Planes y demostraciones

“Un amigo es aquel que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”

Elbert Hubbard

Hacía un mes desde que el niño de ojos ambamarinos se unió a los bromistas y fue lo mejor que le había podido pasar a los merodeadores era que Remus se le uniera. Sus bromas de por sí eran muy buenas pero con el niño allí se volvía mil veces mejor. Remus se sentía completamente feliz, pues además de tener buenos amigos los bromitas lo defendían de absolutamente todo. El licántropo era perfectamente capaz de defenderse por si mismo pero no era de los que buscará pelea y si se enfadaba podía dejarlo malherido.
Sin embargo, en todo aquello había algo raro. Remus no hacía el más mínimo ruido al andar, por no decir que solía saber siempre quien estaba cerca mucho antes de que los demás se percataran de ello. También aquellas desapariciones que sucedían una vez al mes y el muchacho justificaba con las visitas a casa de su madre, la cual estaba enferma.
-Me preocupa eso -comentó James con el ceño fruncido cuando los tres estaban solos en la habitación-. ¿Deberíamos impedir que vaya? -preguntó indeciso.
-Hombre, yo creo que si. No deberíamos dejar que le hagan eso -contestó Peter mirándolos a ambos.
-Francamente, Pete no se qué demonios pasa. Cuando Remus se va tarda varios días en volver y es como si estuviese tenso todo el rato, por no decir de lo de las heridas -murmuró mirando al suelo.
-¿Deberiamos decirle McGonagall? -expuso Peter con preocupación. Sirius negó con firmeza.
-No lo creo, Peter. Sinceramente si lo contamos lo perderíamos y no podríamos ayudarlo más. Esperemos un tiempo, si sigue igual tomaremos medidas -propuso el niño mirándolos con seriedad. Sus amigos asintieron conformes. En ese momento llegó Remus. Iba con su característica montaña de libros y alguna que otra barra de chocolate.
-Hola Rems -lo saludó Peter como si la conversación no hubiese tenido lugar.
-Hola Pete -sonrió Remus. Miró a James y Sirius y los notó algo tensos-. ¿Pasa algo? -preguntó con la voz algo temblorosa.
-En absoluto, colega -mintió James. Remus sonrió un poco-. Sólo que estábamos pensando en alguna broma para gastarle a Quejicus -explicó con una sonrisa malévola. El niño de ojos ambamarinos resopló indignado.
-¿No os cansáis de molestarlo? -les preguntó mientras se sentaba en la cama y los miraba con cara de hermano mayor. Sirius sonrió por eso.
-Cualquier momento es bueno para molestarle -comentó mientras se apartaba el pelo de los ojos. Avanzó hacia el muchacho y puso ojos de cachorro triste-. ¿Nos ayudarás, Remsie? -preguntó. Remus miró a otro lado.
-No me mires así, Sirius. No puedo negarte nada cuando me miras de esa forma -dijo cerrando los ojos.
-Por favor -repitio el niño. Remus frunció el ceño.
-¡Esta bien, está bien! Os ayudaré, ¿contento? -cedió el muchacho-. Pero os ayudo con el plan; sin embargo, no lo llevaré a cabo no me gusta molestarlo - añadió mirándolos con algo de inseguridad. James asintió conforme. Remus suspiró interiormente. En poco tiempo les había cogido tanto cariño que le daba miedo, hasta el punto de no poder decirles que no. Pero con Snape era algo diferente. No es que le gustara especialmente meterse con el pues los tres amigos lo odiaban y cuando hacían sus bromas a alguien no le guardaban rencor.
Remus se apartó el flequillo de los ojos y se reunió con ellos.
-¿Tenéis algo pensado? -preguntó ceñudo.
-Bueno, se me ha ocurrido colarnos en la sala común de Slytherin y pintarle el baúl y las paredes - expuso Peter pensativo. James lo miro encantado.
-Es brillante, Pete -lo eligió este, haciendo que el regordete se sonrojara del orgullo.
-Es bueno -admitió Remus mientras empezaba a pensar encantamientos para llevar a cabo la broma-. Deberíamos usar el encantamiento de pegado permanente -sugurió pensativo.
-Si, y la mezcla la haremos con las pociones de Peter - añadio Sirius.
-¡Oye!
-Lo siento, Pete, pero eres un desastre en pociones -dijo Sirius poniendo cara de que no había remedio para aquello. Peter sonrió un poco.
-Bueno pues entonces ya está ¿no? -preguntó Sirius. Pasó la mano por el pelo de Remus y lo revolvió-. Gracias, Rems, no se que haríamos sin ti -le agradeció sonriendo. Remus asintió y también sonrió.  Se quedaron así un rato, en silencio pensando en sus cosas.
-Remus...yo de verdad que siento mucho se haberte hecho daño -se disculpó James mirándolo con sus ojos color avellana. Remus clavó los suyos en él. El niño había sido capaz de perdonarlo pues entendía su posición; sin embargo, el lobo le había guardado algo de rencor. Cerró los ojos y lo oyó aullar algo que interpretó como: «Yo perdono, perdono James».  Remus sonrió ampliamente.
-No pasa nada, James. En serio, fue feo de mi parte reírme a sin que supongo que te debo una disculpa -contestó con una media sonrisa. James asintió y le dio un golpe amistoso en la espalda.
Se quedaron un rato en silencio mirándose y sintiéndose un poco. Entonces Peter se estiró y miró la montaña de libros que traía Remus.
-¿Qué lees, Rems? -preguntó el regordete mientras se levantaba y cogía uno de los libros. Remus se tensó instantáneamente.
-Esto...bueno, libros sobre criaturas oscuras. Me interesan mucho.
«No sabes cuánto» añadió interiormente. Los tres amigos se miraron entre sí, y Remus supo enseguida que algo no iba bien.
-¿James? ¿Pete? ¿Sirius? ¿Qué pasa? -les preguntó algo nervioso.
-Remus...¿crees que no nos damos cuenta? -le respondió Sirius con seriedad. La cara del niño cambió por completo a una del más completo y absoluto miedo. «Lo saben, saben que soy un monstruo». El pánico le inundó el corazón.
-¡Lo siento mucho! ¡E-entenderé si n-no queréis s-ser m-mis a-amigos! ¡Lo siento mucho! -se disculpó mientras las lágrimas rondaban por sus mejillas. Se cogió la rodillas y enterró la cara ahí. Sirius vio como el niño se convulsionaba levemente a causa del llanto. Se le llenó el alma de angustia y pena.
-Rems...-murmuró mientras se le acercaba despacio. Peter y James se acercaron a él de igual manera. Remus sintió al lobo gruñendo y deseando ser liberado-. Oye, no pasa nada. Nosotros ya lo sabemos y queremos ayudarte.
-Nadie puede ayudarme -murmuró el niño con la vista baja.
-¡Claro que sí! Mira, si alguien te hace daño en casa puedes denunciarlo -le dijo James con gentileza. Remus alzó la vista. ¿Maltrato en casa? Suspiró aliviado. No lo sabían pero creían que las heridas que lo marcaban eran hechas por alguien. «Muchas de ellas si» pensó afligido. Miró a los muchachos y percibió el miedo y la preocupación por que alguien lo dañara. Sonrió un poco.
-No es nada, en serio -contestó con una media sonrisa.
-Claro que lo es, si alguien te pega debes decir algo -se indignó Peter. Remus negó violentamente con la cabeza.
-No, por favor. Sólo me metería en más problemas -murmuró mientras se secaba las lágrimas. Los niños asintieron poco convencidos.
-Si necesitas ayuda, Remus, puedes contar con nosotros, ¿lo sabes verdad? - le preguntó James con seriedad. Remus asintió. Se quedaron todos quietos sin saber que hacer o decir. Entonces Sirius abrazó a Remus con torpeza. El niño se tensó por la sorpresa pero enseguida se relajó. Inspiró el olor de su amigo. Olía a lluvia, y el olor de la noche mezclado con la colonia de los Black. Remus se quedó quieto, pues en mucho tiempo no lo habían abrazado pero pudo saber lo que Sirius sentía haciendo aquello. Quería demostrarle que estaría con él siempre pasará lo que pasará. Y por primera vez en mucho tiempo Remus se relajó y sintió como en casa.

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