Capitulo ST 26

Capítulo 26

Louis:

Veinte segundos, solo veinte fueron suficientes para ver todo lo que estaba pasando. Sabía que Holly no quería besarlo, lo podía ver a la perfección. La manera en que me besaba a mí y a nadie más, ese sentimiento tan puro. Veinte segundos para que mi corazón se partiera. En un pasado ver a Adam besar a Holly era de lo más normal, nunca pensé estar parado en la habitación de mi mejor amigo, rogando que este sentimiento tan mierda se me pasara. Sus labios sobre ella eran tan...asquerosos. Las películas de terror no eran nada a la par de lo que había sentido en ese momento. Estrelle mi puño contra la pared una vez más, el dolor se extendió por todo mi brazo pero ni siquiera eso era suficiente para aplacar lo que mi corazón sentía. ¡Pero qué imbécil!

 —Esa mano se te va a hinchar como globo de agua, tienes que calmarte.

— ¿Calmarme? —dije negando con la cabeza —. Ese imbécil se merece que le dé una arrastrada por todo Londres.

—Bueno, si lo piensas de este modo —dijo Rees sentándose en la cama —. Se siente traicionado, su prometida lo engaño.

— ¡Ni se te ocurra Rees! Aun no entiendes todo, me encantaría que lo entendieras pero no es tiempo. Tu hermana... ella tiene secretos que no son mi historia que contar, ella te lo dirá, todo a su tiempo.

Rees soltó el aire de sus pulmones poniéndose de pie, sus manos a los lados apretando y soltando el agarre, ese gesto solo lo hace cuando está molesto, por su expresión podía decir que lo estaba. Era lógico, le ocultábamos aun cosas y él odiaba los secretos.

— ¿Cómo diablos quieres que te perdone si aún me ocultan mierdas? —dijo intentando calmarse.

—Lo sé —dije acercándome a él —, prometo decirlo pronto, hablare con ella, ya es tiempo de hablarlo.

—Esto es ilógico, es mi hermanita no pueden ocultarme cosas si le afectan.

—Lo sé —dije para darle la razón absoluta —, pero muchas veces la verdad nos vuelve locos, dale tiempo.

—Como sea, me pondré una camisa y saldremos a ese bar que tanto me gusta.

—¿El irlandés? —pregunté antes que se cerrara la puerta del baño.

—Sí, ese. Quiero una buena cerveza.

Asentí con la cabeza, caminando al espejo de Rees me observe que aún estaba con ropa de dormir, caminando a su guardarropa, saqué unos vaqueros y una camisa blanca pegada en cuello V, busqué entre sus cosas por unos zapatos y un hoodie. Era bueno que la ropa de Rees me quedara, no perfecta pero si se ajustaba bien. No me bañe, así de sucio. Tenía aun el aroma de Hol impregnado en mi cuerpo y quería que asi permaneciera durante el día. Claro que hoy la tendría otra vez por lo que no importaba bañarme al regresar, si no definitivamente empezaría a oler mal y tampoco quería eso para mi pequeña Hol.

Dos horas después, como era de esperarse con Rees, salimos de casa. Fue una pelea casi de veinte minutos con el transporte. Él quería usar la moto, yo odio esa cosa, por lo que me negué rotundamente a ir en dos ruedas, además ¿Cómo nos veríamos los dos abrazados? Si llevara alguna chica sería distinto ¿Pero a mí? ¡Ni loco!

Llegamos a Buckler, un bar ingles poco exclusivo, cualquier persona podía venir, por lo menos nadie de la elite lo que era bueno. El lugar estaba decorado con sus sillas altas de madera, las mesas llenas de botellas de cerveza. El área de los sillones bajos estaba lleno de parejas y grupos de amigos. A Rees le gustaba venir aquí por alguna extraña razón, a mí me desesperaría en menos de lo que pensé. El humo de cigarrillo era excesivo, algún día todas estas personas pararían muertas de cáncer de pulmón. Sentándonos en la barra frente al chico de cabello rubio que servía cada cerveza con una rapidez impresiónate. Este destapo dos Mcfarland colocándolas enfrente, eran las favoritas de Rees, curioso que él ya lo supiera. Mi querido amigo debe de venir más seguido de lo que pensé.

Levantando mi botella la choque contra la de él. El sonido que emitieron los dos pedazos de vidrio fueron suficiente para que comprendiera que Rees me había perdonado, no del todo pero una parte de él sí. No podíamos estar enojados toda una vida, éramos como hermanos. Compañeros del alma.

—Aun no cantes victoria —dijo Rees dando un sorbo largo —. No estas perdonado, aun. Así que quita esa maldita sonrisa de tu cara.

Ni me había dado cuenta que estaba sonriendo como loco. Encogiéndome de hombros, aun con la sonrisa en el rostro, tomé una de las manillas que don rubio había colocado para nosotros.

—No pretendo que me perdones, aun. Quiero que lo platiquemos antes.

—Es lo justo —respondió.

Sin más, empecé a contarle como todo había empezado, claro que evite los detalles de lo que hacía Adam. Esa era la historia de ella, ella debía contarla, no yo. Profundizando en como su hermana se había metido dentro de mi piel, le conté como deseaba protegerla, cuidarla, le conté como la bese la primera vez, sintiendo todo de ella. No pensaba en Rees como su hermano, le estaba hablando como el mejor amigo que era, él me escucho, no dijo nada ni saco a su hermano endemoniado a pasear. Se portó a la altura ¡Punto extra para mí!

—Es... adictiva, siento que no pudo parar...

—Okay... ya —dijo Rees levantando la mano —. Entendí que es adictiva, solo no me des detalles del sexo, eso no puedo soportarlo. Sigue siendo mi hermanita.

—Ella es mayor que tú —dije conteniendo la risa.

—No los cagues Lou, aun no te he dado mi bendición.

Los dos soltamos una carcajada, metiéndonos más cerveza en el cuerpo. Este hombre era más que mi mejor amigo, era mi hermano, mi futuro cuñado. Realmente quería este futuro con Holly, más que un futuro, necesitaba tenerla para verla crecer en mis brazos, necesitaba hacerla feliz.

—Lou —dijo Rees después de la octava cerveza, nuestras cabezas ya estaban pesadas y de seguro ya en poco iríamos a casa. Quería ver a Holly desesperadamente —, tienes mi bendición. Mi hermana te merece. Siempre lo hizo.

Dándole un abrazo, me sumergí en la idea que Rees estaba aceptando mi relación con Holly ¡Maldita sea! Que bien se sentía. Era la brisa en un día de calor, no pensé sentirme así de bien en mucho tiempo.

—Gracias hermano —dije antes de caminar a la salida. Era hora de ver a mi mujer, mía, solo mía.  

Al llegar a la mansión Hamilton, no tuve que explicarle a Rees que no iría con él a su habitación como seria costumbre. Sin decir más que un feliz noche, toqué la puerta de Holly. Espere, espere y espere a que abriera. Restregándose los ojos abrió la puerta, alegando algo entre dientes. La había despertado y eso se sentía tan bien, cuando sus ojos se chocaron con los míos, sentí lo bueno de estar juntos, lo bueno que éramos. Ella dejo de alegar sus palabras incoherentes, podía ver que había llorado un poco. Quizá estaba asustada que me enojara con ella, no le hable en todo este tiempo, tampoco me comunique y ella me dio el espacio que le pedí. Soltando un suspiro largo, me sentí en casa. Esta era mi pequeña, mi princesa.

Holly no perdió el tiempo, se colgó de mi cuello. Enrollando sus piernas en mi cadera, la necesitaba, la quería. Cerrando la puerta con llave, deje que me llenara de besos. Tirándola a la cama, no espere a dar explicaciones, la quería desnuda a mi merced, la quería lista para mí. Quería demostrarle que era mía y de nadie más, que me pertenecía, quería borrar los besos de Adam, las caricias que algún día le dio. ¡Maldición! Si pudiera marcarla como los perros hacían lo haría, orinaría encima de ella para dejar mi aroma si era necesario. Mía, solo mía.

—Tengo la bendición de tu hermano, ahora quiero aprovechar esa maldita aprobación para que seas mía.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

—Mía Hol, mía. Tu hermano aprueba lo nuestro.

—¡Oh Dios! ¡No te lo creo! —Hol estaba dando saltitos en mi regazo que no ayudaban en nada mi excitación, al contrario, me ponían mucho más excitado. ¡Mierda! tengo que penetrarla desesperadamente.

Holly sonrió elevando las manos, de un tirón le quite el camisón de seda que tenía puesto, su piel se veía suave, tan hermosa. Bajando sus braguitas ya húmedas por mis insistentes besos y caricias, la abrí completamente enterrando mi cara en medio de sus piernas. Su aroma me llego en todo su esplendor, me encantaba. Metiendo mi lengua en su humedad, me perdí, perdí el control. Su sabor era lo único que quería sentir, mía, ella era mía. Holly tiro la cabeza para atrás arqueando su espalda, quería más y yo estaba más que dispuesto a dárselo.

— ¡Dios mío Louis! —escuchar sus suplicas eran lo que necesitaba. Me tenían en otro nivel, uno muy alto. Tomándola con más fuerza, introduje dos dedos dentro de ella, sintiendo su humedad, estaba lista.  

—Esta tan húmeda —susurre al tiempo que mis dedos y boca trabajaban en ella.

— ¡Por favor! —volvió a suplicar.

Por más que mi locura de penetrarla y volverla loca llamaban a mi puerta, necesitaba marcarla de la única manera que podía. Quería besarla hasta que el control de ambos no existiera. Desesperado por sentirla, desabroche mi pantalón quitándomelo en un segundo. Llevando sus manos arriba de la cabeza, le ordene que los dejara justo ahí. Penetrándola con rapidez, la hice gemir y retorcerse de placer, una vez acomodado, aprisione sus manos. Esto de no tocarme la excitaba.

Una y otra y otra vez le di contra su cama. Envolviéndonos en un mar de sensaciones. Tenía que contenerme, pensar en muchas cosas más para no parar terminando antes que Holly pudiera liberarse. Tocando su clítoris en pequeños circulitos, la hice gritar y gemir más de la cuenta. ¡Ciento puntos para estos gritos!

Cuando su cuerpo convulsiono rogando su liberación, colapsando junto a ella, inhale un poco su aroma. Estaba inmóvil, estático. Placer lujuria ¡Dios! Amaba tener sexo con esta mujer, perdía todo el control, perdía mi vida.

—Holly —dije levantando su barbilla —. Te amo.

— ¿Qué? —dijo viéndome a los ojos.

—Te amo princesa, como el universo.

—Infinito —dijo dándome un beso. Pero eso no era suficiente.

—¿Me amas? —pregunté sintiendo la necesidad de ella.

—Sí —dijo sin más. No, no era suficiente.

—Necesito que lo digas Hol, quiero escucharte decirlo.

—Te amo, Lou. Más de lo que te imaginas.  

Su sonrisa se extendió. Sabía que estaba acabado por ella, loco en todos los sentidos. Nunca en mi vida me había sentido de este modo, nunca. Llevándola hasta mi pecho, la bese en la frente. No se cuento tiempo paso para que nos quedáramos dormidos. Al día siguiente despertamos listos para empezar una vida eterna juntos, una de la manera correcta. Ella ya no era mi secreto, era mi maldita realidad.

Holly:

No había dado tiempo para que las heridas sanaran, no las externas, las internas que dejo Adam, esas que nunca deje que pegaran después de estar rotas. Mi confianza, mi valentía, mi autoestima pero sobre todo mi esperanza. Adam se encargó de destruirme hasta cierto punto, era tan ingenua que las señales fueron ignoradas. Hace más de tres años era una mujer fuerte, independiente, con la valentía de mil hombres —según mi madre— y ahora estoy aquí, tirada en los brazos de Beth para calmar mis convulsiones. Hace cuatro días que termine con Adam, cuatro días donde Lou no me oculto, donde todos en la elite eran conscientes de esta nueva relación. Cuatro días de recibir mensajes de Adam, rogando que regresara con él. Mi vulnerabilidad, esa que no me dejaba tranquila, rogaba que le escribiera para ver si al menos estaba bien, tenía que preguntarle cómo lo estaba tomando, no podía venir de la noche a la mañana y dejarlo. Adam tenía problemas, alguien tenía que ayudarlo, sacarlo de ese sentimiento que lo mataba poco a poco, eso que le causaba pegarme.

Un día hace mucho tiempo, cuando estos ataques empezaron, le prometí encontrar la razón, le prometí que trabajaríamos juntos, que saldríamos adelante. Ahora estaba rogándoles a todos los santos que él estuviera bien. Beth decía que no lo había tomado de perlas, que estaba tomando de más. Él estaba quebrado mientras yo pasaba el mejor tiempo de mi vida.

Louis era atento, dulce, un auténtico hombre que me protegía, me cuidaba. ¡Dios! Si tan solo supiera él lo que provocaba en mí. Me sentía libre, feliz... ¿Acaso eso era malo? Tenía más de un año de sentirme abandonada, impotente, con cada golpe que Adam me daba, con cada grito, con cada mala mirada, eso era suficiente para que mi alma se perdiera.

Me gustaría decir que soy de las chicas que supera todo rápido, esas que de un momento a otro están felices con alguien más. De esas que les importa poco la vida. Pero no era así, tenía que aprender a lidiar con ello.

—Bueno, ya está —dijo Beth limpiando mis últimas lágrimas. De todas las personas en esta maldita elite, ella era la que me escuchaba, me quería, quizá mi única amiga verdadera —. Ya lloraste ahora recupérate, necesitas pensar positivo. Ya sabemos que él necesita ayuda, te lo vengo diciendo desde que esto empezó, ahora ya no es tu problema.

—Beth —dije sentándome recta —, es mi maldito problema ¿De quién más va a ser? Louis insiste que le digamos a mis padres y a Rees, que hable con los Lexington —negué con la cabeza.

Era estúpido. Louis creía que era lo correcto, por otra parte yo creía que lo mejor era ignorar todo. ¡Quiero olvidar esta mierda! No escarbar en lo que lo ocasiono. Ya que se entera una persona y los chismes viajaran a mil por hora, no quiero ni pensar lo que dirán de mí.

Mi teléfono vibro sacándome de mis pensamientos. Buscándolo, encontré dos mensajes de Louis. Sonreí ignorando todos los malos pensamientos que se formaban en mi cabeza.

Butter: He, Nutella. Espero que la estés pasando de lo mejor en tu tarde de chicas.

Butter: ¿No piensas contestarme? =(  te extraño, solo quería saber de ti, princesa. Nos vemos a la noche.

Ahí está, la sonrisa que sacaba a relucir cuando escuchaba hablar de Louis, esa que nadie quitaba de mi cara en horas. Lo que un mensaje podía hacer con mi vida, más si estaba quejándose y haciendo pucheros. Podía imaginármelo, bajando su labio inferior como gatito. Tan vulnerable, tan perfecto.

Yo: a las 7, no tardes. No puedo soportar más sin darte un beso.

Butter: mmmm esos labios que saben a caramelo.

Solté una carcajada, porque cada vez que él quería comparar mis besos con algo, los comparaba con comida, cosas dulces y empalagosas. Lo peor es que cada vez que lo hacía, yo paraba con antojos. Ahora mismo, quiero una crepa de caramelo.

Yo: Te odio =( lo hiciste de nuevo.

Butter: No, no lo hice. Cuando regreses a casa, tengo cuatro crepas con caramelo llamando tu nombre, lo único que tienes que hacer es regresar a mí, princesa.

Yo: Llego en veinte.

Butter: Estare en tu cama, esperando.

Poniéndome de pie, le di una mirada a Beth. No tenía que explicarle nada, estaba acostumbrada, cuando se trataba de Louis, mi mente se iba al carajo. Nada ni nadie podría detenerme, solo de pensar en Lou con crepas de caramelo, esto era un exceso, quería comérmelo entero y no me refería a las crepas.

Quizá este mal, quizá debería hablarle a Louis de todos los mensajes amenazantes que Adam me mandaba. Esto no era normal, no quería verlo como tampoco quería seguir con esto. Quizá lo mejor era ignorar todo. Sí, definitivamente esa era la mejor opción que tenía. Dejarlo pasar.

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