Capítulo 25
*
La rutina en el Laberinto se me esta haciendo tan ordinaria que el tiempo allí dentro se me hace tan corto. Para cuando me doy cuenta ya estamos de regreso en el Área y con los mismos inútiles mapas que lo único que hacen es confundirme más de lo que lo estoy.
Cruzamos las enormes puertas. Hablé un poco por telepatía con Thomas, dijo que Teresa se le hacia conocida: específicamente escucho su voz en algunos sueños.
—¡¡Ángela!! —grita Chuck, llegando hasta nosotros. Se ve asustado.
—¿Por qué traes esa cara? —pregunto alarmada— ¿Sucedió algo?
—Alby tuvo una recaída. Lograron tranquilizarlo, pero quiere hablar contigo —trotamos hacia la Finca—. Insiste en que solamente hablara contigo.
Él mismo me había dicho que ya se sentía bien; que la transformación la supero. Le proporcionaron un antídoto que los mismos garlopos que nos pusieron aquí les mandan, ¿qué pudo salir mal?
Llegamos y la mitad de los Habitantes se encuentra aquí, todos los ojos se dirigen a mi, la mayoría me ven con curiosidad. Ignorando la incomodidad que esto me causa avanzo hasta la vieja escalera con la intención de ir a verlo pero antes de subir las escaleras Newt me detiene.
—Ni creas que subirás tu sola —sentencia con el semblante inexpresivo.
No me deja protestar cuando ya se encuentra subiendo los peldaños, haciendo se rechinen bao su peso. Suerte, dice Thomas dentro de mi cabeza. Las manos comienzan a sudarme por los nervios, siento una extraña opresión en el pecho al pensar en el estado que se encontrara. Newt toca la puerta y por respuesta obtiene un gemido. Por favor que ya este mejor.
Entramos y allí esta él, débil y con los ojos cerrados.
—¿Está dormido? —murmuró, tratando de evitar la verdadera pregunta que había asomado mi mente.
Alby no puede morir.
—No sé —contestó Newt en voz muy baja.
Camina hasta la cama sentándose en una silla de madera que esta junto a ésta y yo me siento del otro lado. Internamente deseo que despierte gritando que todo era una jodida broma como la que yo les hice a Newt y Thomas en el río.
—Alby —susurra Newt, y luego levanta la voz—. Chuck dijo que querías hablar con Angie.
Los párpados de Alby empiezan a temblar y se abren bruscamente. Sus ojos inyectados en sangre brillan bajo la luz. Mira primero a Newt y luego a mí. Con un quejido, se mueve en la cama y se endereza, apoyándose en el respaldo. No se mira nada bien, ni siquiera se parece al Alby que conozco, ése tipo mandon y correcto que le encanta escuchar como me escabullo en la cocina sin que Sarten se dé cuenta.
—Sí —masculla con voz áspera.
—Dijo que estabas sacudiéndote y actuando como un loquito —replica Newt, inclinándose hacia delante.
Apenas logra hablar, como si cada palabra le costara un año de vida. No quiero ni pensar por el dolor que debe estar pasando mi amigo.
—Todo... va a cambiar... La chica... Thomas... Ángela... los vi —parpadea varias veces y después se deja caer en la cama mirando al techo—. No me siento muy bien.
—¿Cómo es eso de que los viste...? —comienza Newt.
—¡Yo dije que quería hablar con Ángela! —grita con un repentino estallido de energía—. ¡No te llamé a ti! ¡Yo pedí ver a Angie!.
Newt levanta la mirada observandome con intriga, me encojo de hombros sin saber lo que pasa. Siento el corazón latiendo en mi garganta como si en cualquier momento fuera a salir corriendo. Estoy volviéndome un nerviosa.
—Bueno, miertero gruñón —replica Newt—. Ella está aquí al lado. Háblale.
—Vete —dice Alby, con los ojos cerrados y jadeando.
—De ninguna manera, quiero escuchar.
—Newt —murmura—. Vete ya.
Me siento algo mal por mi hermano y a la vez tengo algo de curiosidad por saber lo que quiere decirme. Le doy una mirada que le diga que después le contare lo que me dijo. Bufando acepta y comienza a caminar hacia la puerta, una parte de mí no quiere que cruce la puerta y otra se muere por echarlo a patadas.
—Estaré aquí afuera, si tienes un ataque e intentas matarla voy a entrar y te golpeare con la silla en la cabeza —dice, antes de cerrar la puerta tras de si.
Mi corazón late con más fuerza, si es posible, al escuchar el sonido de la puerta cerrarse. Alby es un buen chico que no lastimaría a otro, pero esta pasando por segunda vez por la Transformación y por ahora ya no hay rastro de aquella persona. Mi boca se seca repentinamente. Parece tomarse su tiempo antes de comenzar hablar, su respiración de a ratos se acelera y mi mente se prepara para que se me eche encima y me mate.
—Sé quién eres —habla finalmente.
¿Sabe quien soy? ¿entonces recupero sus recuerdos?
Mil preguntas se atoran en mi garganta a la espera de salir y bombardear al pobre chico frente a mi.
—Yo sé quién eres —repite lentamente—. Lo vi todo. De dónde venimos, quién eres tú, quién es Teresa, quien es Thomas. Recuerdo La Llamarada.
—¿La Llamarada? —pregunto, hago un esfuerzo para hablar—. No entiendo. ¿Qué fue lo que viste? Si me dijeras quien soy, eso me encantaría mucho.
—Es malo —contesta y, por primera vez desde que Newt se fue, me mira, con los ojos llenos de una tristeza oscura—. Es horrible. ¿Por qué querrían esos garlopos hacernos recordar? ¿Por qué no podemos simplemente vivir aquí y ser felices?
—Alby... —intervengo. Como deseo poder entrar a su mente y ver todo lo que él vio—. La Transformación... ¿Qué pasó? ¿Qué recuerdos volvieron?
Quiero ser sutil con esto. Lo ultimo que deseo es que entre en su estado asesino y me estrangule por llenarlo de preguntas.
—Tú...—dice Alby, y de repente se agarra la garganta, emitiendo sonidos ahogados. Comienza a dar patadas al aire y se pone de costado, sacudiéndose de un lado a otro, como si alguien estuviera tratando de ahorcarlo. La lengua se proyecta fuera de su boca, y él se la mordía una y otra vez.
Me levanto de inmediato y retrocedo horrorizada. Alby se retuerce como si estuviera sufriendo un ataque y agüita las piernas en todas direcciones. La piel oscura de su cara, extrañamente pálida un minuto antes, se vuelve púrpura, y sus ojos giran tan hacia arriba que parecen unas bolitas blancas brillantes.
—¡Alby! —exclamo, me acerco pero recibo una patada en la mandíbula—. ¡Newt! —grito, ahuecando las manos alrededor de la boca—. ¡Ven aquí!
La puerta se abre de golpe antes de que terminara la frase. Newt corre hacia Alby y lo agarra de los hombros, empujando con todo su cuerpo para afirmarlo a la cama y detener la convulsión.
—¡Sujétale las piernas!
Intento acercarme, pero Alby se sacude tan frenéticamente que me resulta imposible. Después de recibir esa patada, el dolor se me extiende por toda el cráneo. Temo por la vida de mi amigo, se esta ahorcando a el mismo, ¿qué otras monstruosidades te hace hacer la Transformación?
—¡Hazlo de una maldita vez! —grita Newt.
Junto fuerzas y me arrojo sobre el cuerpo, aferrando ambas piernas y tratando de mantenerlas contra la cama. Pongo los brazos alrededor de los muslos y los aprieto, mientras Newt apoyaba una rodilla en uno de los hombros y luego se concentra en separar las manos, que siguen presionando su propio cuello.
—¡Suéltate! —aúlla Newt—. ¡Te estás matando a ti mismo, idiota!
Los músculos de Newt se tensan y le estallan las venas al hacer tanta fuerza para abrir las manos de Alby. Poco a poco logra despegarlas y las empuja firmemente contra el pecho.
El cuerpo resiste unos segundos más, haciendo algunos movimientos bruscos para intentar alejarse de la cama. Luego se va calmando lentamente hasta que la respiración se normaliza y queda acostado, quieto, con la mirada vidriosa.
Pobre de Alby, no imagino el dolor quede de estar sintiendo. Me Maldigo mil veces por no haber impedido que entrará ese día al Laberinto. Aún sujeto sus piernas con firmeza, tengo miedo que tenga otro ataque y esta vez no podamos ayudarle.
Newt espera un minuto antes de soltarle las manos y también espera otro para quitar su rodilla de encima de su hombro. Lo tomo como una señal de que ya lo suelte, enserio estoy rogando para que no tenga otro ataque. Alby mira hacia arriba como si estuviera a punto de caer en un profundo sueño.
—Lo siento, Newt —susurra—. No sé que me paso. Fue como si... algo controlara mi cuerpo. Perdóname...
Respiro hondo. Esto fue la cosa más perturbante de toda mi vida. En los próximos días quizás tenga pesadillas con lo sucedido aquí.
—Nada de «lo siento» —responde Newt—. Estabas tratando de matarte, cretino.
—No era yo, lo juro —murmura Alby.
Newt levanta las manos al aire.
—¿Y entonces quién era? —pregunta.
—No lo se... No era yo —repite.
Newt en verdad se ve afectado, conoce a Alby desde mucho antes que nosotros y verlo en éste estado no debe ser nada grato para él. Llego a su lado y aprieto su hombro, quiero que se calme un poco, Alby esta enfermo y creo que lo último que necesita es que lo estén sermoneando; solamente él sabe lo que siente y lo que pasa por su mente ahora mismo. Parece pensar que no vale la pena tratar de entender lo que acaba de pasar. Al menos por el momento. Toma las mantas que se cayeron de la cama durante el forcejeo y las coloca sobre el cuerpo de Alby.
—Intenta dormir. Hablaremos de esto más tarde —dice, dándole una palmada en la cabeza—. Estás hecho un desastre, shank.
Pero Alby ya se encuentra cabeceando y asiente levemente mientras sus ojos se cierra.
Newt me mira y señala la puerta. No necesito que me lo pida dos veces. Cuando estamos a punto de salir, Alby balbucea algo desde la cama. Los dos frenamos de golpe.
—¿Qué? —pregunta Newt.
Alby abrió los ojos un instante y repitió lo que había dicho un poco más fuerte.
—Tengan cuidado con la chica —y sus párpados se cerraron por completo.
¿Qué tiene que ver Teresa en todo esto? A penas acaba de llegar. No parece ser un peligro, hasta me atrevo a decir que es inofensiva. Newt me lanza una mirada inquisitoria, pero me limito a encogerme de hombros como respuesta.
—Hay que irnos, debe descansar —lo sujeto del brazo para terminar de salir.
—¿Newt? —Alby lo llama otra vez desde la cama, sin molestarse en abrir los ojos.
—¿Qué?
—Protege los Mapas —contesta, y se puso de espaldas. La conversación ya termino.
Definitivamente estoy confundida. Primero dice que no confiemos mucho en Teresa; y ahora que protejamos los mapas. Una pizca de morbo se instala dentro de mi, quiero que un Penitente me pique para que sentir lo que se siente pasar por la Transformación en carne propia. Algo tonto, lo sé, basta con recordar lo que paso segundos antes para que ese morbo desaparezca.
En la planta baja los ojos curiosos no siguen hasta atravesar la puerta y perderme en dirección a mi cabaña.
—Luego me dices lo que hablaron, ¿si? —habla mi hermano.
Hablar es lo menos que quiero hacer en este momento, asiento y hago un fallido intento de sonrisa, estoy segura de que parece una mueca. Apenas soy consciente de que en realidad no me dirijo a mi cabaña, sino al bosque, quiero estar un rato a solas para penar; necesito mi momento de soledad. Todo lo que dijo Alby de que sabe quien soy y que es malo lo que soy me hace sentir mal, enferma conmigo misma, ¿qué es lo que vio?
Pego un brinco en mi lugar al sentir que tocan mi hombro derecho, volteo alarmada.
—Oye tranquila —levanta las manos—. ¿Estas bien? Pareces distraída.
—Larga historia —masajeo mi sien—. Nada esta bien, Tommy, siento que las cosas se pondrán feas.
—Todo saldrá bien —asegura. Me abraza por los hombros y presiona sus labios sobre mi frente—. Encontraremos una solución a lo que sea que atormente esa cabecita llena de locas ideas.
Increíble la forma en la que le encuentra una solución para todo. Quisiera ser como Thomas de positivo a la hora de resolver un problema. Tengo un no se qué que solamente me deja pensar en las cosas malas que pueden pasar.
—Quisiera ser más como tú —rodeo su cintura e inhalo su aroma masculino combinado con sudor.
—¿En verdad? —me mira sin separarse de mi—. Porque yo quiero ser como tu de molesta y tener los ojos así.
—¿Disculpa? —levanto las cejas—. ¿Soy molesta?
—Un poco —arruga la nariz.
Finjo estar indignada. Soy consciente de que jodo mucho, me gusta hacerlo porque amo ver la cara de las personas cuando los estoy jodiendo: prueba de ello es que quiero hacer pensar a Thomas que me enoje con su comentario y hacer que se le retuerzan las entrañas por la culpa.
—Bonita, vamos —ruega. Se interpone en mi camino, sujetándome por los hombros—. Sabes que lo digo en broma. No eres molesta.
—Parecía que hablabas muy en serio —digo molesta, cruzo mis brazos.
—Era una bromita inocente. Perdóname —hace un puchero y ojitos.
—Tengo que pensarlo, quizás mañana —aparto sus manos. Su rostro cambia drasticamente, ahora si se preocupa. Muajajaja. Camino lejos de su presencia.
Por el rabillo del ojo veo sus muecas y gestos propios de él. Sonrío maliciosa. Me adentro al bosque, retomando mi idea de estar sola a la orilla del riachuelo. Creí que vendría tras de mi, rogando, ya veo que me hago la importante y éso jamás pasara. Puede que de verdad me haya descubierto en mi actuación.
Meto mi mano al agua dejando de el agua fría se cuele entre mis dedos. La sensación de ser asechada vuelve, miro en todas direcciones con la esperanza de dar con mi acosador, que posiblemente sea el pervertido de Peter. Dejo mis botas a un lado, remano mi pantalón y meto mis pies dentro del agua tranquila. Entrelazo mis manos sobre mis piernas, mueve mis pies formando círculos en el agua. Divago dentro de mi cabeza, buscando algo en que pensar que no sean los acontecimientos en la Finca, recuerdo que hoy no me darán cena por haber ser una ladrona en potencia.
Debí saborear mi comida en el Laberinto. Para mañana estaré de tan mal humor que desearan no haberme dejado sin cenar, lo lamentaran. El cerrar de las puertas retumba en mis oídos, han pasado días y aún sigo sin acostumbrarme a ése chirrido que hace que se me ponga la piel de gallina.
Una rama se rompe. Mis sentidos se ponen alerta, el acosador volvió. Tanteo a mis costados para buscar con que defenderme, una roca de tamaño medio es lo primero que mis mano toca, la agarro fuerte y me preparo para lanzarcela en la cabeza al primero que se aparezca en mi campo visual.
Un cuerpo sale detrás de un árbol, arrogo la roca.
—¡Guau! vas a sacarme un ojo —exclama Thomas—. Sé que estas enojada, pero no sabia que tanto.
Es él. Bine continuemos con el rol de novia enojada. Vuelvo mi vista a la calma agua que se esta encargando de dejar mis dedos arrugados como pasas. Escucho sus pasos acercándose, se detiene a mi lado sentándose con las piernas cruzadas.
—¿Quieres un poco? —extiende un sándwich de jamón, huevo y lechuga.
Pero que pregunta, ¡claro que quiero! saben perfectamente que sin la comida yo no vivo. Mi vida se resume en comida, correr y dormir. Más en comer claramente. Se ve tan apetitoso, delicioso, sabroso, suculento, exquisito, incitante y seductor, y el sándwich sólo hay que verlo para saber que tiene un rico sabor. Podría comérmelo de un bocado ahora mismo, a él y al bendito sándwich.
—No, gracias —declino su oferta.
Sarten es tan malvado como para cocinar algo así de delicioso solamente cuando me prohíben probar un bocado. Se la táctica de Thomas, debo decir que es inteligente.
Pone el sándwich justo sobre mis labios. Me esta tentando, ¡por qué soy tan débil Dios!
—Te recuerdo que me tienen sin cenar por robar comida —replico.
—Abre —ordena, ignorando mi argumento.
Obediente, pero sin perder mi actuación, abro la boca y me deleito con el exquisito sabor del huevo frito con jamón y lechuga. Trajo el bocado, mi estomago ruge por más; soy débil cuando de comida se trata.
—Es tu cena —protesto, dejando en claro que no estoy de acuerdo.
No es justo que el se quede sin cenar por culpa de mi maldita necesidad de comer a cada hora, eso y el que hayan castigado.
—Y tu mi novia, no te voy a dejar sin cenar —repite su acción.
Ambos degustamos el sándwich, la mitad para cada uno. De a poco fui olvidando que fingía estar enojada hasta que me atrape a mi misma sonriendole, adiós a mi reputación. Al poco rato él también mete los pies al agua, al hacer los círculos mi pie derecho choca con su pantorrilla. Se dedica a observar cada movimiento que hago, lo cual comienza a incomodarme.
Una malvada idea cruza por mi mente. Hay un 30% de que se enoje y un 70% de que le quite lo enojado en un parpadeo. Hago mis brazos para atrás como si fuera apoyarme sobre las palmas de mis manos, Thomas se descuida un segundo y yo lo empujo dentro del agua fría. Sale a la superficie temblando del frío.
—Explícame ¡¿por qué hiciste eso?! —pasa sus manos por su cabello.
—Lo vi como una forma de perdonarte —rio.
—¿Sabes que esta helada, no? —se acerca a la orilla.
—Ajá —admito sonriente.
Si quiera antes de que pueda intentar ponerme de pie, Thomas me garra de las piernas y las jala hasta hacerme entrar. ¡Esta más que fría! mi cuerpo tiembla y salgo disparada en busca de algo calentito, ¿cómo pudo ser tan malo para meterme?
—Tengo linda vista —sonríe pícaro.
Sigo su mirada. La blusa se pego a mi cuerpo y puede verse claramente mis pechos y mi sostén dolor purpura.
—Lo mismo digo —le guiño un ojo.
A él también se le pego la camiseta, la mejor vista del día. No perdemos tiempo, nos acercamos y nos besamos apasionadamente. Sus manos recorren mi espalda y se detienen en mi trasero, doy un salto y enredo mis piernas alrededor de su cintura. Para mayor comodidad, Thomas me deja en la orilla y se hace un espacio entre mis piernas.
Juego con sus cabellos, tiro de ellos en algunas ocasiones. Baja sus besos a mi cuello, hago mi caza a un lado dándole más espacio.
—En realidad no estabas enojada —suena más como afirmación que como pregunta.
—No —corroboro. Un gemido se escapa por mi garganta cuando Thomas besa el lóbulo de mi oreja.
Vuelve a devorar mis labios. Olvido que estamos en el bosque donde cualquiera, hasta Newt, puede encontrarnos aquí. Lo que quiero, lo que necesito, es a él; únicamente a él.
Uso mis piernas para pegarlo más a mi cuerpo. Gruñe sobre mi boca cuando nuestros cuerpos chocan. Mis manos se deslizan por su torso delineando aún más el contorno de la camiseta sobre su piel.
—¡Santo cielos! —exclama alguien a nuestras espaldas.
Nos separamos instantáneamente. La profecía se cumplió.
Detrás de nosotros se encuentra Teresa mirando en todas direcciones excepto en la nuestra. Mi pregunta es; ¿cuánto tiempo lleva allí?
Esto es más incomodo para nosotros dos de lo que lo es para ella. Sabia que debíamos irnos a mi cabaña.
—Lo lamento, no pensé que estarían aquí. Ya me voy —habla rápido que apenas le entiendo.
—Teresa, espera —la alcanzo. Se detiene y observa mi aspecto—. Newt me pidió que te dijera que si podías dormir en la finca unos días, nada más en lo piensa si meter una hamaca en mi cabaña o hacerte una propia.
—Esta bien, si como sea.
Si que es incomodo. No puede verme a la cara, la que debería estar muriendo de vergüenza soy yo y es todo lo contrario. Espero a que diga algo más, pero sin decir ni pío se da la vuelta y regresa al Claro.
Thomas me abraza por la espalda, hace un camino un beso desde mi cuello hasta mi oreja.
—¿Verdad Newt te dijo dijo eso?
—Nop —confieso. Doy vuelta y paso mis manos por su torso y me detengo en sus hombros—. Pero ahora tenemos la cabaña para nosotros dos.
Sonrío. Thomas abre la boca para decir... no tengo idea de lo que diría y no importa, lo calló presionando mis labios sobre los suyos. Nuestra sesión de besos y caricias se extiende por unas horas más hasta que nos vamos a continuarla a mi cabaña luego de que otras dos personas nos sorprendieran en el bosque.
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