Capítulo 49
Por mucho que intentó, después de un intercambio de besos, Natalia regresó a su puesto. Dijo temer porque Nicholas entrara y nos descubriera, aunque no pasé por alto el hecho de que las venenosas palabras de Carol le afectaron. Sin contar que le recordó, de una u otra forma, que tuve un pasado con Samantha y eso terminó por apagar el fuego que se había encendido entre nosotros, sin embargo, no la culpaba.
Camino al hospital, ella no se molestó en dirigirme la palabra ni una sola vez. Sabía que los celos seguían carcomiendo su cabeza y me sentía un idiota por no haber callado a mi madre a tiempo.
—¿Estás bien, sonrisitas?— Cuestioné mirándola por una fracción de segundos y volví la vista a la calle.
—Sí...
—¿Estás molesta por las estupideces que dijo mi madre?— Se removió incómoda sobre el asiento y me respondió sin hablar —Escucha, sonrisitas.... No debes tomar en serio ninguna sílaba que salga de su boca. Es, literalmente, una arpía. Solo busca su beneficio y no hay quien le importe más que ella misma.
—Pero tiene razón...— Por fin formuló más de dos palabras.
Frunciendo el ceño ante su respuesta, relamí mis labios y después de mirar por el retrovisor, apoyé mi mano derecha sobre su pierna.
—¿A qué te refieres?
—No soy buena para ti. No tengo dinero y mi familia tampoco... Además, no soy rubia ni poseo unas pronunciadas curvas— Y ahí estaba la referencia a mi exsecretaria, como lo sospechaba —Puedes tener miles de compañeras mejores que yo, más lindas y con una cargada cuenta bancaria. Como... Samantha...
—¿Pero qué mierda dices, Natalia?— Mi tono fue más brusco del que esperaba.
—Ta...Tal vez esto sea un error...— Susurró.
Apretando los dientes, negué con la cabeza y le di un seco golpe al volante de mi coche.
—¿En serio me harás esto después de todo lo que pasamos? Estamos a punto de casarnos y con un crío en camino.
—¿Estás molesto?
—Sí. Por supuesto que sí.
—¿Por qué?— Consultó con débil hilo de voz. Estaba al borde del llanto.
—¿Qué pasó con la chica que le cerró la boca a mi madre con palabras fuertes y encima la desafió mostrándole su anillo?— Pregunté con mis pupilas moviéndose frenéticamente para estudiar los demás autos.
—No lo sé... Fue el momento, supongo...
—Tú no tienes nada que enviarle a Samantha, ni a ninguna otra mujer como Carol quiere hacerte creer.
Dejé la charla un momento para ingresar al estacionamiento subterráneo que el hospital poseía. Luego de retirar las llaves y poner el freno de mano, volteé de lado para verla a la cara.
—Tal vez te equivocaste al elegirme a mí y no a ella. Volví arruinarte la vida.
—Ya, suficiente. Demasiadas estupideces juntas— Relamí mis labios y tomé su rostro entre mis manos —Tú supiste que tenía dinero desde casi un mes después de que comenzáramos a salir en la prepa, cuando te llevé a casa por primera vez. Y, según recuerdo, en ese momento no te importó.
—Es distinto. Éramos chicos, no pensábamos en el futuro, solo en disfrutar el momento.
—Te equivocas— Sus cristalinos iris se estancaron en los míos —Yo pensé en un futuro contigo desde el momento en que aceptaste salir conmigo, después de ir a ver It, payaso al que le agradezco te asustara porque por primera vez el estar cerca de una chica me ponía nervioso— Sonreí al mismo tiempo en que sus dientes se enterraron sobre su labio inferior —Tu familia es diez veces mejor que la mía. Tienes a un hermano que sería capaz de dar la vida por ti y una madre que cualquiera desearía tener.
—Pero...— Su complexión dio un pequeño salto y tras un puchero adornando su boca, una lágrima rodó por su mejilla.
—Sin contar que eres la mujer más hermosa que mis ojos alguna vez vieron. Tus curvas son perfectas, tu rostro, tu pecho, tu cintura, tu culo— Rio y aproveché para borrar la diminuta gota con mi pulgar —Y para completar, eres la persona por la cual lo daría todo sin siquiera dudarlo. Encima, me harás el honor de darme un hijo... No por nada te pedí que te casaras conmigo, sonrisitas. Tú eres la mujer que me hace feliz, te quiero a ti, a nadie más y creo que eso te lo he dejado en claro demasiadas veces.
—No puedo debatir un discurso como ese— Bromeó con su nariz enrojecida y seguidamente, otra lágrima nació.
—Eres perfecta para mí, sonrisitas.
Limpié el agua salada que pretendía morir bajo su mentón y sonriéndole, la besé.
[...]
Con nuestras manos entrelazadas, nos dirigimos al segundo piso donde la simpática recepcionista nos había mandado. En el elevador, pasé mi brazo por detrás de su cuello y atrayéndola a mí, besé su cabello. Detestaba que se sintiera menos o insuficiente por el dinero, no era capaz de entender a las personas que basaban sus relaciones en él, una de ellas, mi propia madre.
Las paredes perla nos rodeaban mientras esperábamos en una desolada sala, junto a otra pareja y dos solitarias mujeres de vientre sumamente abultado. Una televisión con los turnos colgaba del blanco cielo raso y el silencio era roto por ataques de tos o cautelosos bullicios.
Acariciando la mano de mi prometida me sentía seguro, hasta que su nombre apareció en la pantalla.
—Harper, Natalia— Anunció una mujer desde la puerta del consultorio 20.
Al contrario de la calma que venía manejando hasta ahora, unos fuertes nervios me atacaron de repente. Un escalofrío me transitó entero y un aturdidor cosquilleo jugó en mi vientre y espalda baja.
—¿Estás bien, musculitos?— Preguntó mi novia reprimiendo una risa.
No fui capaz de hablar, solo de afirmar con la cabeza. Me paré y aferrado a su mano para no perder el equilibrio, nos acercamos a la habitación.
—¿Primera vez para el papi?— Cuestionó la profesional, divertida con mi ataque de nervios.
—Sí— Respondió Natalia en mi lugar.
—Ya se le va a pasar— Comentó restándome importancia y sentándose en un banquito, invitó a su paciente a recostarse.
Me sentí empalidecer cuando un gel cubrió el vientre de mi chica y el transductor comenzó a dispersarlo por encima de su piel. Un apretón en mi mano me obligó a reaccionar y mis pupilas viajaron inconscientemente hacia el rostro de Natalia. Sonriéndome, me hizo un ademán con la cabeza para que mirara la negra pantalla.
Todo dejó de existir en cuando mis orbes vieron como algo que se asemejaba al tamaño de un frijol, se movía. Todos mis músculos estaban rígidos y ninguno me obedecía.
Nunca creí que me volvería a pasar. No fui capaz de verlo venir, no me lo esperaba, siquiera se me había pasado por la cabeza. Jamás creí que el sentimiento pudiera ser tan fuerte, repentino y arrasador, pero, inexplicablemente, me había vuelto a enamorar.
—¿Quieren escucharlo?— Preguntó la obstetra y ambos asentimos.
Los latidos de mi hijo, aumentaron considerablemente los míos. Sonriendo, besé la mano de mi mujer y seguí escuchando, el que supe inmediatamente, era el sonido más hermoso alguna vez oído. Increíblemente, nada se le comparaba.
Mis ojos se colmaron de agua y relamiendo mis labios, me arrimé a mi prometida, quien ya tenía una que otra lágrima dibujándole las mejillas.
—Miren, como podrán darse cuenta ese es su corazoncito. Ahí están sus piernas, sus manitos, su cabeza...— Pasando el dedo por encima de la pantalla, la doctora nos mostró cada detalle de la personita que crecía dentro de Natalia.
[...]
Abandonando la ducha, sacudí mi cabeza deshaciéndome del exceso de agua y limpié el empañado espejo con la mano. Despeiné mi cabello con ayuda de mis dedos y tras echarme desodorante, salí del baño.
Al poner un pie en mi cuarto, divisé a Natalia sentada en mi cama colocándose unos zapatos y sonreí ante una escena que amaría ver diariamente. Siguiendo con lo mío, me arrimé a al armario y saqué unos jeans junto con una camiseta blanca.
—Sin duda, lo que más voy a disfrutar de vivir juntos va a ser verte escurriendo gotas y con una toalla atada a tu cadera. Sí. Definitivamente eso va a ser lo mejor— Comentó inesperadamente, arrebatándome una carcajada.
—Primero deja de mirarme el culo— Respondí ojeándola por sobre mi hombro e instantáneamente se echó a reír, dejando en evidencia lo que hacía —Y segundo, puedo asegurarte que me fascinará visitarte sorpresivamente en tus duchas.
Apresando su labio con los dientes y poniendo los ojos en blanco, la peli-negra se levantó. Hizo breve una parada para besarme, pero evitando que se fuera tomé su muñeca y la pegué a mi cuerpo.
—Creo que me debes algo— Murmuré galante a centímetros de sus labios, consiguiendo aumentar la velocidad de su pulso.
—Podrás cobrártelo cuando regresemos— Sonriéndome provocativamente, estancó sus destellantes iris sobre los míos.
Abandonándome con la palabra en la boca, pegó sus carmesíes labios a la dermis de mi pecho y se metió al baño para terminar de arreglarse. Ya cambiado, salpiqué la piel de mi cuello con perfume y tomé mi móvil mientras seguía esperando a que mi chica dejara de visitar el sanitario cada cinco minutos.
—¿Están yendo?
Aproveché para mandarle un mensaje a mi hermano, el cual hacía más de dos días no pasaba por casa. La última vez que lo vi fuimos a un bar y me comentó que tenía planeado mudarse con la rubia un mes antes de que los mellizos nacieran. Aunque un vacío golpeo mi pecho por estar obligados a separarnos después de tantos años, también me sentí feliz por él. Zac se merecía todo lo bueno que le estaba pasando, sufrió durante mucho tiempo una larga soledad y ya era hora de que su familia se reconstruyera.
[...]
—¡Papá!— Gruñí con la diversión filtrándose en mi voz.
—¿Qué? ¡Es la verdad!— Sonrió ante las carcajadas de los chicos —No puedes culparme por creer que eran homosexuales, hijo. Pasaban mucho tiempo juntos, tú no traías chicas y bueno, ya sabes lo cariñoso que es Zaqui.
Me tapé la boca con la mano para ocultar una sonrisa y poniendo los ojos en blanco, negué con la cabeza mientras las que ambas embarazadas estallaban en risas.
—No soy gay, pero puedo entrarle igual— La sonora alegría duplicó su poder ante el comentario de mi mejor amigo —Solo tiene que decirme que sí.
Resoplé divertido al ver a mi novia sujetando su estómago con sus parpados fuertemente apretados y a mi mejor amiga lagrimear nerviosa por no poder respirar como debería.
—Por Dios...— Rendido ante la situación, mordí mi labio inferior y llené mi boca con cerveza.
—Haríamos buena pareja ¡No puedes negar eso!—Añadió el oji-amarillo con una gigantesca sonrisa.
—Seguro... Como digas— Jadeé ante la amargura del alcohol y me metí un pedazo de pan a la boca.
—¡Basta que se me van a salir los bebés!— Exclamó la rubia consiguiendo que casi escupiera la masa entre mis dientes.
Unos minutos después, me encontraba lavando los platos manchados de salsa en tanto mi padre los secaba y mi hermano llevaba el postre a la mesa.
—Tu madre me pidió que te preguntara si puede ayudar en la boda, dijo estar arrepentida.
Arqueando una ceja, analicé el tono suplicante en su voz. Relamiéndome los labios, me hinqué de hombros y enjuagué el manojo de cubiertos bajo el grifo.
—Háblalo con Natalia, no conmigo. No obstante, si vuelve a desubicarse con ella, responderé. Estás avisado, papá.
—Estoy meditando el divorcio, Matt— Confesó ganándose mi atención. Mis pupilas estudiaron su postura cabizbaja y me sentí mal por él —La soporté por ti, pero ahora que ya eres un hombre creo que puedo desligarme de esa relación.
—Deberías haberlo hecho hace mucho tiempo, viejo. Eres una persona increíble, mamá no te merece.
—Lo haré después de que pase el casamiento.
Sus verdes luceros se conectaron con los míos y sonrió con gratitud. No podía creer que Alexander haya estado esperando mi aprobación todo este tiempo.
Cerré la llave de paso y lo abracé, porque su mirara me lo pidió. Palmeó mi espalda, tragándose las lágrimas.
—Vamos, tenemos una sorpresa para ti.
En tanto él retomaba su puesto en la mesa, yo me encaminé hacia los ventanales. Abrí uno y estando un centímetro fuera de la casa, me prendí un cigarro.
—¿Qué están viendo?— Consultó mi padre con una nueva sonrisa adornándole el rostro.
Recargado en el marco, me llevé el pucho a la boca e inundé mi interior de humo. Jamás habría imaginado lo que estaba viviendo, ni en mis mejores fantasías. Sin embargo, algo me decía que, como de costumbre en mi vida, todo se arruinaría trágicamente. Expulsando la tóxica nube por mi nariz, alejé aquellos negativos pensamientos y seguí observando.
—A tu otro nieto, papá— Promulgó el oficial y le extendió la ecografía de mi hijo.
—¡¿Esperen será varón?!— A la distancia podía notar la emoción en sus ojos verdes cuando me encontraron. Sonriendo, asentí y automáticamente, posó su mano sobre el vientre de mi novia —No puedo esperar a que nazcan los tres— Añadió, obteniendo una sonrisa por parte de Cata, gracias a al trato que tenía con su pareja, dando por hecho que compartíamos la misma sangre.
—Acá podes escucharlo, Alex— Habló mi prometida mientras reproducía el ultrasonido en su celular.
Tiré la moribunda colilla y regresé con mi familia. Me detuve detrás de Natalia y aferré mis dedos a sus hombros, inmediatamente una de sus manos acarició la áspera piel de mis falanges. Echando su cabeza hacia atrás, me regaló lo más hermoso que ella tenía, su sonrisa y no fui incapaz de controlar el deseo por probar sus labios.
—Tu hijo te extrañaba— Murmuró bajo nuestro beso.
No me había dado cuenta de que los demás la habían escuchado hasta que Zac carraspeó, buscando nuestra atención. Al mirarlo, noté una sonrisa que solo se presentaba cuando tramaba algo.
—Ustedes ya no pueden vivir en casa separadas— Argumentó la rubia.
—Mi ahijado necesita ver a sus padres viviendo juntos— Acotó el peli-negro y mi ceño se frunció.
—Antes que nada, no puede vernos y después ¿Quién te dijo a ti que tú serías el padrino?— Contesté sacándole una mueca de indignación.
Dramatizando todo, llevó una mano a su pecho y entrecerró sus ojos al mismo tiempo en que su boca se abría.
—La decepción, la traición, hermano— Sollozó fingiendo un llanto.
—Deja las redes sociales. Pasas mucho tiempo en ellas— Solté y le arrojé la tapa de mi cerveza. Se agachó evadiendo el improvisado proyectil y en cuestión de segundos estaba riéndose.
—¡Seremos padres y padrinos, lobito!— Chilló la melliza mientras saltaba eufórica en su lugar —¡Pero no se mueran! No quiero tres hijos— Concluyó entre risas que todos acompañaron.
—El punto es que todos esperamos que aceptes volver aquí, hijo. Te propongo un intercambio, yo me quedaré con la casa que comparten con Zaqui y tú regresarás. Acá estarás cerca de todos y ninguno de los tres, incluyendo a Nicholas, tendrá que volver a viajar para trabajar— Repartiendo los potes con helado, el único masculino con destellos blancos en su cabello, continuó —Antes de que ustedes dos se pelearan, tú me pediste quedarte por tu novia, amigos y el equipo, si mi memoria no me falla. En esa época te había mencionado el hecho de que abrí una sede en este pueblo, así yo podría trabajar cerca de ti ¿Recuerdas?— Simplemente asentí con la cabeza mientras que sentía las caricias de Natalia sobre mis manos —Bueno, ese anexo sigue existiendo, por lo cual, los tres trasladarán sus puestos para estar más cerca de casa y yo te ayudaré desde allá ¿Qué te parece, hijo?
Apretando mis labios, sonreí y afirmé con reiterativos movimientos de cabeza.
—¿Tú que dices, sonrisitas?— Cuestioné pasando un mechón de pelo detrás de su oreja.
—Sería genial— Sonrió alegremente —Así podré estar cerca de mamá.
—Entonces no hay más que hablar. Refaccionaremos un poco para el cuarto del bebé y comenzaremos con el traslado de las cosas.
—Cuenten conmigo— Guiñándonos uno de sus amarillentos iris, Zac se ofreció ayudarnos.
Alex propuso un brindis por esta nueva etapa que nos esperaba y cuando los recipientes variados en contenido chocaron entre sí, más risas colmaron la sala del que volvería a ser mi hogar en unos cuantos días.
Abracé a mi chica por la cintura y el pequeño bulto sobresaliente de su cuerpo, no nos permitía pegarnos del todo. Sentí la textura de sus labios bajo los míos y como su sonrisa se interponía dulcemente. Me separé de ella y besé su frente.
—¿Lista para formar una nueva vida, futura señora Bolton?— Murmuré arrebatándole una risilla.
—Lista, musculitos— Respondió pasando sus brazos por detrás de mi cabeza.
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