madera perfectamente alineados los recibieron, y sobre ellos, sus padres lo miraban con lágrimas en los ojos. Su madre era consolada por su padre, mientras este, a través de su expresión, le suplicaba que no lo hiciera. Sus amigos posaron sus miradas de desaprobación sobre él, pero pudo sentir su preocupación emanar de lo más profundo. En los asientos más alejados, Namjoon y Jimin lo miraron fugazmente mientras pasaba al frente de la corte, y en los primeros asientos se encontraba aquel rubio que no se atrevió a mirarlo ni por un segundo.
Sin embargo, él no despegó su mirada de Hoseok. Notó cómo apretaba sus rodillas, intentando evitarlo, y cómo mordía de forma superficial su labio inferior para contenerse al mirar hacia otro lado. Pero también llegó a notar el leve enrojecimiento de sus ojos y las curitas cafés en la mayoría de sus dedos, seguramente por haber llorado todo este tiempo, lastimándose a su vez por no poder controlar lo que sucedía a su alrededor. Aquel traje oscuro que vestía, opacaba el brillo que siempre desprendía; verlo así le dolió.
En la mesa donde se encontraban los demandantes, estaba una mujer muy parecida a Hoseok, y a su lado, un abogado que se mostraba firme y serio; supuso de inmediato que era su madre. Su mirada de furia y enojo clavada en él lo atravesaba, y se sintió intimidado.
Cuando pasó al lado de los acusados, otro hombre de mediana edad entró por la puerta. Este, a diferencia de él, se veía rudo y confiado, lleno de tatuajes y emanando una despreocupación muy evidente. Parecía no importarle en lo absoluto la situación.
—¡Saben que pierden su maldito tiempo, ¿no?! —gritó con burla, acercándose a los jueces al liberarse de los oficiales—. Acabaré con ese infierno si vuelvo a entrar, les aseguro que no dejaré a nadie con vida —amenazó, y parecía hablar muy en serio.
Los guardias rápidamente lo sujetaron y lo llevaron a su lugar, a un costado de Yoongi, mientras él solo se reía. Los jueces no lo tomaron en serio; ya estaban acostumbrados a verlo a menudo, pero los Kim se enfurecieron con solo verlo.
—¿Tú qué tienes que ver en esto, eh? —le preguntó al pelirrojo, con curiosidad por su presencia y una mirada cínica, pero este lo ignoró; no tenía cabeza para centrarse en otra persona que no fuera Hoseok—. Oye, te estoy hablando, imbécil.
El hombre agarró su camisa con fuerza para atraerlo hacia sí, alertando a todos en la sala y provocando que los guardias intentaran separarlos. Sin embargo, el hombre estaba aplicando demasiada fuerza en su agarre.
—¿¡Quién te crees para ignorame, eh!? ¿¡Quieres morir!?
—¡Ya déjalo, no lo lastimes! —la voz de Hoseok resonó en la sala, y eso solo despertó una mezcla de felicidad y asombro en Yoongi; aún le importaba.
El pelirrojo, queriendo alejarse de aquel desconocido, agarró la camisa del contrario con firmeza y, con su cabeza, golpeó directamente su cara, seguramente rompiendo su nariz, ya que se tambaleó hacia atrás mientras esta comenzaba a sangrar. Los guardias lo sujetaron.
—No me pongas las manos encima —dijo con seriedad, mostrando una mirada sombría y llena de desagrado, acto que enfureció al agresor aún más, pero no logró zafarse para volverlo a atacar. Yoongi se giró hacia Hoseok, con un destello de esperanza iluminado sus ojos, y juró ver en los suyos el mismo cuando sus miradas se conectaron.
Pero se dio cuenta de que el rubio había actuado por impulso cuando se volvió a sentar, cabizbajo, ante la mirada amenazadora que le dedicó su madre. Él lo notó.
—Amor... —musitó, preocupado por lo que estuviera sucediendo entre ellos, pero fue interrumpido por el golpe resonante del martillo del juez, que pedía orden en la sala.
—¡Silencio! —exclamó el juez, su voz firme y autoritaria, haciendo eco en las paredes del tribunal—. Contrólese, señor Lee. No me obligue a enviarlo directamente a prisión por su comportamiento impulsivo. He revisado las pruebas que lo inculpan, pero ha aparecido otro sospechoso. Así que déjeme cumplir con el procedimiento, ¿entendido?
El hombre se calmó de mala gana, soltándose con brusquedad de los brazos que lo sujetaban. El juez, con su toga ondeando ligeramente, dio el visto bueno para que el juicio comenzara. La sala se llenó de un aire tenso, y todos los ojos se centraron en los abogados que se preparaban para presentar sus argumentos con toda la ferocidad que la situación requería.
Las pruebas fueron llevadas ante aquel hombre, quien las revisó con detenimiento. La ansiedad en Yoongi crecía cada vez que se mencionaba algo en su contra. Recordaba vívidamente la noche del accidente; había estado bebiendo y, a pesar de todo, había decidido conducir; una decisión que lo llevó a chocar contra una persona. La culpa lo consumía, pero eso no se comparaba con los crímenes del hombre a su lado; las acusaciones de secuestro durante varios días y tortura severa, eran actos mucho más atroces que su propia falta.
El abogado defensor de Yoongi, un hombre de apariencia seria y con voz resonante, comenzó su exposición. Habló sobre las circunstancias que rodeaban el incidente, enfatizando la falta de intención criminal y el estado mental del acusado en el momento del accidente. Aun así, las palabras parecían desvanecerse en el aire, incapaces de aliviar la carga de la culpa que pesaba sobre él.
En contraste, el fiscal, con una mirada decidida, presentó un caso contundente contra el hombre acusado de secuestro y tortura. Las imágenes de las pruebas que fueron entregadas, mostraban la crudeza de los actos cometidos, mientras el fiscal argumentaba sobre la necesidad de justicia para la víctima.
Yoongi se sintió pequeño, atrapado en en una situación que parecía fuera de su control. La voz del fiscal resonaba en su mente, haciéndolo sentir que el tiempo se alargaba, y que cada segundo se arrastraba mientras la realidad se volvía más clara.
Mientras el juicio avanzaba, la presión en su pecho se intensificaba. Se dio cuenta de que su destino estaba entrelazado con el del hombre a su lado, un extraño con un pasado oscuro. Y aunque su propio delito era grave, ver la magnitud de lo que había hecho aquel hombre le dejó una sensación de inquietud e igualmente provocaba rabia en su interior; había lastimado tanto al padre de Hoseok y no mostraba signos de arrepentimiento. Sentía una punzada de impotencia por no poder evitar que la tristeza y la desilución inundaran en el rostro de su rubio.
El juez observaba con atención, su mirada fija en los abogados que intercambiaban argumentos, mientras en su mente calculaba las posibles consecuencias de cada decisión. Pasaron varios testigos a declarar, uno tras otro, y agradeció en silencio que cada palabra que salía de los labios de sus amigos fuera lo que él quería que dijeran; sabía que era lo mejor para todos ellos. El turno de Hoseok llegó, así que con torpeza y la voz quebrada, este empezó a narrar lo que había sucedido, omitiendo algunos detalles, pero enfatizando en su confesión. Durante el proceso, las lágrimas del rubio no lograran contenerse y su pobre corazón no lo estaba soportando.
Él también declaró, su historia siendo la pura realidad de esa noche, pero sin mencionar la ayuda de su padre ni la presencia de los otros chicos:
—"Él ya no respiraba cuando me acerqué a comprobar su estado. Y al verlo tendido de esa manera en el suelo, me sentí tan perdido y asustado que... no supe si pedir ayuda a alguien sería lo mejor. Pero como la carretera estaba desierta, lo llevé lejos por la desesperación y el miedo, y luego me fui, alejándome lo más que pude del lugar. Había bebido y no sabía exactamente qué hacer, pero me arrepiento de no haber hecho lo correcto desde el principio".
Fue como finalizó su declaración. Claramente notó el odio y el dolor en los ojos de la mujer castaña, madre de Hoseok, pero también se dio cuenta de la mirada triste del mismo y las múltiples lágrimas que corrían por sus mejillas. Confesarlo todo nuevamente lo estaba matando por dentro, arrancándole las pocas fuerzas que le quedaban y partiendo su lastimado corazón.
El juez se levantó, y con él, todos los presentes. El ambiente se tensó; el veredicto sería dicho, su sentencia sería declarada y no habría vuelta a atrás.
—Por todos los hechos y pruebas presentados ante esta corte, declaro al señor Lee culpable de los delitos de secuestro y tortura severa, siendo estas las principales razones de la pérdida de la víctima. Le impongo una sentencia de 10 años de privación de libertad, sin posibilidad de libertad condicional —anunció el juez, su voz resonando en la sala.
El señor Lee no parecía sorprendido; más bien, se encontraba agobiado por el sufrimiento y el dolor de las personas que habían declarado en su contra. No le importaba que, en gran parte, él hubiera causado ese sufrimiento.
—En cuanto al señor Min —continuó el juez—, por conducir bajo los efectos del alcohol y provocar un accidente que resultó en un homicidio involuntario, habiendo cooperado con las autoridades y considerando que no tenía antecedentes penales, lo sentencio a 4 años de privación de libertad, junto a una multa de 10 millones de wones y la suspensión de su licencia de conducir por un período de 4 años..
Cuatro años... Cuatro largos años lejos de su familia, de sus amigos, de Hoseok.
Su mente se nubló mientras el juez finalizaba el veredicto. La realidad de la condena lo golpeó con fuerza. Las palabras del juez parecían eco en su cabeza: "4 años". Cuatro años que se sentirían interminables, un tiempo que lo separaría de todo lo que amaba. Imágenes de su madre llorando, de sus amigos preocupados y de Hoseok, con su mirada triste, inundaron su mente. Cada rostro se convirtió en un recordatorio de lo que había perdido y de la carga que llevaba.
El juez continuó, pero su voz se volvió un murmullo distante. Yoongi sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Las consecuencias de sus decisiones lo golpeaban con cada latido de su corazón. Aquella noche había sido su condena; no solo estaba perdiendo su libertad, sino sus sueños, sus anhelos y a las personas que lo rodeaban.
La sala comenzó a despejarse mientras los murmullos de la gente se mezclaban con el sonido de los pasos de los guardias que se acercaban. Yoongi levantó la vista y buscó a Hoseok, quien se encontraba al otro lado de la sala, con una expresión de dolor que le atravesaba el corazón.
—Lo siento... —susurró al acercarse, aunque sabía que no podía esperar una respuesta.
—No quiero que te vuelvas a acercarte a mi hijo —dijo la madre de Hoseok al colocarse entre ambos, su ceño manteniéndose fruncido y voz amenazante—. Tú también eres culpable de la muerte de mi marido, así que te quiero lejos de mi familia.
—Señora, yo nunca quise hacerle daño a nadie —intentó hacerle entender, su voz mostrando su cansancio y debilidad. Llevó la mirada hasta Hoseok—. Te pido perdón nuevamente, Seok, pero aunque esté encerrado por tanto tiempo, nunca dejaré de amarte. Por favor espera por mí.
Las lágrimas del rubio volvieron a surgir e iba a intentar decir algo.
—Él no te esperará —intervino la mujer, con seriedad—. Mi hijo nunca amará a una persona como tú.
Esa fueron sus últimas palabras antes de agarrar la mano de Hoseok y llevárselo lejos, seguidos por Jimin y Namjoon.
—Yo sé que me esperará.... —musitó, sintiendo cómo los guardias volvían a guiarlo, hasta que su madre lo abrazó antes de que lograra salir.
—Hijo... por favor no te vayas, mi niño —le pidió, aferrándose a él en tanto su llanto se intensificaba—. Sé que eres una buena persona, yo te crié... eres mi bebé, Yoon. No dejes que ellos te lleven lejos de mí.
Escuchar sus palabras era lo que faltaba para romperlo en ese momento. Su madre, esa mujer frágil y delicada, llorando entre sus brazos por su culpa, le estaba causando una fuerte punzada en el pecho. Tampoco quería verlos sufrir a ellos; no solo se preocupaba por su relación con Hoseok, ya que aunque no lo pareciera, él daría la vida por sus padres.
Su padre la alejó de él, acomodándola entre sus brazos para dejarlo ir.
—Perdónenme por ponerlos en esta situación. De verdad lo siento.
—Solo cuídate, ¿está bien? —lo cortó su padre, antes de que empezara a llorar—. Si alguien te hace algo ahí dentro yo mismo me encargaré. A pesar de lo terco que eres, sé que quieres hacer lo correcto, así que por mucho que nos duela, tenemos que aceptarlo.
Yoongi asintió levemente, llevando la mirada desde su madre a sus amigos, quienes se encontraban igual de afectados. Pero él debía irse.
—Cuídense mucho...
Y así, tras murmurar esas palabras, los oficiales lo empezaron a llevar hacia la salida. El peso de la culpa y el arrepentimiento lo acompañaron, recordándole que se adentraba en un camino del que no sabía si podría regresar alguna vez. Pero lo haría, le daría la vuelta a su destino para ser feliz al obtener su libertad.
«Volveré pronto... Solo esperenme y lo verán...»
Falta poco, muy poquito para el final, y yo ya estoy muriendo por dentro. Solo espero que les tengan paciencia, todo se resolverá poco a poco.
¡gracias por leer!
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