Capítulo 2: Omega
Su mente se había encontrado nublada sin poder aclarar sus pensamientos.
Su cuerpo completamente caliente pese a la desnudez en la que se encontraba era sofocante y aquélla necesidad que nacía en él, en lo más profundo de su ser que pedía a gritos ser saciada.
Sus dedos, húmedos por el líquido que escurría de aquélla entrada y caía por sus muslos, preparado y deseoso del contacto que lo hiciera sentir lleno.
Jonathan jamás pensó llegar a experimentar tal cosa, cuando su mente, luego de estar finalizando ya su quinto día de esa forma estaba más clara.
Aquélla necesidad tan dolorosa, agobiante que su ser le martillaba era indescriptible.
Su ser, su Omega.
Lo había sospechado desde varios semanas atrás, en su cuerpo, sentía como algo en él cambiaba, despertaba.
Podía percibir un olor dulce y agradable emanar de sí, la esencia de fresas en medio del campo primaveral, pero había algo más.
La sensación de ser cubierto por el mismo sol, no uno agresivo que te quema con sus rayos. No, aquél aroma era como si el sol cubriera su cuerpo en medio del frío y calentase su alma.
Luego fue su olfato, si bien ya era inhumano gracias a su ascendencia Kryptoniana, fue impulsado de tal forma, que las fragancias que las demás personas tenían lo sofocaban en ocasiones.
Fue cuando su cuerpo no pudo más y colapsó cuando volvió a su hogar, fue que se entendió a si mismo.
Allí, en un cuarto en la Fortaleza de su padre, Jon veía su cuerpo con sumo cuidado, como si de un ser diferente se tratase.
Lo que más le sorprendía, era que se sentía mucho mejor, más fuerte, más... libre.
Era como si su Omega hubiese estado cautivo dentro de sí, encadenado e imposibilitado en salir y revelarse al mundo exterior.
Abrazó sus piernas mientras se apoyaba en su mejilla, dejando que un suspiro lleno de paz saliera de su boca.
Su piel blanca y hermosa, sus ojos azules brillaban en serenidad absoluta.
Su cuerpo ahora relajado, habiendo pasado su primer celo increíblemente tortuoso, podría estar más tranquilo.
—Hijo, ¿Cómo te sientes? —preguntó Lois entrando con una bandeja en sus manos.
—Estoy bien mamá. —le sonrió Jon a la mujer.
Lois dejó la bandeja a un lado y se acercó a su hijo y envolverlo en un abrazo y cubrirlo con su aroma. Jon ronroneó ante el calor que su madre le daba, tan cómodo que solo pudo afianzar más su contacto.
Su madre, una Omega de Clase Media, fue la mejor persona que Jon podía tener en este instante, alguien que había pasado exactamente lo mismo que él en el pasado, pero en menor medida.
Ahora liberado del abrazo, Jon comió y bebió hasta estar saciado, aseó toda la extensión de su cuerpo y se preparó para lo que venía.
Momentos Después
—¿Qué acabas de decir? —cuestionó Clark incrédulo a su padre.
—Jonathan debe quedarse Kal, al menos hasta que esté listo para salir. —respondió Jor-El. —Es crucial para él al ser Omega.
—¿Porqué es tan importante? —preguntó Jonathan viendo a su abuelo. —Conozco los cuidados que debo tener al ser Omega.
Jor-El sacudió su cabeza mientras, sorprendiendo a todos, coloca suavemente sus brazos sobre los hombros de Jon. —Eso sería si fueras un humano normal Jonathan. —le dijo. —Los Omegas Kryptonianos son tan escasos que en mi vida solo conocí diez de ellos.
Fue esa declaración la que dejó un silencio casi oscuro, el habla se esfumó de todos, en especial de Jonathan que no podía tener sus ojos más abiertos de la impresión.
—Eres especial Jonno, y por ser alguien especial necesitas saber lo que implica ser un Omega de Krypton. —dijo Jor-El.
Jonno, ese nombre que su abuelo le había dado, pocas veces lo ha usado, pero aquél sencillo nombre se sentía tan agradable que lo aceptó sin más.
Después de él, hubieron unos pocos que también comenzaron a usarlo, sus padres fueron uno de ellos, Damian y Billy son otros que lo usan, aunque el Wayne pocas veces lo hace.
—Lo primero que debes saber es sobre tus feromonas, tus padres lo comprobaron cuando te trajeron aquí. —le dijo Jor-El.
—¿Mis.. feromonas? —preguntó Jon un tanto confundido. Él, no sentía que ellas estuvieran mal.
Asintiendo, Jor-El continuó. —Así es Jonno, tus feromonas son demasiado fuertes, cuando las liberaste por primera vez a su máximo incluso Kal se vio afectado por ellas, quizás sea por el hecho de que el sol amarillo incrementa más su poder.
Ese dato en verdad descolocó un poco al oji azul, no creyendo que sean tan poderosas.
—Hay otras cosas que debes saber, pero lo principal es enseñarte dos cosas. —señaló Jor-El mientras se ponía de pie.
—¿Y qué cosas serían? —preguntó Lois.
—Necesita aprender a suprimir su olor, los pocos Omegas que conocí en Krypton tenían la capacidad de reducir y camuflar su olor a tal punto que pasaban como un Beta. —informó. —También quiero entrenarlo para que pueda ser capaz de resistir la voz de mando, evitar que alguien lo intente doblegar.
Esa sola idea puso lo pelos de punta a Clark e instintivamente dejó salir un gruñido de su boca haciendo estremecer a Jonno y que Lois bajara la cabeza en señal de sumisión.
Jor-El lo sabía, fue sin la intención de lastimarlos. Su instinto como padre y Alfa le instaba a querer proteger a su hijo, su cachorro.
Jon lo sabía, él mismo había visto a lo largo de estos años de patrullajes y misiones con Damian y otros más de lo que su abuelo hablaba.
Su sangre hervía cada vez que recordaba las expresiones de dolor y tristeza en aquéllos Omegas casi lo hizo llorar.
El propio Superman tuvo que detenerlo en una ocasión cuando golpeó brutalmente a unos Alfas que habían abusado de un pequeño no mucho mayor a él.
Por eso aceptó lo que su abuelo le pedía, no solo para protegerse, sino también con ello, tener la capacidad de ayudar a otros.
Decidido, Jonno dejó a sus padres y abuelo discutiendo algunas cosas más mientras él caminaba y se disponía a contemplar la belleza que el Ártico.
Sus ojos contemplaban el horizonte mientras su mente vagaba en el futuro, meditando lo que podría deparar su futuro.
Su mano tocó su cuello, justo en su nuca donde, lograba sentir, la glándula donde en un día sería marcado por alguien y unirse hasta el fín de sus días.
.
.
.
.
.
.
Pinceladas iban y venían, pintura era adherida en un lienzo mientras su ejecutor, mantenía su respiración tranquila.
Aquél cuarto oscuro, apenas y tenía la suficiente iluminación para poder observar lo que sucedía, pero eso era suficiente para él.
Se detuvo y retrocedió unos pasos para admirar lo que había hecho, un suspiro salió de sus labios.
Un chico de brillantes ojos azules y con una encantadora sonrisa era lo que se veía en aquél cuadro.
Fue casi instintivo, su mano se movió por si sola y plasmó allí lo que su mente traía a colación.
Hacía mucho tiempo que no se sentía de esta forma, ya iba un mes desde la última vez que lo vio y Damian no paraba de preguntarse si le había sucedido algo.
Los primeros dos días le pareció normal, si bien el Kryptoniano menor le hablaba vía chat, cabía la posibilidad de que se encontrase aún enfermo, pese que es extraño al tener sangre Kryptoniana.
Pero a medida que pasaban los días y no había señales de Jonno, fue cuando sus instintos comenzaron a golpearle más.
Trató de comunicarse con él o con Superman, pero no tuvo resultados.
Demonios, hasta se atrevió a preguntarle a su padre, siendo que la relación de ambos no había mejorado mucho con el paso de los años.
Su Alfa y su alma misma aullaban clamando por el chico, pese a que no desea ni lo admitiría abiertamente.
Porque lo odió. Si, Damian había odiado a Jonathan en el pasado, cuando recién se habían conocido.
El chico hizo algo que nadie, a excepción de su hermano mayor en contadas ocasiones había logrado.
Había conseguido ver a través de su máscara, fácilmente, Jonathan había visto el dolor que su alma albergaba y procuró el llenarla de momentos felices y cariño.
Tenía solo 10 años y sin embargo, Jonno vio algo en él que su padre jamás pudo.
El detective más grande del mundo, el afamado Caballero de la noche, vencido por un niño de 10 años.
Damian resopló un poco divertido de ello.
Acercándose al ventanal, contempló como poco a poco la noche iba cubriendo la ciudad, su ciudad.
Pronto llegaría el momento de colocarse el manto y salir a combatir el crimen en las calles de aquélla ciudad llena de oscuridad.
—¿Dónde estás? —se preguntó Damian viendo a la nada mientras pensaba en aquél azabache de ojos azules como el cielo.
—¿Joven Damian? —cuestionó la voz de un hombre mayor. —¿Se encuentra bien?
Dejando de mirar por el ventanal, Damian volteó la mirada hacia el hombre, con su mirada serena y estoica como es costumbre desde hace unos años que fue reemplazo de su semblante amargado y siempre enojado.
—No es nada Alfred. —contestó mirando al Beta quien había entrado a su habitación y se quedó mirando unos momentos el cuadro de pintura.
—Ha quedado hermoso, señor. —declaró Alfred admirando la pintura, los colores y como esta pintura, te hacía sentir como si la persona estuviera realmente allí. —¿Preocupado por el Joven Jonathan? —cuestionó.
Una sonrisa leve se instaló en el rostro de Damian mientras agarraba la pintura y la movía hacia otro lado de la habitación.
—¿Tan fácil me leíste? —preguntó Damian al mayordomo.
Alfred se encogió de hombros. —Si llegó a preguntarle a su padre por él, era fácil adivinarlo señor. —dijo en su mismo tono, pese a que encontraba divertido ello. —Además tanto el joven Richard como yo sabemos lo importante que es el joven Jonathan para usted.
Alfred jamás lo dijo, pero agradecía que el pequeño Kryptoniano hubiera llegado a la vida de Damian, del chico al que consideraba y quería como a un nieto más.
—Damian. —una voz gruesa y dominante se escuchó en el umbral de la puerta.
La pequeña sonrisa que estaba en el rostro del oji verde se esfumó como si de un huracán se la hubiera llevado.
Volteó su mirada ahora sin emoción alguna hacia el hombre, alto, fuerte, un traje negro y gris con el símbolo de un murciélago marcado en su pecho.
—Quiero que estés listo en diez minutos, hay un cargamento de droga que va a ser comercializado esta noche. —dijo Batman para luego, justo como llegó, se fue del lugar.
Un silencio se formó en la habitación hasta que, el mayor de ambos suspiró con pesadez.
—Mejor me iré. —habló finalmente el joven Wayne rompiendo aquél silencio.
Alfred lo vio irse del lugar con un poco de tristeza marcada en su rostro.
Podrá ser un Beta, pero sabía diferenciar a la perfección los aromas de otros y sabía como se encontraba el oji esmeralda.
Su aroma ya fuerte se había vuelto más pesado, con la sensación de frialdad y tristeza en este inundando el lugar.
El mayordomo no entendía porque el patriarca Wayne no se abría a su hijo menor, a ese niño que cuando llegó enmascaró su necesidad de calor en agresividad y deseos de sangre, como se le había sido inculcado.
Sus manos se apretaron cuando un recuerdo llegó a su mente, inundando su ser de una ira incandescente.
Respiró profundamente para calmar su ser, observando por una última vez la habitación y sobretodo, el cuadro recién pintado, abandonó el lugar.
-------------------------------------------------------------
Holas, es la primera vez que les hablo aquí jeje
Vaya, me siendo de lo peor, por poco y dejaba completar el año entero sin actualizar siquiera el segundo capitulo de esto, enserio lamento tanto la espera.
Pero como ven, enserio quiero retomar esta historia, por lo que si deciden seguirme y descubrir más de ella, bienvenidos son.
Gracias por sus votos, comentarios, lecturas, etc.
Nos vemos en el próximo....... que espero no tarde tanto esta vez jejeje
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top