Padre y papá
Gideon ya no era un niño e incluso cuando lo fué siempre se comportó como un adulto, pero cuando estaba en compañía de Simon olvidaba que ya contaba con 16 años y pedía con desesperación mimos que el castaño le daba gustoso, después del efusivo encuentro donde hubo un largo abrazo y lágrimas compartidas, Gideon le extendió los brazos pidiéndole con ese gesto que lo lleve y Simón no esperó a que se lo pidiera dos veces, de inmediato lo levantó en sus brazos y siguió las indicaciones de su hijo para llevarlo a su habitación.
A unos metros de ellos Camille y su esposo miraban sorprendidos el comportamiento de su hijo, desde el accidente Gideon solía rechazar la ayuda de todos sin excepciones y jamás dejaba de buena gana que alguien lo llevará en brazos, antes prefería quedarse en el mismo lugar por horas y fue por ello que le compraron una silla de ruedas especial, podía manejarla como si fuera uno de sus autos a control remoto.
Mientras los Stevenson veían felices como su hijo le contaba a Simon acerca de una serie que había visto, el castaño iba preocupado luego de constatar que su pequeño tesoro estaba más delgado que Max, no pesaba lo que un joven de su edad debería pesar, eso quería decir que Gideon no se estaba alimentando correctamente, abrazó con fuerza a Gideon sin darse cuenta.
— Simón..., Simón me duele
— Lo siento... — Hubiese querido terminar diciéndole hijo pero tuvo que morderse la lengua.
Cuando entró en la recámara se dio cuenta que Camille tenía muy mimado a Gideon, había todo lo que un adolescente podía desear, desde historietas junto a golosinas, hasta la más modernas de las computadoras, sin contar la biblioteca adjunta a la habitación.
— Espérame unos minutos, te traje algo y lo dejé en el recibidor, iré por ello.
— Esta bien, pero no te tardes mucho — Simon depositó a Gideon en su cama, lo acomodó y antes de irse le revolvió el cabello — No hagas eso, arruinas mi peinado
En ese momento Simón vio a Isabelle, las mismas palabras que su esposa solía decirle y además aquel gesto, ese puchero que indicaba que le gustaba lo que estaba haciendo, pero que no pensaba decirle. Le volvió a revolver el cabello y salió riendo, fue a toda prisa a buscar sus cosas, pero no las encontró, escuchó el sonido de la porcelana al chocar y caminó siguiendo el sonido de la vajilla, todos estaban en el comedor riendo por algo que Raphael les había contado.
— Simón, me alegra que estés aquí, lamento no haberte dado una bienvenida apropiada, pero mi bebé y tú parecían estar en un mundo paralelo, no lo veía llorar y sonreír desde aquella vez que vio a su mangaka favorito dibujar a Naruto y regalárselo, pero dime ¿cómo has estado?.
Quería decirle, terrible, lleno de preocupación y pánico por tu culpa, pero no podía hacer aquello, ella no sabía que al irse se había llevado a su hijo — He estado bien Camille, pasaron muchas cosas que quisiera contarte, pero hay un tema en particular que quiero hablar contigo.
— Dime ¿En que te puedo ayudar?
Iba a hacerlo, le iba a decir que aquel niño que rescató de aquel basurero y cuidó como suyo era su hijo, pero Stevenson lo detuvo — Si demoras mucho Gideon se va a impacientar y luego no va a querer recibirte, en su estado, su humor es frágil y...
No espero a que su otro padre terminará de hablar, tomó las bolsas y camino de regreso a la habitación de su hijo.
— ¿Qué traes ahí? — Gideon lo veía sacar envases y luego un plato.
— Antes de venir preparé el desayuno, espero te guste
— No tengo hambre, mejor... — De pronto una cuchara entro a la boca de Gideon
— Siempre te han gustado las tortillas, anda acompañame a desayunar mientras me cuentas como has estado
Gideon adoro las tortillas con pan recién horneado y té de manzanilla, prácticamente le arrebató el plato a Simón y no paro de contarle su vida esos últimos meses que estuvieron sin verse.
Gideon no quería ser una carga para su familia y tenía miedo de ser abandonado en el futuro, estaba condenado a una silla de ruedas, sus piernas estaban muertas y ese era el motivo por el cual había intentado suicidarse, estaba llorando mientras le decía a Simón que no quería quedarse sólo, y lloró más aún cuando le dijo que extrañaba a Patrick.
Simón no pudo evitar las lágrimas, el dolor de su hijo era su dolor y odió a Isabelle por causarle sufrimiento a Gideon, lo tomó en sus brazos como si fuera un pequeño niño, lo sentó en sus piernas y lo arropó prometiéndole que nunca lo dejaría sólo.
— Te lo prometo Gideon, jamás en la vida voy a dejarte, siempre hasta el último de mis días mi corazón y alma te pertenecerá, te amo... hijo
Gideon lo abrazó fuerte, aún no cesaba su llanto pero estaba calmado, le creía, creía en Simón más que en su padre, incluso más que en su madre. Sin darse cuenta Simón se había ganado su corazón y antes de quedarse dormido susurro unas palabra.
— Ojalá y tú hubieses sido mi papá.
Stevenson no era malo y desde que conoció al pequeño hijo de Camille, lo amó, no por ser una obligación por amar a su madre, lo amó por ser quien era, un pequeño muy inteligente, tímido y de buen corazón, pero Gideon no pudo amarlo hasta muchos años después, por más esfuerzos que hacía no tenía avances en su relación de padre e hijo, Gideon desconfiaba de todos los hombres, siempre temeroso por culpa de Scott, hasta que un buen día pudo escucharlo llamarlo padre. Siempre padre jamás papá y ahora veía esa escena a través de las cámaras de vigilancia y sentía celos de Simón, pero a la vez estaba feliz, amaba a Gideon y si su hijo era feliz con el castaño entonces aceptaría que el nerd cuatro ojos se quedara a su lado. El problema sería la esposa de Simón, si ella intentaba formar parte de la vida de su hijo entonces tomaría a su familia y desaparecería, está vez para siempre.
Sí, Stevenson ya estaba enterado de quienes eran los padres biológicos de su hijo y aunque al comienzo discutió con Alec decidió callar y aceptar la presencia de Simón, todo por el bien de Guideon.
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