❤️11💔
De una pequeña tienda de conveniencia, salía un castaño algo arreglado con unas bolsas de refrigerios y bebidas. Como todos habían salido de la casa, él no quería quedarse ahí, encerrado y aburrido, así que decidió avanzar en su plan. Además, había escuchado que el señor Kim se quedaría hasta tarde en el taller, y no podía perder esa oportunidad tan valiosa.
Se apresuró a colocarse el casco antes de montar en su moto, sin borrar la media sonrisa que se dibujó en su rostro mientras aceleraba rumbo a su pequeña obsesión.
Estaba completamente preparado para la ocasión. Había tomado una larga ducha para darse el tiempo de hacerle un pequeño masaje y tratamiento a su piel. Se arregló con cuidado para obtener un contraste entre lo elegante y lo sensual. Y compró suficiente alcohol como para emborrachar a cualquiera. Tenía muy claro que su objetivo era hacer que Namjoon cayera a sus pies, y usaría cada uno de sus métodos para lograrlo.
Media hora después, ya se encontraba en la puerta del taller, esperando a que esta fuese abierta por el hombre que no paraba de dar vueltas en su cabeza. Y así fue, en minutos, la puerta se abrió, mostrando al apuesto castaño que vestía un overol azul oscuro y una fina camisa blanca debajo.
Namjoon lo miró de arriba a abajo con una ceja arqueada, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.
—¿Tú de nuevo? Dije que no tenían que volver hoy, ya me ayudaron bastante y se los agradezco. ¿O te gustó tanto el trabajo que quieres continuar? —preguntó divertido, observando como Jin se comenzaba a acercar peligrosamente a él con una sonrisa.
Podía oler su perfume desde esa corta distancia; era de rosas. La camisa blanca de Jin era prácticamente transparente, dejando ver sutilmente sus pezones, y sus pantalones cortos mostraban bastante de sus delgadas piernas. Sus labios estaban cerca, tanto que era su único punto a mirar; ese detalle llenó de satisfacción al chico, quien se terminó acercando a su oído.
—Creo que me gustó más el jefe —le susurró, adentrándose en el local, seguido por un Namjoon que apenas creía lo que oía.
Ambos se detuvieron en el mismo lugar en el que habían hablado anteriormente. Jin lo esperaba sentado sobre la mesa, al lado de todas las latas de cerveza.
—¿Acaso me tiene miedo? —preguntó entre risas, al ver que él se mantenía a varios metros de su posición—. Solo acérquese, ¿quiere?
Entre dudas y suspiros, Namjoon decidió acercarse, pero no demasiado.
—¿Qué es lo que quieres, Seokjin? Es muy tarde para andar solo por las calles, ¿sabes? —preguntó, ignorando lo que antes le había dicho. El nombrado le sonrió de costado, divertido.
—No tiene que preocuparse por mí, se defenderme muy bien. Y respondiendo a su pregunta, ya se lo había dicho: quiero que me enseñe —recordó, humedeciendo sutilmente sus labios al escanearlo con la mirada—. Siento que sería muy interesante pasar tiempo con usted, y presenciar lo que me puede ofrecer.
El contrario rió levemente, incrédulo.
—¿A caso me estás coqueteando, niño? —su tono evidenciaba que ni él mismo podría creerlo. Jin se encogió de hombros.
—Es bastante obvio, ¿no? Y no soy un niño; soy un hombre que sabe lo que quiere y hace hasta lo imposible por tenerlo —al decir esto, estiró la mano hacia el tirante de su overol, y lo jaló hasta su posición para tenerlo a una menor distancia—. Adivine qué: usted entró en mi lista de deseos, señor Kim.
Susurró, muy cerca de su cuello, erizando al momento la piel de la zona con su aliento caliente. Namjoon, al tragar con dificultad, procuró librarse de su agarre para alejarse mínimamente, carraspeando su garganta.
—Ah.... Mira, Seokjin. No sé de dónde has sacado tanta confianza pero, apenas nos conocemos, ¿vale? Así que no tengo intenciones de seguirte el juego —le aclaró, intentando hacerle entender que no se dejaría envolver por él.
Pero Jin, es Jin, no aceptaba un no como respuesta.
—Puede que ahora no —empezó, abriendo una de las latas que había comprado, bebiendo un par de sorbos al acercarla a sus labios—. Pero muy pronto adorará jugar conmigo.
Aquella pícara sonrisa, solo provocó que Nam riera con incredulidad ante la confianza y seguridad que el menor desprendía. Por lo que se atrevió a dar pequeños y firmes pasos hacia él, volviendo a detallarlo con la mirada.
—Eres todo un caso, Seokjin. Y veo que en serio te gusta jugar con fuego.
—Que bueno que lo sabe, porque no me gustan los rodeos ni las formalidades —este cruzó su pierna derecha sobre la izquierda, llevando sus brazos hacia atrás para apoyarse—. Seré directo: usted me gusta desde que lo vi. Y antes de que lo diga, no, no quiero una relación amorosa. La verdad no me interesa involucrar sentimientos fuera del deseo ni formalizar una relación. Solo quiero tenerlo para mí, cuando yo quiera y cómo yo quiera.
Decir que Namjoon estaba sorprendido por lo directo que fue, era poco. Él tenía demasiada confianza acumulada y un ego extremadamente alto. El mayor conocía muy bien el tipo de persona que era Jin; era de esos que te trataban como juguetes y después te desechaban cuando se aburrían, y él los odiaba. Principalmente porque una de sus relaciones fue con alguien así, y no terminó nada bien.
Sin embargo, él no tenía prisa en quitarle la ilusión a ese chico travieso, ya que dos pondrían jugar perfectamente ese juego. Así que dejó de lado su ceño fruncido, y mostró una pequeña sonrisa ladina.
—Bueno, si de verdad quieres seducirme.... o obtener algo de mí —dijo, llevando la mano hasta su mentón para delinear su mandíbula con los dedos, cada roce con lentitud. Estando lo suficientemente cerca, separó sus piernas para posicionarse entre ellas, alzando su rostro para encontrarse con sus ojos, quienes no habían perdido ninguna de sus acciones—, tendrás que hacer mucho más que esto, y cambiar tu mentalidad.
Le susurró cerca de los labios, a escasos milímetros. Pero antes de que el contrario lo besara, se apartó, dejando con las ganas al chico, quien mordió levemente su labio inferior y luego rió.
—Te haré el favor de llevarte a casa —anunció, mientras recogía sus cosas—. No deberías estar solo por ahí. Esto puede ser un pueblo tranquilo, pero nadie sabe lo que pueda pasar.
—Ja, ya veo como quieres que sean las cosas. Pero está bien, ¿aunque sea quieres beber conmigo? —preguntó, terminando de tomarse lo que quedaba en la lata.
—Aún tengo que conducir. Además, yo no bebo —dijo con firmeza, y eso lo desanimó, ya que tendría que descartar la idea de emborracharlo—. Así que llévate todo lo que compraste contigo.
—Ahhh.... ¿por qué eres tan difícil? —hizo un leve berrinche, volviendo a beber una nueva lata—. Muy pocas veces me encuentro a alguien como tú, ¿sabes? Tan testarudos y mandones.... pero eso solo me da aún más ganas de conseguirte.
—Ja, no soy un premio de feria que puedas conseguir fácilmente. Yo determinaré si mereces mi atención, Jin —zanjó, dejándole claro que sería difícil de controlar.
Y no mentiría, escucharlo hablar así lo sorprendió.
—Vale, pero créeme, no me gusta perder. Así que a partir de ahora —comenzó a acercarse a él, colocando ambos brazos sobre sus hombros sin dejar de sonreírle, ni de mirar sus labios—, no te dejaré ir, Kim Namjoon.
—Eso ya lo veremos —el contrario asintió con confianza, sabiendo que no se le resistiría por mucho tiempo; nadie podía—. Ahora deberíamos irnos. Tengo que cerrar el taller y volver a casa.
—Ok —se separó, tomando la bolsa de la mesa—. ¿Seguro que no quieres? —volvió a preguntar, alzando la bolsa con una sonrisa divertida.
—Seokjin.
—Vale, vale, solo me quería asegurar —el mayor negó levemente al soltar un suspiro, y salió del lugar seguido del chico.
—¿¡En qué carajos pensabas, Jungkook!? —le reprochó el pelirrojo mientras conducía, sin despegar la mirada de la carretera.
—Por favor, no me vengas a reprochar nada ahora, ¿si? —le pidió, cerrando los ojos con fuerza en un intento de aclarar su mente.
—¿Que no te reproche? Me acabo de enterar de que el imbécil que arruinó la vida del mejor amigo de mi novio eres tú. ¿¡Y en serio quieres que no lo haga!?
—¡Esto no es asunto tuyo! —le gritó en respuesta, incapaz de contenerse más—. Es mi maldito problema, ¿lo entiendes? Así que deja de meterte.
—Sabes que no lo haré. Nunca nos hablaste profundamente de tu pasado, Kook. Siempre lo mantuviste oculto, diciendo que no era interesante ni importante —le recordó, aún sin poder creer lo que había descubierto—. ¿Por qué tuviste que mentirnos así, eh?
—Tú tampoco eres diferente, Yoongi. ¿O acaso Hoseok sabe que solo estás cubriendo el espacio que te dejó tu primer amor con él, porque se parecen? ¿¡Eh!? —contraatacó, provocando que el pelirrojo detuviera el auto de golpe y lo mirara con furia.
Sin pensarlo, agarró el cuello de la camisa de Jungkook con fuerza, atrayéndolo hacia él.
—Tú sabes perfectamente que me gusta Hoseok, y no es porque se parezca a mi Hobi —le aclaró, con total firmeza—. Lo quiero por cómo es, ¿lo captas? Así que no te atrevas a decir que es un reemplazo para mí.
Lo alejó con brusquedad, centrando la mirada en la carretera mientras frotaba su sien, intentando calmarse. Al mismo tiempo, el pelinegro se arrepentía internamente de lo que había dicho, sintiendo el peso de sus palabras.
—Per.... perdóname, Min —se disculpó, y su voz se quebró—. No sé qué hacer. En ese entonces era un completo idiota. Me uní a su banda porque mi padre no paraba de presionarme y de.... golpearme, recordándome siempre que era un bueno para nada. Solo quería valerme por mi mismo sin tener que depender de su dinero, y cuando Lee me mostró una manera fácil y rápida, lo seguí. Solo quería alejarme de él e irme con mi madre, pero luego descubrí que ella ya tenía otra familia —sus palabras se entrelazaban con sollozos.
Ellos conocían vagamente la historia familiar de Jungkook. Lo único que les había contado con claridad fue que al comenzar la universidad, tras la muerte de su padre por el alcoholismo, él se encontraba bajo la tutela de su abuela paterna, la cual había vuelto a Corea solo por él al enterarse. Ella en realidad deseaba llevarlo lejos el país, a una vida mejor en el extranjero, pero Jungkook eligió quedarse.
—Al principio, solo queríamos vengarnos de Jihyun por delatarnos con la policía, y a mí me tocó la parte de engañar a Jimin. Pero llegó un momento en el que realmente me enamoré de él, y quería dar marcha atrás antes de que el plan se lograra —las lágrimas brotaron con más fuerza mientras continuaba.
—Pero ellos me amenazaron. Diciendo que si no me atrevía a seguir adelante, tomarían venganza por sus propias manos y eso sería peor para Jimin —confesó, secándose las lágrimas con ambas manos. Hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar—. No quería que le hacieran daño, así que obedecí. Y no sabes cuánto me pesa haber sido tan cobarde, haber desaparecido en lugar de enfrentar las consecuencias de lo que yo mismo provoqué. Solo podía observar desde lejos cómo el chico que amaba y lastimé se recuperaba lentamente de un intento de un intento de suicidio.... Y al final, solo me fui.
Un largo suspiro fue desprendido por Yoongi, quién escuchaba atentamente, absorbiendo cada parte de su versión y comparándola con la de Hoseok. La verdad, no sabía que sentir al saber todo eso, pero en su voz podía sentir un profundo arrepentimiento. Así que, a pesar de no estaba de acuerdo con lo que había hecho, comprendía que eso era parte de su pasado, y que su única opción era ayudarlo, no abandonarlo.
—Jeon, sé que ha sido duro para ambos. Pero quiero que sepas que pase lo que pase, estaré a tu lado como tu amigo —le aseguró con sinceridad. Sin embargo, Jungkook soltó una risa breve y amarga.
—¿Lo seguiré siendo después de todo? —preguntó retóricamente, sacudiendo la cabeza en una negativa—. Posiblemente me dejarás de lado pronto. Dudo que Hoseok acepte que sigas siendo mi amigo después de todo lo que he hecho.
—Es cierto que lo que hiciste fue horrible. Créeme que si no te conociera me alejaría de ti sin pensarlo dos veces —esas palabras en realidad le dolieron; si ellos lo dejaban no podría seguir tan fácilmente, todo sería doblemente difícil para él—. Pero te conozco y sé cómo eres. Tal vez en el pasado hayas cometido muchos errores pero, ¿quién no? Nadie es perfecto. Aunque sea difícil, haré lo posible por ayudarte a enmendar las cosas sin entrometerme demasiado, porque no quiero ver a nadie más sufrir.
Las lágrimas volvieron a brotar en los ojos de Jungkook; en serio pensaba que Yoongi lo abandonaría, y seguido de él, Jin también lo haría. Durante todos esos años que pasaron juntos, ellos se habían convertido en su familia y no quería perderlos por su pasado; esa era una de las razones por las que nunca les contó. Sin pensarlo dos veces, se acercó y lo abrazó entre sollozos.
—Lo siento mucho, Yoon, de verdad que lo siento —dijo como pudo, recibiendo leves palmaditas reconfortantes en su espalda—. Yo realmente lo quería.... aún lo quiero. Pero lo herí demasiado.
—Está bien, tranquilo —lo separó suavemente para ayudarlo a secar sus lágrimas—. Ahora lo más importante es que te enfoques en ganarte su perdón. Muéstrale que de verdad te arrepientes y que estás dispuesto a arreglar las cosas.
Le aconsejó, con la mejor de la intención, esperando que esas palabras lo alentarán a no rendirse.
—Eso es lo que pretendo, pero conociéndolo, seguramente me castigará ignorándome o provocándome. Sé que me será difícil.
Él se lo presentía. Conocía lo suficiente a ese rubio como para asegurar que sacaría todas sus armas para hacerlo rogar hasta que quisiera perdonarlo.
—Entonces debes esforzarte mucho más. No te rindas, sin importar cuán distante se ponga. Sigue intentándolo aunque sientas que no puedes más. Y sobre todo, intenta arreglar las cosas con su familia.
—¿Con su familia? ¿Te refieres a su hermano? —preguntó, confundido.
—Sí, creo que una de las cosas que más anhela es reconciliarse él. Recuerda que piensa que Jimin lo traicionó.
El pelinegro dejó caer su peso en el asiento, soltando un suspiro cargado de emociones mientras reflexionaba. En ese momento, recordó que el plan original era entregarle el paquete de drogas a Jimin como si fuese un paquete normal para su hermano y luego denunciarlo a la policía en una llamada anónima. No querían verse involucrados, por eso utilizaron a Jimin. Él había intentado quitarle el paquete al último minuto, pero ya era demasiado tarde.
—Cierto. Tengo que resolver tantas cosas para compensárselo.
—Bueno, si quieres que te perdone, sí —respondió Yoongi, mientras el pelinegro llevaba ambas manos a su cabeza; había mucho en qué pensar—. Creo que será mejor que sigamos —dijo al suspirar, para después a encender el auto—. Hoy han pasado demasiadas cosas.
Y con eso, arrancó rumbo a su casa.
¡gracias por leer!
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