"Eres un licántropo"

"La verdad duele una vez; las mentiras siempre que se recuerdan”

Remus notó algo raro en la habitación la mañana en la que se despertó en la enfermería. Olía a sus amigos, pero como si ellos hubieran estado allí hacia un rato. Eso, pensó para calmarse, era absurdo pues la señora Pomfrey escondía la llave en una tabla suelta bajo su cama y, para aumentar la seguridad, le había puesto hechizos protectores que difícilmente habrían podido sabotear.
-Debe ser la ropa -se dijo, mirando el montón de jirones que había llevado la noche de la luna llena. Eso le recordó que ellos le habían seguido hasta la enfermería. Lanzó un gemido angustiado y se escondió bajo las sábanas, reprimiendo el dolor. Se había dado cuenta a tiempo, pero sus amigos eran inteligentes y puede que su descuido los hubiera acercado un poco más a la verdad. «Y todo porque no los olí a tiempo» pensó mientras se miraba asqueado las cicatrices que el lobo le había causado. «Ni siquiera puedo mantenerlos alejados con esto».
En ese momento entró la señorita Pomfrey, con una bandeja de madera con el desayuno.
-Buenos días, Remus -lo saludó con una sonrisa algo tensa, mientras le dejaba la comida en la mesita de noche-. ¿Has dormido bien?
-Mejor que el otro día -mintió él mientras se movía despacio y se incorporaba. No quería darle más problemas a la mujer: era la única que lo cuidaba después de sus transformaciones. Cogió el desayuno y empezó a comérselo, algo deprimido.
-¿Estas bien? Pareces alicaído -le preguntó, tras observarlo un rato mientras le quitaba el pelo arenoso de los ojos.
-Sí, estoy bien, señorita Pomfrey -contestó él. Masticó en silencio los huevos bajo la mirada preocupada de la mujer-. ¿Ayer estuvo todo tranquilo? -quiso saber, mirándola ansioso por que desmintiera sus temores.
-No vino nadie por aquí, tranquilo -lo calmó ella, entendiendo lo que le pasaba a su paciente-. ¿Te preocupa que descubran las verdad? -él no contestó.- Verás, Remus…No creo que sea tan malo si se enteran tus amigos -le dijo, con cuidado. El niño la miró, como si se hubiera vuelto loca-. Estoy segura de que ellos lo aceptarán y-…
-No intente que me sienta mejor con cosas que sabe que no son ciertas -la interrumpió mirando al suelo-. Usted y yo sabemos de qué los licántropos no estamos aceptados socialmente -debatió, con tristeza-. James y Sirius provienen de familias mágicas; es muy probable que se les hayan enseñado esas cosas y Peter…bueno, él me tendría miedo: soy un monstruo, ¿recuerda? -la mujer abrió la boca para desmentirlo, pero él siguió hablando-. Mientras esté en mi mano que no se enteren de esto -se señaló el cuerpo vendado-, no van a saber nada. Porque no quiero ver el miedo siempre que me vean ni la lástima con la que me mira usted siempre que entra. ¿Es lo único que soy capaz de transmitir? ¿Lástima? Supongo que sí: hasta mi madre me miraba siempre apenada, como si estuviera a punto de echarse a llorar. No soportaría que eso ocurra de nuevo -musitó, con la voz temblorosa. La mujer lo miró con los ojos llorosos.
-Oh Remus…tú no eres un monstruo…-susurró ella.
-Maté a mis padres -le recordó con los ojos nublados por las lágrimas. La miró, con los ojos ambarinos llenos de tristeza-. Dígame, señorita Pomfrey: ¿de verdad cree que no soy un monstruo?
-Claro que creo que no lo eres, Remus -le dijo, mientras le volvía a quitar un mechón de los ojos-. No fue tu culpa. Tú no puedes controlarlo. ¿Sabes cuándo son monstruos las personas? Cuando son conscientes de que lo que hacen está mal y aún así cometen crímenes horribles. Tú no eres consciente, Remus -lo consoló ella.
-Yo sí era consciente de iba a matarlos -murmuró-. Y aun así lo hice. S-sabía…que en el momento en el que la luna saliera me iba a convertir en el asesino de mis padres -musitó, mientras las lágrimas le caían sobre las mejillas. Se las limpió con la manga. Ella fue a contestarle pero el la cortó antes de que pudiera decir nada- ¿Podríamos dejar de hablar de esto, por favor? -ella asintió. Se aseguró de que Remus se comía todo el plato para luego recogérselo. Él se tumbó en la cama y se tapó, sin ganas de hacer otra cosa que no fuera dormir.
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Sirius, James y Peter habían acordado ir todas a las noches a visitar a Remus.
Hacían turnos para dormir pues uno debía quedarse despierto para que los otros dos descansaran. Normalmente James se dormía a los pies de la cama, Sirius cerca de la cabeza de Remus y Peter se quedaba en el suelo porque decía que la cama daba mucha calor.
Aquellas escapadas provocaron que sus amigos estuvieran muy cansados por la mañana, pero ninguno se quejó al respecto.
Una noche, sin embargo, Remus se levantó. James se había quedado despierto para vigilar que no venía nadie pero no esperaba que su amigo se levantara.
Él le miró con los ojos hinchados de dormir. Se le quedó mirando, como si pensara que era un producto de su imaginación. Olisqueó el aire, de forma que a James le pareció muy canina. Después giró la cabeza con brusquedad hacia Sirius, luego hacia Peter que se había dormido en el suelo, a su lado y finalmente de nuevo a James. Remus abrió la boca, aterrado, para justificarle a su amigo el por qué estaba allí. James lo miró, como diciéndole que ya lo sabían todo. Él se puso blanco de la impresión, se le llenaron los ojos de lágrimas y se desplomó sobre la almohada.
-Por Merlín, Remus -susurró acercándose a él mientras lo sacudía pero el niño no reaccionaba. James acercó la oreja a su pecho, para comprobar que le latía el corazón. Encontró aliviado un latido lento y regular. Suspiró, aliviado.
-¿James? -lo llamó Sirius con un bostezo al ver su cara de preocupación. Se volvió hacia el licántropo-. ¿Qué pasa?
-Se ha desmayado -contestó.
-¿Se ha despertado? -lo interrogó animado.
-Sí…pero no parecía muy contento de vernos…por Merlín, Sirius parecía aterrado, como si fuéramos a hacerle daño -le explicó mirándolo. Sirius volvió a mirar a Remus, preocupado. Lo acomodó bien sobre la almohada y lo tapó suspirando. Se recostó cerca de la cabeza de su amigo.
-Deberías dormir un rato, James -le dijo Sirius, sonriéndole un poco-. No querrás tener peor aspecto que el que tienes siempre, ¿no? -lo picó. Él puso los ojos en blanco.
-Lo mismo te digo; te están saliendo ojeras -su amigo se rio en voz baja mientras veía como éste se acostaba a los pies de la cama. Enseguida se quedó dormido.
Sirius bostezó, acomodándose para vigilar que todo salía bien.

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Remus se levantó a la mañana siguiente con el corazón latiéndole salvajemente en el pecho: había soñado que sus amigos estaban allí con él. Intentó calmarse, diciéndose que había sido solo un sueño. Echó un vistazo a la pila de libros que había en el suelo, debajo de la mesita de noche.
La luna llena había salido en un período algo malo para él, pues normalmente se quedaba unos días en la enfermería para recuperarse y luego salía a seguir con la rutina. Para no perder el hábito, estudiaba y hacia lo deberes para no quedarse atrás y no dar la impresión de que se había quedado indispuesto. Dentro de un par de días estaría lo suficientemente bien para salir y hacer los exámenes finales. Había comido y dormido mucho para poder salir de allí completamente bien y realizar los exámenes de forma competente.
En ese momento, llegó la señora Pomfrey con varios rollos de pergamino.
-Ah, ya estás despierto -le dijo, mientras le dejaba el papel con el resto de cosas-, te he traído esto: se te estaba acabando y la profesora McGonagall ha mandado otra redacción sobre la transformación de un erizo a un alfiletero.
-Muchas gracias -contestó, sonriéndole un poco.
-De nada, Remus -se incorporó y lo miró. Se acercó a él y le quitó la venda del brazo, para ver cómo iban sanando la heridas. Algunas habían cicatrizado ya; otras estaban en proceso-. No van nada mal -comentó, mientras envolvía el brazo cuidadosamente-. Los elfos domésticos te han preparado pastel de chocolate para el desayuno -al niño le brillaron los ojos: le gustaba mucho el chocolate y la enfermera lo sabía muy bien. Ella sonrió-. Les agradeceré de tu parte -añadió mientras salía de la habitación, en dirección a las cocinas. El niño sonrió, más animado y comenzó a hacer la tarea de transformaciones mientras pensaba en lo rico que estaba el pastel que hacían los duendes de Hogwarts. 
Se pasó el tiempo que le quedaba en la enfermería repasando y comiendo pastel de chocolate como desayuno y cuando tenía hambre por las tardes.
Antes de dejarle marchar, la señorita Pomfrey se encargó de que tuvieran las heridas más o menos bien. Hecho esto le deseo suerte para los exámenes.
-Gracias señorita Pomfrey -le agradeció-. Gracias también por cuidarme.
-Oh, de nada Remus. Venga, date prisa o llegarás tarde al examen de historia de la magia -le recordó mientras lo veía salir con todas sus cosas.
El niño apretó el paso para llegar pronto al aula. Los pasillos estaban llenos de gente con montañas de libros o hablando entre ellas. Remus vio a un chico cuya cara estaba verde: se le doblaron las rodillas y vomitó todo el desayuno. También había alumnos con profundas ojeras, la mayoría de sexto y séptimo curso, como si no hubieran dormido en días.
Llegó justo a tiempo al examen donde ya estaban Sirius, James y Peter. Se percató de que tenían el rostro cansado: James tenía el pelo más desordenado de lo normal, Sirius tenía ojeras debajo de los ojos y Peter tenía un tic en el ojo. «¿No habrán dormido bien?» se preguntó, mientras tomaba asiento al fondo del aula. Lily, la cual estaba dos mesas lejos de él, se echó para atrás y le saludó sonriendo. Remus formó un mudo «buenos días y muchas suerte» con los labios.
En ese momento el profesor Binns entró en la estancia, por la pared pues era un fantasma.
-Tienen una hora de responder unas preguntas sobre el mago antiguo que había inventado los calderos de auto agitación y serán libres… -anunció el profesor con voz monótona mientras se sentaba pomposamente en su silla. Agitó la varita y aparecieron sobre los pupitres hojas con preguntas sobre dicho tema: inventor, fecha en la que se realizaron, el propósito, como se le ocurrió al inventor la idea…
Remus acabó el examen cinco minutos antes de que de acabará el tiempo, por lo que aprovechó para revisar bien el contenido y que era legible. Cuando sonó el timbre, los alumnos entregaron el examen a Binns y se encaminaron a realizar el examen de encantamientos. El niño iba mirando por encima uno de los libros de esa materia cuando alguien le agarró por el hombro.
-¡Remus! -sonrió Peter-. ¿Cómo ha ido todo?
-Bien -contestó él, feliz de ver a su amigo-. ¿Te ha salido bien el examen de historia de la magia?
-Bueno…creo que está aprobado -respondió algo inseguro.
-Remsie -lo llamó Sirius, mientras le revolvía el pelo. Él sonrió a modo de saludo.
-¿Qué habéis puesto en la uno? -preguntó James, que acababa de llegar.
-Gaspard Shingleton -contestó Sirius, bostezando. Remus asintió, dando a entender que también había puesto eso.
-¿Shingleton era con o sin h? -preguntó Peter, histérico.
-Con h, Pete -este suspiró, aliviado.
•.    •.     •
En los siguientes tres días no hicieron otra cosa más que hacer exámenes cosa que les vino bien pues les dejaba un tiempo para planear mejor su broma.
-A todo esto, ¿quién ganó el partido? -preguntó Remus, pues debido a que había faltado no pudo presenciar la final Quidditch.
-Slytherin -contestó Janes, casi como si escupiera la palabra-. Ganaron por cinco puntos porque cuando el buscador de Hufflepuff cogió la snitch una cazadora de Slytherin marcó. La señora Hooch dio por válido todo -le explicó.
-El equipo de Gryffindor no ha jugado muy bien este año -apreció Peter, comiéndose un regaliz.
-Es que el buscador es horrible -refunfuñó Sirius-. Hay un chico en tercero que sería muy buen cazador pero el capitán no lo admite en el equipo porque su novia rompió con él por ese tipo -comentó.
-¿Hablas de Springs? -quiso saber Remus, mientras ojeaba el libro de encantamientos les había dado el padre de James.
-Ese mismo -afirmó, mientras echaba un ojo a lo que leía: un párrafo sobre el hechizo Ambos Aqua-. ¿Lo ves muy complicado?
-Bueno, nada que no podáis hacer pero James y tú deberías empezar a practicarlo mientras Peter y yo buscamos la entrada a las cocinas -les propuso, mientras miraba al regordete. Este asintió entusiasmado.
-Por mi bien -contestó James-. La capa está debajo de la cama -dijo, mientras cogía la varita y leía junto a Sirius el procedimiento.
Peter se metió debajo de la cama y empezó a buscar entre todos los chismes que tenía el niño bajo esta. Finalmente sacó la prenda, se la echó por los hombros e hizo un gesto a Remus para que se metiera con él. Abrieron la puerta y salieron a la sala común.
Fue toda una maniobra salir de allí sin pisar a nadie ni chocarse con ningún alumno pero acabaron saliendo.
-¿Crees que los elfos domésticos nos ayudarán? -le preguntó Remus a Peter.
-Bueno, esperemos que sí -contestó, con optimismo-. ¿Sabes qué? El otro día, James le preguntó a sus padres si podemos quedarnos con ellos unas semanas, ¡y han dicho que sí! Sirius no sabe si lo van a dejar, pero dice que si no lo dejan ir se va a escapar. Yo le pregunté a mis padres si me dejarían y me van a dejar. ¿Vendrás tu también?
-No lo sé. Mi madre no está mejorando así que me tendré que quedar el verano con ella para cuidarla -respondió, con una sonrisa.
-¡Jo, Remus! ¿No podrías pasarte ni siquiera unos días? Siempre cuidas de tu madre, ¿no podría hacerlo tu padre?
-Mi padre trabaja todo el día -mintió él-, para poder pagar el tratamiento de mi madre -Peter lo miró y Remus apreció que le estaba diciendo: «se que me estás mintiendo».
-Vaya, te mereces un premio -contestó su amigo sonriéndole.
-¿Un premio?
-Claro: Premio a Mejor Mentiroso del Año -se había pues repentinamente serio. Remus se detuvo, con el corazón latiéndole con fuerza.
-¿Por qué dices eso? -le preguntó, intentando no dejarse llevar por el pánico. Peter respiró hondo y lo abrazó con torpeza, como si le quisiera decir algo. Pero Remus estaba tan alterado que no fue capaz de percibirlo. Seguía tieso, rezando en todos los idiomas que sabía por qué sus pensamientos fueran erróneos.
-Rems, nosotros ya lo sabemos: eres un licántropo.

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