17
KILLIAN
Un día. Ya había pasado un día entero. Empecé a dar vueltas alrededor del apartamento. Estaba nervioso, joder. Los informativos estaban repletos de idioteces y esperaba que dijeran algo de la mujer que había desaparecido. ¿Que cómo se habrían enterado? Su padre, a parte de un mafioso, era uno de los tíos más ricos de Italia. Era muy cauteloso con su vida privada, pero siempre había algo que les hacía salir en la prensa. Esa vez fue diferente. Porque cuando Leone Caruso salía en portada era por un cotilleo, no por haber denunciado la desaparición de su hija y haber pedido un puto rescate con la intención de pagar una gran suma de dinero. Los rusos no se merecían millones, y yo, sinceramente, no merecía a Sienna. El coronel había venido a mi apartamento a petición mía. Se encontraba sentado en el escritorio con el ordenador abierto mientras yo no le quitaba ojo a la televisión que emitía las noticias. Me mordía las uñas mientras daba vueltas y vueltas, intentando buscar una solución, intentando averiguar dónde estaba. Dónde cojones la habrían metido. Por supuesto, su móvil estaba apagado o fuera de cobertura.
—Si dejas de moverte, a lo mejor, y solo a lo mejor, me concentro —dijo el coronel dándose la vuelta hacia mí—. Capitán.
Me quedé quieto cuando me llamó por mi rango. Aunque estuviera en mi apartamento intentando ayudarme y buscar a la mujer de mis sueños, seguía siendo mi superior. Pasé la mano por mi cara con frustración. Entonces, un ruido en la puerta nos hizo mirarnos y luego desviar los ojos a la puerta con el ceño fruncido.
—Como sea el comandante, salto por la ventana.
Le miré poniendo los ojos en blanco. Últimamente era el único que se había preocupado medianamente por mí. Artem no lo sabía y no podía saberlo. Como le contase a mi padre que me había hecho amiguito del coronel, me cortaba la cabeza. Literalmente. Abrí la puerta viendo una cabellera rubia, larga y lisa al otro lado del umbral.
—¿Qué coño haces aquí?
Cooper sonrió de medio lado. Siempre había tenido en cuenta su lado maléfico contra Sienna. Pero nunca pensé que se acabaría aliando con el Vor de la mafia rusa por sus ganas de sacar a la chica Caruso de en medio. Era rastrera, una arpía en la que me habría fijado hace un tiempo. Pero ahora solo quería encontrar a una mujer de cabello largo negro y ojos verdes. Jade se acercó y pasó sus manos en mi pecho.
—¿No puedo venir a ver a mi hombre?
Su rostro estaba cada vez más cerca del mío. Tenía ganas de apartarla, pero un trato era un trato. Posó sus labios sobre los míos, intentando abrirse camino entre ellos. Les dejé cerrados para que no pudiera adentrarse, pero no tuve alternativa. Dejé que lo hiciera porque, si no lo hacía, le iría con el cuento a mi padre, y luego a la UICT delatando a Sienna y arruinando su carrera. A mí me daba exactamente igual. Al fin y al cabo yo me metí aquí de incógnito. Pero ella no. Tenía unos estudios, una formación y un puesto que ganó con mucho esfuerzo. Porque para mí era la mejor teniente de la UICT.
Me hice a un lado para que Jade entrase en mi apartamento. No quería hacerlo, pero no tenía otra opción. Cuando vio al coronel, frunció el ceño y me miró. Hizo el gesto militar para saludarlo.
—Buenos días, coronel.
James la miró de reojo, observándome en el proceso.
—Descanse, teniente —el coronel se levantó del escritorio cerrando el ordenador y llevándoselo—. Por hoy se lo dejo pasar, pero sabe que no puede estar en el edificio masculino. Seguiremos con la reunión en otro momento, capitán.
Asentí viendo como se marchaba. Su voz recalcó un tono que me decía "tenemos que hablar". La televisión seguía encendida en los informativos. Jade analizó el apartamento mientras la televisión seguía dando las noticias. Y entonces vino la que más esperaba.
"Noticia de última hora. El famoso empresario multimillonario Leone Caruso denuncia la desaparición de su hija primogénita Sienna Caruso. La teniente jefe italiana de la UICT fue vista por última vez por sus padres y testigos en el hotel y Casino Sahara, en Las Vegas. Todavía no se sabe con certeza qué..."
La pantalla se quedó en negro. Mis brazos estaban cruzados sobre mí pecho mientras Jade estaba sentada en el sofá mirando al frente con los ojos clavados en la televisión.
—Ya puedes ir olvidándote.
Mis ojos se entrecerraron en su dirección. No contesté, aunque sabía perfectamente a qué se refería.
—No vas a encontrarla. —Sus ojos azules se conectaron con los mios en busca de algo que no iba a encontrar—. Asume que Caruso está secuestrada. Nadie sabe donde está.
—¿Y tú?
Sonrió de lado. Algo sabía, estaba claro.
—No tengo ni idea.
Me acerqué a ella. Seguía sentada en el sofá con los brazos y piernas cruzadas. Me puse delante de ella, haciendo que levantase la mirada. Bajé mi cuerpo apoyando un brazo en el respaldo del sofá y poniendo mi rostro a su altura. Su respiración se entrecortó, pero consiguió recomponerse haciendo como si nada.
—¿Seguro? —Pregunté haciendo que cogiera aire por la nariz. Sonreí de lado—. No te conviene tenerme cabreado, Jade. ¿Quieres un marido así?
Sonrió igual que yo, levantándose y casi rozando mis labios con los suyos. Me erguí lo suficiente como para evitar que me besara.
—Quiero que mi marido no piense en otra que no sea yo —dijo acariciando mi barba. Agarré su muñeca como fuerza, alejándola de mi cara.
—Olvídate.
—¿Debo recordarte el trato? —Se fue de mi lado dando una vuelta por el apartamento. Puse los ojos en blanco.
—Refréscame la memoria.
Sus ojos se volvieron oscuros. De un momento a otro, sin siquiera darme cuenta, tenía a la rubia encima atacando mi boca con sus dientes. Su lengua se encontró con la mía y mi mente se nubló. Mis manos se movieron de forma mecánica agarrando sus caderas con fuerza. Intenté apartarla, pero no tuve ni las fuerzas ni, siendo sinceros, las ganas de hacerlo. Estaba cabreado. Estaba preocupado y sabía perfectamente que Sienna seguía en mi mente pero... necesitaba desfogarme. Llevaba un día entero sin dormir, sin pensar en otra cosa. Y Jade me estaba ofreciendo una distracción en bandeja de plata.
Le quité la camiseta de un tirón quedándose en un sujetador blanco de encaje que se amoldaba perfectamente a sus pequeños pechos. No eran lo mismo que lo de Sienna, los de la italiana eran más grandes, más redondos, y muy bien puestos. Pero en ese momento era lo que tenía. Le arranqué el sujetador, besando el montículo izquierdo y llegando a su protuberancia escuchando sus gemidos. La tumbé a mi lado, quitando sus pantalones en el proceso. Me levantó la camiseta dejando mi torso y mi espalda llena de cicatrices al descubierto.
—Killian...
Estaba enfadado. Enfadado por todo lo que estaba pasando y frustrado por no tener a la mujer que quería así, como tenía a Jade Cooper en esos momentos. Tapé su boca con la mano mientras bajaba la cara a su pelvis. Mi barba le rozaba la piel haciendo que se estremeciera cada vez más. Cuando llegué a su feminidad, viendo lo empapada que estaba bajo mis caricias, lo toqué por encima de la tela.
—Estás calada, Cooper.
Ella rió antes de que posase mi boca sobre ella, aún encima de la tela. Aún tenía mi mano en su boca, y terminé metiendo mis dedos en ella para que los humedeciera. Joder, no sabía qué coño estaba haciendo. No debería estar así, debería estar buscando a Sienna. Pero mi mente tuvo un pequeño cortocircuito. Una vez Jade chupó bien mis dedos, los bajé a su intimidad y los introduje con fuerza. Su espalda se arqueó hacia arriba y sus gemidos inundaron el apartamento. Sus manos se enredaron en mi pelo, tirando de él hacia arriba. Hice lo contrario, enganchando su clítoris entre mis labios. Chupé, succioné y embestí con mis dedos hasta que su pequeño cuerpo empezó a temblar con espasmos que la hacían retorcerse bajo mi cuerpo.
Tardó un rato en recomponerse. Vi como, de un momento a otro, alcanzaba mi cartera con su mano y sacaba un preservativo de ella. Lo rasgó con los dientes y me empujó con su pie para que me quedase recostado en el otro extremo del sofá.
-Me toca.
Jade se puso sobre mí, acariciando mi torso y arañando cada vez que podía. Era una fiera, todo había que decirlo. Ya habíamos follado alguna vez pero nunca la había visto tan... posesiva. La rubia me quitó los pantalones de un tirón dejándome en ropa interior. Se separó de mí para mirar el bulto que había bajo mis calzoncillos negros, relamiendo sus labios mientras me miraba a los ojos como una ninfómana. Me metía las manos bajo la tela para palpar la piel. Me hacía cosquillas y provocaba escalofríos a la vez. Era buena, no podía negarlo.
—¿Le gusta esto, capitán? —Preguntó con voz seductora. No respondí. En su lugar, cogí su pelo y lo envolví en mi puño para dirigirlo a mi miembro.
Se lo metí en la boca de una estocada, haciendo que se atragantase. Sus ojos llorosos me miraron desde abajo. Debía reconocerlo, Jade era muy guapa y sexy. Pero no podía compararse con Sienna.
—¿Le gusta esto, teniente?
Moví su cabeza arriba y abajo para poder terminar, pero me apartó la mano de un golpe. Trepó sobre mí cuerpo para llegar a mis labios y devorar mi boca. Gruñí por la frustración de no haber podido correrme, agarrando sus caderas con fuerza. Se sentó sobre mi miembro de golpe, haciendo que ambos gimieramos bastante alto. Botaba sobre mí como una loca, con la lengua fuera y los ojos en blanco. Estaba tarada, pero follaba de maravilla, joder.
Los altavoces de la central sonaron. Nuestros dispositivos pitaron y la voz del coronel James Carter retumbó por el apartamento y el edificio entero.
"A todas las unidades. Reunión urgente en la sala de juntas. Repito, reunión urgente en la sala de juntas. Capitanes, tenientes jefe, dos sargentos y tres cabos por tropa. Les doy cinco minutos."
De un momento a otro, con toda la frustración y la ira que emanaba por mi piel, la di la vuelta, la puse contra el respaldo y la penetré por detrás. Quería irme de allí cuanto antes porque, no me preguntéis la razón, me sentía culpable por lo que estaba pasando. Tanto por el secuestro de Sienna como por el polvo que estaba teniendo en ese momento y ni siquiera estaba disfrutando. Le pegué un golpe en la nalga a la rubia, que se giró hacia mí con los ojos como platos.
—Esto por aliarte con mi padre.
Le di otro, agarrándole de la melena y echando su cabeza hacia atrás.
—Esto por tenderme una trampa.
Le di otro, un poco más fuerte, esa vez en la otra nalga.
—Y esto por arrebatarme mi vida.
La embestí más rápido hasta que terminé. No quería seguir haciéndolo, así que salí de ella antes de que llegara al orgasmo. ¿Iba a joderme? Entonces yo también lo haría. Me puse los pantalones a la velocidad de la luz cogiendo mi camiseta de manga larga del armario con frustración. Jade ahogó un grito cuando lo hice, viendo como me preparaba para marcharme.
—¿Qué haces? —Preguntó levantandose del sofá como Dios la trajo al mundo—. ¿Piensas dejarme así?
No respondí. Cogí las llaves del apartamento sabiendo que vendría detrás de mí o se iría corriendo avergonzada y humillada por lo que acababa de hacerle. Pero hizo todo lo contrario. Se dirigió hacia mí con tanta rabia que casi explota cuando la tuve de frente. Me agarró del cuello obligándome a mirarla, acto que me puso aún más rabioso de lo que ya estaba. Parecía una bestia a punto de estallar y si no me soltaba en diez segundos ambos íbamos a tener un problema serio.
—Voy a ser tu mujer. Y tú vas a ser mi marido. Como no te entre ya mismo en la cabeza tomaré las medidas que hagan falta —espetó entre dientes. Sus ojos abiertos como platos y sus pupilas dilatadas me daban arcadas entender lo lunática que se había vuelto—. Porque eres mío. Y yo soy tuya. ¿¡Queda claro!?
Los orificios de mi nariz empezaban a hincharse por todo el enfado que estaba conteniendo. Puse el arma entre sus pechos de golpe, haciendo que se sorprendiera con el movimiento.
—Suéltame ahora mismo o te juro por Dios que disparo, Jade.
Tardó un segundo de más en apartar la mano, pero lo hizo. Ella no quería morir, aunque yo estuviera muerto de ganas. Se cambió de ropa rápidamente y se fue pegando un portazo. Cogí lo primero que había visto capaz de romperse y lo estampó contra la pared, dejando una marca en la pintura oscura. Era un vaso de cristal, nada importante. Me puse las botas militares negras y salí del apartamento con ganas de pegarle un tiro a cualquiera. Salí por el pasillo que daba a los ascensores. La sala de juntas estaba en quinto piso, así que no tardé mucho en atravesar la pista de entrenamientos y dirigirme al edificio principal.
Subí los escalones centrales de dos en dos y cogí el mismo ascensor que Liam, el capitán y novio de Bianca Wood. Me apoyé contra la pared mientras le vi corriendo para poder entrar antes de que las puertas se cerrasen. No hice ningún tipo de amago para evitar que la puerta se cerrase y él terminó entrando en la máquina de perfil y a poco de ser aplastado. Puse los ojos en blanco, lo cierto era que me daba un poco de pena. Liam era un hombre con demasiado buen corazón como para aguantar que su novia aún babee por el coronel y que él mande indirectas de lo más directas en cada puta reunión. Y no solo con palabras, sino con gestos, amagos... Un tema que aún no había hablado con James. Empezábamos a llevarnos bien, aunque ninguno lo dábamos a entender. Éramos demasiado fríos en ese aspecto, pero le agradecía que quisiera ayudarme a encontrar a Sienna.
—Jones —saludé únicamente por cortesía. Me crucé de brazos mirando al suelo. La verdad era que no me apetecía mucho interactuar con ese idiota.
—Vólkov —respondió con la respiración agitada—. ¿Está bien?
Fruncí el ceño, levantando al mirada en su dirección.
—Perfectamente —respondí—. ¿Por qué?
—Bueno, hace un día que le han secuestrado y torturado. Y aquí está... como si nada.
No respondí. Me limité a mirar al espejo que tenía a la izquierda. Joder, estaba hecho una mierda. Magullado, la cicatriz roja por la presión —sí, se me irritaba cuando estaba muy nervioso—, con moratones en la cara y visiblemente cansado. Me encogí de hombros aparentando normalidad.
—Nada que un poco de sueño y maquillaje no puedan arreglar.
Obviamente, fue sarcasmo. O al menos la parte del maquillaje. Si pudiera estaría en la cama y durmiendo al menos diez horas seguidas. Pero mi deber era encontrarla, no esperar a que otros lo hicieran. Si me quedaba de brazos cruzados nunca volvería. El ascensor se detuvo en la quinta planta y salí el primero. Caminé por el pasillo ya con gente dirigiéndose hacia allí. Pude vislumbrar a las amigas de Sienna preocupadas hablando en la puerta. En cuanto me vieron, la pelirroja se lanzó hacia mí. Suerte que su novio venía detrás mío y frenó su cuerpo.
—¡La dejaste sola! —No dije nada, esperando que siguiera hablando. Porque, en realidad, y aunque no quisera reconocerlo, me lo merecía—. ¿¡Tuviste que alejarte cuando todos sabíamos que la Bratva estaba allí, verdad!? ¿¡Y ahora qué hacemos, joder!?
Iba a explotar. Juro que iba a explotar contra ella de no ser porque una mano se posó en mi pecho y una cabellera rubia habló en mi nombre.
—Nada de esto es culpa del capitán.
Cogí aire para no perder los nervios otra vez. Jade Cooper era un auténtico grano en el culo y hasta para defenderme me parecía patética. Bianca empezó a ponerse del mismo color que su pelo, con los dientes apretados y los puños cerrados a ambos lados de su cadera. La otra amiga de Sienna, Fiorella creo que se llamaba, intentaba calmar a la chica mientras me dirigía miradas con esos ojos tan exóticos de cada color. Aparté la mirada fijándome en la figura que había detrás del trío que estaba con nosotros.
—¡Eres un inútil! —Explotó Bianca—. ¡Podrías haberlo evitado! ¡Esto no estaría pasando si no hubieras ido a por una puñetera copa!
Ahí sí perdí los papeles. Aparté la mirada del coronel.
—¡Fui a por una puta botella de agua! Estaba a rebosar de gente y no se podía alcanzar a ver ni a un metro de distancia —grité hacia la chica, que había abierto los ojos como platos echándose hacia atrás. No se pensaba que fuera a levantar la voz. Su ceño se frunció de nuevo.
—¡Eres su capitán! ¡Deberías haber...!
—¡Bianca! —La voz del coronel hizo que cerrase la boca de golpe, llevándose la mano al pecho y mirando a su espalda—. Ya está bien. Entren. Todos.
Se volvió para mirarme una última vez, mientras que el coronel no despegaba la vista de la teniente Wood y Liam seguía todos los movimientos del coronel. Como si temperaturas que en cualquier momento temiera que se lanzase a sus brazos. Una mano me movió el rostro para mirar hacia abajo. La sonrisa amable y falsa de Jade empezaban a ponerme enfermo.
—No te preocupes, cielo. Todos están un poco... alterados. Se les pasará.
Aparté a Jade de un suave manotazo, ganándome una mirada desaprobatoria por su parte. Pero en esos momentos me daba igual. Solo quería encontrarla, joder. Pero todo el mundo me estaba tocando los cojones y así no podía trabajar. Entré en la sala de reuniones cuando ya estaban casi todos sentados en sus respectivos sitios. La pelirroja no paraba de mirarme mal, vi mi nombre en una placa y me senté mirando la placa de al lado. Nadie se iba a sentar ahí.
—Vettori, la puerta.
El ex de Sienna se movió rápidamente a cerrarla bajo al orden de James antes de volver a su sitio. Se sentó y se removió nervioso, yo también lo estaba pero debía aparentar que me daba igual. Jade hablaba demasiado.
—La situación es grave —comenzó el coronel—. Han secuestrado a una figura del estado americano de Washington D.C. y debemos movernos rápido.
—¿Cómo procedemos? —Preguntó Vettori de repente. James puso los ojos en blanco.
—Lo primero que tenemos que hacer es saber con certeza qué le pasó a la teniente Caruso.
—La secuestraron —intervino Bianca. Su voz se volvio fria y sarcástica—. Creo que hasta ahí llegamos todos.
James se irguió y se cruzó de brazos mirando a la pelirroja tarada. Entrecerré los ojos en dirección a la chica que se revolvía igual de nerviosa que Vettori, pero no creo que por la misma razón que él. Hasta a mí me habría puesto nerviosa que el coronel la estuviera observando durante tanto tiempo. Liam estaba asesinando con la mirada a su superior. Me acomodé en el asiento viendo divertido la situación.
—Coronel —se metió Liam—. Es evidente que la secuestraron. Vettori no estaba al tanto pero Noah, Bianca, Enzo, Fiorella y usted estaban en zona de juego igual que ellos. ¿No vieron cuando desapareció?
—Fiorella y Enzo tuvieron la orden de retirarse después de la cena para hacer guardia en la zona de bar privado que había al lado de la recepción. Noah, Bianca y yo sí estábamos en el casino.
—¿Y no vieron nada? —Volvió a recriminar el novio de la pelirroja. Se estaba rifando un golpe en la cara por parte del coronel y Liam tenía todas las papeletas.
—No era a la teniente Caruso a quien teníamos que vigilar —espetó con rabia el coronel—. Si la drogaron y se la llevaron fue problema suyo. Ningún soldado necesita niñera.
En eso tenía un poco de razón, pero aún así la única persona que estuvo cerca suyo todo el tiempo fui yo. Y la perdí.
—El que tendría que haber estado al tanto fue el único que se ausentó cuando todo se fue a la mierda.
Miré a la pelirroja, la cual me observaba detenidamente después de haber soltado la bomba. Entrecerre los ojos apreciando las perfectas facciones del demonio de pelo anaranjado que me empezaba a tocar mucho los cojones.
—¿Pretendes echarme toda la culpa, Wood? —Pregunté sonriendo de lado—. Muy profesional por tu parte. Te mereces un ascenso.
—Mira Vólkov, si no fuera por ti ella...
—¡Basta!
El berrido del coronel hizo que Bianca pegase un bote en su sitio. La amiga, que estaba delante de ella, le hizo un gesto con la mano para que se calmase. No estaría bien que explotase delante de su capitán/novio y su coronel/ex-novio.
—Parecen críos, joder —espetó furioso—. Esto no es una discusión sobre quién se ha comido los caramelos. Han secuestrado a una teniente jefe de la UICT. Seriedad, soldados.
Bianca y yo nos miramos mal antes de hablar.
—Sí, mi coronel —respondimos al unísono.
—Recapitulemos —comenzó el coronel—. A las 21:00 entramos en el hotel Sahara, ¿correcto?
Todos asentimos con la cabeza.
—El plan continuó con la cena a las 22:30 y una hora después todos estuvimos en la sala de juegos a excepción de Enzo Reid y Fiorella Lombardi —continuó el coronel. Dejó de mirar los documentos que había encima de la mesa para fijarse en mí—. La cagada vino después.
Puse mala cara, pero decidí callar y acatar órdenes.
—Por otro lado hubo un plan no autorizado por parte de un miembro del equipo —fruncí el ceño, hasta que me di cuenta de quienes hablaba y a quién miraba. La rubia no se dio por aludida hasta que la llamaron la atención—. Teniente Cooper.
—¿Sí, mi coronel?
James se cruzó de brazos entrecerrando los ojos en su dirección. Bianca suspiró cansada llevándose una mirada desaprobatoria de su querido novio.
—¿Dónde estaba entre las 23:30 y las 00:50, cuando se llevó a cabo el secuestro?
—En la cama —contestó con una sonrisa haciendo parecer que no había partido un plato en su vida. "Mentirosa"—. El capitán Ivanov fue testigo de ello.
Alcé las cejas hacia Artem. El muy cabrón también había estado involucrado en mi secuestro, el de Sienna y el de su padre, y se lo tenía muy callado. El coronel se dirigió hacia él.
—¿Ivanov?
El aludido se acomodó en la silla antes de empezar a hablar, de forma tranquila.
—Es cierto —comenzó—. Vi a la teniente Cooper retirarse de la sala de juegos en cuanto la Bratva entró. Los rusos entraron y yo me fui a inspeccionar la primera planta por si había algo sospechoso. Ella se metió a una habitación hasta que tuve que avisarla de la retirada para volver a la central.
—Tuviste que avisarla... —repitió el coronel—. ¿Avisarla como?
—¿Llamando a la puerta? —contestó Artem con sarcasmo. Al coronel no le gustó.
—Ese tono, Ivanov. O te retiro la placa.
Desde el principio supe que a Artem no le agradaban ninguna de las siguientes cosas: su jefe falso y su jefe verdadero. Él lo único que quería era el dinero que Vitali le había prometido por su colaboración. Miré al ruso ladeando la cabeza. Tanto él como yo sabíamos que, aunque estuviéramos infiltrados, no se podía llevar la contraria al coronel. Y menos cuando estaba enfadado.
—Disculpe, coronel.
El aludido revisó sus documentos.
—Aquí tengo todos y cada uno de vuestros movimientos. Incluso los de Caruso antes de desaparecer —comentó James mirando a la mesa—. De todas formas, quiero las grabaciones de todas las cámaras de seguridad a toda costa.
—Teniente Clark —espetó el coronel mirando al rubio. Noah se levantó de un salto—. Usted es uno de los mejores en cuanto a sistemas de seguridad, informática y cybernética. Encárguese de ello.
—A sus órdenes, mi coronel.
Por lo poco que había visto, la actitud distraída y menos profesional que la de los demás por parte de Noah exasperaba en exceso al coronel. Se retiró de inmediato a la planta de sistemas informáticos para empezar a trabajar lo antes posible. Miré de nuevo al coronel con una sonrisa ladeada, aunque se me borró de inmediato en cuanto vi a Bianca mirándome con el ceño fruncido y la boca torcida. James nos ordenó a todos darles nuestros paraderos durante la fiesta, incluido a mí.
—Jones —espetó el coronel con los brazos cruzados—. Enciende la pantalla digital.
Liam Jones le echó un último vistazo a su novia antes de ponerse en pie arregañadientes. Todos sabíamos que la pantalla digital se encendía con un mando a distancia que el coronel tenía justo a su lado, pero James solo quería tocarle las pelotas al capitán. El moreno la encendió antes de que Liam llegase, haciendo que se diera la vuelta con al ira irradiando por cada uno de sus poros. Pero no podía decirle nada, era el jefe. Y a James era imposible plantarle cara.
—Muy lento, Jones —dijo James, para echar un vistazo rápido a la novia del capitán antes de dirigir una sonrisa pequeña pero visible a la vista de la pelirroja hacia los documentos—. Muy lento.
La otra amiga de Sienna, Fiorella, pegó un salto que nos sobresaltó a todos. El coronel la miró como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente, al igual que prácticamente toda la sala. Hizo un saludo militar rápido antes de poner toda su atención en nuestro superior.
—Coronel, tengo algunos datos —comenzó la chica con heterocromía—. Es muy cierto que el capitán fue a buscar una botella de agua para la teniente, que ustedes estuvieron en la recepción justo antes de entrar en la zona de juego y que la teniente Cooper se retiró a los pisos superiores del hotel justo antes de que lo hiciera el capitán Ivanov.
Las palabras de Fiorella no fueron ninguna novedad. Al parecer, Jade y Artem habían conseguido que la coartada fuese cierta. Cooper soltó una carcajada seca y poco sonora, pero notable, a mi lado. La miré con una ceja alzada, a lo que contestó poniendo los ojos en blanco.
—Dinos algo que no sepamos, Fiorella —comentó Jade mientras se acomodaba, relajada, en la silla.
Fiorella carraspeó mirándola con los ojos entrecerrados. En cuanto vi una pequeña sonrisa ladeada sobresalir por la comisuras de sus labios me di cuenta de que sabía más de lo que nosotros esperábamos. O, por lo menos, de lo que yo esperaba. Buscó cosas en su teléfono móvil, tecleó varias veces y consiguió captar la atención de todos los presentes. Todos y cada uno de nosotros estábamos impacientes por lo que podía llegar a sacar Fiorella, porque todos menos Artem, Cooper y yo sabíamos la verdad. Artem parecía sereno, pero en realidad los tres sabíamos que estaba cagado de miedo. Jade parecía que iba a vomitar en cualquier momento. Y yo... bueno, yo estaba a punto de comerme las uñas de las manos con tal de que la verdad saliera... Un momento, no podia salir. Nos delataría todos, joder. No sólo a Artem y a Jade, también a mí.
La pantalla proyectó imágenes, de Cooper, Artem y yo.
—A las 23:45, la teniente Cooper subió las escaleras de huéspedes para dirigirse a una habitación —comentó Fiorella, a la vez que escuchaba una pequeña carcajada por parte de la teniente rubia que estaba cerca de mí-. El capitán Ivanov siguió el mismo rumbo 10 minutos después. He rastreado los GPS de cada uno de nosotros.
El coronel miró a la teniente Lombardo con curiosidad. La cicatriz empezaba a picarme en la cara de los nervios que me estaban entrando. Yo nunca estaba nervioso, joder. ¿Qué me pasaba?
—Siento mucho ser yo quien lo diga, pero el capitan Ivanov no estuvo con la teniente Cooper en el momento que ella dijo —informó Fiorella con una ceja en alto mirando al capitán. Pude ver lo acojonado que estaba Artem desde mi sitio. Esbocé una sonrisa de medio lado.
—¿Por qué se ríe, Vólkov?
Mierda. Miré al coronel. Justo había empezado a confiar en mí y me había delatado yo mismo. Intenté inventarme lo primero que se me vino a la cabeza.
—Bueno, teniendo en cuenta que puede llegar a ser cómplice del secuestro de la teniente Caruso, del secuestro de su padre y de mi propio secuestro a base de golpes y magulladuras...—dije cruzando los dedos de mis manos—, entonces me haría mucha ilusión devolverle el favor.
Le miré con una sonrisa malévola, viendo como fruncia el ceño sin saber lo que hacía. A esas alturas lo que menos me importaba era hacer lo que ordenaba mi padre, y Artem se dio cuenta de que no le estaba obedeciendo.
—¿Puede darse cuenta alguien de que su apellido es el mismo que el del enemigo?
Miré a Jade con cansancio. En ese momento, si no hubiera gente delante, la habría arrancado la cabeza de cuajo. Por bocazas y por chivata. Los celos que tenía de Sienna le estaban empezando a jugar una mala pasada y podía delatarnos a todos. Tuve que contenerme para no arrancarle la cabeza allí mismo. ¿Es que no se daba cuenta de que si hablaba, caíamos todos?
—¿De verdad tengo que volver a contar la historia de cómo me quedé huérfano? —pregunté al aire.
Mi mirada se posó en el coronel. Me observaba con desconfianza, y era normal. Que Cooper se hubiera presentado en mi apartamento con intenciones notables y que, después, quisiera exponerme cuando habíamos, supuestamente, echado un polvo, pues no era lo más lógico del mundo. Aunque Jade era una arpía en todos los sentidos. A ojos de todo el mundo, era capaz de cualquier cosa solo por ver sufrir a los demás.
—No hace falta que nos recuerde su penosa situación familiar, capitán —respondió el coronel antes de que Jade pudiera seguir hablando—. Continúe, Lombardo.
Fiorella carraspeó mirándome con desconfianza.
—Perdí de vista a Ivanov cuando conseguí capturar el responsable del secuestro de Sienna —aquello me puso alerta, algo que a Jade no le gustó lo más mínimo-. Alek Novikov se la llevaba inconsciente hasta un todoterreno que había entre los coches aparcados en la calle del hotel. Un botones le dio la llave y se la llevó a un avión. Todavía no tengo la ubicación exacta, así que en cuanto Noah consiga más información, llevaremos a cabo el rastreo de Sienna. Por desgracia, el GPS aparece como inactivo. Seguramente se lo hayan arrebatado.
La pelirroja seguía mirándome con cara de pocos amigos, el coronel la miraba a ella con los ojos entrecerrados y yo miraba a la amiga esperando algo más de información.
—Bien —concluyó el coronel—. En cuanto sepamos el más mínimo dato sobre la ubicación de la teniente, actuaremos e iremos a buscarla. Algunos de vosotros os quedareis aquí. La Bratva podría declararnos la guerra en cuanto se enteren de que vamos a rescatarla.
Todos nos quedamos en silencio, pero cómo no, la arpía habló.
—¿De verdad es necesario que hagamos un rescate de tal calibre para la nueva?
Todos la observamos con los ojos abiertos como platos. Jade podía ser muchas cosas, podría tener sus motivos para haberse metido en la milicia, pero no era una buena persona. Y acaba de darlo a entender.
—Si tú no quieres ir, no hace falta que vayas —respondí, harto de escuchar sus gilipolleces—. No nos haces falta.
—De echo, ninguno de los dos va a ir.
Las palabras del coronel me dejaron completamente helado, aun mirando a la rubia. Giré lentamente mi cabeza para fijarme en mi superior, que nos observaba desde su puesto con los brazos cruzados.
—¿Qué? —conseguí preguntar.
—Lo que ha oído —contestó James—. Ustedes están demasiado involucrados en el secuestro como para arriesgarnos a posibles traiciones durante la aparición.
No supe qué contestar. Decidí quedarme callado porque tenía toda la razón. Era un infiltrado, no parte de la milicia, joder. Tenía que hacerme a la idea de que yo era el enemigo de toda esa gente, aunque no quisiera.
—Mañana especificaremos las condiciones que debéis tener cada uno para asistir o no al rescate —comenzó James—. Quiero iniciativa, quiero valentía y quiero progresos. Vais a empezar a entrenar día y noche hasta que consigamos la ubicación exacta. Podéis retiraros.
La pelirroja se levantó de golpe, llamando la atención de todos. Hizo el saludo militar correspondiente al coronel y salió por la puerta mientras el resto se ponía de pie y salía tranquilamente. Intenté salir lo antes posible, pero la gente se agolpaba en la puerta dificultando el paso del resto. Vi de reojo al coronel mirando a la puerta, pero no me dirigió ningún tipo de palabra. Salí de allí, sin saber que alguien me esperaba fuera. Me agarró por el brazo y la nuca, acercando su rostro al mío, y no precisamente para darme un beso.
—No me fio de ti —me dijo Bianca en un susurro—, nunca lo he hecho. Así que, como me entere de que a mi amiga le ha pasado algo por tu culpa, ten por seguro que te mato.
Dicho eso, me soltó, desapareciendo por el pasillo junto al resto de personas. Froté mi cara con las manos cuando todos hubieron desaparecido, y aún sabiendo que el coronel estaba en su despacho, le pegué un puñetazo lleno de frustración a la pared y me fui de allí antes de que fuera a tocarme los cojones como superior que era. Porque podría ser mi superior en ese edificio, pero no en la vida real. Todo lo que ocurría dentro de esas paredes, de Washington D.C, era una farsa. Y si mi relación con Jade también iba a serlo que así fuera.
El problema era que con quien debía serlo, en realidad no lo era. Y sus ojos verdes se me habían metido entre ceja y ceja. Iba a encontrarla, aunque me costase la vida.
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