Capítulo 54

Mi cabeza estaba torturándome, mis sienes palpitaban con tanta potencia que llegaron al punto de despertarme. Al intentar abrir los ojos, estos se quemaron ante un poderoso fulgor. Parpadeando, intenté acostumbrar a mis orbes al fuerte resplandor del alba. Frotando mi frente, observé el ecosistema que me rodeaba y la confusión arrasó conmigo al notar que estaba en una playa.

Poniéndome de pie, fregué mis parpados y puse a trabajar a mi mente para que recordase como es que había llegado hasta acá. Mientras me sacudía la arena pegada a mis ropas, busqué con la mirada algo que pudiera ayudar a mi memoria.

Al voltearme, me topé con una chica de ondeado cabello negro de espaldas a mí, estaba parada en la orilla del mar, deleitando su visión con el hechizante baile de las olas. Las curvas de su figura jamás se me pasarían por alto, sonreí instantáneamente al reconocerla.

—Sonrisitas— Solté en un tono alto para que me escuchara. Olvidándome del dolor de cabeza, me acerqué a ella.

Natalia giró inmediatamente y la paz se adueñó de mi alma al ver nuevamente su rostro. Sobre sus labios una hermosa sonrisa destellaba, la única capaz de enamorarme sin esfuerzo alguno. Anclando sus preciosos orbes verdes sobre los míos, la vi acariciar su vientre, el cual estaba totalmente crecido y daba la impresión de que entraría en labor de parto en cualquier momento.

Ansioso por besarla, abrazarla y volver a sentir a mi hijo, corrí hacia ella. Sin embargo, el pánico se filtró violentamente por mis huesos cuando una gran cantidad de sangre, proveniente de su sexo, comenzó a descender por la piel de sus piernas a una terrible velocidad.

Apuré mis pasos y en menos de cinco segundos, fuertes estruendos penetraron mis oídos haciendo que perdiera el equilibrio. Tapándome la oreja derecha con la palma de mi mano, me enderecé. Rápidamente, el miedo transitó cada nervio en mi sistema y la sangre se me heló al ver dos orificios en su pecho causados por balas de plomo.

—¡No!— Grité desgarrando mi garganta al verla retroceder por la potencia que cargaban los proyectiles.

La desesperación me volvió su presa y con el dolor expandiéndose en mi interior, intenté seguir corriendo hacia mi novia. Pero todo comenzó a desvanecerse al mismo tiempo en que el costado izquierdo de mi anatomía empezó a humedecerse. Estaba viendo un charco de sangre a mi alrededor, proveniente de mi propio cuerpo, cuando mi visión se nubló y la exasperación incrementó ferozmente con cada milésima de segundo que pasó.

De repente comencé a escuchar los fuertes latidos de mi corazón y como su potencia aumentaba de manera extrema. Mis piernas perdían su fuerza y las pulsaciones dentro de mi pecho estaban ahogándome. Sentía que saldría expulsado de mi torso en cualquier momento.

Arrodillado sobre la arena, sujeté mi camiseta simulando aferrarme al órgano desesperado por abandonarme mientras que mi mente se encargaba de mostrarme una recopilación de escenas aleatorias de mi vida. Mi visión seguía empeorando y mis oídos dejaron de escuchar a mi alrededor para oír acopladamente bullicios de personas que no estaban conmigo y un desesperante pitido.

—¡Lo perdemos!— Exclamó una voz femenina, totalmente desconocida para mí.

Mis energías por fin se agotaron y nuevamente, la oscuridad apareció.

[...]

Lentamente mis parpados se elevaron y desconfiadamente mis iris fueron adaptándose a una pálida iluminación. En cuanto mi visión se normalizó, mis pupilas se movieron de un lado al otro buscando alguna orientación sobre dónde estaba. Al encontrarse con un cielo raso color blanco, indagaron un poco más. Pronto se toparon con una pared bañada con el mismo pote de barniz, la diferencia es que esta tenía una franja amarronada justo en su mitad y un cuadro pintado con distintas tonalidades de azuladas acuarelas en lo alto.

Mi ceño se frunció al instante, definitivamente no estaba en mi pieza y tampoco en la que compartiría con Natalia. Al recordar su nombre un escalofrío danzó por toda la superficie de mi complexión y borrosos recuerdos se estrellaron violentamente contra mí.

Al mover la cabeza sentí un cosquilleo en mi rostro, bajé la mirada y arqueando una ceja, tomé el respirador que descansaba sobre mi cara y se metía en mi nariz e inmediatamente me deshice de él. Al ver mi mano tragué en seco, tenía un catéter conectado a mi vena y varios hematomas sobre la dermis de mi brazo.

Todavía desconcertado y ya asustado, me moví intentando levantarme, pero un insufrible tirón debajo de mis costillas izquierdas me lo impidió. A regañadientes por el repentino dolor, me recosté de nuevo.

—Creí que te perdería— Escuchar una voz amiga me transmitió un poco de calma.

Inmediatamente mis ojos volaron hasta su portador. Poniéndose de pie, Zac abandonó el sillón individual en el que reposaba y se acercó a mí. Una sonrisa de alivio se formó sobre sus labios. La sombra de una débil barba poco cuidada decoraba la parte inferior de su rostro mientras que unas profundas ojeras hacían lo mismo en el sector superior. En sus amarillentos iris se reflejaba a la perfección un extremo cansancio y dándole a su aspecto el toque de lo que parecía un tortuoso suplicio, sus escleróticas estaban brutalmente enrojecidas, como si no hubiese parado de llorar.

Pasando de él, estudié el lugar y me vi en una maldita cama de hospital. Instantáneamente mil preguntas surgieron al mismo tiempo en que un centenar de emociones pretendían adueñarse de mi sentir.

—¿Dónde está Natalia?— Solté automáticamente.

El gesto de mi amigo se arrugó y un sudor frío me bañó. El miedo reaparecía para calarse por mis huesos con una sumamente lenta agonía.

—¿Quién es Natalia?— Cuestionó seriamente.

—No estoy para juegos, Zac— Bufé fingiendo no sentir pavor porque su reacción fuera real —¿Cómo está Logan?

—¿Logan?— Arqueando una ceja, rio divertido —¿Desde cuándo te gusta Marvel?

—¿Y tus mellizos?— Inquirí buscando aquello que podría acabar con su juego.

—¿Te internaron por un accidente o por drogas, hermano?— Vaciló sentándose a mis pies.

Tragué con fuerza y con cuidado, me senté. Corrí la dura sábana que me tapaba y busqué desesperado la herida que Thomas me había causado. Pegado a mi piel, un grueso vendaje rodeaba todo mi torso.

—Me dieron un tiro... ¿Verdad?— Balbuceé al borde de la locura.

Con el terror porque todo haya sido un sueño examiné la electrizante mirada de mi mejor amigo, esperanzado por sacarle la careta a sus palabras.

—No...— Relamiendo su sonrisa, arqueó otra vez su ceja —¿Ahí?— Señaló y asentí —Te apuñalaron en el callejón. Insatisfechos, te patearon en la cabeza hasta que perdiste el conocimiento. Cuando los médicos vieron mi contacto en tu celular, me llamaron— Explicó poniendo en duda mi estado mental —Estuviste dormido poco más de dos años.

Mirando un punto muerto al otro lado del cuarto, intenté recordar los sucesos que el pelinegro me relataba. Pero por mucho que me esforzara no podía encontrar esas imágenes en mi subconsciente, por el contrario, solo podía visualizar las de Natalia, mis amigos, la empresa, mi hijo...

—E-Entonces... ¿No seré padre?— Tartamudeé al límite del colapso.

—¿Padre? Si apenas te crece la barba— Se burló señalándome.

Inconscientemente, llevé una mano a mi rostro y al frotarme la barbilla, mis parpados cayeron. Una fuerte carcajada colmó el insulso cuarto y resoplé divertido.

—Eres un idiota— Mascullé acariciando mi barba.

Abriendo los ojos, lo observé descostillarse de la risa.

—No puedo creer que te lo hayas tragado— Abrazando su estómago, continuó riéndose de mí —Tendrías que haberte visto la cara. Estabas completamente pálido— Añadió con una gota rodando sobre lo colorado de su mejilla.

Aliviado porque mis recuerdos fueran verdaderos, lo empujé con la poca fuerza que tenía.

—Increíblemente me hiciste dudar de mi estabilidad mental.

—Tenía pensado hasta dejarme crecer el pelo, pero despertaste antes— Confesó entrecortadamente —Soy un genio.

Rodeé los ojos ante su última oración y enseguida se ahogó, el oxígeno se le había acabado.

—Karma. Te lo mereces— Comenté riendo. Esperé a que su respiración se equilibrara y relamiendo mis labios, interrogué —¿Cuánto tiempo dormí?

—No mucho, casi cuatro días. Según el médico tu cuerpo aprovechó la anestesia que te dieron para descansar. Por un momento, en el quirófano te perdieron...

—¿Estuve muerto?— Cuestioné frunciendo el ceño.

—Sí, un par de segundos— Hincándome de hombros, le resté importancia —Pero te quedaste— Sonrió aliviado —Estuviste todo un día en cirugía. Con tu padre no abandonamos ni un segundo el hospital, pasábamos de la sala de espera a la habitación de Natalia. Todos vinieron a verte, incluso Chloe— Sonreí al recodar a la niña —Alex se fue esta mañana a la empresa para aligerar el ambiente y explicar tu ausencia. Desde que saliste de urgencias que no me muevo de acá, la barbie va a matarte por eso— Bromeó haciéndonos reír a ambos.

—Gracias, hermano— Golpeé sin energías su cachete aun con las risas de fondo. Cuando el silencio reinó, pregunté por mi cuñada —¿Cómo está?

—A un pelín de explotar— Sonrió con el brillo regresando cautelosamente a su mirada.

—¿Y Natalia? ¿Se enteró?

—Todos estuvimos de acuerdo en no comentarle nada hasta que supiéramos el estado de Logan. Sin embargo, cuando moriste en el quirófano nos replanteamos la idea. Decidimos mantenerlo en secreto hasta que nos dijeran si sobrevivirías o no, pero Jack le dio el alta casi en simultaneo con tu operación— Tomando aire, se reacomodó —La rubia y Alex fueron a contarle, ya que yo no podía despegarme de tu lado. Desde que salió que viene a verte y se queda todo el día conmigo. Hace no más de seis horas que Nick se la llevó para que pudiera dormir algo.

—Mierda...— Murmuré —Soy un idiota— Negué con la cabeza. Recordando a mi rival, volví a enfocar mi vista en quien parecía haberse convertido en mi ángel guardián —¿Y Thomas?

—Murió en la ambulancia— Al no saber que decir, preferí callar y como consecuencia el silencio se instaló.

—No...— Lo miré buscando librarlo de la culpa que tal vez su alma cargaba —Tú no...— Evidentemente, mi cerebro se había apagado.

—No me arrepiento, Matt— Soltó sin tartamudear —El imbécil quería matarte, no siento culpa por lo que hice... Además, son gajes del oficio.

—Ahora yo tendré que asesinar a alguien para estar a mano— Bromeé haciendo que las risas reaparecieran.

—Solo cuídame a los mellizos un mes y listo— Mofándose, palmeó mi tibia.

—¿Cuándo podré irme?— Chisté ansioso.

Hacía menos de media hora que me había despertado y ya quería largarme de este triste lugar. Con cada día que pasaba mi rechazo por los hospitales aumentaba. Lo único que podía hacerse dentro de este edificio era desesperarse y pasarla mal.

—Iré a buscar a Jack— Sujetando sus rodillas, se impulsó hacia delante para ponerse de pie —Se odian a muerte, no obstante, se dedicó a cuidarte.

—Sabes que no lo hizo por mí.

—Digamos que la idea de ir preso por abstenerse a ejercer su profesión contigo no le agradó mucho— Entre risas, salió de la habitación.

Suspirando, apreté mi herida y me dejé caer sobre el tieso colchón. No podía esperar para ver a Natalia, estaba volviéndome loco con los nervios que me producían la espera.

Mientras aguardaba el retorno de mi amigo junto con el último doctor que quisiera me atendiera, estudié cada golpe que podía visualizar sobre mi piel. Seguramente mi rostro estaba en un estado similar. Cepillando mi labio inferior con la lengua, comprobé mi teoría. En el borde derecho tenía sangre seca protegiendo alguna cortada.

Tanteé mis cejas con las yemas de mis dedos y encontré otra cascara en una de ellas, seguidamente me crucé con mi pómulo izquierdo hinchado. Ojeé mis nudillos y los hallé con rojas aureolas cubriéndolos. Me abstuve de revisarme el resto del cuerpo, sabía lo que me esperaría, no era la primera vez.

La molestia en mis músculos volvía con cada movimiento, trayéndome viejas alusiones a la cabeza. Necesitaba tirarme alcohol sobre los artejos y tener el tronco vendado por dos o tres semanas. La experiencia de sufrir estas lesiones casi a diario mermaba considerablemente el dolor que debería estar sintiendo, algo que agradecí, de lo contrario, un acto tan sencillo como respirar haría que me retorciera de la tortura.

Interrumpiendo mi propio diagnóstico, el moreno y el rubio invadieron el cuarto. Sin poder ocultar la diversión que la situación le causaba, Zac se cruzó de brazos y con una de sus manos se tapó la boca. Por otro lado, Jack caminó hacia mí y de manera robótica tomó su estetoscopio.

—Bienvenido— Saludó sarcásticamente mientras sonría.

—También es un gusto verte, Jack— Sonreí irónico y me senté irguiendo mi espalda.

Acomodó las olivas en sus oídos y apoyando el diafragma sobre mi pecho, verificó mi estado.

—Evidentemente el respirador ya no lo necesitas y tu corazón va a buen ritmo— Argumentó abriendo el tubo en Y del aparato y tras acomodarlo en su cuello, lo soltó —¿Ya te pusiste ropa interior? Necesito inspeccionar tu herida.

Aun estando a la distancia, llegué a escuchar la carcajada reprimida de Zac. Poniendo los ojos en blanco, mordí mi labio inferior y negué sutilmente con la cabeza.

—No. Recién me despierto.

—Yo tengo ropa tuya— Apretando sus labios para no dejar salir la risa que tenía atorada, el pelinegro se acercó al sofá en el que lo había encontrado hacía unos cuantos minutos atrás —Ten— Lanzándome un bóxer negro, continuó sacando prendas mías de su mochila.

Al notar que ninguno estaba dispuesto a darme privacidad, empujé el interior de mi mejilla con la lengua y ladeando la cabeza, me coloqué la oscura tela por debajo de las sábanas.

—No te escondas, déjame verte— Jugó el oji-amarillo aprovechando para reír.

—Jamás había hecho algo tan... Incómodo— Mascullé ante la embarazosa circunstancia que ambos me hacían pasar.

Hasta el estúpido ex de mi prometida estaba divirtiéndose con esto. Tragándome las ganas de hacerles comer sus risas compartidas, corrí las ropas de cama que me cubrían y me despojé de la insulsa bata verde que el hospital me había puesto en algún momento.

—Aunque no lo creas, esto no me agrada— Vaciló el doctor desatando la venda que me cubría todo el tórax y parte del hombro derecho —¿Anoche le cambiaron el vendaje?— Cuestionó dirigiéndose al oficial sin sacarle los ojos de encima a los movimientos de sus propias manos.

—Ayer por la tarde.

—Es demasiado reciente, deberían cambiarlo cada 8 horas— Chisteando ante el trabajo mal hecho de sus colegas, continuó desenvolviendo la tela color hueso que me rodeaba —Si no se te infectó y ya comenzó a cicatrizarse, podrás irte.

Asentí a sus palabras y guie mi vista hasta la zona punzante de mi cuerpo. El apósito tenía como objetivo, aparte de mantener la lesión protegida de los virus, ejercer presión para acelerar la cicatrización, manteniendo la piel firme para evitar una mala curación. Motivo por el cual el dolor apareció al librarse del aplastamiento que la banda le otorgaba. Debajo de la gruesa y tirante tela, una cuadrada gasa estaba siendo cruelmente devorada por una aureola bordo.

Ahogué un quejido cuando las falanges de Jack, cubiertas por unos blancos guantes de látex, amasaron los bordes de mi herida. Me habían cocido, tenía una línea de entre cuatro a cinco centímetros unida con gruesos hilos negros. Toda la región estaba colorada e hinchada, tardaría días en curarse por completo.

—Por lo que se ve está todo bien. Vuelve en una semana para que te saque los puntos y no dejes de vendarte, si es posible usa faja unos diez días— Libró sus manos de la goma y las metió en los bolsillos de su bata —Iré a firmarte el alta y mandaré alguna enfermera para que te vuelva a vendar. Renueva las gasas cada 8 horas, en tres días hazlo cada 12— Acercándose hacia la salida, añadió —Evita hacer fuerza, movimientos bruscos y estirarte demasiado.

—Bien...— Atrapando los jeans que mi mejor amigo me había lanzado, acoté —Gracias.

Asintiendo, se marchó. Me puse de pie con ayuda de Zac y tras abrocharme los pantalones, me senté de nuevo para calzarme. En menos de diez minutos ya tenía el torso vendado y deslizando la remera sobre este, esperé a que el rubio regresara con mi pase de salida.

Un halo de tranquilidad me sacudió en cuanto puse un pie fuera del frívolo edificio, aspiré el aire puro y exhalando, me coloqué uno de los cascos de mi hermano. Esperé a que encendiera la moto y con extremo cuidado de no abrirme la herida, me subí detrás de él.

Según me había contado, Natalia ya se había instalado en la casa que compartiríamos y moría por ya estar con ella. También me dijo que Nick, Ann y Chris terminaron el cuarto de Logan en estos días que estuve dormido. Debía buscar la forma de agradecérselos en cuanto los vea.

—Llámame si te descoses o te duele demás ¿Sí?— Pidió por quinta vez desde que llegamos, con las comisuras de sus labios inclinadas hacia arriba.

—Que sí— Sonriendo, recibí su abrazo —Gracias por cuidarme, hermano.

—Para eso estamos— Palmeando mi espalda, alargó el contacto unos segundos —Siempre— Murmuró alejándose.

—Siempre— Guiñándole un ojo, golpeé suavemente su mejilla y lo solté. El oji-amarillo se subió de nuevo a su roja motocicleta y tras ponerse el casco otra vez, hizo rugir al motor —Avísame si ustedes necesitan algo— Finalicé.

—Seguro— Bajando el vidrio de la protección en su cabeza, arrancó.

Suspiré al estar frente a la puerta y trabajé en mi respiración. No podía evitar estar emocionado por volver a verla, se me hizo una eternidad el tiempo que estuve alejado de ella. Si bien permanecí dormido durante varios días, para mi inconsciente pasaron años.

Cerré el portal de madera a mis espaldas y luego de echar llave, las dejé sobre la mesita a mi lado. Adentrándome silenciosamente a mi antiguo y ahora nuevo hogar, revisé cada lugar de la planta baja en busca de mi chica. Al no encontrarla, subí las escaleras con la necesidad de verla en nuestro dormitorio. Detuve mis pasos delante de la habitación de mi hijo y sonreí al ver las nubes en el cielo y el empapelado de animales puesto. No podía esperar para usarlo y ver al enano dormir en su cuna y jugar sombre la alfombra.

Siguiendo mi camino, traspasé el umbral de la que hace unos años era la pieza de un adolescente. Un fuerte huracán se desató en mi estómago y un choque eléctrico arrasó con mi columna vertebral al verla.

Con la mirada inundada, sonreí al encontrarme con sus hermosos orbes verdes. Sin dudarlo, corrió en mi dirección y sin importarme la punzada de dolor en mis costillas al chocar con su cuerpo, la abracé con fuerza, con el miedo de casi perderla para siempre.

—Tenía tanto miedo de que me abandonaras, musculitos— Balbuceó en mi hombro con un nudo en su garganta e intensifiqué el agarre.

—Jamás te abandonaría, sonrisitas— Mi voz se quebró —Haría lo que fuera por quedarme a tu lado, así tuviera que desafiar a la mismísima muerte.

—No aguantaba más el no poder escucharte y abrazarte.

—Estás condenada a soportarme el resto de tu vida, porque me niego a separarme de ti.

—Infernalmente condenada a ti y completamente jodida— Usó oraciones que antiguamente formulé y se me hizo imposible no reír.

—Y me encanta que lo estés— Murmuré.

Separándonos, acomodé un mechón de pelo detrás de su oreja y al verla llorar, no pude resistirme hacer lo mismo. Sujetando su cuello con una mano y su mejilla con la otra, pegué mi boca a la suya.

Las salinas lágrimas se interponían entre nuestros labios, mezclándose con el beso. Me sentí extasiado al poder degustar su sabor una vez más. Sus manos se aferraron a mi nuca y su lengua se metió en mi cavidad buscando desesperadamente la mía.

Al intentar pegar su cuerpo al calor que emanaba el mío, mi vientre se topó con el suyo y mis ojos se abrieron al recordar a Logan. Besé precozmente sus labios una vez más y relamiendo el gusto que había dejado en los míos, sequé mis lágrimas mientras ella secaba las suyas.

—¿Cómo está?— Cuestioné acariciando su barriga.

—Excelente, pudo salir adelante... Como su papi— Respondió sonriéndome —Cuando íbamos a verte se movía como loco. Él también te extraño.

—No tienes idea de cuanto los necesitaba— Pegando mi frente a la suya, conseguí que nuestros alientos se mezclaran —Moría por verlos.

—¿Tú cómo estás?— Con la voz rota debido al recuerdo, acarició la sombra de mi barba.

—Excelente... Siempre y cuando esté contigo, sonrisitas.

Mordiendo la esquina inferior de su sonrisa, me provocó un sinfín de emociones que solo ella era capaz de desatar.

Las sonrisas se esfumaron un segundo antes de que nuestras bocas volvieran a devorarse. Torpemente caminamos hacia la cama mientras despojaba a su figura de las sueltas telas que la revestían, las cuales habían comenzado a molestarme. Con precavidos movimientos, me recosté sobre ella y con un deseo incontrolable humedecí su cuello. Sus manos danzaron sobre el vendaje de mi espalda y aferrando sus dedos al dobladillo de mi camiseta, me la arrancó.

Alejándome del infierno que era su boca, la observé retorcerse debajo de mí, ansiosa porque la ame físicamente. Me encantaba contemplarla siempre que pudiera, actualizar la exquisita imagen que mi memoria guardaba de ella.

—Te amo— Susurré embobado ante su belleza.

Elevando lentamente sus parpados, ancló sus iris en los míos y sonriendo con lascivia, enterró suavemente sus dientes en mi labio inferior. Impulsándose hacia delante, y apoyando sus manos en mi pecho, me empujó hasta que mi espalda se acopló al blanco y fresco acolchado. Colocando sus rodillas a cada lado de mis caderas, volvió a besarme y seguidamente empezó a frotarse contra mí.

Mi entrepierna no tardó en despertar y exigir adentrarse al lugar más placentero que alguna vez probó. La ropa pronto quedó atrás y engullendo ella misma mi erección desnuda con su sexo, deleitó a mis ojos con el baile hipnótico que sus senos expuestos daban.

El sudor nos envolvía y el calor que irradiábamos podría derretir cualquier cosa que se le interpusiera. La estampa era por demás perfecta y no podía pedir más que verla cada día de mi vida.

Mis manos recorrieron su contorno, acariciaron sus pechos y apretaron sus glúteos con un carnal deseo de intensificar los saltos que daba sobre mí. Mis palmas continuaron deslizándose por su piel hasta su estómago y repentinamente, un diminuto pie empujó a una de mis manos.

Sobreponiéndose a la excitación, nuestras carcajadas le robaron el protagonismo a los jadeos intercalados de gemidos que nacían hechos fuego y se desvanecían en el aire.

—No me comparte— Bromeó jadeante, provocando que mi miembro palpitara.

—Yo llegué antes— Me quejé frunciendo mi ceño y sin dejar de sonreír.

Pegando sus labios a los míos una vez más, consiguió que mi concentración regresara. Sujetando sus caderas, pero sin cortar el beso la mantuve fija en una posición y tomé las riendas de la situación. Aumentando la velocidad de las embestidas y la fuerza en ellas, conseguí que un gemido de placer por su parte muriera en mi boca.

Cuando sus piernas vibraron y percibí la presión que su sexualidad ejercía sobre la mía, incrementé la potencia de las penetraciones. Pronto gimió ahogadamente mientras que un gruñido abandonaba mi boca al sentir que ambos explotamos pasionalmente en donde nuestros cuerpos se fusionaban.

Unas nuevas sonrisas nacieron bajo la unión de nuestras bocas y entre risas al aire, la ayudé a bajarse.

Pasando por alto el palpitar de mi herida, acaricié la cabeza de mi chica que descansaba sobre mi pecho. Usando mi brazo derecho como almohada, disfruté uno de los mejores abrazos que podría recibir y cerré mis ojos.

—También te amo— Murmuró y mis parpados se elevaron inmediatamente.

—Eres hermosa— Susurré pasando un mechón de pelo detrás de su oreja.

Apoyando su barbilla sobre mi vendaje, jugó con los mechones de cabello que descendían por mi frente. Mis iris se negaban a dejar de verla, la sola idea de volver a pasar una situación similar a la que habíamos vivido hacia tan solo un día me helaba la sangre y provocaba que el sentimiento de no despegarme de ella me absorbiera.

—No pienso volver alejarme de ti— Vociferé acariciando su mejilla con mi pulgar.

—Ya se terminó. El único enfermo que podría hacernos algo ya no está, no tienes de que preocuparte.

—No volveré a dejarlos solos y no hay nada que me haga cambiar de opinión.

—Bien— Poniendo sus ojos en blanco, rio colmándome el alma de paz.

Manteniendo la misma posición, Natalia me contó que durante estos pocos días mi madre no solo fue a verme, sino que se comportó como correspondía con ella. Aunque los preparativos de la boda quedaron suspendidos, ambas, acompañadas por la rubia, fueron a comprar el vestido de novia con la esperanza de que yo despertara y eso literalmente, me desbordó de ternura.

Mientras gozaba escucharla hablar emocionada por el casamiento y la cuenta regresiva para la llegada de Logan, mi teléfono comenzó a vibrar.

—¿Dónde quedó mi pantalón?— Cuestioné buscando con la mirada mi prenda inferior.

—Allá— Afirmó señalando los pies de la cama.

Sin tener la necesidad de bajarme del lecho que habíamos impregnado de sudor y pasión hacía casi una hora, tomé los jeans del piso y saqué mi celular del bolsillo delantero. Apuñalando el colchón con mi codo derecho, pegué el teléfono a mi oreja y jugué con los diminutos dedos del pie de mi chica.

¿Hola?— No pude ocultar la diversión que me causaban las muecas de dolor y gracia que Natalia gesticulaba.

—Ba-basta, por f-favor— Pidió con lagrimeando ante las cosquillas mientras se retorcía todavía desnuda, me fascinaba verla así.

¡Con un puto demonio, Matt! ¿Me estás escuchando o no?— La voz de mi hermano acabó con mi gracia.

¿Qué pasó?— Pregunté prestándole más atención que antes.

Los mellis— Comentó y me senté automáticamente.

¿Están bien? ¿Les sucedió algo?

El ceño de Natalia se frunció y acomodándose delante de mí, mordió la uña de su pulgar a la espera de una respuesta.

¡Están llegando!— Sonreí sin digerir del todo la noticia —La barbie entró en labor— Continuó emocionado —¡Seré padre, hermano! ¡Hoy voy a ser papá!

—¡Te felicito! Vamos para allá— Colgué y miré los vibrantes iris de la mujer que amaba.

—¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?— Sonreí ante su incontrolable curiosidad.

—Los mellis están en camino. La rubia está por dar a luz.

Reí al ver como su boca se abría y daba la sensación de que se le desprendería la mandíbula. Negué con la cabeza en tanto ella asimilaba la noticia y le cerré la boca, empujando su quijada hacia arriba con dos de mis dedos.

—Te van a entrar moscas, sonrisitas— Bromeé entre risas y besé sus labios —Bañémonos que no están esperando.

[...]

Sus ojitos apenas se abrían, pero lo amarillento en ellos no pasaba desapercibido. Moviéndome de un lado al otro, mecí suavemente a la diminuta personita que tenía entre mis brazos.

—Me alegra que hayas decidido quedarte con nosotros. No somos un grupo sin un sexy empresario— Argumentó la rubia sonriendo.

Estaba por demás exhausta y se notaba, sin embargo, se esforzaba por mantenerse despierta y disfrutar del primer día de vida de sus hijos. Casi 9 horas de trabajo de parto e increíblemente sonreía como si nada hubiese pasado, la admiraba. Según Zac me comentó, el espectáculo no fue el más agradable de ver, pero sí el más perfecto que pudiera existir y no puedo negar la emoción que me provocó saberlo.

—Gracias, rubia— Sonriéndole, le guiñé un ojo mientras que ella apoyaba su cabeza sobre la enorme almohada a sus espaldas —Camila salió con tu color de ojos— Acoté mirando a mi mejor amigo.

—Me va a odiar de grande. Le heredé mi maldición— Se burló entre risas.

—Si le gustan las series de vampiros u hombres lobos, te amará— La voz de mi prometida me hizo sonreír.

—Al final fue una lobita— Agregó Catalina observándonos a la distancia.

—Y un ken— Añadió mi hermano acariciando la mano de su chica.

—Es tan chiquito— Pronunció Natalia meciendo a nuestro sobrino —Los mellis son preciosos, chicos. Los felicito.

—Definitivamente tendremos que conseguirnos unas escopetas para cuando Camila crezca— Jugué —A menos que sea Logan quien la acompañe— Concluí y las carcajadas no tardaron en brotar.

—Dos cosas: Uno: No te olvides que soy policía y tu hijo puede pasarla muy mal. Dos: David le partirá la cara antes de que pueda acercársele a su hermanita.

—Ya vas a ver. Vamos a convertirnos en consuegros, acuérdate— Tras guiñarle un ojo no pude evitar unirme a las risas. Me agaché en cuanto vi una botella de plástico vacía volar en mi dirección —¡Eh! ¡Cuidado con mi ahijada!

—Te voy a matar— Amenazó divertido.

Perdido en los electrizantes orbes de la niña que tenía a upa, el anhelo de tener a mi propio hijo en brazos incrementó. Sin duda no podría haber salido adelante si Logan no hubiese sobrevivido, si él perdía la batalla yo también. Estaría dispuesto a irme con mi descendiente a donde quiera que vaya. No obstante, el saber que la espera por su llegada seguía en pie, me devolvía el alma al cuerpo y hasta me atrevería a decir... que la vida también.

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