Hermoso Azul
Todos en el laboratorio estaban asombrados, aún no podían creer que aquel niño rubio que acompañaba a Gideon tuviese un arma y supiera usarla, y menos podían creer que hubiese amenazado a Magnus.
No sabían que estaba pasando, ellos había escuchado la conversación secreta que mantuvieron los adolescentes y no sabían que pensar, pero llegaron a la conclusión de que toda la familia Stevenson tenía nexos con el bajo mundo de la ciudad.
— Magnus debo ir a la cárcel, tengo que intentar hablar una vez más con Camille, las enfermeras estarán pendiente de Alec e imagino que tú también y si algo pasa, por pequeño que sea, avísame.
— Lo haré Catarina, yo cuidaré de él, pero antes de irte ¿podrías aplicarle algún medicamento? Mi Bebé está ardiendo.
— No, no puedo Magnus, antes de hacerlo necesito saber que tratamiento seguir, al medio día Guideon me dio una medicina extraña y se la apliqué, no me mires así tenía que correr el riesgo.
— Si te hubiese dado algo para matarlo...
— Por favor, Magnus, conocemos a ese niño desde hace cuatro años y fue criado por Alec ¿tú crees que le haría daño?
Magnus se vio afligido y negó suavemente — No, sé que no lo haría, es sólo que las compañías que tiene..., tengo miedo Cat, temo que quieran hacerle daño a mi Alec, no lo soportaría, esta vez me iría con él.
Catarina lo abrazo con fuerza, entendía el miedo que sentía su amigo, apenas hace unos días que habian recuperado a aquel a quién creian perdido para siempre.
La fiebre era demasiada y Magnus estaba desesperado tratando de bajarle la temperatura, ponía compresas frias en la frente de Alec y las tenía que cambiar casi al instante porque se calentaban rápido. Fueron unas horas llenas de pánico pensando que su querido esposo podía dejarlo, Magnus había escuchado lo peligroso que una fiebre podía ser si no era controlada, así que suspiró aliviado cuando la temperatura empezó a bajar, la medicina y sus cuidados estaban dando los resultados esperados así que decidió salir por algo para almorzar.
El estofado de carne que le envío Maryse estaba delicioso, así que se tomó unos minutos para disfrutarlo. No fue mucho tiempo en realidad, estaba muy preocupado por dejar a su esposo solo, así que regresó presuroso a la sala donde se encontraba y por poco se infarta.
Su Alec estaba desnudo y las enfermeras que Catarina contrató para su cuidado con esponja en mano, ellas estaban listas para recorrer su cuerpo.
— ¿Qué creen que hacen?
—Señor..., Vamos a darle un baño, el paciente a sudado mucho a causa de la fiebre y...
Magnus soltó un sonido grave, como si fuera un lobo protegiendo a su manada, incluso enseñó los dientes, haciendo retroceder a las enfermeras, el moreno estaba muy celoso y las hecho prácticamente de las greñas diciendo que él se encargaría.
Su Alec había sudado mucho y su cuerpo estaba pegajoso, sabía que las enfermeras solo hacían su trabajo, pero no podía evitarlo, Magnus era sumamente celoso. Observó y se dio cuenta que ya habían limpiado sus ojos y oídos a sí que empezó con su cuello, hombros, brazos, manos y axilas, tallaba con cariño la piel blanca frente a él, luego siguio su torax para luego bajar más a sus piernas y pies, luego la región genital, justo cuando no sabía cómo levantarlo para lavar su espalda y gluteos llegó la ayuda.
—Solo venimos a ayudar, así que controla al animal interior que llevas dentro.
Jace se colocó a la cabecera de la cama encargándose del cuello de Alec y de sujetar el tubo laríngeo, apenas llegó a las instalaciones las enfermeras le explicaron lo que estaba pasando y le mostraron un vídeo y le pidieron que entrara a ayudar.
Tambien Robert entró —Mas te vale no hacerme caras, recuerda que he visto a mi hijo desnudo más veces de las que tú lo has visto.
Con cuidado giró un poco el cuerpo de su hijo para que Magnus procediera a lavar la espalda y nalgas. Enjabonar, aclarar y secar, fueron tareas repetidas constantemente, Alec era grande, luego hidrató su piel aplicándole crema y cuando terminó, hizo la cama lo antes posible teniendo toda la ropa preparada previamente.
Magnus lo arropó con sumo cuidado, siempre pendiente de no dañarlo, minutos después volvieron las enfermeras para checar sus signos vitales y colocar los parches que le habían quitado, también colocaron nuevamente el suero, habían tenido que quitarle todos los accesorios médicos para asearlo, comprobaron que no había problemas con la intubación ni con su respiración y luego se retiraron.
Magnus permaneció a su lado hasta que cayó la noche, sus suegros e hijos fueron a descansar, Isabelle y Simón habían ido al juzgado para volver a hablar con el juez, esperando poder convencerlo de liberar a Camille. Se estaba quedando dormido cuando escucho un ruido, se levantó de golpe y era una de las enfermeras que venía a comprobar los signos vitales del paciente, mientras ella hacía su trabajo fue a cenar, cuando regresó volvio a cambiar las compresas de su frente y se levantó para ir por más agua helada, cuando lo escuchó.
Era un jadeo adolorido, volteó de inmediato, tan aprisa que era un milagro que no se hubiese roto el cuello, vio los labios de su amado esposo entreabiertos y subiendo la mirada un poco más sus impresionantes ojos azules, después de años volvía a verlos, aquellos luceros azules, ese hermoso azul, esos perfectos ojos lo miraban llenos de amor, era la misma mirada que le daba cuando todo era felicidad.
Magnus se abalanzó al costado de la cama — Mi amor, mi amor, mi Alec, ¡oh Dios! gracias, gracias.
Sólo fueron segundos, Alec quería decirle algo, se notaba sus intentos a pesar de tener el tubo endotraqueal atravesando su garganta, pero de pronto sus ojos se cerraron nuevamente y su cuerpo empezó a convulsionarse.
Las enfermeras entraron corriendo junto a Catarina.
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