El sombrero seleccionador
"El miedo hace que la gente haga cosas terribles"
(Harry Potter)
Sirius iba en la barca con James y Peter, riendo de los chistes que contaba el regordete.
- ¿Sabéis una cosa? Lo mejor de Hogwarts serán los amigos y gastar bromas - comentó James, con una sonrisa pícara.
- ¿Tú también haces bromas? - indagó Sirius, emocionado.
- ¡Claro que sí! ¿No es obvio? - preguntó con gesto dramático. Sirius y Peter acabaron riendo a carcajadas -. ¿Y tú Pete? ¿Te gusta gastar bromas?
- Realmente si, pero no las hago con magia, sino con materiales muggles. Una vez, mi prima se puso tan insoportable al hablar que cogí caramelo y azúcar y lo metí en su pasta de dientes. Se le pegaron y estuvo tres días sin poder hablar - explicó Peter.
- Vaya, no sabía que había cosas para hacer bromas sin magia - reconoció Sirius, medio riendo -. Además tampoco es que yo tenga muchas cosas de Zonko pues mis padres me tienen muy vigilado.
- Eso tiene solución - dijo James. Sonrió a sus amigos y abrió un poco su baúl. A parte de sus túnicas y libros había una gran bolsa con los mejores objetos de Zonko -. Las he guardado durante mucho porque mis padres me las quitarían. Sin esto soy demasiado traste, imaginaos la de cosas que podría hacer con ellas - añadió poniendo una sonrisa algo maléfica. Sirius sonrió. A si pues los chicos empezaron a hablar sobre sus posibles travesuras y bromas en el colegio. Hablaron durante largo rato, cuando, por fin, Hogwarts se mostró ante ellos. Era un castillo magnífico, sacado de una leyenda. Sirius contemplaba el castillo con emoción contenida y pensó que jamás olvidaría aquella silueta. Las barcas empezaron a deslizarse un poco más rápido, pero nadie se dió cuenta.
La barca embarcó con suavidad y Sirius se vio devuelto a la realidad. Se estiró para despertarse, a continuación bajó con cuidado de la barca. Esperó a James, el cual ayudaba a Peter a bajarse. Cuando por fin, Hagrid les hizo andar hasta una mujer de pelo negro, recogido en un moño. Era alta y de facciones algo severas. Se hergía segura de si misma.
Los niños se pararon enfrente de ella y la mujer los observó uno a uno. Cuando llego a Lunático se paró un poco más y le sonrió brevemente. Sirius vio como James fruncía el ceño.
La mujer se aclaró la garganta.
- Venid conmigo, por favor.
La mujer se dio la vuelta y abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era extremadamente grande. Las paredes de piedra estaban
iluminadas con resplandecientes antorchas, el techo era
tan alto que no se veía y una hermosa escalera de mármol, frente a ellos,
conducía a los pisos superiores.
La profesora comenzó a andar por un camino señalado de piedra y los niños no tardaron en seguirla. Finalmente entraron en una habitación vacía, fuera del vestíbulo. Estaban un poco apretados, pues el espacio era muy reducido.
- Bienvenidos a Hogwarts - comenzó la bruja -. Mi nombre es Minerva McGonagall y soy la Jefa de la casa Gryffindor. Estáis a punto de asistir a la ceremonia de Selección, en la cual seréis seleccionados en vuestras respectivas casas, las cuales son: Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw, y Slytherin. Mientras estéis en Hogwarts, vuestra casa será como vuestra familia. A lo largo del año iréis ganado puntos, lo cuales serán cruciales para ganar la Copa de las casas.
La ceremonia empezara en breve, os pido silencio y calma mientras voy a preparar las cosas.
Dicho esto, salió por la puerta. Enseguida los niños empezaron a murmurar nerviosos por donde serían seleccionados. Sirius estaba algo preocupado, pero como buen Black, no lo dejaba ver. Temía estar en Slytherin y convertirse en alguien como sus padres, por no hablar de que podría perder a sus nuevos amigos. Sacudió la cabeza y dejó de pensar en ello. James miró a Sirius y pareció entender en lo que pensaba por lo que enseguida empezaron a hablar y bromear.
La profesora McGonagall entró de nuevo al cabo de un rato y les indicó que firmarán una fila y la siguieran. Caminaron por el vestíbulo y cruzaron dos imponentes puertas de roble. Después de eso entraron al Gran Comedor.
Era una estancia muy grande, en la cual había cuatro mesas, cada una perteneciente a su casa. Había multitud de velas que flotaban sobre las mesas. En ellas había miles de platos y copas, de los cuales comían multitud de alumnos que ahora los miraban con atención. Al final de la estancia había una tarima, dónde estaban sentados el profesorado. En frente de la tarima había un sombrero extremadamente viejo y remendado. Este, estaba puesto sobre un taburete de madera. La profesora McGonagall los hizo avanzar hasta allí. Entonces, al sombrero le salió una raja que ejercía de boca. Para sorpresa de Sirius el sombrero comenzó a cantar:
Oh podrás pensar que no soy bonito,
eso no te lo negaré, pero me quemaré a mi mismo si puedes encontrar un sombrero como yo.
Soy el sombrero Seleccionador y te diré a que noble casa perteneces.
Podrías pertenecer a Gryffindor, donde habitan los valientes.
La caballerosisdad y la osadía los ponen a parte
O también puedes pertenecer a la ancestral sabiduría de Ravenclaw. Si posees su curiosidad y amor por los libros encontrarás allí a tus verdaderos amigos.
O tal vez en Slytherin, ellos son ambiciosos y calculadores, y harán lo imposible por cumplir sus fines.
También puedes pertenecer a Hufflepuff, donde son justos y leales. Estos leales Hufflepuff darán cualquier cosa por sus amigos.
Cuando se acabó la canción, el comedor entero estalló en sonoros aplausos.
La profesora McGonagall esperó a que hubiera silencio, y cuando llegó sacó un pergamino y les dijo a los de primer año:
- Cuando os nombre, tenéis que venir aquí y poneros el sombrero en la cabeza.
A si pues desenrolló el pergamino y dijo con voz potente:
- ¡Black, Sirius!
El recién nombrado se abrió paso entre sus compañeros y se dirigió con la dignidad y la seguridad en sí mismo aprendida de los Black. Cuando llegó a la tarima se puso el sombrero en la cabeza.
«Oh, vaya. Un Black, ¿eh? Y dime, ¿en qué casa debo ponerte?» le preguntó el sombrero.
«En Gryffindor, en Gryffindor...»
«Umm...eres un Black interesante. Si, creo que lo mejor será ponerte en...»
- ¡Gryffindor! - gritó el sombrero. Sirius se quitó el sombrero y se encontró con la sorpresa pintada en la cara de todos. Entonces vio a James y Peter gritando como posesos y felicitándole.
- ¡Lo sabía, colega! ¡No eres como los demás! - le gritó James, eufórico. Sirius no pudo evitar sonreír, conmovido. Se encaminó a la mesa Gryffindor, los cuales empezaron a darle la bienvenida. El niño se giró y vio a los Slytherin con cada de sorpresa y odio.
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