El bromista sin nombre
“Es extraño ser conocido tan universalmente y aún así estar tan solo”
(Albert Einstein)
Sirius se levantó a la mañana siguiente con las almohadas de James y Peter en la cara.
-¡Buenos días, Sirius! - gritaron James y Peter completamente despiertos. Sirius gruñó por lo bajo, pero decidió levantarse pues si no lo hacía se encontraría en el suelo entre un nudo de mantas. Se frotó los ojos con cansancio. Giró la cabeza a la cama de Remus y no se sorprendió al ver que estaba echa. Miró a sus amigos, con los ojos inchados por el sueño.
-¿Qué hora es? - les preguntó a ambos mientras bostezaba.
-Las ocho y media -contestó Peter alegremente, como si eso fueran horas para levantarlo cuando estaban de vacaciones. Sirius gruñó por lo bajo.
-¿Y se puede saber cuáles son los motivos para levantarme tan temprano? -les preguntó malhumorado. Siempre solía despertarse de malhumor, sobre todo cuando lo despertaban temprano. Sus compañeros reprimieron una sonrisa.
-Bueno...tenemos varios motivos...
-...el primero es que alguien ha echo una broma realmente grandiosa...
-...¡también lo hemos echo para molestarte un poco! - finalizaron los dos a coro. Sirius sonrió a sus amigos. Le dio un golpecito amistoso. Ambos muchachos sonrieron. El niño se levantó con rapidez y se metió al baño. Se duchó, peinó y vistió. Salió con el pelo bien peinado, pues siempre estaba atento a como iba. Encontró a sus amigos sentados en su cama. A si pues los tres juntos bajaron las grandes escaleras, rumbo al gran comedor, donde según James y Peter, se había realizado la broma.
Al llegar allí se encontró con una escena muy curiosa. El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de escarcha, y era transparente como el más fino cristal. Pasando el pasillo había varios alumnos de Slytherin, otro tanto de Hufflepuff, dos de Ravenclaw y cuatro de Gryffindor. Bien, los Ravenclaw pasaban por el pasillo bailando claqué y cantando villancicos, los Hufflepuff pasaban haciendo acrobacias, los Gryffindor daban saltos como posesos y los Slytherin simplemente daban un paso y caían. Cerca de allí estaba la profesora McGonagall junto al profesor Fliltwick intentando quitar la escarcha sin mucho éxito. Los tres Gryffindor casi mueren ahogados por la risa cuando Snape cayó por el pasillo sin parar. La profesora McGonagall se volvió hacia ellos.
-¿Habéis sido vosotros, cierto? -les preguntó severamente.
-Le puedo prometer, profesora, de que esto no es obra nuestra -contestó Peter.
-Es cierto -concedió Sirius-. Además nos gustaría estrecharle la mano y darle la enhorabuena por su gran contribución en el arte de las bromas -añadió en tono solemne. Sus amigos asintieron, dándole la razón. La profesora McGonagall los miró poco convencida pero finalmente asintió. Se fue murmurando cosas como:«Por el bien del colegio, que no se encuentren esos cuatro».
Los tres bromistas sonrieron, divertidos. A si pues se dirigieron al pasillo, dispuestos a llegar al comedor. Fue realmente divertido. Al llegar a la entrada, a Sirius le dolían las costillas de tanto reírse. Los tres amigos entraron al comedor, se sentaron y desayunaron.
-¿Quién creéis que puede ser? -les preguntó James, mientras se comía una tostada.
-Debe ser alguien muy poderoso o hábil -contestó Peter.
-Cierto, parece un encantamiento complicado -comentó Sirius, pensativo.
-Bueno, pues debemos hacer algo para ponernos a su altura, ¿no creéis? -les preguntó James sonriendo con picardía. Los tres amigos cruzaron una mirada llena de complicidad.
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-¿Me podéis decir que es esto? -preguntó Peter, totalmente asqueado señalando una mancha horrible en uno de los vateres.
-Parece vómito -contestó Sirius. Vio la cara de asco de James y como Peter casi vomita al bater.
-Es horrible -dijo James, un poco amargado-. ¿Es que Flich no ha limpiado los vateres en años? -preguntó mientras frotaba una mancha del suelo.
-Bueno, miralo por el lado bueno, tu no estás limpiando vateres - respondió Sirius mientras le daba un empujón con el pie a una masa viscosa. Estaban a mediados de las vacaciones de Navidad y ellos habían tenido que cumplir con el castigo impuesto por la profesora McGonagall. Flich les había echo limpiar sus trofeos hasta quedar relucientes, fregar los pasillos, y ahora los vateres.
Sirius cogió el estropajo y limpió el váter totalmente asqueado. Se preguntó si no podrían destruir las letrinas. Entonces, una idea se le vino a la mente.
-Eh, creo que se me ha ocurrido una broma -dijo maléficamente. James volteó la cabeza a hacia su amigo, y Peter tiró el paño lejos de él. Pusieron toda su atención en el muchacho.
-¿Qué os parece si reventamos todos los vateres de los Slytherin? -explicó Sirius. Peter lo miraba emocionado y James como si fuera la cosa más maravillosa que hubiese escuchado nunca.
-¡Es brillante! -exclamaron a la vez. Sirius sonrió levemente.
-Pero primero acabemos con esto -comentó Peter-. Creo que haremos un bien al mundo si limpiamos esto.
Sus amigos rieron alegremente y se pusieron manos a la obra, quitando manchas de los lavabos.
Acabaron dos horas más tarde. El conserje asintió diciéndoles que ya podían irse. Entonces la profesora McGonagall les dijo que por haber echo un buen trabajo les levantaba el castigo pues ella creía que habían recapacitado, lo cual no era cierto.
Los chicos muy contentos se fueron a la biblioteca para encontrar un hechizo que hiciera explotar cosas.
Se pasearon por la biblioteca y cogieron varios volúmenes que podrían servirles. Buscaron entre los libros, sin mucho éxito hasta que Peter habló.
-Um...mirad este -llamó a sus amigos. Estaba leyendo un libro titulado: «Hechizos modernos y como debes hacerlos». A continuación el niño se dispuso a leer el párrafo-. "El encantamiento explosivo (Bombarda) es un encantamiento usado para provocar pequeñas explosiones en un objetivo apuntado con la varita. La explosión es lo suficientemente potente para hacer volar una puerta de hierro o una ventana con barrotes. Este hechizo posee una versión más potente en sus efectos, la cual es capaz de derrumbar paredes de piedra sólida."
-Es perfecto -resumió James con una sonrisa de triunfo. Los tres amigos fueron al mostrador y pidieron el préstamo del libro. La señora Prince los miró con desconfianza, casi como si supiera que estaban tramando algo.
-¿Qué prentendéis hacer con el libro? -demandó, mientras apretaba el libro.
-Oh, bueno nada fuera de lo común, solo queremos estudiar algunos encantamientos -explicó Sirius. Los tres chicos sonreían inocentemente, como si solo fueran a leerlo. La mujer, muy poco convencida, les dio el libro.
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