La desgracia de la familia Lupin

"Debemos procurar no hundirnos bajo el peso de nuestras iribulaciones, y seguir luchando"

(Harry Potter y el misterio del príncipe)

Remus Jonh Lupin era un niño de seis años normal y corriente, que vivía con sus padres a las afueras de un pequeño pueblo, por lo que se encontraban aislados. Remus era delgado y bajo para su edad, de cabello arenoso y unos hermosos ojos ambamarinos, los cuales había heredado de su padre. El niño era extremadamente parecido a su madre, a excepción de los ojos. La señora Lupin trabajaba en el Ministerio de Magia y el señor Lupin era un alquimista demasiado curioso. El niño quería a sus padres con locura, pero especialmente a su padre el cual le leía cuentos muggles para que durmiera, y lo dejaba ayudarlo en su trabajo. Remus adoraba que le leyeran cuentos a la luz de la luna, ya q según él, le daba un aspecto más mágico a la escena.
El niño tenía un tía, la cual era hermana de su madre, y era evidente de que a su pariente le tenía un profundo desprecio a su hermana e hijo. Remus no entendía el por qué y siempre se esforzaba en complacer a su tía, pero de nada servía. Con el señor Lupin, todo era diferente. Su voz adoptaba un tono suave y muy meloso, que, en opinión de Remus, era insoportable. La hermana de la señora Lupin, trataba a su marido con casi adoración y era muy atenta a él. John Lupin la trataba con cortesía y respeto, pero nada más.
Un día, sin embargo, ocurrió algo que lo cambió todo. Danna Lupin, así se llamaba la madre de Remus, vino muy alterada aquella noche. Su cabello arenoso estaba muy revuelto y su piel estaba más pálida de lo normal. Una capa de sudor le cubría la frente y sus ojos estaban cargados de agobio y muchísima preocupación.
A Remus se le encogió el corazón de verla así, y se echó en brazos de su madre. Esta lo abrazaba con fuerza, como intentando protegerlo de un peligro invisible. Enredó los dedos en su suave cabello, mientras susurraba incoherencias y besaba su frente. John Lupin miró a su esposa preocupado y la hizo volver el rostro hacia él y mirarlo.
-¿Qué pasa, Danna? - le preguntó muy serio, pero con un poso de angustia en su mirada ambamarina.
-Ha escapado, John, dios mío...dice que v-vendrá y se lo l-l-llevara...- rompió al llanto, y se miró las manos desolada. Remus abrazaba a su madre con fuerza, preguntándose que demonios estaba pasando.
-¿Quién? - preguntó el señor Lupin sin perder la calma, pero Remus notó un deje de pánico que intentaba ocultar.
-G-g-greyback - tartamudeó comida por la angustia. John palideció. Abrazó a su mujer e hijo temblando de miedo, rabia e importencia. Remus no entendía nada, ni sabía quién era ese tal Greyback, pero supo que era mejor no saberlo, por el miedo que percibía en sus padres. Y así se quedaron, muy juntos los tres, intentando pasar desapercibidos y rezando por que nada les pasara.

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Remus supo enseguida que algo andaba mal. Desde aquella noche en la que se mencionó a Greyback, sus padres no lo dejaban salir de los límites casa, y no entraba dentro de esta el bosquecillo que había atrás de la casa. Esto frustraba al niño, pues le encantaba respirar el olor a los pinos o pisar la blanda tierra.
Los señores Lupin se habían vuelto asustadizos y sobreprotectores con su hijo. Tenían profundas ojera y una palidez horrible. Remus había intentado por todos los medios saber lo que ocurría, pero siempre obtenía el silencio como respuesta. El niño buscó en los libros que había por su casa, pero era inútil. El chico se resignó a aceptar que no debía salir de los límites de la casa y no debía preguntar sobre Greyback.
Sin embargo, una noche fría de otoño, Remus se despertó y sintió unas terribles ganas de salir de casa. Se levantó en silencio y se aseguró de que sus padres dormían profundamente, echo esto, salió por la puerta trasera y se sentó a los lindes del bosquecillo. Observó la luna, llena aquella noche, con devoción y admirando su perfecta blancura y redondez. Podría a verse quedado horas contemplándola, pero, de repente, sintió como si algo grande, maligno y peligroso posara su vista en él. Remus se levantó con rapidez y recorrió el perímetro con la mirada. Todo estaba igual que siempre pero había algo...
Y entonces los vio. Un par de ojos amarillos inyectados en sangre, lo observaban en la oscuridad. Remus retrocedió hacia su casa, horrorizado. Los ojos avanzaron con su retroceso, y la luna bañó la figura del dueño de aquellos ojos. Un lobo demasiado grande y gris se mostró ante él. Tenía una terrible hilera de diente afilados que atravesarían con facilidad un cuerpo humano. Se aproximó a él, y Remus quedó atrapado en una horrible parálisis provocada por el miedo. Vio, impotente como el lobo tensaba sus músculos para saltar sobre él y Remus solo pudo esperar una muerte segura bajo aquellas mandíbulas de acero. El lobo saltó sobre él y mordió con fuerza su hombro derecho. El niño pegó un alarido del más intenso y horrible dolor, sabiendo que su muerte estaba cerca. Sintió la sangre brotar de la herida y mancharle el pijama blanco. El lobo se preparó para asestarle una dentellada más, pero algo lo empujó hacia atrás. El señor Lupin, con los ojos arrasados por las lágrimas atacó al lobo con magia, mientras su mujer cargaba con Remus en brazos hacia la casa. El último pensamiento del niño antes de caer inconsciente fue que sus padres pudieran salvarse de aquella pesadilla

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