Capítulo 47 - Especial Navidad
Antes de que nada quiero desearles una muy, pero muy feliz navidad.
Espero que este día tan emocional puedan pasarlo con las personas que aman, que puedan llenarse de regalos y por sobre todo, que puedan divertirse.
Como varios sabrán soy de Argentina, por ende, este capítulo está basado en como pasamos las fiestas en esta hermosa tierra. Esto quiere decir que no van a encontrarse con una particular nevada y unos chocolates calientes. Aun así, espero que la disfruten y de igual forma, se emocionen.
¡Aunque estemos transpirados, trasnochados y comiendo asado el espíritu navideño es el mismo!
¡Feliz navidad!
Otra navidad en la que levanto mi copa al cielo para brindar con vos. Feliz navidad, abuelo.
...
—Jefe, tiene que firmar esto— Declaró Nicholas extendiéndome una carpeta.
Suspirando, tomé los documentos y rasqué mi barba crecida. El trabajo no dejaba de acumularse y el estrés estaba próximo a acabar con nosotros si no encontraba una solución pronto.
—Gracias, Nick— Con un bolígrafo en mano, leí por encima la diminuta tipografía. Despeiné mi cabello al ver la cantidad de hojas que tendría que leer y apoyé ambos codos sobre el frío escritorio —¿Sabes algo de Samantha?
Todavía tenía la esperanza de que mi secretaria regresara y nos librara de esto.
—Volverá en unos días. Vendrá a pasar las fiestas con sus padres— Agotado, se dejó caer en la silla frente a mí.
—Hablando de las fiestas ¿Qué necesita Chloe?— Troné los huesos de mis manos y tomé la botella de agua cerca de mi computador.
—Un padre nuevo— Bromeó haciéndome reír —Tendría que preguntarle a la madre, ella es la que sabe. Aunque una PlayStation 4 no le vendría nada mal.
—Dudo que eso sea para ella— Riendo, refresqué mi garganta con la incolora y helada bebida —Pero puedes contar con ella. Deberían aprovecharme, es la primera Navidad que no la paso solo o con mi padre. Y según sé, se dan regalos— Concluí tapando el plástico envase.
—Aunque me encantaría aceptarla, si lo hago mi hermana me matará— Rio conmigo y agarró los informes que me había entregado cuando llegué —Seguiré trabajando antes de que los papeles se vuelvan a multiplicar.
—¿Sabes si por casualidad John necesita trabajo?
Soy consiente de que la familia, los amigos y el trabajo son cosas que deberían mantenerse separadas, de lo contrario, es cien por ciento seguro de que terminará por desatar problemas. Sin embargo, siempre prefería arriesgarme y ayudar a un conocido, que ser profesional y contratar a un desconocido.
—No lo creo, los Thompson tienen una buena suma. Igualmente, no te lo recomiendo, Matt— Poniéndose de pie, acomodó la silla que recientemente había usado —Quiero mucho a John, pero todavía no está listo para un trabajo real. Le falta crecer, superar y cambiar.
Que esas palabras fuesen dichas por un chico de veinte años podían sonar irónicas, pero Nicholas aun siendo el más joven del grupo, era el más maduro de todos. De por sí, el oji-azul siempre fue alguien sensato y el haberse convertido en padre a los diecisiete, culminó su adolescencia, transformándolo en todo un hombre antes de tiempo.
Guardé silencio y asentí, no pondría en duda sus palabras ni tampoco estaba dispuesto a correr riesgos en la empresa. En cuanto mi cuñado cruzó el umbral de mi despacho y cerró la puerta, leí la carpeta frente a mí y me propuse tenerla firmada para el final del día.
Garabateé mi nombre junto a una X en la última hoja de los documentos y tomé mi celular. Llamé a mi padre y le pedí vernos en una hora, en cuanto recibí su confirmación hice lo mismo con mi hermano. Sesenta minutos después, estaba esperándolos en un bar frente a la compañía.
—Es increíble que haya llegado antes que tu padre— Habló Zac con diversión y tras sentarse, levantó su mano invocando a un camarero. La misma mujer de pelo rojo que me había traído mi café, se acercó para tomar la orden del oji-amarillo —Un café y un jarrito de leche, por favor.
Esbocé una sonrisa ante su quisquilloso gusto y apoyé la porcelana sobre mis labios para ingerir mi turbia y amarga infusión.
—Un placer, lindo.
Arqueando una ceja, por encima del filo de la taza observé a mi amigo asentir mientras reprimía una sonrisa.
—La barbie la mataría y encima me castraría— Comentó viendo a la chica alejarse y haciéndome reír —¿Por qué nos llamaste?
—Cuando venga Alexander te enterarás.
Relamiendo los restos en mis labios, dejé la taza sobre su respectivo plato.
—Estás nervioso porque...
—Ya lo sabrás.
Al mismo tiempo en que el pedido del oficial llegó, mi padre cruzó la entrada del local. A medida que se acercaba a nosotros, su sonrisa incrementaba. Teníamos tiempo sin verlo. Al llegar a nuestro lado, nos saludó a ambos y después de ordenar una botella de gaseosa, se acomodó en su asiento a la espera de noticias.
—¿Y bien? ¿Qué tienen para contarme, niños?
—Antes que nada, pasaremos la navidad con compañía...
—Me agrada la idea ¿Con Natalia?— Sonrió, satisfecho porque todas sus tramoyas hayan resultado como él quería, y llenó un vaso con el negro y burbujeante líquido que había pedido.
—Sí. Su madre, Zac, su chica con el hermano y Nicholas con su familia también estarán— Revolviendo el poco café que me quedaba, aparté la cuchara y le di otro sorbo.
—De acuerdo. Después veremos que llevar y el tema de los regalos.
Sonreí al contar con él y recordando la noticia que hace unos días le habían dado al policía sentado con nosotros, carraspeé.
—Zac tiene algo que contarte, papá.
Mi antecesor giró la parte superior de su cuerpo para verlo mejor, ya que estaba sentado a su lado, y ansioso, palmeó la pierna del peli-negro.
—Voy a ser padre— Confesó sin titubear, aunque todavía seguía sin poder creérselo del todo.
—¡Seré abuelo!— Soltó el mayor sacándonos una sonrisa —¡Felicidades, Zaqui!— Lo felicitó emocionado y sin dudarlo, lo abrazó —Me alegro muchísimo ¿Cómo tomaste la noticia?
—Excelente. Estaba... Estoy, muy feliz— Se sinceró el uniformado sin poder dejar de sonreír.
—Me alegro mucho, hijo— Aferrando sus dedos al hombro de aquel al que quería como un hijo propio, se esforzó por no lagrimear —Serás un excelente padre, al igual que David lo fue.
Apretando sus labios, Zac asintió antes de que el llanto que inundaba sus dorados orbes escapara. Parpadeando repetidas veces, se ahogó en su suave infusión evitando quebrarse en medio del bar.
—¿Y tú, hijo mío?— Arqueando una ceja, dejé mi taza vacía a un costado —¿Cuándo me darás un nieto?
—No lo sé...
—Están buscándolo— Acotó el peli-negro de repente.
—¡Eh!— Exclamé sin poder evitar sonreír y me abstuve de tirarle una servilleta únicamente por estar en un espacio público —¿Tú qué sabes de eso?
—¿En serio? Me alegra escucharlo— Mi padre creyó en las palabras del oji-amarillo —Eso quiere decir que van a divertirse un buen tiempo mientras lo intentan— Bromeó y en tanto él carcajeaba con Zac, mi mandíbula amagó con desprenderse de mi boca.
—¡Papá! Por Dios...— Mordiendo mi sonrisa, me tapé el rostro con mi mano derecha. Cuando las risas cesaron y nuestros pedidos habían sido consumidos, di a conocer el motivo de mi llamada —Escuchen, les pedí verlos para que me acompañaran a un lugar. Necesito saber si voy hacer lo correcto. Es algo que vengo meditando desde hace dos semanas, después del campamento que hicimos...
Sus ceños se fruncieron e intercambiando una mirada entre ellos, tomé aire y les conté mis intenciones.
[...]
Apagué la ducha y tras envolver una toalla en mi cintura, me despeiné sacando el exceso de agua en mi cabello y caminé hasta mi armario en busca de alguna muda de ropa. Con unos vaqueros y una camiseta de mangas cortas cubriéndome, até mis zapatillas y rocié la piel de mi cuello con un perfume que mi mejor amigo me había regalado hace unos meses.
Agarré los regalos que había comprado con anterioridad y salí de casa. Poniendo el auto en marcha, abroché mi cinturón y emprendí mi viaje a mi antigua casa en busca de Alexander.
Tres semanas pasaron desde que vi a mi padre por ultima vez y desde entonces, estuve esperando este día para volver a tener en mis manos el regalo que habíamos encargado para Natalia. Si el obsequio se quedaba conmigo era seguro que lo entregaría antes de fecha y no quería arruinarlo.
Cuando estuve frente a mi otro hogar, hice chillar la bocina y esperé a que Alex saliera. Mientras le daba una nueva pitada al cigarro que hacía segundos había encendido, la puerta del copiloto se abrió y ocupando dicho lugar, mi padre apareció.
—¿Lo traes?— Cuestioné ansioso.
—Sí, hijo— Riéndose, abrochó su cinturón de seguridad —No podría olvidarlo ¿Estás emocionado?
—Estoy emocionado, nervioso, deseoso... Con miedo y con todo.
—Arranca que llegaremos tarde— Sonriendo, dejó entre sus piernas las bolsas que traía.
Conduje unos quince minutos más y antes de llegar a la casa de mi cuñado, paramos en una tienda para comprar las bebidas que nos habían encargado. Cuando todo estuvo listo, regresamos al auto y en menos de diez minutos, llegamos a lo de Nicholas.
—Bienvenidos— El oji-azul nos recibió con su hija en brazos.
—¡Tío At!— Balbuceó Chloe sonriendo y estirándome sus brazos.
Me aguanté las ganas de llenarla de besos y derretirme de ternura al mismo tiempo. Le entregué la bolsa con bebidas a Nick y cargué a la pequeña personita en mis brazos. Besé su mejilla y esta se removió entre risillas que por algún motivo me alegraron el día.
—Tu hija es preciosa, Nicholas— Comentó mi papá mientras pellizcaba la robusta y colorada mejilla de la cría.
La enana estaba preciosa, un dulce vestidito blanco le permitía no sofocarse ante las altas temperaturas del clima y dos delgadas trencitas se unían, por encima del resto de su cabello, en su nuca.
Sus deditos se aferraron a mi camiseta y sin poder dejar de sonreírle, nos adentramos a su hogar. Pasamos por la cocina para dejar las cosas y le extendí los regalos al dueño de casa para que los acomodara debajo el árbol, excepto uno, el cual seguía estando bajo el poder de mi padre.
—Hola, sonrisitas— Saludé a mi chica en cuanto la vi e inclinándome hacia delante, besé sus labios mientras sostenía firmemente a Chloe.
—Musculitos— Murmuró bajo nuestro beso y rápidamente se despegó para saludar a Alex.
—¿No le queda bien la niña?— Consultó divertido mi antecesor, haciendo poner nerviosa a Natalia.
—Le queda excelente— La voz de una mujer adulta resonó trayéndome recuerdos.
—Susana— Solté sin intención y sonreí ante su abrazo.
—Que gusto volver a verte, Matt. Estoy muy feliz de que hayan vuelto a estar juntos— Confesó y me dio suaves palmadas en mis mejillas.
—Yo también estoy muy feliz por eso— Guiñándole un ojo a mi novia, conseguí que un tono rojizo se acentuara en sus pómulos y sus dientes se enterraran sobre su labio inferior.
—¡De nada!— Exclamó mi padre con gracia y seguidamente, saludó a la mujer que hacía tiempo tampoco veía.
—¡No te lleves todo el crédito, Alex!— Gritó mi hermano con un bol cargado de ensalada que apoyó sobre la mesa —¡Yo también ayudé!
—¿Y yo?— Cuestionó la única rubia, acariciando su apenas inflado vientre y sonriendo, se acercó a nosotros.
—¡Solo pasaron dos semanas desde que no te veo! ¿Qué te pasó?— Sorprendido ante su nuevo aspecto, besé su mejilla y con mi mano libre, acaricié su panza en busca de mis sobrinos.
—Tengo un embarazo de poco más de cuatro meses. Y son dos los bebés, no te olvides de eso— Argumentó sin dejar de sonreír y rodeó mi cuello con sus manos.
Hace una semana Zac me dio la noticia de que un par de mellicitos estarían llegando a nuestras vidas en menos de cinco meses. Cuando me lo contó estaba totalmente pálido, tartamudeaba y sudaba como loco. Incluso estuve a punto de creer que le agarraría un infarto o que llegaría a desmayarse del pánico. Sin embargo, comenzó a reírse como loco y entre lágrimas, me abrazó.
—¡Tu amigo pasó!— Respondió John recargado en el marco de la puerta que daba al patio trasero.
Desde donde estaba, podía ver al blanco humo de la parrilla bailar en el jardín a través de los ventanales que cubrían toda longitud de la pared.
—¡Ya pedí perdón!— Se defendió el peli-negro, haciendo reír a todos mientras volvía a ingresar a la sala, ahora con una bandeja rebalsante de asado entre sus manos.
El rubio, dentro de todo, se había tomado bien la noticia ya que estaba intentando recuperar la relación que tenían con Catalina y no quería echar todo a perder otra vez. Aunque sonreía, en sus orbes azules las ganas de matar al oficial por haber tocado a su hermanita no podían disimularse. Sin embargo, sabía que Zac no iba a abandonarla y que él haría lo que fuera por sus hijos. El día en que la rubia se lo contó, él abandonó la casa sin decir una palabra, pero cuando volvió abrazó a su melliza y ambos compartieron las lágrimas que hace muchos años retenían. Después de como Zac defendió a la barbie de Mike, consiguió ganarse su confianza, y ya conociendo al oji-amarillo, aceptó la idea. Incluso esto lo mantenía ocupado, estaba atento a las necesidades de su hermana las veinticuatro horas.
Ya en la mesa, mi chica y su suegro se sentaron a mis costados, yo todavía seguía con Chloe en brazos, quien sorprendentemente lloraba si intentaban despegarla de mí. Nick y Anna no dejaban de pedirme disculpas a cada rato por el comportamiento de su hija mientras que mi hermano insistía con que practicara para cuidar de sus hijos.
La cena transcurrió entre risas y eso generaba una agradable sensación que hacía palpitar a mi corazón con alegría. Sinceramente, jamás había tenido una navidad en familia como ahora, o siquiera, una simple cena tan gratificante. Cuando era joven y mis padres se dignaban aparecer por casa, la comida era ostentosa, pero el clima era carente de afecto. Carol y Alexander siempre terminaban discutiendo y yo, sin molestarme en avisarles, me iba a la casa de Zac. Sin embargo, el año que me peleé con él me dirigí al callejón y terminé pasando las fiestas con la ceja y la boca rotas, con múltiples moretones y más solo que nunca.
—Musculitos— La voz de quien era el amor de mi vida, me trajo a la realidad y parpadeando repetidas veces, la observé parada a mi lado —¿Vas a brindar?— Sonrió y recorriendo su brazo extendido con mis pupilas, encontré una copa.
—Sí, perdón— Relamiendo mis labios e intentando que mi sobrina no se me cayera, acepté el robusto vidrio que Anna me extendía. Besé fugazmente los labios de Natalia y extendí la copa.
—¡10, 9, 8...!— Nicholas comenzó con la cuenta regresiva para la media noche.
—¡7, 6...!— Lo siguió Zac con una sonrisa mientras apoyaba su mano sobre el vientre de su novia.
—¡5, 4...!— Habló la peli-negra a mi lado y se pegó a mí.
—¡3, 2...!— Murmuré y besé la cabeza de mi novia.
—¡Feliz Navidad!— Exclamamos todos al mismo tiempo.
Los finos cristales cargados de champagne, rebotaron entre ellos y acompañando el sonido del brindis combinado con las risas, los estruendos dignos de unos fuegos artificiales recibieron la noche buena.
Los besos y abrazos colmaron la casa de un hermoso y cálido espíritu familiar.
—Muy feliz navidad, sonrisitas— Murmuré y pegué mis labios a los suyos.
Sonriendo, sujetó mi nuca y prolongó nuestro contacto. Nos separamos ya que Nick exigía saludar a su familiar y Anna venía en busca de su hija. Los hermanos Harper se abrazaron y levantaron su copa al cielo en una clara señal de que aún tenían presente a su abuelo.
Dándoles privacidad, me giré y al encontrarme con Zac, intercambiamos una sonrisa e inmediatamente nos abrazamos, escondiendo nuestros rostros en el hombro del otro.
—Feliz navidad, hermano— Susurró entre risas.
—Felicidades, Zac— Palmeé sutilmente su mejilla y lo solté.
—Felices fiestas, hijo mío— Fruncí mis labios y con mi padre, repetimos la misma escena que había compartido hace instantes con mi mejor amigo.
Cuando los saludos cesaron, salimos al jardín trasero para contemplar las luces de colores que adornaban el oscuro cielo. Zac se agachó y metiendo su cabeza entre las piernas de la rubia, la levantó. Alexander y Susana cuchicheaban con sus bebidas en mano sin despegar la vista de los resplandecientes fuegos. El mellizo fumaba un singular cigarrillo en la otra punta del patio, su cuñado lo llamó agitando la mano y abrazándolo por el cuello, lo invitó a admirar el espectáculo junto a ellos. Anna y Nicholas sonreían y señalaban las luces para que Chole se emocionara más de lo que ya estaba. Mientras que yo abrazaba a mi chica por la espalda y nos mecía, sonreí.
—Creo que es la mejor navidad de mi vida— Murmuró y besó la sombra de mi barba.
—Y falta lo mejor— Respondí besando sus labios.
Al regresar al interior de la casa, llegó el momento más esperado para la pequeña criatura. La menor de los Harper corrió hacia el brillante arbolito ubicado en uno de los rincones de la sala. En menos de cinco minutos, los envoltorios eran rasgados y no había rostro carente de sonrisas. Parecía que todos habíamos vuelto a ser críos, estábamos emocionados por abrir regalos y agradecidos con cada paquete que llegaba a nuestras manos.
Por mi parte, recibí un vino con una hermosa presentación de mi suegra, un perfume y un dibujito por parte de la familia de mi secretario y un nuevo reloj, típico de mi padre. De repente, la rubia se llevó a Natalia y Zac se me acercó. Sonreí cuando aferró sus dedos a la carne de mi hombro, él esbozó una sonrisa mayor a la mía, respiró profundamente y tras relamer sus labios, sus orbes brillaron.
—¿Me regalarías una noche contigo?— Soltó ganándose una carcajada de los demás.
—Te regalé un nuevo casco ¿No fue suficiente?— Poniendo los ojos en blanco, negué con la cabeza —Hasta le regalé ropa a mis sobrinos.
—¿Nunca vas a ceder?
—No— Reí y él hizo lo mismo.
—¡Ufa!— Protestó —Igualmente, no dejaré de intentarlo— Resoplé divertido y cuando quise alejarme, sus dedos ejercieron más presión.
—¡Lobito!— Chilló la rubia estando de regreso y arqueé una ceja.
El peli-negro suspiró.
—¿Quieres ser el padrino de mi nena?
Sonreí involuntariamente y mis labios se separaron para dejar salir un suspiro. Un cosquilleó se adueñó de mi espalda baja e instintivamente me le eché encima. Riendo, me aceptó.
—Obvio que sí, hermano— Me aguanté la emoción, con el mar en los amarillentos iris de Zac era suficiente.
Unos minutos después, cuando todos los envoltorios pasaron a ser una montaña de papeles y los regalos ya estaban en las manos de sus nuevos dueños, mi padre me tomó del brazo y me llevó hasta el jardín.
—Gracias— Comenté cuando me entregó el regalo de Natalia.
—Te felicito. Estoy muy orgulloso de ti, Matt— Sequé la lágrima que se deslizaba sobre su mejilla y lo abrecé.
Jamás había abrazado a tantas personas en menos de una hora. Aunque absurdamente esto era nuevo para mí, me sentía pleno. Y fue ahí cuando supe que lo que más deseaba era seguir gozando todo el tiempo que pudiera con estas personas.
Retorné a la sala y caminé hacia Natalia, quien me esperaba con una caja decorada entre sus manos. Con Alexander y Zac de cómplices, alejaron a todos para darnos espacio, subieron el volumen de una canción lenta y apagaron la mayoría de las luces.
Mi chica frunció su ceño y relamiendo mi sonrisa, extendí ambas manos hacia ellas. Apoyé mi rodilla derecha en el suelo y a medida que su mirada se inundaba y su boca abierta era tapada por una de sus manos, fui abriendo la pequeña y azulada caja de gamuza.
—¿Me harías el honor de casarte conmigo, sonrisitas?
Las lágrimas brotaban de sus profundos iris y podía sentir la emoción de todos envolverme.
—Sí— Farfulló mientras afirmaba con la cabeza.
Sujeté la extremidad que me tendía y tras deslizar el anillo por su anular izquierdo, besé su mano. Con la sonrisa más grande que mis labios alguna vez formaron, me levanté y enrollando mis brazos a su cintura, la elevé del piso. Su rostro bañado en lágrimas, se escondió entre mi hombro y mi cuello.
Conmovidos, todos se nos acercaron para felicitarnos. Catalina y Susana abrazaron a mi chica, y entre las tres compartieron el emocional llanto. Zac corrió a mí sin medir su fuerza, haciéndome retroceder y detrás de él, Alex se acercó besando mi frente. Las escleróticas de mis dos familiares estaban terriblemente enrojecidas y sonriendo, me resistí a pasar por lo mismo.
Recibí una felicitación de mi cuñado más simpática de la que esperaba y entendí, por fin la culpa que cargaba hace cuatro años comenzaba a abandonarlo.
—Esto no terminó— Habló la barbie en voz alta y todos dejaron de hacer lo que hacían para prestarle atención.
Volteé a verla y me encontré con mi futura esposa limpiando las salinas estelas de su piel mientras relamía su sonrisa.
—Feliz navidad, musculitos— Soltó extendiéndome el paquete que todavía descansaba en sus manos.
Arrugando mi gesto y sonriendo a la vez, acepté la caja mientras que el silencio volvía a apoderarse del lugar, dejando únicamente a la música como compañía. Deshice el moño que lo adornaba y al abrirla un millón de emociones se desencadenaron en mi interior.
Un huracán se estancó en mi bajo vientre, escalofríos danzaban por mi espalda y mi corazón eufórico amenazaba con ser expulsado de mi pecho. Mis retinas no se aguantaron el ardor y una laguna fue apoderándose lentamente de mis ojos.
Miré los verdosos luceros de Natalia y ella mordía su labio inferior, a la espera de mi reacción. Gesticulé mil caras en tanto mis pupilas se alternaban entre su rostro y el resto de su anatomía. Sonreí un segundo y apretando mis labios, cerré los ojos. Tapé mi rostro y en cuestión de segundos mis rodillas chocaron contra el suelo. Una salada catarata cargada de emociones abandonó mis iris.
Dejando la caja que contenía una prueba de embarazo positiva y una ecografía a un lado, percibí el salado sabor de mi feliz lamento colarse dentro de mis labios. Sollozando, me puse de pie para volver a abrazar a quien ahora era la madre de mi primer hijo.
Pegué mi boca a la suya y degustando el sabor de sus labios combinados con las lágrimas de ambos, ejercí más presión, pegándola más a mí.
—Te amo, sonrisitas— Mascullé sobre sus labios frunciendo fuertemente mis parpados.
—Yo también, musculitos— Contestó entre risas y se separó para dar a conocer la noticia.
—Se ve que no tuvieron que intentarlo mucho— Bromeó Zac, buscando que mi sollozo cesara.
Cuando la emoción que ambas noticias crearon comenzó a cesar y cada quien regresaba a su mundo, me dirigí al jardín para prenderme un cigarrillo. Ahora que mi chica estaba embarazada debería ser más cuidadoso con el vicio que hace casi diez años me acompañaba.
Con el humo infiltrándose en mis pulmones y la nicotina recorriendo mi sistema, los nervios y la ansiedad que todo lo vivido me había provocado, por fin morían. Sonreí con la mirada perdida en el firmamento que todavía era decorado por coloridos fuegos.
La mujer que amaba, desde la preparatoria, no solo me había concedido el honor de convertirse en mi esposa, si no que también esperaba un hijo mío. Y eso me produjo una felicidad que jamás había sentido. El vacío que siempre percibí en mi alma se llenó y las sombras que me atormentaban desaparecieron junto con los fantasmas de mi pasado. Literalmente no cabía en mí de la alegría.
—Musculitos— Su voz me devolvió a la realidad, una que por fin había superado a mis fantasías.
Apagué el cigarro en el improvisado cenicero y expulsando el humo, me acerqué a su cuerpo. Enredé mis dedos en los pasacintos de sus shorts de jean y la pegué a mi calor. Sin importarme las altas temperaturas en las que estábamos, deseaba tenerla pegada a mí así hiciera 40 grados.
—Sonrisitas— Susurré a centímetros de su boca, permitiendo que nuestros alientos se mezclaran —No te das idea de lo feliz que me haces.
—Ahora definitivamente esta fue mi navidad favorita— Respondió sonriendo.
—El anillo está grabado— Comenté.
Sacándose la sortija, comprobó lo que en su interior rezaba.
—Siempre hemos sido Nosotros— Vociferó con la voz acongojada.
Aprisioné sus labios con los míos de una manera dulce, buscando hacer eterno el momento. Me separé lo suficiente para poder perderme en su mirada y no me aguanté las ganas de acariciar su vientre.
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