CAPÍTULO ESPECIAL
« Debido a que tengo una mentalidad retorcida, cuando me muestran algo puro e inocente hacen que me dé cuenta de lo sucio que estoy, y eso me molesta, me dan ganas de destrozarlo. »
Freddy Leyva, 17 años, pasatiempo: molestar y acosar a su vecino. Siempre desde que tiene memoria había sido así, un chico sin preocupaciones, cuidado por su tío desde hace un año, ya que sus padres murieron misteriosamente, sinceramente, él seguía culpando a su tío y primo, Alan. Esa persona que siempre se ha creído más que él, no era algo que importara ya que Freddy siempre ha sido de esos chicos que tienen el ego por los cielos, y una persona como Alan no hará que eso cambie.
Había dejado la escuela cuando quedó a cargo del tío Alberto, no porque quisiese, sino porque Alberto juro no darle ni un centavo, y trabajar no era lo suyo. ¿Qué era lo suyo? Pues hasta ahora, molestar al pelinegro de ojos miel. Aunque por ahora no eran vecinos lo fueron por largos años, y él no vivir uno junto al otro no quería decir que no fuese a su secundaria a molestarle.
Se había llevado varios regaños por eso, incluso habían llamado a la policía por molestar a los alumnos, sin embargo, eso no hizo que Freddy se desanimara. Desde que empezó a ser sexualmente activo se consideró homosexual, y su familia lo aceptaba, más increíble aun, su tío lo aceptaba. “Mientras no seas un debilucho sentimental por mi está bien.” Fue lo que le dijo cuando se enteró. Y nunca lo ha sido, sus relaciones se basaban en sexo y nada más, nunca se había enamorado y, a pesar de que Jos le gustaba mucho, no planeaba con él algo más que un par de acostones.
Caminaba hacia la secundaria para poder ver a Jos, sí, podrían llamarle como fuera, obsesivo, acosador, pedófilo, aunque esto último no es del todo cierto, no se consideraba uno. El pequeño tenía 14 años, edad suficiente, a su ver, para saber lo que esta bien o mal; a pesar de que el chico no mostraba interés en él, no quitaba el dedo del renglón, se había propuesto llevarse a Jos Canela a la cama cueste lo que cueste y no se echaría para atrás. Se sentó bajo la sombra de un árbol que estaba en la entrada de la escuela, el guardia ya lo conocía, y sabia a que iba, aun así no le recriminaba, mientras fuese fuera de las áreas de la escuela y no dentro, no es problema suyo.
—¿De nuevo esperando al pequeño?
—Para que preguntas, si ya sabes —encendió un cigarro—. ¿No lo has visto?
—No, puede que haya llegado temprano, lo cual dudo, o que no haya venido.
—Rayos.
—Puedes preguntar, ese salón que viene ahí es el suyo. Quizá esta chica Emma o Alonso sepan.
—No, ellos no me dirían... Pero gracias.
Se levantó sacudiéndose el pantalón y se recargo en la barda, esperando ver al chico de cabello negro pero nada, no lo veía por ningún lado. Maldijo en su interior, no quería tener que preguntarle a alguno de los dos chicos con los que siempre se la pasaba. Alonso y él nunca se dirigieron palabra desde que Jos se volvió su amigo y la chica, ¡ja! Nunca en su vida le ha hablado, no empezaría ahora.
Se acercó a un pequeño chico de cabello castaño, estaba rodeado por un grupo de cuatro chicos que, al parecer, lo estaban intimidando demasiado. Antes de decir cualquier cosa observó al niño, era alguien común, un cliché de niño nerd al que medio mundo lo molestaba, ojos cafés y cuerpo pequeño e indefenso. De esos niños que con solo verlos te dan ganas de proteger. El grupo de chicos, más grandes que él, miraron a Freddy de arriba abajo, él no era un desconocido, cualquiera con dos dedos de frente sabia la reputación de Freddy Leyva en esos barrios, al igual que la de Alan Navarro. Se alejaron a paso lento del chico que solo abrazaba un libro de pasta dura contra su pecho, alzo la vista viendo como sus agresores se iban. Suspiro aliviado por librarse de ellos y se dispuso a irse a su casa, dándose la vuelta, topando con en cuerpo de Freddy, el cual, al toque, se tensó, sintió una especie de corriente eléctrica, de ese tipo que sientes cuando tocas un cable de alta tensión, sí, algo que pasa todos los días.
—Di-disculpe —dijo con voz temblorosa y le sacó la vuelta sin siquiera voltear a verlo.
—Oye —el pequeño dio un salto y se detuvo, volteó a verle con un poco de desconfianza—. ¿Conoces a Jos Canela?
—N-no vino hoy...
Freddy asintió sin dejar de ver al chico, le impresionaba la forma sumisa de ser del pequeño, le gustaba la forma en que sus mejillas se pintaban de un tierno color rojizo mientras intentaba no verle a los ojos. Era mucho más bajo que él, Jos le llegaba al hombro, él quedaba más abajo, por alguna razón, sentía la necesidad de hablarle más, de tener una buena conversación con él. De tenerlo.
—Soy Freddy.
Levantó el rostro encarándolo por primera vez, quedando totalmente confundido y atraído por el chico alto de cabello rizado, algo largo, peinado ligeramente hacia un lado y hacia arriba. Nunca había confiado en chicos extraños, ni siquiera en los que ya conocía, solo hablaba con Jos y Alonso, rara vez con Emma, no eran malos chicos pero no se sentía cómodo. Sin embargo, a pesar de que la mirada de aquel chico le causaba cierto miedo y desconfianza, le gustaba, le gustaba que lo mirase. Hacia mucho que alguien no le sonreía y era lo que Freddy estaba haciendo en aquel momento.
—J-Joey... —respondió tendiéndole su pequeña mano para estrecharla. No sabía ni siquiera si debía saludarlo así pero fue lo primero que se le ocurrió. Se sobresaltó al sentir el tacto del mayor en su mano.
—Es un placer conocerte.
La mano de Freddy se sentía rasposa a comparación de la suya, que era suave. Había muchas diferencias entre ellos dos, físicamente, Freddy era alto y, obviamente, mayor que él. Emocionalmente, la vida de Freddy ya están totalmente torcida sin oportunidad de enderezarse. Y Joey... Su vida era limpia, pura, la inocencia emanaba de cada poro de su piel. Y eso le atraía.
—No eres de por aquí ¿cierto?
—V-vengo de intercambio —soltó su mano luego de un rato—. Llevo una semana aquí.
—Ya veo. ¿Qué estás leyendo?
—Amm... Bueno —le mostró el libro.
—¿Finale? ¿Es bueno?
—¡Oh, es genial! —dijo emocionado pero luego su expresión cambio a una avergonzada—. De-deberias leerlo.
—... Claro.
Y fue ahí, en el momento en que el pequeño mostró ese brillo y emoción en su rostro que quedo pendido del menor. Olvidó todo por un momento, a Jos, a su tío, al mundo entero a su alrededor y se concentró en el bello chico. En sus delicados rasgos, en sus finos labios, en sus ojos cafés, comunes pero lindos, su delgada nariz y su pequeño cuerpo.
El sonido de un claxon los hizo volver a la realidad. A esa dura y cruel realidad, esa que gritaba lo suyo es imposible, esa que le hacia darse cuenta que si quería estar con Joey debía pasar por muchas cosas.
—Joey, sube al auto.
La gruesa y golpeada voz lo hizo estremecerse, su padre siempre ha sido un hombre rudo, y sobre todo estricto. Mientras Joey subía al auto, luego de despedirse de Freddy con un corto adiós, su padre bajaba y se acercaba a Freddy con una fiera mirada que al castaño no le causó ni cosquillas.
—Alejate de él si no quieres problemas.
—¿Qué problemas podría tener?
—Conozco a tu tío, niño, sé quién eres, sé lo que hacen, alejate de mi hijo.
Se dio la vuelta y subió de nuevo al auto, mirándole nuevamente como una advertencia. lo cual tomó más como un reto que como tal, aquello lo hizo querer acercarse más al pequeño, cortejarlo, tenerlo, saber más de él.
Joey Campbell, 14 años, pasatiempo: leer. Amaba leer. Era su pasión, su vida. Su madre era escritora, tenia apenas tres libros pero en EUA ya era alguien. ¿Quién no conocía a la famosa Lana Campbell? Aunque en México todo era distinto, los chicos no se interesaban tanto en leer, y si leías, eras un tonto nerd antisocial. O al menos era lo que Joey comprendió cuando todos comenzaron a acosarlo y molestarlo, solo esos dos chicos, Jos y Alonso, se comportaron de forma más decente con él, no eran amigos pero lo protegían. Más Jos.
Camino a casa no pudo evitar pensar en aquel joven, aquel que le miro e inmediatamente sonrió cálidamente. Nunca en su vida lo había visto, sin embargo, sentía que debían verse más, quería verlo otra vez, ver su sonrisa y lo hermosa que era. Claro que tales cosas debía hacerlas a escondidas, a su padre le molestaba que conviviera, no por ser malo, sino por protección. Solía decir que todas las personas eran solo lobos disfrazados de ovejas, listos para atacarte en cualquier momento, por eso no confíes en nadie. Y no lo había hecho, a lo largo de su corta vida nunca había sentido ganas de estar cerca de alguien, siempre deseó alejarse lo más posible de la gente y pasar desapercibido por todos, incluso aceptaba mejor los insultos que la amistad de alguien. Aunque... Al ver a ese chico, a pesar de haber sentido que su corazón se detenía, le agradaba. Pensó que este latía por miedo, por miedo a que lo molestara o quizá por la forma en que este era, pero no, cuando se separó de él para ir a casa sintió que perdía algo, como si con sólo haber rozado su mano con la del mayor se hubiesen complementado.
—Joey, quiero que te alejes de ese chico.
—¿Eh? Él solo se acercó a preguntarme algo, no es como si lo conociera —dijo restándole importancia a algo que tenia mucha para él.
—Eso espero hijo, él no es alguien bueno.
—¿Lo conoces?
—Tengo unos negocios con su tío, por eso decidimos mudarnos.
—Eso creí. ¿Qué clase de negocios?
—Negocios, Joey, te he dicho que no preguntes sobre lo que no te importa.
Y ese era su padre. Una persona estricta, cruel y calculadora. Rodó los ojos y se colocó los auriculares, también cabe mencionar que prefería mil veces los maltratos de la escuela que hablar con su padre. Al llegar a su casa, su madre lo recibió con un abrazo y un beso y ambos se encerraron en el estudio de ella. Amaba pasar tiempo con ella, eran inseparables, se contaban todo, aunque no estaba del todo seguro de contarle sobre el chico que conoció.
—¿Algo que contarme, hijo? —dijo su madre al notar que Joey estaba algo distraído de lo que le decía. Su madre era muy lista.
—Amm... No, nada —intentó que sonase normal.
—¿Seguro?
Nunca le había mentido, y empezar ahora con algo tan insignificante como un chico era tonto. O quizá estaba haciendo lo correcto, quizá su madre espera que le cuente sobre alguna chica, o sobre Emma, si, porque la había conocido hace unos días.
—En realidad... —su madre cerró la laptop que tenia en el escritorio frente a ellos—, hoy conocí a un chico, se llama Freddy y... —intentó disfrazar la verdad—, mi papá me prohibió hablarle.
—¿Te dijo porqué?
—Solo dijo que no era un buen chico, que conocía a su tío de un negocio.
—Tú sabes que los negocios de tu padre nunca traen nada bueno... Pero no le hagas caso, mejor cuéntame sobre ese chico.
—¿Qué te cuente? Pu-pues nada, sólo me preguntó por un compañero de clase —siguió haciendo su tarea en un intento porque su madre dejara de preguntarle cosas.
—Ajam...
—Mamá, ¿qué quieres saber de él? Sólo lo he visto hoy, sólo sé su nombre.
—Por algo te dio su nombre, Joey.
—¿Qué? ¿Crees que mágicamente se enamoró de mí?
—Joey, cualquiera en su sano juicio se enamoraría de ti. Eres muy lindo y tierno —dijo acariciando su rostro.
—Pero un chico, mamá...
—No veo que tiene de malo... Además, no hay que pensar por adelantado, como dices, quizá sólo lo veras hoy... Quizás no.
—Con sinceridad... Me gustaría verlo de nuevo.
—¿Lo ves? Y ¿cómo era? Cuéntame —dijo emocionada, parecía una niña con un juguete nuevo.
—Pues... Alto, mucho más alto que yo, tenia el cabello rizado, peinado hacia un lado y levantado de la punta, ojos cafés, y... —su mirada se perdió en el recuerdo de Freddy, en su sonrisa, en sus ojos—... D-debo terminar mi tarea.
Su madre sonrió triunfante y continuó escribiendo en su laptop. Se sentía feliz por su hijo, aunque al igual que él temiera por su seguridad, si es familiar del tipo con el que su esposo hará negocios, habrá problemas.
La noche llegó, Freddy salió a la terraza a fumar un poco antes de dormir, mirando el cielo con algunas estrellas visibles, ya que la luz de los edificios no dejaban que se vieran con claridad; Joey salía de la ducha con su pijama ya puesto, secó bien su cabello y salió al balcón de su habitación para ver la ciudad, México siempre le pareció hermoso, sin embargo lo que más amaba eran sus playas, soñaba con ir alguna vez a todas ellas, correr por la arena, salpicarse de agua con su madre, nadar en el mar, hacer una reunión alrededor de una fogata con su familia... Y con... ¿Freddy?
—Aggh, mejor me voy a dormir, a ver si así dejo de pensar en tonterías —volvió a la habitación y se recostó en su cama abrazando una almohada contra su pecho.
Ambos chicos listos para dormir, sin poder hacerlo. Freddy intentando que el pequeño saliera de su mente sin lograrlo, todo era imposible para ellos, sobre todo por la familia de Freddy; Joey pensando sin parar en el mayor, la única razón que encontraba para alejarse de él era que su padre le advirtió que no se acercase a él. No quería hacerlo, más nunca en su vida había desobedecido a sus padres, y empezar ahora, solo por Freddy le hacia darle la razón a su padre acerca de que no era un buen chico. Sin embargo, deseaba verle, aunque algo dentro de él le gritaba que se alejara lo más pronto posible de él. Quizá estaba pensando de más, quizá nada de lo que ocurrió el día de hoy era algo importante para Freddy, y él solo estaba haciéndose falsas ilusiones.
Dado este ultimo pensamiento cayó en un profundo sueño, convencido de que no volverá a ver al mayor... O eso creía.
—¿A dónde tan solo? —dijo recargado desde un árbol, Joey volteo a verlo, iba caminando por la acera, a punto de colocarse los audífonos. Su padre nunca le acompañaba por las mañanas, así que optaba por irse a pie.
—Freddy...
—Así que me recuerdas —se acercó a él a paso lento con las manos dentro de sus bolsillos.
—Y-yo...
—¿Vas a la escuela? —asintió bajando la cabeza—. Mm, yo venia a invitarte a algún lugar.
—¿A dónde?
—En realidad estuve investigando anoche sobre el libro que traías ayer, descubrí que son 4 libros y me gustaría ir a leerlos a la biblioteca ¿te interesa?
—Debo ir a la escuela...
—Lastima.
—¿Po-por qué no nos vemos a la salida? Digo, si quieres.
—Claro que quiero —sonrió—. ¿Te puedo acompañar?
—Ah... Okey.
Caminaron en silencio a la escuela, ninguno dijo nada, más no hizo falta, Freddy no despegaba los ojos de Joey, haciendo que sus nervios aumentaran y diera tropezones de vez en cuando lo que hacia reír al castaño.
—Eres tan tierno —dijo cuando llegaron a la entrada de la escuela.
—Eso dice mi mamá... Digo...
—Tranquilo, entonces —dio un paso al frente haciendo que Joey echara la cabeza hacia atrás para verle—, te veo a la salida.
—Esta bien...
Le regaló una última de sus sonrisas y se retiro. Joey negó con la cabeza y entró a la escuela; desde lejos Jos observaba mientras Alonso estaba atrás de él intentando descifrar lo que su amigo veía.
—¿Qué tanto ves?
—Joey. Venia con Freddy.
—¿Ah si? ¿Y?
—¿Cómo que "y"? Ese idiota trama algo.
—¿Celoso? —dijo riendo—. Mejor acepta que te han cambiado.
—No digas tonterías.
—Vale, olvidalos mejor y entremos, no quiero tener otro retardo.
Todo el día Joey estuvo ansioso. Ansioso de ver a Freddy, se sentía estúpido incluso, parecía una adolescente esperando por su primer cita. Aunque realmente eso era, su primer cita.
—Mamá —dijo con el teléfono en su oreja—, yo voy a salir, con... Tú sabes.
—¿En serio? Me alegro hijo, está bien pero no llegues tarde.
—Claro, ma —colgó y caminó hasta la salida mientras apretaba las correas de su mochila con fuerza, estaba nervioso, para empezar no sabía con exactitud que intenciones tenia Freddy al invitarlo a salir. Quizá solo quería que le ayudara con esos libros, quizá se estaba ilusionando solo, como un tonto.
—Hola, Joey —se detuvo de golpe cuando escuchó su voz, estaba ahí, justo a un lado de él. Apretó más los puños y sonrió.
—Hola, Freddy... Llegas temprano.
—Es que ya quería verte. ¿Nos vamos?
Asintió y empezaron a caminar hacia la biblioteca principal de la ciudad donde fueron pasillo por pasillo buscando aquella saga, en realidad, Joey lo buscaba, Freddy solo lo observaba
—Oye, cuéntame de ti, ¿qué edad tienes? ¿de dónde eres? ¿Qué te gusta? ¿Tienes novia?
—W-wow... Emm... Pues tengo 14 años, vivía con mis padres en Houston, pero tuvimos que mudarnos por el trabajo de papá, mm... Me gustan muchas cosas pero más que nada los libros. Y no... No tengo novia —el castaño sonrió haciendo que Joey se sonrojara—, ¿y tú?
—suspiró—. Tengo 17 años, casi recién cumplidos, siempre he vivido aquí, mis padres murieron en un accidente hace un año y ahora vivo con mi tío y mi primo, Alan. No tengo novia porque no me gustan las chicas.
—¿Eh? ¿Te gustan...?
—Sip, me gustan los chicos.
—Eh... ¿y qué te gusta? Ya sabes, como a mí me gustan los libros ¿a ti qué?
—Vaya manera más tierna de cambiar el tema —acarició su mejilla—. ¿Qué me gusta? Pintar. Aunque hace tiempo que no lo hago.
—¿Pintar? ¿Qué te gusta pintar?
—Cosas que me atraigan. Pintaba a mi madre cuando estaba viva, deje de pintar cuando murió y... No había encontrado incentivos para volver a hacerlo.
—Ya verás que los hallarás.
—Quizá ya lo hice...
Joey le miro intentando no captar la directa indirecta que Freddy le había lanzado.
—Mira, está es la saga de... Los libros.
—¿Hush Hush? Bien, ven, vamos a sentarnos.
—Cl-claro.
Caminaron hasta la zona de lectura, donde había algunos sofás, colchonetas y mesas donde se podía leer y estudiar. Se sentaron en un sofá, mientras Freddy comenzaba a leer el primer libro Joey hacia su tarea, arrodillado en una de las colchonetas y apoyado en un pequeño mesón. A pesar de que al principio había usado dicho libro para disimular que le veía, al final quedo atrapado por él, la lectura no era lo suyo pero el haberse sacrificado a leer por Joey valió la pena.
Joey había terminado de leer y se dispuso a observar al castaño, que estaba recostado en el sofá súper concentrado en el libro, hacia gestos graciosos al leer alguna u otra parte, incluso le veía apretar los labios cuando quería reír. Sonreía para sí mismo, feliz por verle reír, se veía realmente sexy. Su corazón palpitaba cada vez más fuerte cuando de reojo Freddy volteaba a verle. Le gustaba.
—Freddy...
—¿Sí? —dijo sin despegar los ojos del libro.
—Se esta haciendo tarde, le prometí a mi mamá no llegar tarde.
—cerró el libro al oír la palabra tarde—. No creí que me tardaría tanto.
—Llevas casi terminados dos libros. Realmente te gustó.
—Mucho.
Dejaron los libros en su sitio y salieron de la biblioteca, caminando hacia la casa del menor. El silencio abundaba, y era demasiado incómodo, buscar como romper con él era difícil. Se detuvieron a unas cuadras de la casa de Joey, no son tan tontos para arriesgarse a otra pelea con su padre.
—¿Sabes? y-yo tengo los dos últimos libros, puedo prestartelos, si quieres.
—Te diré que quiero, y seré directo.
—¿Qué cosa?
—¿Has besado a alguien alguna vez?
—¿B-besar? ¿Hablas de... Si ya di mi primer beso?
—Sí, eso...
—En realidad... No.
—¿Y no quieres?
—Dijiste que serias directo.
—Me gustas, tonto.
—¿Cómo dices?
—Es estúpido, lo sé, te acabo de conocer y eso pero... Realmente me gustas. No sé que fue, quizá eres demasiado tierno y...
—¿Di-dijiste que te gusto? ¿Por qué?
—¿Tengo que tener una razón? Además es obvio, eres súper lindo. Dejame besarte.
—Besarme...
Estaba más que sorprendido por las palabras del mayor, sin embargo, y a pesar de no saber besar quería que lo hiciera.
—N-no, no sé hacerlo, Freddy...
—No importa —puso sus manos en su cuello logrando acariciar sus mejillas con sus pulgares—. Me conformo con tocar tus labios —se acercó hasta rozar su nariz y al ver que Joey no se alejaba, junto sus labios con los del pequeño quien se quedó inerte en su lugar al ser besado por el mayor, abrió sus ojos todo lo que pudo, no correspondió, pero tampoco se alejo. El primero en hacerlo fue Freddy regalándole una de sus sonrisas al ver la expresión de Joey—. ¿Lo ves? No fue tan malo.
—¿Por qué lo hi...?
—Porque me gustas, me gustan tus labios... Y la forma en que tus mejillas se tiñen de rojo —se acercó rozando su nariz en su mejilla.
—M-me tengo que ir.
—Oye —sostuvo su mano—, dame una oportunidad.
—¿De qué? —dijo intentando soltarse.
—jaló su mano juntando sus cuerpos de golpe, Joey puso sus manos en el pecho de Freddy agachando la cabeza para no conectar sus ojos—. De enamorarte.
—¿Enamorarme? ¿Cómo po...? —lo calló con otro beso, esta vez más profundo y atrevido, ya que con su lengua busco entrada entre sus labios, consiguiendo poder explorar el interior de la boca del pequeño dejándolo atónito.
—Dime, ¿te gustan mis besos? —susurró aun contra sus labios.
—Sí —jadeo, subiendo sus manos hacia su cuello.
—¿Tengo esa oportunidad? No me conformo solo con gustarte, quiero todo de ti —apretó la pequeña cintura del menor.
—Bi-bien...
—¡Vaya! Así que tú eres Freddy.
Se separaron de golpe al ser descubiertos por la madre de Joey.
—Mamá ¿qué haces fuera de casa?
—Salí a pasear... Soy Lana Campbell, la madre de Joey.
—Hola —estrecharon sus manos—. Bueno, le traje a si hijo sano y salvo, me tengo que ir porque vivo lejos.
—Puedo llevarte, cariño.
—No se moleste. Joey, te veo mañana.
—Adiós... —dijo viendo como se alejaba de ellos. Llevó sus dedos a sus labios, aun sentía sus labios palpitar por aquel beso.
—¿Tu primer beso?
—Mi primer beso...
***
Al fin!! Aquí esta el primer capitulo especial, les dije que eran muy largos, entiendan que es difícil escribir una historia en tres capítulos :v
Comenten qué les pareció este primer capítulo.
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