Con este cuento corto cuento le doy final a esta corta colección de cuentos.

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Sentada en el banco de cemento agrietado en la solitaria plaza del centro de la ciudad, se sentía nerviosa por esperar tanto el momento. Su anhelada cita llegaría.

Mientras esperaba recordó cómo había iniciado todo:

Él la agregó a esa red social. Ella lo aceptó sin importar que su información personal fuera revisada por un total desconocido. Luego comenzaron las simples charlas, un cómo estas, qué haces, qué tal te fue. Y ella comenzó a sentirse querida por aquel desconocido. Él comenzó a darle lo que necesitaba en su corta vida, con apenas dieciséis años.

Ella saliendo de una relación hacía tres meses, sintió que no tenía nada de malo conocer a alguien que, virtualmente, había visto por fotos. Quizá eso le terminaría de sacar los malos recuerdos vividos en su último romance.

Ya había pasado media hora y él no llegaba. Miraba y miraba. Nada. Vio pasar un señor con su perro. Luego una niña con su madre. Después nada. Nadie.

De pronto una mano apareció por detrás de su hombro derecho, otra por su costado. La primera le tapó la boca y nariz con un pañuelo negro húmedo, la otra pasó por debajo de sus senos, haciendo presión hacia un cuerpo extraño. Solo hubo quejidos ahogados que nadie oyó. Luego solo habló el viento.

Una zapatilla azul con negro, un pañuelo con formol y fibras de un guante de herrero serían las únicas pistas para el expediente de un futuro caso.

Lastima que ella nunca pudo ver el rostro de su verdadero amado.