Capitulo 12
*
Me encontraba de pie a la mitad de un pasillo. Las paredes eran blancas, había ventanales y alrededor de cinco puertas. A unos cuantos metros se encontraba una chica, su rostro no podía verlo por su cabello castaño que lo cubría. Jugaba con algo entre sus dedos y movía el pie con inquietud, cuando la puerta a su lado se abrió dejo de lado lo que hacía y se acomodó el cabello detrás de las orejas.
Soy yo. La chica soy yo. Aparentemente luzco de unos quince o catorce años.
-¿Y bien? -el tic en la pierna volvió
-lo logré. Sí iré al Laberinto -responde el chico.
Si mi mente no falla creo haberlo visto en otro sueño y ahora se que posiblemente este en el Área.
-carajo. -murmuró, cabizbaja-. Ya perdí a dos de las personas más importantes en mo vida, no quiero perderte a ti también.
-y no lo harás. Oye. -pone dos dedos bajo el mentón y me obliga a mirarlo-. Siempre estaré contigo, no importa lo que pasé. Teniamos un plan, ¿Lo recuerdas?
-como olvidarlo -sonreí triste.
-te prometí que sacaría a tu hermano de ahí y eso es lo que pienso hacer, cueste lo que cueste.
La cara del chico ni puedo verla, pero por mi expresión dedusco que con esa mirada me está diciendo mil cosas. Me tomó unos segundos quitarme un collar y colocarselo a él.
-no confío en ninguna de estas personas. Quiero que tengas esto por si las cosas salen mal y te lavan el cerebro como a ellos -acaricio su mejilla.
-siempre pensando negativo. ¿Qué fue lo que hablamos el otro día? -toma mi mano y la besa.
-que debo ser más positiva -repito sus palabras-. Pequeño niño valiente, si te borran la memoria y me olvidas, vas a odiarme, en algún momento volverán aquí y aunque no sepan quien soy me van a odiar.
-Newt te quiere mucho, no va ha odiarte -acuna mi cara con sus manos-. Además, eres un amor de persona ¡¿Qué ser humano puede odiarte?!
-amor de persona- repito con burla-. ¿Olvidas lo que hice? Aveces pienso que hay algo mal conmigo, en mi mente.
-no hay nada malo contigo, ambos lo hicimos o ¿Ya lo olvidaste? Hiciste lo que tenías que hacer. Si no fuera por ti ese Crank me hubiese matado. Te debo la vida Ángel.
Él me abraza por los hombros y yo hundo mi cara en su pecho. ¿Mi subconsciente me juega una broma o en verdad estoy recordando algo?
Nos separamos. Veo que abro la boca para decir otra cosa posiblemente su nombre- lo cual sería perfecto-, apenas logró dejar escapar algo de aire y...
(Fin del sueño).
Mataría aquél que se atrevió a interrumpir mi momento de posible recuerdo. Lo único que recuerdo de anoche es ver a Thomas aquí, ¿Se abría ido al quedarme dormida?
Con todo el pesar de mi alma me levanté abrirle a esa persona tan insistente que seguía golpeando mi estúpida puerta.
-¿Esa es la camisa de Thomas? -es lo primero que preguntó Minho después de analizar mi aspecto al abrir la puerta.
-sí -contesté de mala gana- ¿Algún problema?
-si no es porqué mire a Thomas en el comedor hace rato soy capaz de entrar y sacarlo a patadas aquí si es que se quedó a dormir.
-anoche estuvo aquí. -comenté. El semblante de Minho cambió radicalmente-. Se quedó un rato y después se fue.
-más le vale -se relajó-. A lo que venía; hoy es tu día de descanso, espero sepan aprovecharlo al máximo.
-¿Descanso? -frunci el ceño.
-¿Eres sorda? -preguntó fastidiado-. Hoy no irás al Laberinto, quédate todo el día en esa cama si quieres o échate a la mitad del Claro, lo que a ti se te plazca.
Mi día de descanso, ¿Qué haría primero? ¿Ayudarle a Newt en la huerta? ¿Intentar cocinar sin qje Sarten se enteré que estuve en su cocina? ¡No lo sabía! Hoy era mi día para hacer lo que sea.
Por mi mente pasó la idea de intentar cocinarle un rico almuerzo a Thomas... y a los demás, claro.
Cerré la puerta en las narices de Minho, lo escuché gritar: "¡De nada!". Me coloqué mis botas, le hice un nudo por un lado a la camiseta de Thomas para que se ajustará un poco y se viera que traía short.
Salí directo al comedor con una pequeña sonrisa en mi cara. La camiseta de Tommy olía a dos cosas: sudor y el humor de él. Tenía ese peculiar olor a Thomas. Lo pondría a lavar su ropa después.
En la cocina quedaban pocas personas, seguí de paso hasta cruzar la puerta e ir hacia la alacena donde Sartén dejo una nota con letras mayúsculas:
"ALEJATE DE MIS COSAS, ANGIE. TE LO ADVIERTO"
He sido descubierta. Resoplando me apoyé en la encimera, pensando en que desayunaria, no me importaba la nota de Sarten. Tenía hambre y nadie se iba a interponer entre mi comida y yo.
En lo que mi cerebro pensaba en algo, tomé un plátano, lo pelé y comencé a comerlo. Unas manos cubrieron mis ojos, alguien se pegó a mí espalda y susurro en mi oído:
-jamás pensé que fueras una ladrona.
-estoy llena de sorpresas, querido Thomas- retiró sus manos de mis ojos.
-ya veo -besó mi frente.
-¿En qué momento te fuiste anoche? Creí que ibas a quedarte -seguí comiendo mi plátano.
-diez minutos después de que te quedarás dormirá. Si me quedaba Newt es capaz de sacarme y arrojarme con los Penitentes.
Reímos. Thomas depósito un corto y rápido beso en mis labios a lo cual lo respondí con una mueca, sonrió con ternura y me beso más lento. Ése sí era un beso.
-¿Mejor? -acaricia mi mejilla.
-no me convence -sonreí traviesa.
Volvió a besarme, esta vez un poco más intenso. Sus manos recorrían mi espalda y cintura, mientras las mías permanecían apoyadas en su pecho.
-no te lo dije, pero me encanta como te queda mi camiseta -dijo. Después de terminar con el beso y recuperar aire.
Salimos de la cocina, él se fue a ver a mi hermano y yo me fui a jugar un rato con el perro que tanto adoraba. Ronco estaba echado cerca del corral de las vacas, lo llamé aplaudiendo y silbando, no tardó en correr hacia mi ladrando y moviendo su cola.
-hola, guapo -rasque su barriga.
Ronco se revolcaba en el césped y ladraba alegre, acaricie su cabeza e hice el intento de enseñarle un truco. A dar la pata.
No aprendió mucho, comenzó a lamer mi manos y se me echó encima lamiendo todo mi cara.
-¡Basta, Ronco! -grite-. ¡Siéntate! ¡Échate! ¡Ve por la vaca!, haz lo que quieras, pero déjame en paz.
No me dejó hasta que uno de los que ayuda a Winston lo llamó para darle su comida. Apestaba a perro, mi cabello parecía un nido de pájaros y mi ropa estaba llena de pelos de perros y de tierra revuelta con césped.
Jugar tanto con Ronco me dio hambre. Regrese a la cocina para preparar algo para Thomas, mi cerebro hizo click y busque lo necesario para hacer el caldo de pollo. Dejé el agua hirviendo en lo que llegaba con el pollo.
-¿Qué hay, Winston?
-hola, Angie -sonrió. Cubriendo sus ojos con la palma de su mano-. ¿Qué se te ofrece?
-vengo por pollo.
-no tenemos pollos aún. Tenemos res -sugiere.
-necesito ese pollo urgente, Winston, ya tengo el agua en el fuego -señale hacia la cocina.
Se rasco la nuca, pensando en una solución aunque era obvia la respuesta. Dijo que lo matará yo, mi cara fue de sorpresa absoluta, después lo mire horrizada, ¿Cómo puede pedirme que mate a un inocente animal?
En un parpadeo ya tenía frente a mí un pollo, un cuchillo en la mano y a Winston esperando a que hiciera mi movimiento.
-no voy a hacerlo -dije, retrocediendo.
-sólo imagina que es Gally -dijo así sin más.
-poniéndolo de ese modo hasta te mato a un Penitente. Pero, Winston, éste pequeño pollito no tiene por qué morir en mis manos, ¡Matalo tú! ¿No se supone que es tu trabajo?
-¡¡Hazlo ya!! -ordenó.
Levanté el cuchillo, antes de cortarle el cuello le dije:
-lo siento pollito.
La filosa hoja del cuchillo pasó por el diminuto cuello del pollo. La sangre no tardo de aparecer, casi me desmaye al ver la sangre escurrir por mis manos. Winston se encargó del demás proceso al ver lo pálida que me puse.
-¿No fue difícil, verdad? -dijo Winston.
Le saqué la lengua. Intenté no vomitar cuando le saco las tripas y las lanzó a los pies. Le pareció muy cómico verme saltar y gritar vulgaridades.
-¡Ahora estas en mi lista, Winston! -dije amenazante.
Con sumo cuidado de no vomitar, preparé el caldo como yo creía que iba. Sarten gracias a Díos no aparecía, quería ver su cara cuando me viera tocando sus bellos utensilios, le daría un infarto.
Serví unos platos; uno para Thomas, uno para Newt, otro para el enano y uno para mi. Estaban hirviendo no podía llevarlos en mis manos por más de dos segundos, los coloque en la encimera.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó. Analizó toda su cocina comprobando mi estadía ahí-. ¿Qué parte de no toques mis cosas no entendiste?
-la parte de tocar y cosas -enumero con mis dedos. El ceño de Sarten se fruncido a más no poder, ni siquiera mi sonrisa más inocente pudo vencerlo. Me había metido en serios problemas.
Continuó observandome de esa forma por varios segundos más, si iba a regañarme o exiliarme de su cocina de por vida, que lo dijera de una vez.
-eres terca como una mula -tocó el puente de su nariz.
-así me quieres, admitelo -sonreí.
Me acerqué a él, le apreté las mejillas vomo lo haría una anciana a su nieto. La mala cara de Sarten volvió era mi señal de que ya lo había fastidiado mucho. Antes de que pudiera decir otra cosa salí en busca de mis amigos para avisarles que su almuerzo estaba listo.
El primero en mi lista era Thomas.
Lo encontré en la huerta sacando unas zanahorias. Vi que algo colgaba de su cuello y sobresalía de su camisa, un collar con la letra A como el de mi sueño. Entre más me acercaba más salía de dudas, era ése collar.
Thomas me miro y me sonrió, pero al ver mi mirada clavada en su collar, lo observa y lo vuelve a esconder dentro de su camiseta.
Thomas me dijo algo, pero no presté atención.
-Ángel, ¿qué te pasa? -agitó su mano frente a mi cara.
-nada, Thomas. -trato de sonreír-. Sólo que, varias veces he soñado con un collar como ése.
-ironico. Yo tuve un sueño donde tú me lo dabas -se lo quitó y me lo mostró.
-¿Me creerás si te digo que soñé exactamente lo mismo? -tomé el collar entre mis manos.
¿Coincidencia? ¡No lo creo!
-quédate con el.
-no. Se supone que es tuyo -se lo entregué.
-no importa, yo te lo di primero. -movió mi cabello a un lado y me colocó el collar.
No sé, pero varios fragmentos de -lo que espero sean recuerdos- vinieron a mi mente. Thomas y yo en una habitación jugando ajedrez; de nuevo ambos en la misma habitación sólo que ahora no estábamos jugando ni haciendo algo en especial, sólo nos mirábamos fijamente, estábamos charlando, el detalle que ninguno movía la boca.
Una punzada me taladra la cabeza, era como si tuviera un martillo aplastando mi cerebro. Todo me daba vueltas, la voz de Thomas se escuchaba lejana y, sin más, me desmaye.
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