Capítulo 7
Saliendo del elevador visualicé a mi secretaria comenzando su jornada, sonriendo al verla despeiné mi cabello con ayuda de mi mano y pasé por su lado sintiendo sus ojos sobre mí.
—Buenos días, jefe— Dándome la bienvenida con su usual buen humor, se levantó de su asiento —Dejé café sobre tu escritorio, espero no te moleste— Comentó fingiendo ser una chica tímida, mordió su labio inferior esperando que mi psiquis se desmoronara con aquel pequeño gesto.
Arqueando una ceja, le seguí el juego —¿A quién podría molestarle un poco de café?— Al recordar lo que tendría que hacer el día de hoy, frené mi caminata justo debajo del marco de la puerta y volví serio mi tono de voz —Por cierto, antes que se me olvide, en unos momentos llegará el mismo chico que vino ayer. Hazme el favor de encargar un nuevo escritorio, silla, computadora, y todo lo que haga falta, tendrás un nuevo compañero— Sin esperar una respuesta de su parte, escuchando murmullos a mis espaldas entré a mi despachó y cerré la puerta detrás de mí.
No pasó mucho tiempo hasta que unas voces se empezaron a escuchar fuera de mi oficina, queriendo aligerar el ambiente tenso que de seguro estaban compartiendo la rubia y su futuro compañero me encaminé al pasillo.
—Samantha, prepara la parte legal para darle de alta, en unos minutos te lo mando para que puedas enseñarle lo básico— Ordené guiñándole uno de mis ojos observando como las comisuras de sus labios se elevaban, redireccionando mi visión a Nick, continué —Buenos días Nick, ven conmigo, necesito que firmes unos cuantos papeles.
Asintiendo de manera inmediata siguió mis pasos, buscando los documentos en los cajones de mi escritorio, lo oí hablar.
—No sabes cuánto te agradezco esto, Matt.
Su constante agradecimiento consiguió arrebatarme una sonrisa —Deja eso— Colocando los escritos frente a él, le extendí una lapicera —Firma este contrato para poder darte de alta en este momento y así empezar a trabajar.
Con velocidad tomó el lapicero y con desesperación garabateo sus iniciales en los espacios en blanco marcados, elevando ambas cejas ante su reacción no pude evitar reír. Evidentemente Nicholas necesitaba un trabajo con urgencia, estudiando su rostro, noté secuelas de un mal sueño bajo sus párpados y ahora que lo miraba bien, había adelgazado bastante.
—¿Todo está bien en casa, Nick?— Cuestioné entrelazando mis manos sobre el escritorio.
Apoyando el delgado contenedor de tinta negra sobre el pilar recientemente firmado, miró por detrás de mí, más precisamente a la ventana que tenía a mis espaldas —Chloe estuvo enferma estos días, mamá no deja de pisar el hospital y mi hermana esta rara desde que volvió a verte.
Un choque eléctrico no tardó en apoderarse de mi cuerpo, mi corazón latía acelerado y mis emociones se dispersaron descontroladamente, todo por haber escuchado una vaga suposición. Tragué con fuerza y cerré los ojos en un intento por calmarme, suspirando le di unos segundos a la razón para actuar. No, no iba a preguntar por a ella, ya no.
Abriendo los ojos de manera pausada me encontré una triste y ladeada sonrisa en el rostro de mi excuñado —¿Demasiada información?— Bromeó y relamió sus labios.
Girando la cabeza a un costado una autentica risa se escabullo por mi boca, negando con la cabeza volví a ponerme serio —¿Qué le sucedió a Susana?
El reciente humor del morocho se esfumó en cuanto formulé mi pregunta, el miedo de que algo malo estuviera pasando en la vida de ellos poco a poco hacía temblar mis manos —No te preocupes, según los médicos no es nada grave, chequeos de rutina.
Volviendo a respirar tras sus palabras arqueé una ceja —¿Tantos chequeos?
—De seguro algo nos oculta, sabes como es— Poniendo sus ojos en blanco suspiró dejando caer su peso en el respaldo del asiento.
—Dile que cualquier cosa que necesite, puede contar conmigo, igual que tú— Regalándole una sincera sonrisa palmeé su mano —Tranquilo, todo estará bien.
—Gracias— Rotando sobre el eje de la silla giratoria en la que descansaba, cambió de tema —¿Y tu padre? ¿Cómo anda? Hace mucho no sé nada de él.
—Bien, como siempre— Reí —Con locas ideas rondándole la cabeza, pero no más que eso, se está poniendo viejo— Bromeé devolviéndole un poco de color al momento.
Unos golpes en la puerta interrumpieron nuestra charla, segundos después Samantha estaba cruzando el umbral con una carpeta en sus manos.
—Necesito una firma de él e inmediatamente el será un empleado más— Con una sonrisa sobre sus labios, la rubia abrió la carpeta frente a Nicholas.
Emocionado el morocho trazó su autógrafo junto a la equis marcada, levantándome de mi asiento le estiré mi mano, poniéndose de pie la tomó —Bienvenido a las empresas Bolton, Señor Harper. Será un honor tenerlo aquí, esperamos pueda crecer aquí dentro.
Estrechando nuestras manos, la sonrisa de su rostro incrementó —Será un placer, jefe.
Rodeando la mesa que nos separaba me aproximé a él y pasé mi brazo por detrás de su cuello —Ve con Samantha para que te explique lo básico y mañana podrás empezar a trabajar sin problemas— Acompañándolos hasta la puerta, continué —A primera hora tendrás tu propio escritorio y demás, ¿Cierto Samantha?— Mirándola por encima de mi hombro esperé su afirmación.
—Por supuesto, esta misma tarde llega el pedido, señor.
—Genial, volveré a trabajar— Girando sobre mis pies, concluí —Cuando termine iremos a casa a tomar algo, Zac se alegrará de verte allá.
[...]
—Ponte cómodo, iré por las cervezas— Dejando a Nicholas en la soledad del comedor me dirigí a la cocina.
Con las botellas entre mis dedos me dejé caer sobre el largo sofá de tela, colocando los cilíndricos envases sobre la mesa ratona frente a mí, aflojé el molesto nudo de mi corbata para sacarla, desabroché los primeros botones de mi camisa y devolviéndole a mis pies la libertad me eché sobre el acolchonado mueble beige.
—¿Y el oficial Drago?— Se burló Nick abriendo los envases de alcohol.
—Debe estar por venir— Respondí tomando la ampolla que me ofrecía. Mirando el reloj sobre mi muñeca, acoté —Tendría que estar llegando.
—¿Quién diría que Zac se convertiría en policía?— Se burló empinando la botella sobre su boca —Sigo sin poder creerlo.
—Yo igual— Sonriendo ante el recuerdo, acoté —Pero sé que su padre estaría orgulloso de él.
—¿Era policía?
—Sí, un gran hombre y un ejemplar oficial— Comenzando a ingerir aquel amargo y refrescante líquido visualicé una vieja y borrosa alusión de su rostro.
—¿Sabes quién más era policía?— Parpadeando repetidas veces volví al presente, guie mi vista hasta el rostro de Nicholas esperando una respuesta —El padre de Catalina.
Abrí los ojos tanto como mis parpados me lo permitieron —Eso no me lo esperaba— Confesé entrando a una carcajada que pronto mi excuñado compartiría.
—Es como si estuvieran hechos el uno para el otro— Sentenció perdiendo su vista en el paisaje que el ventanal nos otorgaba.
—Siempre supe que tendrían que estar juntos.
Empinando el codo y sintiendo como el burbujeante fluido pasaba del vidrioso envase a mi boca las memorias de una vieja promesa pasaron frente a mí. El gusto agradable que hace segundos deleitaba mis sentidos, se había vuelto agrio y áspero. Bajé la botella hasta la altura de mi pecho y cerré los ojos, mi propia memoria no dejaba de jugarme malas pasadas.
El ruido de unas llaves girando dentro de la cerradura me alejó de aquel doloroso recuerdo, volteando como dos buenos mininos curiosos nos encontramos a Zac, enfundado bajo un azul uniforme policial. Sus amarillentos iris no tardaron en dar con los azulados de Nick, a pasos rápidos llegó hasta él y sin dudarlo lo abrazó.
—¿Qué haces aquí enano? Que gusto verte— Saludó deshaciéndose del negro chaleco que resguardaba su pecho.
—Jamás te había visto vestido así, te queda genial— Apoyando la mano sobre el pecho del morocho, Nick se giró —Si fuera mujer no podría resistirme— Bromeó sacándonos a todos una carcajada.
—El niño está creciendo— Con un tono melancólico, pero sin dejar de reír Zac lo señaló.
—Eso creí yo cuando me enteré que iba a ser padre— Acoté acercándome a ellos y estirándole una botella a mi mejor amigo.
Tomando mi ofrenda y abriéndola, volvió a cuestionar —¿Qué haces aquí? Nunca habías venido— De manera fugaz sus ojos me miraron.
—¿Recuerdas que te pedí el número de Matt hace unos días?
Confundido al principio, Zac asintió. En cuanto cayó en lo que sucedía sentí su mano apretar mi hombro —Te dije que no te diría que no.
—¿Cómo le diría a él, que no?— Interrogué remarcando la palabra "él".
Intercambiando una mirada con Zac, el oji-amarillo comenzó a reír —Paso a paso— Soltó sin más.
Arqueando una ceja negué con la cabeza y me alejé unos centímetros de ellos para poder prenderme un cigarrillo.
—Hoy cenaremos con las chicas, ¿No lo olvidaste, o si?— Cuestionó el mayor de los tres mirándome de manera fija.
—Mierda— Susurré.
—Creo que si lo ha olvidado— Mofó Nick tomando asiento de nuevo —¿Quienes son las afortunadas de esta noche?
Apoyado sobre una de las columnas de la sala dejé salir la blanca nube por mi boca y sonreí esperando que Zac contestara. Sus mejillas no tardaron en enrojecerse apenas un poco, sin poder evitarlo eché a reír, recibiendo la peor de las miradas por parte del oficial.
—Con Samantha y Catalina— Contesté manteniéndole la mirada a mi mejor amigo.
—¡¿Qué?!— Cuestionó Nicholas entre risas, risas que momentáneamente desaparecieron para fijar sus azules ojos en mí y saltar a los de Zac en cuestión de segundos —¿Quién irá con quién?
—¿Qué clase de pregunta es esa?— Con el ceño fruncido le tiré con mi mechero al menor de nosotros.
Agachándose para que el pequeño y azulado objeto no le pegara, contestó —Solo pregunté, de igual forma no los juzgaría— Hincándose de hombros volvió a sonreír.
—Jamás podría salir con la rubia, antes que nada, tengo códigos y segundo, no tengo la paciencia suficiente— Bufé haciéndonos reír.
—Tienes razón, salud por eso— Elevando su botella, Nick volvió a beber.
—Oigan, no es tan malo— Consiguiendo que nuestra vista se enfoque en él, Zac la defendió —Con el tiempo te acostumbras— Confesó generando aún más carcajadas.
Cortando el momento dejé el envase sobre la mesa —Iré a ducharme, ya vuelvo— Sin esperar respuesta subí directo a mi cuarto.
Mientras despojaba a mi cuerpo de las prendas que lo cubrían observé en el gran y ancho espejo del baño, que las marcas que eran costumbres en mi pecho ya no estaban, impresionado miré mis manos y descubrí que en mis nudillos solo se encontraban cicatrices, ya no había sangre ni piel desgarrada. Sonreí para mi mismo al ver que había logrado recuperarme, si bien las ganas de asistir al callejón no habían disminuido en lo más mínimo, el mantenerme ocupado había logrado distraerme.
No iba a mentirme a mí mismo, no lo había superado solo, la relación que estaba llevando con Samantha estaba ayudándome más de lo que creía. A paso lento esa chica se estaba metiendo en mi vida más de lo que estaba dispuesto a permitirle.
Bajo el fulgor del agua caliente, gracias a Nicholas, mi mente batallaba entre el recuerdo de la mujer que logró sacarme mil suspiros, preguntándome a mi mismo si yo todavía le importaba y la diaria imagen de una chica que se esforzaba por que mis ojos la vieran de la misma forma en que los de ella me miraban a mí.
No podía corresponderle a ninguna mujer, nunca más, no volvería a sufrir por nadie, dos veces abrí mi corazón y en ninguna de ellas me fue bien. Tenía prohibido querer, tanto a lo que ya amé como a lo que podría amar.
Cerrando los ojos dejé que las templadas gotas arrastraran la suciedad superficial y a la vez todos aquellos sentimientos que mi cerebro insistía por dejar salir. Cerrando la llave de paso envolví una blanca toalla en mi cintura, barriendo con mi mano el vapor incrustado en el vidrio vi mi reflejo, hoy sería una noche más, una cena con amigos, si quería evitar que Samantha siguiera adentrándose en mí tendría que volver a ser el hombre que conoció, un idiota que solo busca acostarse con ella.
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