La noble y ancestral casa de los Black

Qué es la vida sin un poco de riesgo?

(Harry Potter y la orden del Fénix)

Sirius Black, era el heredero de la noble y antiquísima casa de los Black. Su familia tenía unos ideales sumamente anticuados, como casarse entre primos para mantener la pureza de sangre, tratar a los muggles, nacidos de muggles y squibs como si fueran escoria. Sirius odiaba los ideales que tenía su familia y la despreciaba profundamente, a excepción de su hermano Regulus. Sirius tenía la esperanza de que no se pudriera como su familia. El muchacho tenía el pelo negro azabache y ondulado, profundos ojos grises y unos rasgos aristócraticos. Sirius era un auténtico rebelde y un bromista con mucho ingenio. Sus bromas solían ir destinadas a sus primos, tíos, abuelos...
Sirius apreciaba a su prima Andrómeda, la cual se había casado con un nacido de muggles. Por el hecho de haberlo hecho, se la borró del árbol genealógico. Toda la familia estaba muy enfadada e irritable, pero Sirius estaba muy feliz, pues el esposo de su prima era muy simpático.
El muchacho odiaba cuando la familia venía de visita en pues se tenía que poner un traje muy incómodo y seguir el protocolo a raja tabla. Él, obviamente, no hacía esto. Gastaba bromas muy bien planeadas y con ello, se llevaba los azotes del elfo doméstico de su familia, el cual disfrutaba de pegarle y Sirius se lo devolvía con sus bromas más malvadas. También lo castigaban en el trastero, sin salir y a oscuras.
Fue con una de estas comidas familiares la cual lo cambió todo. Era un día de invierno y Sirius y su hermano Regulus esperaban en la puerta, con sus mejores trajes. El muchacho había decidido que su tía abuela Casiopea se iba a tragar su mejor broma hasta el momento. Todo sucedió según lo planeado, su tía lo despreció igual que siempre y él también se ocupaba de devolvérsela. Cuando su tía abuela se sentó en la silla, algo explotó y produjo grandes cantidades de humo blanco. Su madre gritó como una histérica, mientras su hermano y él contenían la risa. El humo blanco desapareció, y Casiopea se vio vestida de hombre muggle y con tinta en la cara. Sirius empezó a reír a carcajadas, mientras su tía salía corriendo por la puerta como alma que lleva el diablo.
La señora Black se volvió hacia su hijo echa una furia, y lo arrastró lejos de Regulus.
-¿¡Como te has atrevido?! - le gritó su madre echa una furia.
-Se lo merecía - contestó molesto, alzando la mirada. Fue un visto y no visto, la señora Black sacó la varita y utilizó la maldición cruciatus para castigarlo. Sirius sintió un dolor insoportable recorriéndolo por dentro, haciendo que se retorciera y gritara de dolor. La señora Black paró pasado un rato, y cogió del pelo a su hijo, obligándolo a mirarla.
- Si sigues así, te convertirás en alguien como...esa...esa... -bramó furiosa.
-¡Pues prefiero ser como Andrómeda a convertirme en alguien como tú! ¡Esto harto de esta jodida familia! - contestó Sirius. Estaba que se subía por las paredes, y su odio hacia su madre se intensificó. La señora Black lo miró como si fuera algo muy molesto y desagradable que estaba pegado en la suela de su zapato. Lo abofeteó con fuerza, y le dejo las mejillas rojas y doloridas. Walburga Black, lo condujo hasta el trastero y lo encerró allí. Sirius se lanzó contra la puerta hasta el agotamiento. No fue consciente de que Regulus entraba y le dejaba una manta y agua. Normalmente se quedaba allí durante dos días o menos, pero aquella vez Sirius estuvo encerrado durante cuatro largos y angustiosos días.

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Cuando lo dejaron salir, sus padres se volvieron mu estrictos con él. Lo castigaban por cualquier falta, con la esperanza de poder corregir la actitud de su hijo, pero Sirius tenía una voluntad de hierro y no cedió ni una sola vez. Entre los peores castigos que había tenido que lidiar estaba aquel cuando le había teñido el pelo a Lucius Malfoy, de un rosa muy fuerte, cuando él y su familia estaban de visita. El elfo de los Black lo azotó si piedad para luego dejarlo en el odiado trastero. Sirius no supo cuánto tiempo estuvo allí, pero cuando salió, comió como nunca antes.
Se subió a su habitación, molesto con sus padres e incluso con Regulus por no apoyarle. Se sentó en la cama y miro el techo, aburrido. Dentro de poco cumpliría los once años, y con ello Hogwarts. Estaba impaciente por ir, pues estaría lejos de sus padres y no tendría que lidiar con ellos. Por otro lado, no vería a Regulus hasta dentro de mucho, y eso lo apenaba. Como si sus pensamientos lo hubieran invocado, su hermano llamó a la puerta con suavidad.
-¿Sirius?¿Estás dormido? - preguntó, dubitativo.
- No, Reg, - gruño el otro - pasa.
El hermanito de Sirius entro y se sentó al borde de su cama.
-¿Estas enfadado? - preguntó en voz baja. Su hermano negó con la cabeza.
- No, contigo no. ¿Sabes, Reg? Me muero por ir a Hogwarts, pero me da pena dejarte atrás.
Regulus guardó silencio. Sirius observaba a su hermano, esperando a que respondiera.
- Te echaré de menos - murmuró en voz baja. Sirius se acercó y le revolvió el pelo.
-¿Sabes una cosa? No voy a estar en Slytherin, yo seré un Gryffindor - afirmó con energía y muy convencido de ello.
- Pero...pero...¡Mamá te matará! Además, toda la familia a estado en Slytherin - se indigno Regulus.
- Ya, pues yo voy a romper la tradición - le aseguró este. Regulus meditó un instante y suspiró.
- Supongo que llevas razón. Tu eres diferente a la familia - se levantó de la cama y se despidió con cariño-. Hasta mañana Gryffindor idiota.
Sirius sonrió a su hermanito y lo vio desaparecer tras la puerta.

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