Capítulo 9 "Soldado Bufalord"
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POV. Normal
Desde que los primeros rayos de sol se asomaron por el horizonte, fue inevitable para la rubia realizar su guardia correspondiente del día. Ya había explorado la mayor parte del área cercana a la orilla junto a Tormenta y justo cuando iban a concluir de manera exitosa el recorrido; algo llamó su atención.
Un barco aparentemente abandonado.
-Vamos nena, veamos de cerca que ocurre- susurró la rubia a su dragón, quién obedeció a su instrucción sin dudar.
Al aterrizar en la cubierta, Astrid caminó sigilosamente con hacha en mano y, al determinar que estaba abandonado, estaba por irse. Al menos así fue antes de escuchar un fuerte grito de la parte baja del barco.
- ¿Hola, hay alguien ahí? -preguntó sin recibir respuesta.
Encendió una antorcha con ayuda del fuego de Tormenta y mientras se adentraba al barco, un horrible hedor comenzó a esparcirse. La Hofferson se sintió asqueada, pero eso no evitó que siguiera caminando.
-No...-exclamó en un grito ahogado debido a la impresión.
No podía ser; tenía que salir de ahí ya mismo, ya que lo que tenía delante eran cuerpos de marineros sin vida. Pero, antes de que siquiera pudiera hacerlo, un hombre que aparentemente estaba en su lecho de muerte, tomó su brazo en un intento por pedirle ayuda.
Por la agonía que parecía tener el hombre, no midió su fuerza y terminó rasguñándola profundamente. Esta pegó un grito del susto al ver su piel; pues era de un tono verdoso, algo que jamás había visto. Pero no se quedaría a investigar más, simplemente salió corriendo del lugar con Tormenta detrás siguiéndole el paso.
-Todo está bien nena, es solo un rasguño- le explicó a su Nadder para tranquilizarla una vez que salieron a cubierta.
Pero algo en su interior pensaba en que no era del todo cierto aquella frase. Por ahora, estaba en shock ante la escena que presenció, así que lo mejor que pudo hacer fue dirigirse a la orilla del dragón.
-Vámonos de aquí Tormenta, vamos a casa.
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Mientras tanto en la orilla, Hipo se encontraba a mitad de un nuevo invento que les serviría para que, al ver el fuego de una pesadilla voladora, no les segara la vista. Patapez, como siempre se acercó entusiasmado a ver lo que construía el castaño hasta que, ambos notaron la presencia de la rubia.
-Astrid ¿estás bien? -preguntó Hipo de inmediato al ver que su mejor amiga se había acercado con una actitud extraña.
Astrid, al verlo a los ojos, no supo exactamente qué decir... no es como que pudiera soltar la noticia que tenía así como así. Por lo que, solo atinó a desviar la mirada mientras se ocultaba el rasguño que recibió en el barco con su mano.
- ¿Qué sucede? ¿Viste algo en tu patrullaje? -le preguntó angustiado debido a su silencio.
Astrid lo miró por un instante para asentirle antes de volver a agachar la mirada.
- ¿Cazadores? ¿Dragones atrapados? ¿Viggo? -preguntó alterado Patapez.
-Ok, ahora es mi turno, silencio- intervino Brutacio de pronto- Astrid, lo que encontraste ¿es más grande que una caja para Jack?
-Encontré un bote pesquero- respondió la rubia sin prestar mucha atención a lo que dijo Brutacio.
-Lo tenía que adivinar antes de que me dijeras- reprochó el gemelo.
Astrid solo pudo escuchar eso último del chico Thorton mientras negaba en silencio.
-Estaba ahí a la deriva, así que Tormenta y yo nos acercamos para verlo y lo que encontramos dentro fue... -comenzó a decir sin darles la cara.
- ¿Fue qué? -preguntó Patán con inquietud.
-Cuerpos, con la piel pálida, verdosa...
- ¿Sobrevivientes? -preguntó Patapez con cautela.
-Uno- respondió la rubia mirándolo por sobre su hombro.
-Entonces hay que ir a ayudarlo- comentó el líder de los jinetes estando dispuesto a ir al barco.
-Hipo... no tiene caso; estaba en sus últimos momentos de vida- reveló la chica para que el castaño no fuera en vano al lugar.
-Hipo, no quiero actuar de mala manera, pero... piel pálida y verdosa, solo puedo pensar en el azote de Odín- comentó Patapez con nerviosismo.
-Wow, wow, no menciones esa palabra así de fácil- dijo Haddock tranquilizándolo tanto a él como a su equipo.
Aunque, no salió muy bien qué digamos. Puesto que Patán comenzó a decir lo terrible que era la situación, debido a que estaban frente a lo que fue una gran peste que arrasó con villas enteras en el pasado. Y los gemelos sugirieron que podían tomar como medidas preventivas para la peste el comer pan con moho y quemar la ropa.
-Guarden la calma todos, no ha habido un caso de azote de Odín en años. Además, Astrid salió muy rápido de ahí- comentó el castaño mientras se acercaba a la rubia- ¿segura que estás bien As? -agregó en un susurro nada más audible para ella mientras le sujetaba un hombro con cuidado.
-Sí, claro que estoy bien... sabes que si no lo estuviera te lo diría- comentó dándole media sonrisa y retirándole su mano cuidadosamente para que dejara de preocuparse.
Una vez que Hipo le sonrió con tranquilidad, Astrid se dio media vuelta mientras borraba su sonrisa para poner una cara de angustia. Pues sabía que no todo estaba en orden, y mientras escuchaba como su corazón retumbaba con fuerza, se fue a descansar.
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Para el anochecer, mientras Hipo y Chimuelo disfrutaban de una buena siesta, un ruido interrumpió aquella acción.
- ¿Tormenta? -exclamó Haddock confundido al ver a la Nadder corriendo por toda la cabaña para llamar su atención.
Algo que logró, puesto que Hipo se montó rápidamente en el Furia Nocturna para seguir a la Nadder que regresó a la cabaña de Astrid inmediatamente.
Hipo se bajó de su dragón y al cruzar la puerta de la cabaña de la chica, soltó un grito ahogado. Astrid estaba bastante rara.
- ¿Astrid? -preguntó con cautela.
- ¿Hipo... qué es lo que estás haciendo aquí? -preguntó la rubia con dificultad, ya que se sentía verdaderamente mal.
-Tormenta parece preocupada, así que...- intentó decir, pero calló al escucharla toser.
Hipo se alarmó ante eso, pues con aquella acción, la rubia había dejado al descubierto el rasguño que recibió por la mañana.
-Astrid, no me mientas ¿qué pasó allá afuera? -pidió sentándose frente a ella mientras le tocaba la mejilla para comprobar que efectivamente tenía fiebre.
A la vez que le señalaba el rasguño.
-El hombre deliraba y en su desesperación por tratar de salvarse, se sujetó de mí... no puedo culparlo por eso- contó antes de volver a toser.
- ¿¡Pero porque no me dijiste nada!?
-Porque estoy bien, para mañana estaré como nueva. No es nada- aseguró mirándolo a los ojos.
-Lo siento, pero no te creo. Vamos, recuéstate- ordenó de buena manera.
-Hipo...
-Por favor, deja que Patapez te revise y si él dice que no tienes nada, entonces y solo entonces te dejaré de insistir.
-De acuerdo- accedió más por cansancio que por haber perdido la pelea.
Después de que Hipo le ayudara a la rubia a recostarse, no perdió tiempo para ir por su amigo robusto.
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Mientras Patapez revisaba sus notas buscando la posible explicación del malestar de la Hofferson, Haddock por su parte caminaba de un lado para otro de brazos cruzados alrededor de la cama de esta.
Sentirse ansioso y estresado por no saber que tenía Astrid, era poco. Estaba seguro que si no recibía una respuesta pronto, se volvería loco.
-Hipo... puedes dejar de caminar- pidió la rubia en un susurro, quién permanecía recostada en su cama.
Debido a que verlo caminar tan inquietamente, le estaba alterando e incluso la ponía nerviosa. Hipo ante su pedido, tuvo que soltar un suspiro antes de quedarse quieto.
Después de revisar 3 veces sus notas, Patapez alejó a su amigo un momento para hablarle en privado.
- ¿Viste el rasguño, cierto?
-Astrid dijo que no era nada- respondió Haddock no tanto porque le hubiera creído a la rubia, sino que quería mantener su esperanza a que no le ocurría nada malo a la chica.
-Ya conoces a Astrid, dirá que cualquier cosa no es nada; y lo sabes bien. Pero Hipo, todos los síntomas están ahí.
-Supongamos que tienes razón ¿qué debemos hacer?
-No lo sé, solo sé que tenemos 3 lunas para resolver esto o...
-No lo digas, por favor- pidió con rapidez.
-Patán debe traer una solución con las notas de Gothi- mencionó como única alternativa.
Y justo en ese momento, Patán llegó de su viaje a Berk. Hipo no perdió tiempo para tomar de sus manos las notas y comenzar a leer cual era el antídoto para lo que padecía Astrid.
-Gothi dice que la saliva de un dragón Bufalord es la alternativa- informó el castaño con entusiasmo, pero Patapez al escucharlo, puso una cara con pesar- ¿qué pasa?
-Bueno, es que...
-No quedan muchos Bufalords- interrumpió Astrid sutilmente reincorporándose- fueron cazados y se extinguieron en el último brote de azote...
-No sabemos si se acabaron todos, tenemos que salir a buscar uno- mencionó el castaño dispuesto a salir ya mismo para traer la cura.
-No sabemos dónde buscar, no los mencionan en ninguna parte- mencionó el rubio mientras veía como su líder ya estaba en la entrada de la cabaña.
Astrid por su parte, se puso de pie para detener a todos, ya que, no quería hacerlos ir en una búsqueda imposible.
-Patapez, ya les dije que no...- trató de decir, pero de repente se sintió mareada.
Su vista se nubló, sus piernas comenzaron a temblar y, por último, dejó de escuchar la voz de los demás.
Hipo al ya no escucharla hablar, se giró extrañado. Al notar que Astrid estaba por desmayarse, corrió para alcanzar a sujetarla antes de que se golpeara contra el suelo.
Y por suerte, lo hizo a tiempo.
- ¡Astrid! -exclamó Hipo completamente aterrado mientras la tenía en brazos.
-Estoy bien- respondió la rubia mirándolo con los ojos entrecerrados antes de volver a toser.
-Claro que no- dijo con preocupación- ustedes dos, vayan por los gemelos y pónganse a investigar lo que sea del dragón, por favor- agregó viéndolos con desesperación.
-Hipo...- llamó Patapez con la intención de explicarle lo que podía pasar con Astrid.
-No, no voy a aceptar esa respuesta. Hagan lo que les digo que vamos a salir en unos minutos- ordenó antes de dirigirle la mirada a la rubia que yacía en sus brazos.
Patapez y Patán sabían que Hipo haría lo que fuera por salvar la vida de Astrid, así que sin discutirle nada, salieron deprisa de la cabaña para buscar información que les ayudara.
-No tiene caso Hipo...- susurró la chica con dificultad.
- ¿Qué tonterías dices? -preguntó mientras la cargaba y recostaba nuevamente en la cama.
-No lo son Hipo... en cuanto salí del barco, me supuse la posibilidad de que no todo iría bien.
-Te prometo que traeré la cura- aseguró poniéndole un paño húmedo en la frente.
Astrid sonrió débilmente mientras le sujetaba la mano sutilmente, puesto que ya empezaba a perder su fuerza.
-Sabes... siempre me gustaron tus ojos, así los recordaré.
-Astrid, detente. No empieces a hablar en pasado- cortó tajante.
-Hipo, tenemos que ser realistas. La probabilidad de que encuentres a uno de esos dragones es casi nula; no quiero morir, pero...
- ¡No vas a morir! ¿Me entiendes? -le cortó nuevamente mientras apretaba el agarre de su mano- no voy a dejar que algo te pase- agregó en un hilo de voz.
-Siempre me protegiste- mencionó sonriéndole débilmente- ¿me dejarías darte un último abrazo?
Astrid no quería ser dramática, pero en verdad se sentía terrible. Quiso aparentar para no preocupar a nadie, pero ya no podía ocultarlo más. Esa enfermedad le estaba doliendo en verdad, la cabeza no paraba de darle vueltas, tenía fiebre, sus manos y piernas temblaban. Además, sentía náuseas y le costaba trabajo respirar por un dolor en el pecho.
-No, no te lo daré porque no va a ser el último- sinceró sin poder evitar que una lágrima brotara de su rostro.
-Por favor Hipo- suplicó antes de volver a toser.
Al castaño se le comenzó a romper el corazón en mil pedazos mientras levantaba a la rubia en sus brazos para poder abrazarla y, al sentir como ella lo abrazaba de vuelta con mucha dificultad, quiso mandar todo por la borda y llorar.
No podía perderla; no podía seguir sin ella.
-Gracias...- dijo cada vez más apagada, puesto que comenzaba a sentir mucha pesadez en los ojos.
Como la enfermedad la estaba consumiendo, debía dormir.
-Hipo, prométeme que no vas a culparte y que me vas a dejar ir... -pidió mientras lo veía a los ojos.
-No vas a irte, ya te lo dije- respondió mientras la seguía sosteniendo en sus brazos- mejor tú prométeme que vas a luchar, no te puedes ir y dejarme solo... prométemelo- pidió al borde de las lágrimas.
Astrid suspiró en derrota. Se sentía cansada, pero jamás había visto al castaño tan alterado, así que tuvo que responder.
-Te lo prometo Hipo...- musitó por último antes de que su vista se tornara de nueva cuenta borrosa.
El cuerpo de Astrid cayó completamente en los brazos de Hipo y este al ver como se había quedado dormida por el agotamiento que implicó la charla, no pudo evitar llorar en silencio mientras la pegaba a su pecho.
-Es estúpido lo que me pides... cómo quieres que deje ir a la persona que más quiero en la vida, de quién siempre he estado enamorado; sencillamente no voy a dejarte ir Mi lady- dijo moqueando mientras la recostaba en la cama- estarás bien- prometió antes de inclinarse sobre ella para besar su mejilla.
Le acarició el cabello dulcemente y después de darle un beso en la frente, se quitó con rudeza las lágrimas para ir con su equipo. Recobró la compostura y se enganchó a la idea de que Astrid se salvaría, no importando a que costo.
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Hipo ciertamente estaba muy tenso. Después de encontrar al Bufalord un día después, llevarlo a la orilla resultó ser mucho más complicado de lo que estimó.
Jamás le había desesperado tanto un dragón como ahora, pero sabía que influía muchísimo el hecho de que la vida de Astrid dependía de la saliva del animal.
-Si no podemos llevar el Bufalord a la orilla...- comentó el castaño sin quitarle la mirada al dragón.
-Traigamos a Astrid al Bufalord, ya mismo- se apuntó de inmediato el jinete del pesadilla monstruosa.
Hipo ni pudo decir nada, pero tampoco se movió para detenerlo.
-Hipo ¿por qué no fuiste por Astrid? -preguntó Patapez acercándose a él.
-Porque yo...porque no puedo dejar que se vaya el Bufalord- contestó a modo de desviar el tema.
-Vamos, los gemelos y yo no dejaríamos que se fuera... dime la verdad.
-Tengo miedo y no quiero pensar lo peor- admitió sin animarse a verlo a los ojos.
-Vamos, es Astrid. Estará bien Hipo... sabes, creo que pasando esto, iría bien que ya te decidieras a decirle que la quieres- sugirió con inocencia del impacto que tendrían esas palabras.
Haddock lo miró perplejo, como si el mayor secreto de la caja de Pandora se hubiera revelado.
- ¿Disculpa?
-Sí, ya sabes... creo que no le dices mucho a Astrid que la aprecias como tu mejor amiga, sabemos que ella no siempre es de palabras, pero creo que sería un agradable gesto de tu parte ahora que salga de esto ¿qué pensabas? -preguntó extrañado.
-Ahh, no, no pensaba nada. Tienes razón, gracias- dijo con media sonrisa nerviosa antes de mirar al cielo en la espera de que Astrid apareciera.
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Por otro lado, en cuanto Patán llegó a la orilla, se dirigió a la cabaña de la rubia.
-Astrid, tenemos que irnos- pidió acercándose a su cama- Thor- agregó con horror al ver el estado de la chica; cada vez estaba más enferma y su piel estaba completamente pálida.
- ¿Hi-po...? -musitó con dificultad.
-No, es Patán- comentó nervioso- ¿estás bien?
-Me siento... como me... veo.
-Oye, lo encontramos- dijo con emoción- encontramos al Bufalord.
Astrid abrió los ojos ante la noticia... ¿ese no era su final? al no detectar una pizca de mentira en las palabras del pelinegro, sonrió débilmente.
-Tenemos que irnos- le pidió tomándola del brazo.
Pero, la rubia no se inmutó. Patán la miró fijamente buscando la respuesta por la cual no podía ponerse de pie, y al concluir a que se debía, volvió a hablar.
-Oh... ya no tienes fuerza para levantarte ¿cierto?
Ante eso, la rubia le asintió antes de soltar un quejido.
-Tengo una idea- dijo rápidamente el chico antes de correr por Tormenta.
Preparó su silla de montar y cuando terminó, se acercó a la cama de Astrid.
-Te voy a subir a tu dragón, no me mates por cargarte ¿de acuerdo? -pidió mientras la tomaba en brazos, pero la chica ni siquiera trató de detenerlo- solo resiste ¿bien?
Recostó a Astrid sobre la Nadder y cuando estuvo segura, se montó en Colmillo y mientras despegaban, la Hofferson no pudo evitar quedarse dormida.
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En cuanto Hipo vio que Tormenta y Colmillo estaban por llegar a la isla, fue inevitable poner un semblante de tristeza. Y en cuanto la Nadder aterrizó, corrió al ver que Astrid ya no era capaz de siquiera bajar de su dragón.
Cuando la rubia estaba por caer del lomo de Tormenta, Hipo la atrapó a tiempo. Este sintió un horrible dolor de pecho al ver a su amiga en ese estado tan terrible, puesto que su belleza se había apagado y su fuerza y voz se habían desvanecido.
Astrid apenas enfocó la mirada en él, solo pudo soltar un quejido débilmente.
-Shh, descansa; vas a sanar. Tienes que seguir luchando- le susurró con preocupación y cariño antes de caminar y recostarla sobre una roca- tienes que quedarte con nosotros... no puedo imaginarme un mundo sin ti, lo sabes. Eres mi mejor amiga, tenemos mucho que hacer juntos; no me puedes dejar solo en esto...- susurró aún más bajo para que esas palabras solo las pudiera escuchar ella.
Y después de un primer intento con la saliva del Bufalord a modo de antídoto del azote de Odín, resultó que no pasó nada. Un ingrediente faltaba y gracias al ingenio de los gemelos pudieron dar con él.
El dragón debía comer cierto tipo de hierbas para que su saliva se tornara de un tono verdoso, eso podría ser la solución a todo.
-Aguanta Astrid, solo un poco más; por favor, por mí- suplicó el castaño tomándola de la mano con cariño.
Pero la Hofferson no fue capaz de darle una respuesta a cambio.
Y justo cuando Hipo estaba por conseguir el antídoto, todo salió mal. Los cazadores de dragones aparecieron para atrapar y llevarse al Bufalord.
Hipo miró con enojo a Viggo Grimborn, pues desde que se conocieron, la relación obviamente no fue para nada buena. Y el hecho de que el hombre le estuviera impidiendo tener el antídoto para salvar a Astrid, lo estaba sacando de quicio.
-Gracias por el ejemplar, me sabe fatal que no puedas usarlo para salvar a tu amiga- soltó el hombre con fingida preocupación.
Haddock enfureció con aquel comentario y junto a su equipo, combatieron a los cazadores. Y después de que este se enterara que Viggo había puesto el barco pesquero apropósito cerca de la orilla, se enfureció aún más. Astrid estaba al borde de la muerte por su culpa, no por un accidente.
-Pensaría dos veces antes de actuar Hipo- aconsejó Viggo cuando notó que los jinetes estaban dispuestos a dispararles sin piedad.
- ¿Y tus ganancias? -preguntó apretando los dientes.
-Como ya dije, negocio es negocio. Esto es una pérdida que estoy dispuesto a sufrir... la pregunta es ¿y tú? -añadió refiriéndose claramente a Astrid.
¿Es que acaso estaba loco? por supuesto que no, él no estaba dispuesto a sufrir por perder a Astrid; sencillamente no lo soportaría.
-Ok, ok... Viggo, tú ganas. Llévatelo- dijo refiriéndose al dragón- pero déjame obtener el antídoto del azote. No me voy a ir sin eso, es una pérdida que no estoy dispuesto a aceptar.
El jefe de los cazadores sonrió victorioso, ya que, sin haberlo planeado, había dado en el punto débil del castaño. Ahora que sabía que la chica rubia significaba mucho para el líder de los jinetes, le sacaría provecho en otra ocasión.
Después de un intercambio más de palabras, Hipo consiguió el antídoto. Se lo llevó a Astrid ignorando los comentarios de Viggo. Pero en el primer instante que tuviera, lo haría pagar por lo que hizo; tanto por lo que le fuera a pasar al Bufalord, como lo que le hizo a Astrid.
En cuanto el líquido pasó por la garganta de la rubia, esta solo pudo describir la situación en una palabra; alivio.
No tardó en recuperar la fuerza, así como el color rosado de sus mejillas. Y cuando se sintió con la suficiente energía para ponerse de pie, lo hizo. Aunque flanqueando todavía un poco, por suerte, Hipo estaba ahí para sostenerla.
Astrid le sonrió como nunca, antes de darle un pequeño abrazo que fue correspondido. Y después de hacerlo, se dirigió hacia Tormenta para poder abrazarla, puesto que sabía que su Nadder en ningún momento dejó de preocuparse por ella.
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Después de todo, el Bufalord no necesitó de la ayuda de los jinetes. Cuando fue llevado al barco de los cazadores, este se liberó fácilmente y una vez que Hipo se aseguró que estaba a salvo, le ordenó a su equipo retirarse del lugar.
Al caer la noche, todos estaban haciendo un funeral vikingo a aquellos hombres que perdieron la vida debido al azote de Odín, donde Astrid compartió unas bonitas palabras para la despedida.
"Ahí es donde veo a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas. Me invitan a ocupar mi lugar entre las paredes del Valhala, donde los valientes vivirán por siempre".
Después de lanzar las flechas con fuego para quemar el barco pesquero, la rubia se perdió en sus pensamientos mientras el equipo se retiraba a casa, a excepción de Hipo.
- ¿En qué estás pensando?
-En que esto debe ser el inicio- le respondió el castaño.
- ¿De qué?
-De algo que dijo Viggo, que sabía dónde conseguir la oferta... ¿no crees que haya usado el ojo del dragón, verdad?
- ¿Cómo? no tiene la llave del espectro de nieve.
-Pero encontró al Bufalord sin ayuda, tenemos que averiguar cómo...- dijo con determinación.
La rubia sonrió de lado al ver que por si de Hipo dependiera, no mencionaría palabra alguna de lo que pasó en esos 3 días, pero ella tenía que hablar del tema.
-Hipo, quería darte las gracias. En verdad te debo una.
-No fue nada, tú habrías hecho lo mismo por mí- le respondió dándole una sonrisa.
-Es que tampoco puedo imaginarme un mundo sin ti- confesó sonriéndole de vuelta.
A lo que el castaño se enterneció y atinó a mirarla con ternura.
-Vámonos- pidió la chica comenzando a alejarse.
Hipo siguió sonriendo de oreja a oreja antes de poner un semblante alarmante. Si Astrid había escuchado esa confesión ¿acaso habría escuchado lo que le dijo cuando estaban en su cabaña?
¡¡Dioses!! tenía que investigarlo. Agitó la cabeza antes de pedirle a Chimuelo que se acercara a la Nadder.
- ¡Astrid! -gritó con nerviosismo.
- ¿Sí? -preguntó la chica con las mejillas sonrojadas, puesto que haberle confesado aquello que él le dijo mientras deliraba, le había acelerado el pulso.
Para Astrid fue increíble poder decirle que no podría vivir sin él; experimentar el casi haber ido al Valhala nuevamente, le había hecho reflexionar y sin poder evitarlo, descifró lo que sentía por el castaño.
Pero, ahora no sabía qué hacer con ese sentimiento. Por lo que consideró que decirle una frase que salía del fondo de su corazón era un buen comienzo para saber que se sentía y que elecciones debía tomar.
-Ehh ¿recuerdas que pasó en tu cabaña? -siguió preguntando con nerviosismo.
- ¿Hablas de cuando me encontraste? ¿O de la mañana siguiente?
-La mañana siguiente.
-Solo recuerdo que me caí, pero que me sostuviste ¿por qué? ¿dije algo malo? -preguntó sintiendo sus mejillas arder por la vergüenza.
-No, no... bueno, no fue nada malo- dijo aliviado de que su secreto estuviera a salvo- solo me asustaste.
- ¿Por qué?
-Es que te habías despedido de mí, como si esa hubiera sido la última vez que nos veríamos- confesó con una mueca.
-Disculpa, supongo que estaba delirando- aseguró apenada- sabes muy bien que iba a luchar hasta el final, no iba a renunciar a la batalla.
-Lo sé, porque eso fue lo que hiciste- contestó sonriéndole a la vez que llegaban a la orilla- te acompaño a tu cabaña.
-Gracias Hipo.
Una vez que llegaron, la rubia al bajarse de Tormenta se dio cuenta de que aún no recuperaba su fuerza al 100%, puesto que sus piernas le temblaron apenas tocó el suelo.
Pero como siempre, antes de caerse, Hipo la sostuvo entre sus brazos.
- ¿Estás bien? -preguntó angustiado.
-Parece que mi cuerpo aún no se repone del todo- dijo con simpatía.
-Descuida, te ayudo.
Dicho eso, la cargó con delicadeza para adentrarse a su cabaña y una vez que tuvo su cama de frente, la sentó con cuidado.
-Gracias de nuevo, ya vete a descansar. Me has ayudado demasiado hoy, debes estar agotado- mencionó con pena.
-Ayudarte jamás me será una carga si eso piensas- le aseguró sentándose a su lado.
Cuando estaba a punto de hablar, la rubia se le acercó para abrazarlo con fuerza. Este la abrazó de vuelta con cariño mientras se cuestionaba muchísimo lo que pasaría más adelante.
¿Qué debía hacer ahora? estaba enamorado de Astrid; el sentimiento jamás se fue de su corazón en todos esos años y eso le inquietaba. Porque antes no era consciente de sus sentimientos por su mejor amiga, pero ahora que lo sabía de sobra ¿qué seguía?
Le acarició el cabello sin darse cuenta, además de estrujarla contra su pecho con más fuerza. Soltó un suspiro... estaba en una encrucijada, quizá mañana tendría una respuesta a su cuestionamiento.
-Tienes que dormir un poco- le pidió separándola del abrazo.
-Eso haré- concedió dándole una sonrisa.
El castaño entonces se levantó de la cama y caminó a la entrada de la cabaña.
-Buenas noches Mi lady- se despidió de ella sin poder evitar el tono cariñoso al momento de llamarla por su apodo.
-Buenas noches Hipo- dijo de vuelta sintiendo mariposas en el estómago, debido a cómo le había llamado.
Ojos verdes y azules se quedaron observando fijamente un segundo antes de que ambos desviaran la mirada avergonzados.
Hipo dejó la cabaña de la rubia para ir a la suya, con la intención de olvidar lo que había pasado y dejar un poco de lado el descubrimiento de lo que sentía por ella. Mientras que, Astrid se cubrió con la manta antes de agradecer a los dioses por permitirle seguir con viva, pero lo más importante, pidió que le mandaran alguna clase de señal para que supiera que hacer con el descubrimiento de lo que sentía por el castaño.
Así es; Astrid también había descubierto que quería a Hipo más allá de lo que implicaba una bonita amistad.
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Que bonito es el amor xd... para mí estos dos ya habían aceptado internamente que se gustaban en este capítulo, a mí no me engañan.
La bonita costumbre... ¿qué capítulo creen que sigue?
Espero tardarme ya mucho menos en actualizar aquí ahora que tengo más "tiempo".
Nos vemos pronto :)
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