Las páginas que pasamos bajo el árbol
¿Cómo no recordar aquellos días? Si nos sentábamos juntos bajo aquel árbol de mango a mediados de junio, casi siempre a la misma hora, todos los días de la semana. Era extraño el día que no estuviéramos allí. El estudio era lo único que nos separaba en esos días.
Yo llegaba a su casa, hablábamos unos largos minutos hasta que yo le animaba:
—Vamos a leer.
—¡Oh! Claro, voy a buscar el libro —respondía.
Ella iba a su cuarto y buscaba el libro, luego caminábamos de regreso hacia debajo del frondoso árbol donde la brisa nos acariciaba sin descansar y nos sentábamos en una gran piedra que había al pie de éste.
Allí yo me perdía en la lectura y en mi voz, ella en la mía y en su imaginación.
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Este corto cuento es inspirado en hechos reales (No hay nada de ficción).
Fue con una de mis mejores amigas que comencé a adentrarme en la lectura.
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