Epílogo

Aferrando mis pies al mojado borde, flexioné las rodillas y tomando impulso, salté hacia delante. Pronto, el frío del agua se adhirió a cada poro de mi piel, poniéndole fin al sofocante calor que hacía instantes me agobiaba.

Emergí de las profundidades, buscando renovar el oxígeno en mis pulmones y sacudiendo la cabeza, escurrí el exceso de líquido en mi cabello. Peinándolo hacia atrás con mis manos, respiré profundamente, disfrutando la fresca sensación que ahora me abrazaba.

—Mhm, papi— Ronroneó una voz masculina produciendo diversas risotadas.

Uniéndome al buen humor de los demás, comencé a reírme mientras ponía los ojos en blanco y me acercaba a los escalones, ubicados en una de las esquinas de la piscina.

—¿Qué pasaría si un día te digo que vuelvas reales tus palabras?— Cuestioné, mirando al oji-amarillo por encima de mi hombro.

Con infinitas gotas resbalando por toda superficie de mi cuerpo, me acerqué a la mesa y tomando una botella de cerveza, me paré al lado de mi hermano. Tras darle un buen trago a la helada bebida, le arrebaté el cigarro de la boca y dándole reiterativas caladas, calmé mi ansiedad.

—Y... me asustaría— Sincerándose, resoplando divertido —Sin embargo... quién te dice que de todas formas no lo haría.

El humo escapó de mi interior al reír. Con la boca del cilíndrico envase pegada a la mía, observé a Chloe jugar con Logan y los mellizos, dentro del agua; salpicándose por momentos y carcajeando ante cada mueca graciosa que Nicholas y John gesticulaban para ellos.

—¿Ya está eso?— Inquirí observando la humeante parrilla a mis espaldas.

—No. Le falta un poco a la carne, pero puedo sacar los chorizos para ir comiendo algo— Sugirió el pelinegro, pinchando el rosado producto animal.

—Sería bueno. Dame un segundo que cortaré el pan.

Dejando la botella a un lado de la tabla de madera, me dediqué a partir a la mitad varias milongas de miga. Mientras yo serruchaba la masa y mi mejor amigo hacía lo mismo con la comida, Cata se nos acercó.

—Uf, lobito— Jugó la rubia, en un tono sexy —¿No se ve sexy?— Consultó sonriendo y acariciando el torso desnudo de su pareja.

—No me digas eso, barbie, que dejo todo y te llevo al cuarto— Contestó sacandome una mueca de asco. Las risas volvieron y rotando sobre sí, Zac besó los labios de su novia —Ya comemos— Murmuró sin cortar el contacto que mantenían.

—Buenísimo. Con Nata ya terminamos la torta— Informó y le dio un fugaz beso —Iré avisarle.

Recargándome sobre la mesa, me crucé de brazos e ingerí el burbujeante alcohol en mi mano derecha.

—Amigo, tengo algo que decirte— Susurró viendo a su mujer alejarse.

Enarcando una ceja, relamí el amargo sabor del líquido en mis labios y haciendo un ademán con la cabeza, exigí que continuara sin tener la necesidad de hablar.

—Mañana es nuestro aniversario— Soltó y no tardé en notar como los nervios lo invadían. Frunciendo el ceño, lo escaneé con la mirada, queriendo deducir a que se debía —Le pediré que se case conmigo.

Lentamente, mis ojos se abrieron excesivamente y con algo de delay, mi mandíbula amagó con desprenderse de mi rostro. A los pocos segundos, esbocé una amplia sonrisa mientras traspasaba su mirada con la mía, queriendo ver más allá de lo que me mostraba.

—Felicidades, hermano— Escupí entre risas, con una fuerte emoción filtrándoseme en la voz. Sin dudarlo, lo abracé. Tras unas palmadas en la espalda del otro, aferré mis dedos izquierdos en su hombro —Me alegro por ustedes.

—Desde tu boda que vengo pensándolo— Comentó perdiéndose en los movimientos de sus hijos —Sé que ella lo espera hace mucho. Era hora de que madurara— Se mofó y afirmé con la cabeza.

—Por fin. Te costó eh— Bromeé, haciéndolo ruborizarse por primera en más de diez años.

Estaba más que feliz por él, ambos se merecían ser felices y esto los uniría todavía más, si es que eso es posible. Recalculando, una idea apuñaló inesperadamente mi cerebro.

—Espera, no estará embarazada... ¿O sí?

Con una expresión de terror, negó rotundamente.

—¿Estás loco? Con esos dos demonios ya tengo suficiente. Es más, estoy pensando en hacerme la vasectomía— Argumentó, provocándonos una sonora carcajada a ambos.

Un inesperado llanto nos sobresaltó, borrándonos la diversión. Logan sollozaba desconsolado en los brazos de su tío mientras que David sacaba la lengua en su dirección, para a los pocos segundos también comenzar a lagrimear.

Abandoné el vidrioso envase y tras saltar a la pileta, caminé bajo el agua hasta mi bebé. Sus bracitos se estiraron en mi dirección en cuanto sus claros orbes me vieron. Al igual que yo, Zac se arrimó hasta el borde de la alberca y tomó a mi empapado sobrino de las manos de su cuñado, estremeciéndose ante lo gélido del agua rozándole el torso desnudo.

—¿Qué pasó?— Consulté pegándome suavemente la cabeza de mi heredero al pecho.

—David le hizo pum— Balbuceó Chloe, concentrada en colmar un baldecito con el agua llena de cloro para después vaciarlo, y así reiteradas veces.

Resoplé divertido ante su respuesta al mismo tiempo en que mi gesto se arrugaba y los demás adultos retenían la gracia.

—¿Qué hiciste, enano maldito?— Le preguntó mi hermano al rubiecito, sin poder evitar sonreír.

—Le pegó a Logan porque este le dio un beso a Cami— Respondió mi cuñado abandonando las heladas aguas, aprovechando para también sacar a Chloe, quien ya tenía todos sus deditos arrugados.

Con los sollozos de la criatura en mis brazos de fondo y caminando hasta los escalones, con Zac estallamos en risas.

—Muy bien hecho, bodoque— Lo felicitó —Nunca dejes que nadie se le acerque a nuestra lobita.

—No te asustes, hijo. Se aprovecha porque es unos meses mayor, ya verás que cuando crezcas podrás darle una buena paliza— Envolviéndolo en una toalla de los Advengers, me agaché para alcanzarle su juguete favorito —Dale todos los besos que quieras. Cami está loca por ti, bebé. Hazme caso, en eso tu padre jamás se equivoca— Fingí susurrar.

—¡Te escuché, Bolton!— Chilló el oji-amarillo, volviéndonos a todos presos de una potente carcajada —¡Voy a matarte! ¡Y tú, enano, no te le acerques a mi bebita o cuando vayas a la preparatoria confiscaré tu futura marihuana!

Las risotadas aumentaron su poder, tanto que él mismo se contagió.

—Aunque estoy a favor de que nadie toque a la mini rubia, deja que el chico disfrute su adolescencia— Añadió John, sacudiendo la cabeza para deshacerse del exceso de líquido en ella.

Sin molestarme en peinar los húmedos pelos parados de Logan, lo senté en su sillita y tras dejarle su respectivo vasito en frente, besé su cabeza. El sonido del ventanal abriéndose, me incitó a levantar la vista. Sonreí inmediatamente en cuanto mis ojos se toparon con la mujer de mis sueños y su abultado vientre.

Me erguí rápidamente y abrazándola por la cintura, degusté sus labios. Increíblemente, jamás era suficiente, siempre quería más. Podía besarla toda la vida sin cansarme, sin aburrirme. No sé qué me había hecho Natalia, pero desde que la vi por primera vez que me tiene a sus pies. Aunque no me molestaba en lo más mínimo.

—¿Cómo están?— Musité sobre su sonrisa.

—No deja de patearme, creo que tiene unas terribles ganas de comer sushi— Soltó y resoplé divertido.

—¿Puedes jurar que es Bastian el que quiere eso y no tú?— Sonreí arqueando una ceja y me senté entre medio de ella y Logan.

—Sí. Me lo dijo hace un ratito— Una sonrisa de niña se le plantó en la cara y negando con la cabeza, comencé a cortarle la carne a nuestro primer hijo.

—A la noche compramos— Vociferé y automáticamente, la pelinegra aplaudió contenta después de colmar su plato de lechuga y tomate.

El almuerzo pasó entre chistes y bromas provenientes del payaso del grupo, como de costumbre. Cuando quise darme cuenta ya estaba cargando un pastel de cumpleaños entre mis manos, últimamente, el tiempo se me pasaba volando.

Después de encender la solitaria vela junto al Rayo McQueen, abracé a Natalia y alzando a Logan, nos junté a los cuatro, si contábamos a su hermanito no nato. Uniéndome al coro que mis amigos montaron, le cantamos el feliz cumpleaños a mi bebé. Con aplausos y los típicos silbidos de mi mejor amigo, arrimé a Logan a la llama para que pudiera apagarla con el débil poder de su soplido.

Juntando sus manitos, trató de imitar a todos los que lo felicitaban mientras se retorcía de la risa, la única que tuvo el poder de cicatrizar por completo todas y cada una de mis heridas.

Besé la suave piel de su mejilla y permití que su alegría me pintara el corazón. Mi hijo me había cambiado la vida, por él había dejado por completo las peleas y el mal humor que tantos años me caracterizó. Todavía no podía creer el poder que Logan tenía sobre mí, cómo una persona tan chiquita había logrado hacerme cambiar tan drásticamente.

No obstante, disfrutaba del cambio. Estaba decidido a no mostrarle quien había sido y todo lo que había hecho, no veía la necesidad de contarle mi pasado. Por él, Bastian y obviamente por Natalia, había empezado desde cero. Ellos tres lo eran todo para mí y no permitiría que nada me aleje de ellos.

[...]

El tenue fulgor de la luna se colaba a través de las blancas cortinas e iluminaba la cuna de mi primer descendiente, protegiéndolo de las sombras de su dormitorio. El silencio nocturno combinado con la fresca brisa, le daba un toque mágico a la noche.

Aferrado al barandal de su diminuto lecho, podía pasar horas contemplándolo dormir, sin embargo, mi mayor amor me estaba esperando en el cuarto de al lado. Sonriendo, acaricié suavemente su frente con mi pulgar, con miedo a despertarlo.

—Nunca quise ver tan lejos el dolor como ahora, enano. Juro que con verte crecer ya tengo bastante— Murmuré.

Grabando la perfecta imagen que mis iris degustaban, suspiré y me despedí dándole un último beso. Luego de arroparlo, entrecerré su puerta y apagando las luces del pasillo, mis pies descalzos se dirigieron a mi habitación. Ni bien entré, el rostro somnoliento de mi chica me recibió e inmediatamente me transmitió una inigualable calma.

Intentando no hacer ruido y procurando no molestarla, sigilosamente me metí a nuestro baño. Con el vapor de la ducha adueñándose de cada rincón, prendí un cigarrillo y me despojé de la única prenda que traía puesta; un bóxer negro que tenía pensado usar como pijama hasta que la idea de bañarme apareció.

Las hirvientes gotas resbalaban por toda la superficie de mi piel, mojándome cada parte del cuerpo, mientras que el interior de mi torso se inundaba del tóxico humo producido por el tabaco. Con los ojos cerrados, reviví mentalmente estos últimos años, más precisamente desde que Natalia llegó a mi vida.

Comenzando la película en mi cabeza, la escena de nuestra primera cita se reprodujo, seguida por la del momento en que mi cuñado y mi mejor amiga se enteraron de lo nuestro; así cada momento que pasamos juntos, tanto los buenos como los malos. Incluso vi las rutinarias peleas en las que me metía, los regaños de Zac, las noches con Samantha y los besos que mi actual esposa se daba con el doctor que tan "bien" me cae. También apareció el recuerdo de la inigualable navidad en que le propuse matrimonio y al mismo tiempo, me enteré que Logan venía en camino. Y ya por el final, las imágenes de cuando la internaron por el ataque de Thomas y mi particular enfrentamiento con él destacaron.

Con el pucho entre mis labios y la espesa nube siendo ametrallada por la artificial lluvia, sonreí mientras la piel se me erizaba. La alusión del nacimiento de Logan y la de nuestra boda, centellaron en mi memoria, llevándose el premio a la mejor reminiscencia.

Sobresaltándome y quemando la cinta de recuerdos que se proyectaba en mi mente, unas manos se apoyaron sobre mi cintura. Al elevar mis parpados, no tardé en ver como estas se movían pausadamente, acariciándome, provocándome un exquisito escalofrío. La palma derecha recorrió mi piel hasta enredarse con la mía y contrario a lo que pensaba, en vez de entrelazarse, me robó el cigarrillo.

Resoplé con gracia y volteé. Disfrutando del momento, escaneé de abajo hacia arriba la perfecta silueta de la mujer con la que ahora compartía la ducha. Una maliciosa sonrisa hizo que me relamiera mis propios labios. Tras unos segundos de apreciarla el color carmesí de su boca, seguí subiendo hasta encontrarme con sus verdosos, brillantes y profundos orbes.

Soltando el cigarro, Natalia hizo que este rebotara sobre el blanco piso de mármol y se ahogara al hacer contacto con el agua. Sonriendo ladeadamente, tomé su rostro entre mis manos mientras ella le enterraba los dientes a su labio inferior.

Toda nuestra complexión estaba expuesta, excepto, por una parte, nuestras manos; en las cuales dos doradas alianzas descansaban plácidamente.

—Eres perfecta, sonrisitas— Murmuré alternando mi mirada entre sus labios y sus ojos.

—Tú también, musculitos— Soltó mientras le acariciaba ambos pómulos —Me haces muy feliz.

—No tienes idea de cuanto me has cambiado la vida, sonrisitas.

—Gracias por todo lo que hiciste por mí y ahora por nosotros.

—Sabes que haría lo que fuera por verlos sonreír— Susurré a centímetros de su boca.

—Me alegro de haberte elegido a ti— Jugó riendo, sacándome una sonrisa —De haberte vuelto a buscar y luchar por que volvieras a mí.

—En el fondo, siempre supe que lo harías y que siempre regresaría a ti— Barriendo las gotas de mis labios con la lengua, me pegué más a su anatomía, la cual había recorrido un centenar de veces y jamás me era suficiente —Estamos hechos el uno para el otro, sonrisitas— Musité y besé el gravado anillo en su delgada falange —Definitivamente, nací para estar contigo.

—¿Sí?

—Sí.

—¿Siempre seremos nosotros?

—Siempre lo hemos sido y siempre lo seremos, sonrisitas.

La espera me saturó y poco a poco, me abalancé hacia ella hasta atrapar su labio inferior con mi boca. Sus manos descendieron desde mis hombros hasta mis caderas mientras que una de las mías dejaba su rostro para aferrársele a la cintura.

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